lunes, 30 de marzo de 2020

Quintañón. En tiempos de cuarentena, que no nos falten las palabras.


Decimoquinta y última palabra del confinamiento (alargado con nocturnidad y alevosía...) que ofrezco como homenaje a nuestros mayores (entre los que soy uno de los menores...).


quintañón, na. adj. Centenario.|| 2.  Muy viejo.
         Las cien libras del quintal son la medida que se toma como referencia para referirse a los centenarios, si bien es éste un dato más olvidado aún que la propia palabra, fuera del personaje cervantino, claro está, al que se asocia como nombre propio, Quintañona, sin que de él se haya dado el salto al uso coloquial para el que probablemente nació, si nos atenemos a la comparación implícita en la palabra. Tiene quintañón, además, toda la apariencia de ser un apellido, como si dijeramos Quiñones, de rancio abolengo, una palabra que nos llega desde los primeros vagidos de la creación de la lengua, como Pero, Mencía, Álvaro o Hernando. El campo semántico de la vejez no es tan extenso como para prescindir alegremente de una voz tan expresiva. Decimos quintañón y parece que se nos represente, enseguida, una poderosa carga que casi nos dobla las rodilllas y nos hace trastabillar, lo que el propio final de la palabra, desgajado del pesado quintal,  añón, también parece representar a la perfección. No hay tal, sino todo lo contrario. De hecho, tenemos un añoso que cubre con toda propiedad esa parcela de la avanzada edad, sin ser término ofensivo, como tampoco lo sería el hipotético *añón y como, solo a medias, no lo es quintañón, como vio Cervantes a la perfección cuando inventó su graciosa Quintañona, casi como personaje de comedia de enredo. Quintañón tiene las dosis exactas de buen humor, de burla donosa y de capacidad descriptiva objetiva como para que se convierta en palabra que podamos usar con toda liberalidad en las más variadas circunstancias. “Mi tío es ya un quintañón de mucho cuidado, pero sigue fuerte como un roble”. “Hay vejestorios y quintañones, que conste, como hay jóvenes fortachones y otros delicados que parecen ya prejubilados”. “Acabé cogiendo un autobús lleno de quintañones y quintañonas que parecían salir de un jardín de infancia: ¡Jesús, qué energías, no pararon en todo el viaje: que si chistes, que si canciones, que si bromas...!” Los eufemismos, en el ámbito de las edades avanzadas, están a la orden del día, pero quintañón nada tiene que ver con ellos. La empleamos y no se nos viene valetudinario a la cabeza, sino recio, fibroso e incluso poderoso, de ahí que sea ésta una propuesta que, a buen seguro, no hallará objeciones de enjundia ni renuencias absurdas  para instalarse entre nosotros con todos los honores de las voces expresivas y necesarias.

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