Preámbulo a un paseo por un enrevesado reto de
epifanías: El amigo manual (Mi primer
libro de aforismos) o la aforística presentada a los jóvenes.
INSTRUCCIONES DE USO
0. Los libros
de aforismos no suelen ser lecturas habituales, y menos entre los jóvenes, a
pesar del gran éxito que el género del aforismo ha tenido a lo largo de la
historia, pues desde muy temprano el saber práctico y el teórico de los pueblos
se ha transmitido a través de este tipo de sentencias condensadas, brillantes,
sugerentes y a menudo herméticas. Desde las primeras civilizaciones, la
transmisión de la sabiduría a través de aforismos ha sido una constante. Tanto
los egipcios como los judíos, los griegos, los romanos o los árabes han
compilado libros de proverbios, máximas o aforismos. En la propia literatura
española, libros de aforismos como el Bonium
o Bocados de oro, inspirado en el
Libro de las Sentencias de Abulwafá
Mobaxir ben Fatic y las Flores de
Filosofía, el Libro de dichos de
sabios e philósofos traducido por Jacob Çadique de Uclés o las Glosas de Sabiduría de Sem Tob de
Carrión, indican bien a las claras la ascendencia del género desde los primeros
vagidos del idioma como lengua de cultura. El aforismo es, quizás, en sus
variantes del refrán popular y del vaticinio oracular, el género literario más
antiguo, por eso hay siempre algo de palabra sagrada en él, de sabiduría de la
especie que aspira tanto a la utilidad como al deslumbramiento. Muchos y
variados son los nombres con que se le conoce: adagio, proverbio, dicho,
máxima, sentencia, lema y refrán, pero resulta casi imposible establecer entre
ellos diferencias precisas y convincentes que vayan más allá de la autoría,
reconocida o anónima, y del carácter ingenioso del aforismo frente al admonitorio de la máxima y la sentencia o la
mezcla de saberes prácticos y morales del refrán. Nunca he visto nada menos definible que un aforismo, ha escrito el
encumbrado semiólogo Umberto Eco, y eso nos invita al resto de los mortales a
no pretender imposibles ni meternos en camisas definitorias de once varas.
Dejando de lado, pues, los a menudo baldíos terrenos de las precisiones
terminológicas, y quedándonos con la sola idea de que un aforismo ha de ser,
como mínimo, la expresión de la agudeza del pensamiento de su autor -y esa
mezcla de sabiduría y retórica se advierte incluso en los aforismos de carácter
tradicional: Dum spiro, spero
(mientras hay vida hay esperanza) o Ludere,
non laedere (bromear, no ofender)-
convendría desarrollar lo anunciado en el título de este preámbulo: las
instrucciones para leer un libro de aforismos.
1. El libro de aforismos ha de ser una volumen
manejable que se tenga siempre a mano, pues su lectura está indicada para los
momentos más insospechados. La famosa tríada de los tiempos muertos, las horas
sueltas y los ratos perdidos tienen, en El
amigo manual, su remedio natural, el específico capaz de resucitar, reconocer y atar buena parte de la propia
vida, tan propensa a perderse en esos agujeros negros del tedio o la
desorientación. El manual de Epícteto se llama Enquiridion precisamente porque enkheiridion
significa, en griego, lo que se puede sujetar con la mano.
2. Un libro de
aforismos no tiene comienzo ni final, por lo que nunca ha de ser leído desde la
primera hasta la última página, al modo, por ejemplo, de las novelas o las
obras de teatro. Por su forma se asemeja más a los libros de poesía, aunque en
estos a veces los poemas están de tal suerte dispuestos que el lector ha de
respetar su orden preciso si quiere recibir, sin modificarlo, el mensaje del
poeta. Lectura espigada podríamos denominar al método que consiste en abrir el
volumen al azar y leer aquellos aforismos que nos salgan al paso deparándonos
el placer estético de lo insólito e invitándonos a la reflexión que siempre
exigen de nosotros, porque un aforismo es siempre un pie, nada forzado, para el
diálogo cordial y el monólogo esclarecedor.
3. Lo propio de
los libros de aforismos, si no hay un orden lineal que se haya de seguir en su
lectura, es que tampoco se nos ofrezcan ordenados por temas, por útil que, para
otros menesteres intelectuales, sea el índice temático que suele incorporarse
al final del libro y que, a menudo, suele pecar de un excesivo intervencionismo
por parte del compilador, siempre dispuesto a escoger interpretaciones que, a
la postre, redundan en el menoscabo de la libertad de elección y asignación de
los propios lectores, de ahí que este libro no lo incorpore, aunque sí unos Pespuntes biobibliográficos que
pretenden servir de discretísima introducción a los autores escogidos.
4. Buena parte
de los aforismos que se han recogido en El
amigo manual se presentan a los lectores como un desafío, y como tal hay
que tomarlo, si bien con la serenidad de ánimo propia de los retos en los que
nos jugamos la propia estimación. Hay aforismos transparentes, ingeniosos,
poéticos, trascendentales, anecdóticos, admonitorios, chispeantes,
profundos, enigmáticos, herméticos y
cualesquiera otras calificaciones que se les quiera aplicar; pero los lectores
han de lidiar con cada uno de ellos y han de establecer una relación personal
que les permita hacer suyo el libro, aceptar que les está interpelando
individualmente. Nadie debe rendirse ante ningún aforismo, porque ninguno es
literalmente incomprensible. Pueden sernos más lejanos o más cercanos, pero
todos ellos han sido escritos para llegar a la imaginación, al entendimiento o
a los sentimientos de los lectores.
5. Un volumen de aforismos es, por definición, una
obra incompleta, parcial, eventual e incluso precaria. El subtítulo del actual,
Mi primer libro de aforismos, indica
claramente la provisionalidad del propio volumen, pues cada lector, cada
lectora, son los responsables últimos de la compilación de su verdadero y
definitivo libro de aforismos. Este Amigo manual no es en el fondo sino una
invitación a la creación del libro de aforismos que cada cual, a lo largo de su
vida lectora -que deseo tan larga y fecunda como placentera- ha de ir formando
poco a poco, libro a libro. Recoger aforismos en nuestras lecturas ha de ser
una actividad tan natural como consultar en el diccionario el significado de
las palabras que desconocemos.
6. Los libros
de aforismos han sido considerados muy a
menudo como un vademécum, un compendio de máximas que nos preparan para la
vida, un conjunto de recetas que, supuestamente, nos permiten enfrentarnos a la
realidad con la quintaesenciada experiencia de la acreditada sabiduría de
quienes nos precedieron. Pero vade mecum
significa literalmente "camina conmigo", va conmigo, y esa función de
acompañante tiene, a veces, más valor que la de pretencioso maestro de la vida,
pues raramente se escarmienta en cabeza ajena. A un libro de aforismos no se ha
de ir, así pues, buscando soluciones, sino epifanías que quizás sean
simplemente el pórtico para nuevas preguntas, inquietudes y tal vez fecundos
desasosiegos
7. A un libro
de aforismos no deben acercarse los lectores buscando la cita de relumbrón que
acredite una cultura que, en todo caso, de muy otras maneras ha de saber
manifestarse, pues como sugiere Zabaleta hay
que saber saber. Intercalar oportuna y elegantemente, en un texto, en un
discurso o en una conversación una cita no es arte al alcance de cualquiera, y
con frecuencia naufragan en el vasto y
proceloso mar del ridículo muchos de quienes lo intentan. Que la cita surja con
naturalidad, sin que su brillo ciegue, sino que ilumine, habría de ser la noble
aspiración de los lectores de aforismos.
8. De igual
modo que hay libros específicos de aforismos y una historia del género en la
que sobresalen estos o aquellos autores, de todas las latitudes y
nacionalidades, no es menos cierto que los aforismos esmaltan la prosa o el
verso de todos los demás. En el segundo caso, los aforismos nunca han de
permitirnos prejuzgar a sus autores, a
quienes se ha de conocer por sus obras completas. Por otro lado, y como cura
contra la falsa solemnidad con que se pueden presentar las compilaciones de
aforismos, Jean-Jacques Barrère y Christian Roche publicaron El
estupidiario de los filósofos, cuyo título ahorra explicaciones al buen
entendedor.
9. El amigo manual tiene la finalidad de
acercar el mundo del aforismo a los lectores jóvenes para despertar en ellos la
afición a la reflexión y al cultivo de la expresión justa, de ahí que la gran
mayoría de aforismos estén relacionados con lo que podríamos llamar aspectos
generales de la existencia. Esta selección excluye una vena aforística a la que
este compilador es aficionado: el aforismo humorístico, basado en el ingenio,
la agudeza y el juego de los conceptos. Así, autores como Ramón Gómez de la
Serna y sus famosas Greguerías han quedado forzosamente fuera, si bien lo indico
aquí para que quien quiera descubrirlo, a él y a otros tantos como él, se lleve
una grata sorpresa. Con todo, hay suficientes dosis de humor irónico en la
selección como para colmar con creces la necesidad risueña que Chamfort nos
exige en su conocidísimo aforismo: De
todas las jornadas, la más desaprovechada es aquella en que no hemos reído.
10. De los
libros de aforismos jamás podemos decir que hayamos acabado de leerlos, como
ocurre, en realidad, con las obras literarias clásicas, aquellas que siempre
admiten una relectura. Con todo, la frecuentación de los aforismos lleva aparejado
un efecto perverso del que, para acabar, conviene advertir en estas
instrucciones de uso: la tentación de devenir, después de leer tanta
quintaesencia de la sabiduría y la agudeza, consejeros de consejos no pedidos.
Saber abstenerse de darlos cuesta a veces tanto como escoger el adecuado, por
eso, y con un dicho del traductor Çadique de Uclés, quisiera este compilador, a
modo de corolario, recordar a sus lectores que "dize sant Gregorio que
ninguno te es más fiel en te dar buen consejo commo el que no cobdiçia lo tuyo,
mas ama tu persona". Ese amor ha sido el inspirador de estas instrucciones
y del volumen todo.
Vale.
En primer lugar, gracias por tan ilustrado e ilustrante texto.
ResponderEliminarEn segundo lugar, decirte que me alegro de haber dado con este blog, pues al leer este texto, que no tiene desperdicio alguno, me imagino lo aprovechables que serán los que le precedieron y que iré leyendo.
Y en tercer lugar, decirte que a mí me gusta leer aforismos, sentencias, refranes... y que estas instrucciones de uso son dignas de tener en cuenta...
Me gusta y convence lo de acercarse a ellas buscando epifanías...
Saludos.
Siempre alegra ser útil a los demás si además son tan agradecidos. Anticipo que dentro de un poco quizás algo largo, cosa de un mes o así, dedicaré una entrada del Diario a Nicolás Gómez Dávila, quizás, junto con Antonio Porchia y Eise Osman, a quienes ya he dedicado sendas entradas, la mejor muestra del aforismo exquisito sudamericano. Siempre es agradable descubrir lectores. Gracias por su presencia.
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