Sexta palabra imprescindible para afrontar un severo confinamiento que nos pone a prueba.
*santiscario. m.
Madurez, criterio, seso, juicio, sensatez// 2. m. Caletre// 3. m. Interior de
la persona donde se encierra sin aceptar otras propuestas. II De mi ~. loc. De mi invención.
Frente a la escasa atención que le
dedica a santiscario el DRAE, de la
que sólo recoge un giro coloquial, como si la palabra en sí no tuviera
sustancia propia, como si jamás hubiera servido para designar realidad alguna,
he aportado –de ahí el asterisco– las
diferentes definiciones que nos permiten comprender el valor que esta voz tiene
y la necesidad que nosotros tenemos de convertirla en una realidad viva, atendiendo
a su poderosa expresividad. Es voz que aparece en El coloquio de los perros, precedente que se bastaría para avalar
su uso, sobre todo porque aparece como una voz perteneciente al registro
coloquial, propia, pues, del pueblo, no como un término empingorotado y
exquisito frente al que pudiéramos albergar algún recelo justificado. Ningún
ridículo mayor que la impropiedad léxica cuando se nos ocurre picar alto y usar
palabras de las que no estamos seguros, y mayor aún si ahuecamos la voz, la
acampanamos y nos regodeamos en su dicción. Santiscario
suena a Sancho, sabe a ristra de ajos y tiene el amarillo de la yema de huevo.
Hemos visto muchos híbridos en este diccionario, y no pocas etimologías
fantásticas. Cuando una voz se nos presenta como de origen incierto ello
significa que se levanta la veda para la caza de esos híbridos o de esas
asociaciones inverosímiles. Ni siquiera Corominas se escapa de la tentación,
porque considera la posibilidad de que santiscario
sea el resultado de santiguada y de relicario, o de santo y *escario, “bolsa
de dinero”, de donde la clara relación con la cabeza, llena, a su vez, de
pensamientos, o de tonterías… Aunque sea una asociación traída por los pelos,
me parece evidente que haya podido intervenir ventisca en la creación de la palabra, porque el hecho de que a
alguien le “dé la ventolera” de esto o de lo otro no está muy lejos de ese “de mi santiscario”
con que aludimos a lo que es propio y exclusivo de cada uno. Por otro lado, sí
que parece evidente la íntima relación entre santiscario y almario, no
sólo porque se nos hable del último reducto de la intimidad de la persona, sino
también por el campo semántico de lo santo, del que ambas participan. Santiscario tiene la virtud de aparecer
ante nosotros como una voz familiar que
no produce ningún rechazo, como si la hubiéramos usado siempre y nos
llamara la atención que la hubiéramos descuidado, que, por las presiones de la
vida cotidiana, que nos fuerza a simplificar cada vez más los mensajes, como si
todos estuviéramos contaminados por la demagogia política, hubiéramos dejado de
usarla. Bien, ahora es el momento de retomar su uso y de dejar satisfecha a
nuestra audiencia, que se quedará “con la copla”, como coloquialmente decimos,
apenas oída. “¡Julián no tiene ni pizca de santiscario! O sea, que es esfuerzo
baldío querer hacerle entender la situación…”. “Mariajo no sale de su
santiscario ni aunque se le aparezca el Cristo, no sólo está ensimismada, sino
“ensicerrada” a cal y canto…”. “Ya sé que son palabras de mi santiscario, pero
¿por qué “amilega” no va a poder llegar a ser tan aceptada como sus adosadas,
amigo y colega? Lo que no se crea no se usa, y cuando se use, ya verás tú cómo
nadie se acuerda de que salió de mi santiscario…”.
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