La
mirada del Artista auténtico: Josep Coll, escultor, creador de formas y mundos.
LLabiá es un pequeño pueblo del
Ampurdán, situado en un altozano desde el que se contempla la amplia extensión
del antiguo estanque de Ullastret, localidad célebre por sus ruinas
prehistóricas, un espacio de cultivo rodeado por la Sierra del Dauró y la sierra
de Les Gavarres, como si fuera el cráter calmo y fértil de un volcán
extinguido. Allí nos condujo la amistad y nos sedujo un paisaje que, como la
Flecha a Fray Luis, nos acogió lejos del mundanal ruido y nos serenó incluso el
más turbado o baqueteado de los ánimos. Son cuatro casas mal contadas, una
iglesia modesta, una casa de turismo rural y unos alrededores por donde el
olvido de sí y de los noes del determinismo social se daban amistosamente la
mano. No es la primera vez que J. y A. nos invitan, pero sí ha sido la primera
en que hemos tenido la ocasión de visitar el taller y museo de un artista
discreto, casi escondido, apegado a la tierra y a la imaginación a partes
iguales, Josep Coll, a quien poco a poco el tiempo, espero y deseo, irá
poniendo en el lugar de honor que le corresponde.
Quien tiene, como yo, El quadern gris de Josep Pla como una
biblia territorial y antropológica catalana, en su creativa versión
ampurdanesa, además de un texto fundacional del català antinoucentista (aquel
intento diabólico de crear una lengua artificial de minorías selectas y
estiradas, definitely highbrow) entiende perfectamente la existencia de un
personaje como Josep Coll, tan volcado en su arte y en los logros del mismo,
como olvidado de sí y de la posible importancia que pueda tener su obra
magnífica y de alto vuelo conceptual. De profunda raíz agraria, aunque
electricista de profesión, Josep Coll es un hombre que recicla cuantos
materiales tiene a su alcance en la magnífica masía del siglo XVI de Can Pau de
Llabià, hoy establecimiento turístico rural donde “los que saben” escogen pasar
unos días de desconexión total, porque Llabià es, realmente, un inexpugnable
castillo sin lienzos de muralla, sin almenas, sin adarves…, de la paz más
exquisita que se recoge en un paisaje que instala en el espíritu el olvidado
ritmo de la madre naturaleza.
Josep, que tiene en el jardín de su masía una
suerte de museo al aire libre de sus piezas, también ha construido un espacio
cerrado donde exponer buena parte de su colección, llena de piezas que no solo
sorprenden por la forja en metal y la unión con elementos naturales como las
piedras o la madera, sino por invenciones luminosas como sus móviles con varios
centros de suspensión, al más puro estilo de los de Calder, aunque sin el
aditamento del color.
Es una maravilla ver esos móviles en acción rotando en
diferentes direcciones al tiempo. Josep experimenta también con los efectos
lumínicos, con la sombra de las piezas y con la inversión de las perspectivas a
partir de las bombillas rellenas de material que proyectan una visión
espectacular del paisaje del antiguo estanque de Ullastret, como se aprecia en
las magníficas fotografías de J., tomadas el día de nuestra visita. Impresiona
la capacidad formal de Josep Coll y sorprende la aplicación artesanal de su
arte mayor escultórico a unas lámparas que son perfecta aplicación práctica de
un modo muy original de combinar la forja y los elementos naturales propios de
la zona y de la masía. El taller del artista merece una visita tanto o más
obligada que la de su pequeño pero espectacular museo, porque en el atelier es
donde se conoce verdaderamente al artista, junto a su mundo referencial:
herramientas, materiales, proyectos, obras a medio acabar, obras desdeñadas,
diseños, esbozos, e incluso los sueños y las figuraciones de lo por venir.
Josep, vecino de J., nos trató con esa sencillez sin adulteración posible del
hombre arraigado en su hábitat y al tiempo soñador de mundos llenos de formas
en las que habita la gracia de la inspiración alada, a juzgar por la querencia
aérea de su obra, incluso la de la atada a las moles de piedra o al terreno. Le
escuchábamos en silencio, aunque tampoco es artista de palabra torrencial, sino
de entusiasmo profundo y sincera modestia. Nuestra sorpresa fue que, hasta el
presente, solo haya hecho una exhibición de su obra en los baños árabes de
Gerona, y hace ya tiempo. Mientras paseábamos por tal derroche de imaginación
artística, me preguntaba cómo es posible que Josep Coll no haya sido
descubierto como merece, como un escultor de primera magnitud en un formato
medio del que es posible que, con el reconocimiento por medio, diera el salto a
la obra de grandes dimensiones. Azarientos son los caminos complejos del
reconocimiento artístico -¡y qué me van a decir a mí, Artista Desencajado!-,
pero tengo para mí que no ha de pasar mucho tiempo antes de que, sea a través
de un reportaje en el dominical de El
País o con una gran exposición en una reconocida galería de arte, que la
obra de Josep Coll, tan original y sorprendente llegue a conocimiento del gran
público. ¿No se invierte en arte en época de crisis? Pues ningún momento mejor
que éste para hacerlo con una obra que, en cuanto se conozca, no conocerá sino
la revalorización permanente.
Además, Josep une a su arte de forja, la afición
notable de la fotografía, de ahí que busque con sus piezas una experimentación
con efectos luminosos que no excluyen ni la fotografía ni la filmación. A ello
se añade el placer del artista en fotografiar el paisaje cambiante que se
advierte desde el altozano de LLabià teniendo sus propias obras como contraste
y fuente de inspiración. Es probable que muy pronto a las piezas se haya de
sumar, de forma complementaria, una exposición de sus excepcionales
fotografías. Sí, el ojo del creador, la mirada del artista, es siempre la
percepción insólita de lo existente, el descubrimiento de lo que a los ignaros
y superficiales mortales nos suele pasar desapercibido, de ahí que en el taller
y en el museo de Josep me sintiera como en casa y en la mejor de las compañías,
la de a quien nada le pasa desapercibido ni por alto, quien se adentra en la
materia y en la realidad hasta su tuétano sabroso y nutritivo. Supongo que solo
pasando unos días en Can Pau de LLabià puede entenderse de qué hablo, qué
admiro y ante quién me descubro con rendido agradecimiento.
¡Qué suerte tener
amigos como J. y A. que, además de su hospitalidad y su afecto, te regalan el
conocimiento de un artista singular!
Como he pasado muchos días en Can Pau de Llabia, y algunos más con mi imaginación, sé de quien hablas, pedazo de señor, muy buena gene, sé de su magnífica obra, de ese ambiente tan bucólico que le rodea y solo me queda decir que enhorabuena por tu artículo, resume, y muy cariñosamente a nuestro artista y su mundo
ResponderEliminarGracias por tus generosas palabras; las mías me parecen de Justicia, pero la obra de Josep, tan imaginativa, las convierte en palidísima evocación de ella. Sólo deseo que se extienda el conocimiento de un artista "tan arrelat a un espai tan meravellós"...
ResponderEliminarEs un escultor fantàstic,val la pena fer una visita i que us ensenyi el museu i si s'escau el taller. Parlar amb ell et fa valorar les coses més sencilles, pedres, bombetes, restes de ferralla.
ResponderEliminarÉs un artista enganxat al terreny, com diu molt bé vostè, depenent de les petites coses que l'envolten, però la seva imaginació vola ben alt, perquè té una mirada que sap captar meravellosament les possibilitats expressives de cada objecte, per humil que sigui. La seva intuició mecànica, d'altra banda, és tot un prodigi.
EliminarFa mols mols anys que conec en coll per el què l estimo només diré que de les coses bones que et poden pasar ala vida és coneixe'l
ResponderEliminarTotalment d'acord amb vostè! Ai, l'humilitat gegantina dels veritables artistes!
EliminarTotalmente de acuerdo, hace años que lo conozco y es un artisat de un nivel extraordinario... ojalá todos los artistas que exponen en París y Nueva York tuviesen su talla, como artista y como persona, una abraçada Josep (Mariona)
ResponderEliminarHoy he tenido el placer de conocerlo,y no tengo palabras para describir la sensación tant bonita que me ha producido,oír como habla de sus obras y con la humildad que te enseña su museo y taller.moltes gracies per deixerme gaudi del teu art
EliminarSigue extrañándome, en esta Cataluña tan pagada de sí misma, que aún no se haya hecho una magna exposición retrospectiva con lo mejorcito que ha salido de su taller renacentista... Tenemos unos gestores culturales más amigos de la ideología que del ARTE, así, con las mayúsculas del de Josep...
ResponderEliminarFa tres anys, que vaig conèixer l'obra d'en Josep Coll i em va sorprendre.
ResponderEliminarEl vaig convidar a participar al ColerArt 2019 i posteriorment, vaig visitar el seu taller. Demà li faré una entrevista per Empordà TV i Xarxes de TV de Catalunya. En Josep es autèntic, un gran artista, creatiu, que treballa amb llibertat, creant peces úniques.
Un artista en majúscules, que és mereix una gran exposició en un Museu.
Moltes gràcies Sr. Juan Poz, per la seva sensibilitat per l'art i la cultura.
Carles Bros
Pintor-escultor
No sap com me n'alegro, de les seves noves. Josep mereix aquesta atenció que li vol dedicar i més encara, perquè aquesta "autenticitat", tan estranya al món de l'art, usualment ple de gent massa vanitosa i superba, el fa singular, a banda de la immensa qualitat de les seves obres, per descomptat... Si continuen instal·lant peces seves al poble, d'aquí a poc serà un dels atractius més potents de l'Empordà, la visita obligada a Llabià.
EliminarRecomendado por un amigo fuimos a ver la obra y tubimos la suerte de verla tranquilamente y además guiados por el artista Josep Coll. Al entrar por el pueblo se ven piezas que anticipan lo que es su museo y su taller. Perfectamente expuesto y ordenado con las piezas asequibles para verlas y tocarlas, un lujo de esculturas en hierro reciclado madera y piedra
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