De riguroso estreno: el escritor Manolo Marcos publica
su primer libro: tácticas de payaso.
Asistir al inicio de la carrera
literaria de un escritor es siempre un motivo de alegría y, en este caso, de
profundo interés, porque tácticas de
payaso se aparta de la lírica existencial al uso y nos propone una
incursión en la tradición vanguardista que, para algunos, se ha quedado ya absolutamente
rezagada, si no obsoleta, mientras que otros, como Manolo Marcos, saben captar
su vigencia e incluso su necesidad, en estos tiempos de escaso lustre artístico
y demasiado brillo mediático.
Un hecho como el de la publicación de
un libro se produce en nuestro país unas 50.000 veces al año, pero no me cabe
duda de que hay una diferencia abismal entre cada una de esos hechos
considerados individualmente. La editorial Tigres de papel, una editorial
literaria, marca ya la primera diferencia. La ilustración de portada, con el
retrato de Góngora coronado de irreverente y popular botijo, nos habla bien a
las claras, sobre todo en un cordobés, del inequívoco sentido de la transgresión
en que va a sumergirse el lector así que abra la portada y se afane en la
degustación paulatina de su divertidísimo contenido.
Al empezar la lectura va a descubrir
el intelector un prólogo de Rafael Escobar que quizás debería de haberme
limitado a copiar aquí (con permiso de la editorial) no tanto para ahorrarme
esta crítica, cuanto para que quien entre en este Diario tuviera una perfecta explicación académica de lo que iba a
leer tras él. Trataré de ensayar alguna táctica de aproximación al texto que no
sea redundante respecto del prólogo, del
cual firmo a teclas juntillas
todo lo que en él se afirma con esmerada sindéresis.
Manolo Marcos (renuncio a las
minúsculas de la portada y le restituyo las mayúsculas del respeto al buen hacer) se nos
presenta como un autor vanguardista, pero de una naturaleza muy particular, como
lo demuestra el hecho de que dedique su primer libro a sus padres, algo que,
desde la perspectiva de un Artista
desencajado como yo, quien, con siete lúcidos años ya le preguntó a su
progenitora cuándo se era mayor para irse de casa…, le parece el primer
signo vanguardista y propiamente transgresor, algo así como un Plus Ultra –que es
el título de su excelente blog- de la propia vanguardia. Traspasada la
entrañable dedicatoria, observamos que el libro se divide en dos parte, tácticas de seducción y tácticas de evasión, y bajo un epígrafe
de Nicanor Parra, donde el irreverente poeta chileno se define como embutido de ángel y bestia, Manolo Marcos comienza a descubrirnos, como buen poeta, una voz individual cuyo mundo transgresor,
por más que sean egregios sus modelos, nos parecerá inconfundible. La mezcla de
la poesía con la agudeza y el duende del humor no es una aleación que fragüe
con facilidad, y ahí es donde nos convencemos de la singularidad de la obra de
Manolo, porque su facilidad engañosa no permite engaño ninguno ni falsas
interpretaciones: no hay fórmulas, ni clichés, ni recursos de manual, y mucho
menos imitación desustanciada; sino todo lo contrario: fenomenales hallazgos
que, más allá de la inspiración, parecen nacidos de una rigurosa disciplina
científica de observación. Manolo Marcos es un poeta atento, muy atento, en los
dos sentidos de la palabra (y si no que se lo pregunten a sus padres y a su
hermano collagista). Por eso nos creemos a medias la afirmación de Catherine
Deneuve en Allan Poet: Los poetas, o están locos,/ o son
extraterrestres/ que han aprendido a escribir/sin razonar”(sentenció decidida).
No estamos ante un payaso loco,
obviamente, pero sí que hay algo en él de extraterrestre que nos visita y
levanta acta de nuestra vida absurda con rica precisión de lugar, tiempo, modo,
intención, causa, condición, finalidad, etc., como se pregona en uno de los títulos
(todos magníficos y nones): ¿Le envuelvo
su realismo o se lo lleva puesto? que casi vale por todo el poema al que
precede...
Quiere el espíritu de contradicción,
tan amigo de pasearse por la anárquica república de los literatos, que incluso
la transgresión, la vanguardia, haya construido una tradición, ¡que ya son
ganas de sonrojar a los esforzados de la ruta de la sublevación escandalosa!, y
desde este punto de vista bien podríamos incluso hablar de textos canónicamente
vanguardistas. Bien, el de Manolo lo es, y no creo que reconocerlo se lo tome
él como un demérito, del mismo modo que Goytisolo se permite, y lo tiene a
gala, cervantear. Así pues, en tácticas de payaso (aquí sigo fiel a las
minúsculas, por lo que tienen de humilde cercanía a los márgenes de la sociedad,
esa herencia romántica que ensalza a los outsiders
frente a la inequívoca trituradora del ¿progreso? capitalista) el intelector no
se va a arriesgar por una geografía textual que lo descoloque o lo desplace
hacia lo desconocido: aquí y allá, inevitablemente, el payaso, como en Pirómano en velocípedo (y adviértase el
clasicismo de la bike…) recalará en
el eco de famosos estrategas en quienes perfeccionó su oficio: Quemaré el libro de metáforas./Todo es claro
esta mañana,/el viento va dejando pelucas tiradas por el suelo./Me voy a
duchamp con agua fría.
Decía que no es fácil aliar la
expresión genuina con los ecos de la tradición y exhibir, como un signo
prosodemático (me he picao…, me he picao, Manolo…,disculpa, mea culpa) un sentido del
humor tan lúcido, que no desconocido para quien visite de tanto en tanto un
blog como Plus Ultra. Ínsula
literaria –de inequívoca ascendencia
vanguardista–, donde conviene recalar a menudo; pero Manolo lo consigue con
insultante (los méritos ajenos siempre señalan mis vergonzantes limitaciones
propias…) facilidad, como en Gato Pérez
fotógrafos, que quiero creer homenaje al rumbero catalanoargentino: Somos especialistas en docudrama./No
llevamos lo del memento mori/ni la foto carnet./Bachilleres, aprovechen/nuestro
descuentos de fábula./ Diga “baudelaire” o “patata”. Esa percepción nítida
del giro coloquial (enseguida me ha venido a la memoria la voz cantarina de la
gitana en el mercadillo: “¡Que llevo la Playtex,
reina, que lleva la Playtex!”), así
como del cultismo o de cualquier otro registro de la lengua forma parte de esa
facilidad señalada.
En la más que variada travesía del
libro, siguiendo esos tumbos del payaso estratega, acaba encontrando este
Artista desencajado, más allá de la dedicatoria del libro, ese espíritu propiamente transgresor
que se le reconoce a la vanguardia, como Buñuel y Dalí ponen un burro muerto sobre
el piano para reírse de Platero y yo.
En Botánico experto en cactus hago
míos estos versos: Todos tenemos a quién
parecernos/pero algunos elegimos no parecernos demasiado/a nuestros padres./Por
esto no dan medallas.
El surrealismo no fue la única
vanguardia, ni la más irreverente, si la comparamos con Dada, por ejemplo, pero,
junto con el creacionismo de Huidobro hicieron nido en la literatura española y
se han naturalizado en nuestro paisaje literario como aves propias del lugar.
Por eso nos parecen tan familiares brillos líricos como el de Murciélago rumbero: las nubes/cogidas con alfileres en un tablón,/amenazan tormenta./Un
desplome de plumas con lágrimas de plomo. O en Recetas contra la melancolía: Oriéntese
a poniente/ (…)/Cacaree y espere:/seguro que le regalan un estenógrafo y/pone
Vd. un huevo./Cripto vive.
La casi inverosímil facultad de
Manolo para jugar con los conceptos y con las palabras crea siempre una alegre
pelea de golpes y risas entre los payasos en la pista del circo donde se
refleja, distorsionada, la patética realidad que los espectadores llevan
consigo cuando entran. Frente al aullido de Rivel, dueño magistral de sus
silencios, Manolo nos ofrece el verbo bullicioso y juguetón de la feria, como
en Remedios caseros contra la ansiedad:
La dialéctica de Dios es hablar entre
líneas,/no se le ocurra imitarle./Dios es camaleón en calma./(…)/La nada nada
fatal, no se acerque a socorrerla./Morirá usted por nada./Nada más. Eso es todo.
Hay también en tácticas de payaso una
vena senequista (¡y cómo había de faltar al tópico un cordobés!) que aparece en
forma de sentencias que nos dan a entender que el payaso ha hecho un aparte (al
estilo de los de La Celestina) o que, milagrosa y ucrónicamente, hemos asistido
al monólogo interior ante el espejo del payaso que se desmaquilla, como
advertimos en Tontos y sabios: bebamos juntos un vino somnoliento,/tontos y
sabios juntos/con los ojos muy abiertos, muy abiertos. Como autor de
nuestro tiempo, conocedor y practicante de los nuevos géneros, a Manolo parece, a veces, que
le venga el gusto de hacer un buen cóctel con ellos; de ahí que, como ocurre en
Algunas pervivencias del pasado
podamos hallar incluso un microrrelato, o lo que, con generosidad hermenéutica
podría ser tenido por tal: Téngase en
cuenta al gorrión./Su pequeño corazón pasa desapercibido,/su latido semejante a
una gota de lluvia/que destila la alegría insignificante del universo.
Escobar recoge todas las referencias
literarias que aparecen en la obra y así, hilvanando autoridades
revolucionarias, comprobamos la inequívoca estirpe iconoclasta de Manolo
Marcos, desde el postismo de De Ory, hasta el dadaísmo de Tzara, pasando por el
particular humor greguérico de Ramón o el enigmismo simbólico de Cirlot, como
se mezclan en 27 versos en recuerdo de
Cirlot: La g observa un cuadro de
Dalí con monóculo((…)/La k está subiendo un ocho mil/ (…)/ La v sueña con
aturdir boquerones. Las referencias, no obstante, se extienden incluso, en
la forma paródica del homenaje, a autores como Celaya, cuando en Anatomía de la introspección se nos
narra que el poeta “impuro” se ha tragado una pistola y que ese pequeño revólver es un arma cargada de
futuro. Si se extiende la nómina ajustada al canon no vanguardista, en un
arrebato emocional que no se compadece con la deshumanización que siempre se ha
achacado a las vanguardias, Manolo se permite un ejercicio de autoafirmación
machadiana que invade incluso el nada vanguardista terreno de la poesía social,
como ocurre en Sí: Nada de explicaciones ni camisas/de once
varas:/soy bueno, y en mí resuenan/los ecos de aquellos que no tienen voz.
Es normal que se den coincidencias neologistas cuando se miran y
remiran, se pesan y sopesan tanto las palabras como los amantes de las
paronomasias, las dilogías, los retruécanos, calambures y otros juegos
lingüísticos solemos hacer. De ahí mi alegría cuando he descubierto su Autobviografía, que yo usé en un
aforismo: Los seres anodinos tienen
autobviografías. Manolo escoge la expresión lírica: Hasta lo obvio es un misterio,/por eso el payaso piensa/una manera de
difundir/secretos de alcoba.
No es infrecuente que haya una suerte
de desprecio mesurado en Manolo hacia poetas consagrados; pero no es menos
cierto que no le merecen más piedad instituciones modernas recientes como las
Escuelas de Letras, donde se perpetran esos cursos de creación literaria que él
describe con maestría inigualable en Taller de literatura, y perdóneme el
editor que transcriba íntegro el poema, algo que me había propuesto no hacer,
porque entiendo que el procedimiento correcto es adquirir el libro,
eurorretratándose –tiene la editorial un servicio eficaz de envío postal– y
acabar, cada intelector, de descubrir el verdadero placer de la totalidad de la
obra. Dice así Taller de literatura:
Primero exprimir un limón,
Luego decir correctamente
Por este orden:
1.
“voces nuevas”
2.
“cocteau”
Pisar un pistacho.
Nuestro objetivo en el
taller,
Mentir sin piedad,
Con absoluta versosimilitud.
No se admiten menores de
edad.
Finalmente, el intelector podrá descifrar, si no pierde ripio de la
sucesión poemática, una autobiografía entrelineada que, más allá de la bondad y
la solidaridad, nos descubre una visión del propio autor teñida por la severidad de
quien fundamenta en la autocrítica la dureza con lo que (y quienes) lo
rodea(n). Así, estremece leer en el poema que cierra la actuación del payaso, Poeta a domicilio, los siguientes
versos: Idiotamente puro,/lloro en el circo, me río en los entierros. /Soy un
tipo penoso, yo me muero de triste./Tengo ovejas ahogadas en los ojos/ (…)/
Famélica mirada, de verdad/inspiro compasión. Mi lengua lame limbo.
El poema escogido para la contraportada, Consejos para artistas: objeto vibrante no identificado: Suba al púlpito./Si no sabe qué
decir,/cómase una naranja, me ha traído a la memoria las dos primeras obras
magistrales que vi de José Luis Gómez, Informe
para una academia, de Kafaka y El
pupilo quiere ser tutor, de Peter Handke. En la segunda, el protagonista,
disfrazado con una máscara, sale a escena y está casi diez minutos inacabables
comiéndose una manzana y mirando a su alrededor con la ingenuidad de un
campesino.
La lírica jocosa es como la comedia cinematográfica: lo más difícil de
hacer. Quien no le tema a la ironía lúcida ni al sarcasmo de brocha gorda
cargado de intención hará bien en seguir con atención estas tácticas de payaso que, en su
presentación pública (aquí),
el autor, músico, rubricó con unos magníficos compases musicales ejecutados en
el saxofón macho que, ignorante yo de su existencia –solo conocía el saxofón
hembra… – confundí con un clarinete. La vista le engañó al oído con el timbre;
pero esa misma vista no me ha engañado a la hora de descubrir las virtudes
literarias que atesora tácticas de payaso,
de Manolo Marcos, dignas de cordial lectura.
Muchísimas gracias por la recomendación.Y después de leer su opinión acerca de este libro no me cabe la menor duda que "tácticas de payaso" tiene que ser una gozada por la chispa y el buen humor que se refleja.
ResponderEliminarUn saludo.
He procurado dejar pruebas fehacientes que le permitan a los intelectores juzgar a partir del botón de muestra. La crítica siempre tiene tiene algo de seducción erótica: insinúa sin acabar de exhibir...
EliminarImpresionado, Juan, y muy honrado por esta lectura seductora, fiel al paradigma de lector apasionado (léase intelector, que no de otro lugar que la inteligencia derivan recíprocamente la pasión o amor intelectual por las cosas todas y la lectura) que te caracteriza digo, y nos señala, también a nosotros, los que te admiramos y leemos desde hace años, como buenos lectores donde los haya.
EliminarNo otra cosa, me parece a mí que pueda ser un escritor, que lector de provecho; atento a la novedad de leerse a sí mismo, con el mismo rigor y también alegre sorpresa, sentida y sabida, que lo haría como lo viene haciendo de tantos autores de talla universal, no obstante asumida ya desde hace tiempo la propia insignificancia connatural a los modestos cauces, que no caudales, propios de una carrera literaria que hace tan solo tres años estaba, prácticamente, in albis.
Cervantes es un río que por fortuna nos pertenece a todos, creo que incluso más a nosotros, Juan, que no lo invocamos desde el púlpito de la fama, y va a dar al mar de la sabiduría y el amor con la misma humilde y sagrada frescura con que nace en algún perdido manantial de montaña: y como él, Duchamp, Kafka, Handke, Parra y tantos otros, sin cuyo legado no seríamos nadie.
Un abrazo
Manolo Marcos
Desde la "nadiedad" (esa indefinida edad de nadie y de todos) es desde donde mejor se lee. Es evidente que hay canon y que hay jerarquías absurdas, pero no dejan de ser anteojeras que te distorsionan la percepción. Los nombres de las vacas sagradas impresionan, pero su "mu" suele ser idéntico al de las profanas, y descubrir eso y proclamarlo no siempre es fácil, no solo porque se han de tener "redaños" (¡tantos años enredado en el bosque de la lectura!), sino porque no ""viste" entre los plumíferos leer lo "plebeyo" (ese yo multitudinario del verdadero ser): ¡allá ellos! y que a mí me revienten en mi asador las sabrosas morcillas de lecturas como esta tuya, Manolo. Enhorabuena, que le sigan más y todos regados con el "vino de Castalia", palabra de abstemio...
EliminarEn la condición de bípedo implume, y de persona humilde que, borgianamente, confiesa y abona diariamente su pasión lectora me reconozco, y hay, sinceramente, vacas sagradas que aburren a las vacas. Pienso, Juan, que llegar a los lectores es siempre un fecundo misterio. Ayer tarde en el facebook, alguien me dijo: "A pesar de lo poco que me gusta la palabra impacto, digo que estos versos me impactan y me emocionan, sin saber por qué." Se me hizo un nudo en la garganta, igual que se me puso ayer por la mañana cuando leí esta crítica donosa y cabal, porque el misterio está igualmente escrito en el espíritu de los que oficiamos de escritores, como de aquellos que hacen los honores de leer. En esto, como en tantas otras cosas importantes de la vida, las jerarquías y las categorías no valen sino para entorpecer el recto juicio y estorbar el sano disfrute del sabor que la vida, en la especie del arte que sea, nos pone en el paladar. Si es eterna la necesidad de estos versos, también lo es la gratitud que siento por haberlos glosado de tan hermosa manera.
EliminarUn gran abrazo.
Vaya! Juan Poz es un cofre de tesoros, y yo en la higuera! Muchísimas gracias por abrirme la puera. Me quedo con el poeta y con usted. Qué delicia!
ResponderEliminarEntre el guindo y la higuera no hay color. Ha escogido un árbol de cuyo fruto soy un apasionado, en temporada y en mermelada fuera de ella... Bienvenido o bienvenida a este Diario que tiene algo de botica y mercadillo. Acomódese.
EliminarCreo que te había dejado un comentario que ahora no veo. ¡Qué extraño! En él te agradecía la información sobre este autor vanguardista al que no conocía y me admiraba de la obra de Peter Handke que no llegué a ver.
ResponderEliminarUn saludo.
Soy un manazas cibernético, pero puedo prometer y prometo que no he tocado nada...
EliminarA mí me acaba de pasar. En vez de clicar en "publicar" lo he hecho en "salir". A ver si fue eso...
Dialéctica de la inteligencia impregnada de la tradición vanguardista en que bebe y se basa. Un hallazgo feliz que añado a mis lecturas pendientes. Me han maravillado algunos de sus versos o microrrelatos. Me gusta especialmente ese de Téngase en cuenta al gorrión./Su pequeño corazón pasa desapercibido,/su latido semejante a una gota de lluvia/que destila la alegría insignificante del universo. Cada día los veo en mi terraza con su pequeño corazón latiéndoles pero teniendo una presencia maravillosamente intensa.
ResponderEliminarMe hubiera gustado ver la obra de Peter Handke en la que un personaje se pasa diez minutos comiéndose una manzana. Solo de imaginarlo intuyo el potencial expresivo formidable que puede llegar a tener esa escena. Nada hay más potente que la realidad cotidiana observada artísticamente. Lo nimio, lo banal, lo consuetudinario observado por unos ojos curiosos e inquisitivos.
Buen descubrimiento.
¡Pues no sabes lo que se alegra el autor de que te haya gustado el descubrimiento! Y yo, por la parte de vocero que me toca, claro está. Es posible que, desde el margen de la industria editorial, les plantemos cara a las editoriales en la selección del canon, y que quien quiera leer algo de interés acabe interesándose por propuestas como esta que he tenido la suerte de defender. No creo que haya "grabación" de aquello de Handke, pero la buscaré. A veces te llevas sorpresas enormes.
EliminarA fe mía que no hay mejor pago que tener intelectores (me apropié de esta palabra, Juan, condensa muchas cosas) como vosotros: tintachina, Bertha, Joselu, podría exprimir una de las innúmeras fórmulas de agradecimiento a que, estar presente a diario en las redes, obliga, pero hay veces en que se agotan, en que no tiene sentido esgrimirlas. Baste deciros que mi gratitud en este punto se colma, en justicia, como dice Joselu, admirando la "dialéctica de la inteligencia" en ese punto, Juan, en ese mismo punto en que tú afirmas que "los honores se los hacen los libros inteligentes a los lectores apasionados". No temo repetirme, aquí en estos comentarios está la prueba palmaria.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
El libro hay que leerlo, naturalmente, y seguro que debe de tener todas las virtudes que usted menciona, pero mentar a la vanguardia no es nada vanguardista. Como usted mismo afirma: “Quiere el espíritu de contradicción, tan amigo de pasearse por la anárquica república de los literatos, que incluso la transgresión, la vanguardia, haya construido una tradición, ¡que ya son ganas de sonrojar a los esforzados de la ruta de la sublevación escandalosa!”. Por ello, pero no solamente, cuando me dicen de algo que es vanguardista o transgresor ya deja de interesarme porque sé que en el fondo será vino aguado o un gato en lugar de una liebre, si no lo fuera no lo anunciaría. Además, hoy en día es ya imposible transgredir nada excepto, como usted mismo dice, dedicar el libro a los padres de uno que es lo que yo haré si algún día publico algo.
ResponderEliminarEn cambio, sí que me intereso cuando la crítica o el comentario de lo que sea está revestido de buen humor, ironía y sarcasmo como parece ser en este caso. Bienvenido pues.
Saludos
La vanguardia es algo así como la "cornice" de algunas historias, y el autor no es que lo sea, exactamente, sino que ha convivido con ella, de ahí que haya, como señalo, influencias machadianas, por ejemplo, que poco o nada tienen que ver con la vanguardia. Ahora bien, ciertas técnicas, ciertos planteamientos, son algo así como el arranque que nos lleva más allá de la propia vanguardia, acaso incluso a la retaguardia de la emoción romántica; pero el humor lo vence todo, como el amor. Oiga, a mí me ha gustado. Me lo he pasado la mar de bien, y de ahí mi invitación a compartirlo. En cuanto a la vejez diosa (de día) de la vanguardia, está claro que estamos más que de acuerdo. Pero lo mismo podríamos decir del barroco, al que tan afecto soy, por ejemplo. Acuérdese de Machado, "todo lo que no es tradición es plagio"... Y, modestamente, una variación aforístíca mía: "Es bueno crear tradiciones; y óptimo romperlas".
EliminarGracias por compartir las lecturas que a usted le han gustado, por supuesto que sí. Yo también soy afecto al Barroco, no podría no serlo. Nada es más cierto que ese aforismo de Machado por ello los grandes artistas y los grandes científicos inician nuevas tradiciones sin necesidad de romper con las anteriores, pero en fin, eso ya son juegos de palabras.
ResponderEliminarGracias de nuevo