jueves, 22 de septiembre de 2016

“El amigo manual (Mi primer libro de aforismos)”, un inédito de Juan Poz


Preámbulo a un paseo por un enrevesado reto de epifanías: El amigo manual (Mi primer libro de aforismos) o la aforística presentada a los jóvenes.



                         INSTRUCCIONES DE USO

0.  Los libros de aforismos no suelen ser lecturas habituales, y menos entre los jóvenes, a pesar del gran éxito que el género del aforismo ha tenido a lo largo de la historia, pues desde muy temprano el saber práctico y el teórico de los pueblos se ha transmitido a través de este tipo de sentencias condensadas, brillantes, sugerentes y a menudo herméticas. Desde las primeras civilizaciones, la transmisión de la sabiduría a través de aforismos ha sido una constante. Tanto los egipcios como los judíos, los griegos, los romanos o los árabes han compilado libros de proverbios, máximas o aforismos. En la propia literatura española, libros de aforismos como el Bonium o Bocados de oro, inspirado en el Libro de las Sentencias de Abulwafá Mobaxir ben Fatic y las Flores de Filosofía, el Libro de dichos de sabios e philósofos traducido por Jacob Çadique de Uclés o las Glosas de Sabiduría de Sem Tob de Carrión, indican bien a las claras la ascendencia del género desde los primeros vagidos del idioma como lengua de cultura. El aforismo es, quizás, en sus variantes del refrán popular y del vaticinio oracular, el género literario más antiguo, por eso hay siempre algo de palabra sagrada en él, de sabiduría de la especie que aspira tanto a la utilidad como al deslumbramiento. Muchos y variados son los nombres con que se le conoce: adagio, proverbio, dicho, máxima, sentencia, lema y refrán, pero resulta casi imposible establecer entre ellos diferencias precisas y convincentes que vayan más allá de la autoría, reconocida o anónima, y del carácter ingenioso del aforismo frente al  admonitorio de la máxima y la sentencia o la mezcla de saberes prácticos y morales del refrán. Nunca he visto nada menos definible que un aforismo, ha escrito el encumbrado semiólogo Umberto Eco, y eso nos invita al resto de los mortales a no pretender imposibles ni meternos en camisas definitorias de once varas. Dejando de lado, pues, los a menudo baldíos terrenos de las precisiones terminológicas, y quedándonos con la sola idea de que un aforismo ha de ser, como mínimo, la expresión de la agudeza del pensamiento de su autor -y esa mezcla de sabiduría y retórica se advierte incluso en los aforismos de carácter tradicional: Dum spiro, spero (mientras hay vida hay esperanza) o Ludere, non laedere (bromear, no ofender)-  convendría desarrollar lo anunciado en el título de este preámbulo: las instrucciones para leer un libro de aforismos.
1. El libro de aforismos ha de ser una volumen manejable que se tenga siempre a mano, pues su lectura está indicada para los momentos más insospechados. La famosa tríada de los tiempos muertos, las horas sueltas y los ratos perdidos tienen, en El amigo manual, su remedio natural, el específico capaz de resucitar,  reconocer y atar buena parte de la propia vida, tan propensa a perderse en esos agujeros negros del tedio o la desorientación. El manual de Epícteto se llama Enquiridion precisamente porque enkheiridion significa, en griego, lo que se puede sujetar con la mano.
 2. Un libro de aforismos no tiene comienzo ni final, por lo que nunca ha de ser leído desde la primera hasta la última página, al modo, por ejemplo, de las novelas o las obras de teatro. Por su forma se asemeja más a los libros de poesía, aunque en estos a veces los poemas están de tal suerte dispuestos que el lector ha de respetar su orden preciso si quiere recibir, sin modificarlo, el mensaje del poeta. Lectura espigada podríamos denominar al método que consiste en abrir el volumen al azar y leer aquellos aforismos que nos salgan al paso deparándonos el placer estético de lo insólito e invitándonos a la reflexión que siempre exigen de nosotros, porque un aforismo es siempre un pie, nada forzado, para el diálogo cordial y el monólogo esclarecedor.
3.  Lo propio de los libros de aforismos, si no hay un orden lineal que se haya de seguir en su lectura, es que tampoco se nos ofrezcan ordenados por temas, por útil que, para otros menesteres intelectuales, sea el índice temático que suele incorporarse al final del libro y que, a menudo, suele pecar de un excesivo intervencionismo por parte del compilador, siempre dispuesto a escoger interpretaciones que, a la postre, redundan en el menoscabo de la libertad de elección y asignación de los propios lectores, de ahí que este libro no lo incorpore, aunque sí unos Pespuntes biobibliográficos que pretenden servir de discretísima introducción a los autores escogidos.
4.  Buena parte de los aforismos que se han recogido en El amigo manual se presentan a los lectores como un desafío, y como tal hay que tomarlo, si bien con la serenidad de ánimo propia de los retos en los que nos jugamos la propia estimación. Hay aforismos transparentes, ingeniosos, poéticos, trascendentales, anecdóticos, admonitorios, chispeantes, profundos,  enigmáticos, herméticos y cualesquiera otras calificaciones que se les quiera aplicar; pero los lectores han de lidiar con cada uno de ellos y han de establecer una relación personal que les permita hacer suyo el libro, aceptar que les está interpelando individualmente. Nadie debe rendirse ante ningún aforismo, porque ninguno es literalmente incomprensible. Pueden sernos más lejanos o más cercanos, pero todos ellos han sido escritos para llegar a la imaginación, al entendimiento o a los sentimientos de los lectores.
5. Un volumen de aforismos es, por definición, una obra incompleta, parcial, eventual e incluso precaria. El subtítulo del actual, Mi primer libro de aforismos, indica claramente la provisionalidad del propio volumen, pues cada lector, cada lectora, son los responsables últimos de la compilación de su verdadero y definitivo libro de aforismos. Este  Amigo manual no es en el fondo sino una invitación a la creación del libro de aforismos que cada cual, a lo largo de su vida lectora -que deseo tan larga y fecunda como placentera- ha de ir formando poco a poco, libro a libro. Recoger aforismos en nuestras lecturas ha de ser una actividad tan natural como consultar en el diccionario el significado de las palabras que desconocemos.
6.   Los libros de aforismos  han sido considerados muy a menudo como un vademécum, un compendio de máximas que nos preparan para la vida, un conjunto de recetas que, supuestamente, nos permiten enfrentarnos a la realidad con la quintaesenciada experiencia de la acreditada sabiduría de quienes nos precedieron. Pero vade mecum significa literalmente "camina conmigo", va conmigo, y esa función de acompañante tiene, a veces, más valor que la de pretencioso maestro de la vida, pues raramente se escarmienta en cabeza ajena. A un libro de aforismos no se ha de ir, así pues, buscando soluciones, sino epifanías que quizás sean simplemente el pórtico para nuevas preguntas, inquietudes y tal vez fecundos desasosiegos
7.   A un libro de aforismos no deben acercarse los lectores buscando la cita de relumbrón que acredite una cultura que, en todo caso, de muy otras maneras ha de saber manifestarse, pues como sugiere Zabaleta hay que saber saber. Intercalar oportuna y elegantemente, en un texto, en un discurso o en una conversación una cita no es arte al alcance de cualquiera, y con  frecuencia naufragan en el vasto y proceloso mar del ridículo muchos de quienes lo intentan. Que la cita surja con naturalidad, sin que su brillo ciegue, sino que ilumine, habría de ser la noble aspiración de los lectores de aforismos.
8.  De igual modo que hay libros específicos de aforismos y una historia del género en la que sobresalen estos o aquellos autores, de todas las latitudes y nacionalidades, no es menos cierto que los aforismos esmaltan la prosa o el verso de todos los demás. En el segundo caso, los aforismos nunca han de permitirnos prejuzgar  a sus autores, a quienes se ha de conocer por sus obras completas. Por otro lado, y como cura contra la falsa solemnidad con que se pueden presentar las compilaciones de aforismos, Jean-Jacques Barrère y Christian Roche publicaron  El estupidiario de los filósofos, cuyo título ahorra explicaciones al buen entendedor.
9.  El amigo manual tiene la finalidad de acercar el mundo del aforismo a los lectores jóvenes para despertar en ellos la afición a la reflexión y al cultivo de la expresión justa, de ahí que la gran mayoría de aforismos estén relacionados con lo que podríamos llamar aspectos generales de la existencia. Esta selección excluye una vena aforística a la que este compilador es aficionado: el aforismo humorístico, basado en el ingenio, la agudeza y el juego de los conceptos. Así, autores como Ramón Gómez de la Serna y sus famosas Greguerías han quedado forzosamente fuera, si bien lo indico aquí para que quien quiera descubrirlo, a él y a otros tantos como él, se lleve una grata sorpresa. Con todo, hay suficientes dosis de humor irónico en la selección como para colmar con creces la necesidad risueña que Chamfort nos exige en su conocidísimo aforismo: De todas las jornadas, la más desaprovechada es aquella en que no hemos reído.
10.  De los libros de aforismos jamás podemos decir que hayamos acabado de leerlos, como ocurre, en realidad, con las obras literarias clásicas, aquellas que siempre admiten una relectura. Con todo, la frecuentación de los aforismos lleva aparejado un efecto perverso del que, para acabar, conviene advertir en estas instrucciones de uso: la tentación de devenir, después de leer tanta quintaesencia de la sabiduría y la agudeza, consejeros de consejos no pedidos. Saber abstenerse de darlos cuesta a veces tanto como escoger el adecuado, por eso, y con un dicho del traductor Çadique de Uclés, quisiera este compilador, a modo de corolario, recordar a sus lectores que "dize sant Gregorio que ninguno te es más fiel en te dar buen consejo commo el que no cobdiçia lo tuyo, mas ama tu persona". Ese amor ha sido el inspirador de estas instrucciones y del volumen todo.
Vale.

[P.S. Será  bienvenida, como es innecesario señalar, cualquier propuesta de edición.]

2 comentarios:

  1. En primer lugar, gracias por tan ilustrado e ilustrante texto.

    En segundo lugar, decirte que me alegro de haber dado con este blog, pues al leer este texto, que no tiene desperdicio alguno, me imagino lo aprovechables que serán los que le precedieron y que iré leyendo.

    Y en tercer lugar, decirte que a mí me gusta leer aforismos, sentencias, refranes... y que estas instrucciones de uso son dignas de tener en cuenta...

    Me gusta y convence lo de acercarse a ellas buscando epifanías...

    Saludos.

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    1. Siempre alegra ser útil a los demás si además son tan agradecidos. Anticipo que dentro de un poco quizás algo largo, cosa de un mes o así, dedicaré una entrada del Diario a Nicolás Gómez Dávila, quizás, junto con Antonio Porchia y Eise Osman, a quienes ya he dedicado sendas entradas, la mejor muestra del aforismo exquisito sudamericano. Siempre es agradable descubrir lectores. Gracias por su presencia.

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