domingo, 22 de marzo de 2020

Robiñano. En tiempos de cuarentena que no nos falten las palabras...


Séptima palabra del confinamiento: el quinto mosquetero del anonimato...
robiñano. m. Nombre que se da a una persona cuyo nombre se ignora.
         Al cuarteto famoso, fulano, mengano, zutano y perengano, hemos de añadir, a partir de este momento, robiñano, lo cual dejará boquiabierto a cualquier interlocutor que nos la escuche, no sólo porque no hay quinto  malo, sino por el hecho de su propia existencia, algo así como un hermano secreto que, de repente, vuelve a casa y pretende recuperar su puesto en la familia. Es cierto que no ha quedado en el habla popular –hasta donde se me alcanza, claro está–, e ignoro así mismo si ello se debe a su origen francés –de Robin, ‘Roberto’– o sencillamente a que rompía la homogeneidad del cuarteto, con sus voces nacidas de la fantasía lingüística de los hablantes, puesto que está condenado al fracaso cualquier intento de hallarles a esas voces algún origen etimológico distinto del mero juego verbal expresivo. Robiñano puede ser añadido, con no poca *jocosería, cuando se dé el caso de recitar el cuarteto, algo que, sin ser frecuente, tampoco es absolutamente extraño. Es cierto también que los terceros innominados tienen una inconfundible connotación peyorativa, como lo prueba el hecho de su uso balístico como insulto, como invectiva, como descalificación: “¡Menudo fulano está hecho!” “Jorge sólo liga con fulanas”, y expresiones de ese jaez. Mengano y zutano atenúan algo dicha connotación, que parece estar exenta del miembro menos conocido del cuarteto, perengano, quizás porque en su caso sí puede rastrearse un origen léxico definido, atendiendo a la versión perencejo que pereció en su duelo fraternal con perengano. Corominas supone un posible Pero Vencejo como origen, pero no deja de ser una intuitiva fantasía nominal al hilo, quizás, de Pero Grullo. Cerrar el quinteto de terceros sin nombre con robiñano tiene la virtud de colocar un broche rotundo que parece impedir cualquier futuro añadido. En el inconsciente lingüístico funcionaría como el “y sanseacabó” que levanta un muro infranqueable. Esa función de clausura añade a robiñano la connotación de algo sólido e inalterable que obra a su favor dotándolo de tanta capacidad de convicción como para que se nos vuelva imprescindible.

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