Decimoquinta y última palabra del confinamiento (alargado con nocturnidad y alevosía...) que ofrezco como homenaje a nuestros mayores (entre los que soy uno de los menores...).
quintañón, na. adj.
Centenario.|| 2. Muy viejo.
Las cien libras del quintal son la
medida que se toma como referencia para referirse a los centenarios, si bien es
éste un dato más olvidado aún que la propia palabra, fuera del personaje
cervantino, claro está, al que se asocia como nombre propio, Quintañona, sin que de él se haya dado
el salto al uso coloquial para el que probablemente nació, si nos atenemos a la
comparación implícita en la palabra. Tiene quintañón,
además, toda la apariencia de ser un apellido, como si dijeramos Quiñones, de rancio abolengo, una
palabra que nos llega desde los primeros vagidos de la creación de la lengua,
como Pero, Mencía, Álvaro o Hernando. El campo semántico de la vejez
no es tan extenso como para prescindir alegremente de una voz tan expresiva.
Decimos quintañón y parece que se nos
represente, enseguida, una poderosa carga que casi nos dobla las rodilllas y
nos hace trastabillar, lo que el propio final de la palabra, desgajado del
pesado quintal, –añón, también parece representar a la perfección. No hay tal, sino
todo lo contrario. De hecho, tenemos un añoso
que cubre con toda propiedad esa parcela de la avanzada edad, sin ser término
ofensivo, como tampoco lo sería el hipotético *añón y como, solo a medias, no lo es quintañón, como vio Cervantes a la perfección cuando inventó su
graciosa Quintañona, casi como
personaje de comedia de enredo. Quintañón
tiene las dosis exactas de buen humor, de burla donosa y de capacidad
descriptiva objetiva como para que se convierta en palabra que podamos usar con
toda liberalidad en las más variadas circunstancias. “Mi tío es ya un quintañón
de mucho cuidado, pero sigue fuerte como un roble”. “Hay vejestorios y
quintañones, que conste, como hay jóvenes fortachones y otros delicados que
parecen ya prejubilados”. “Acabé cogiendo un autobús lleno de quintañones y
quintañonas que parecían salir de un jardín de infancia: ¡Jesús, qué energías,
no pararon en todo el viaje: que si chistes, que si canciones, que si
bromas...!” Los eufemismos, en el ámbito de las edades avanzadas, están a la
orden del día, pero quintañón nada
tiene que ver con ellos. La empleamos y no se nos viene valetudinario a la cabeza, sino recio,
fibroso e incluso poderoso, de ahí que sea ésta una
propuesta que, a buen seguro, no hallará objeciones de enjundia ni renuencias
absurdas para instalarse entre nosotros con
todos los honores de las voces expresivas y necesarias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario