jueves, 26 de marzo de 2020

Baceta. En tiempo de cuarentena, que no nos falten las palabras.


Undécima palabra del confinamiento, apropiada para estas horas en que, recurrir a los juegos de cartas, no debe hacernos olvidar el dicho de Shopenhauer, según el cual los naipes fueron inventados para que los necios, a falta de ideas, pudieran intercambiar algo...

baceta. m. Montón de naipes que, en varios juegos, quedan sin repartir, después de haber dado a cada jugador los que le corresponden.

He aquí una hermosa oportunidad de sustituir una palabra monótona, torpe y ómnibus como montón por otra específica que raramente, sin embargo, es usada por los aficionados a los naipes, salvo que éstos mezclen a su afición la de la lexicografía, lo cual, sin ser imposible, es altamente improbable. A pesar de la enemiga de Schopenhauer hacia los naipes, los cuales, a su juicio, se habrían inventado para que los tontos tuvieran algo que intercambiar entre ellos a falta de ideas, la afición es universal, por lo que os sobrarán oportunidades de contribuir a propagar el término correcto que sustituya a la aburrida montón. A pesar de ser un diminutivo, baceta tiene ciertos ecos de vocablo selecto, de parte precisa de un ritual riguroso, en el que se obvia la afectividad y se prima la propiedad. Derivada de baza, como es evidente, compite baceta con mazo, aunque esta última peque de cierta leve impropiedad, dado que  mazo incluye la condición de estar el montón atado, lo cual implica que, propiamente, habría de competir con baraja sin estrenar, precintada. Las dos comparten, sin embargo, la consonante interdental que representa muy adecuadamente el imperceptible roce de una carta con otra al ser recogida de la baceta para poder continuar el juego. “Coge de la baceta, anda”, “la baceta se está acabando, y aquí aún no han salido tales o cuales cartas” o “coged las cartas con cuidado, que deshacéis la baceta” son, espigadas al azar, algunas de las expresiones que motivarán la perplejidad de vuestros compañeros de juego, a quienes les encantará, no lo dudéis, deshacerse de montón y adoptar la novedad que les proponéis. “De baza, baceta” es el único argumento que acallará cualquier reparo y desfruncirá... el ceño, se entiende, de cualquier extrañeza, pues lleva en sí la única explicación posible y deseable, esto es, apodíctica.

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