domingo, 31 de marzo de 2024

«Un mundo distópico», de Josep Oliver Alonso o un cambio de paradigma mundial.

 




La perplejidad máxima desde el determinismo cifrado de las relaciones económicas y sus derivaciones políticas desde el New Deal hasta el ocaso de la globalización neoliberal.

Si un eminente Doctor en Economía aplicada como Josep Oliver reivindica desde el comienzo de una obra «enciclopédica» como la presente que «la comprensión del mundo económico y social que nos rodea no se obtiene sin esfuerzo», ello nos indica que no estamos ante una obra económica más, sino ante un auténtico tratado de la especialidad que levanta, ante los ojos del atónito lector, sea profesional o lego, un panorama económico, político y social que nos permite comprender muy cabalmente lo que ha sido la evolución del mundo desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días. Y tras esa sentida afirmación suya, intuyo yo, como atento lector de su magnífico libro, y conocedor de primera mano de su épica capacidad de trabajo, una reivindicación profesional del trabajo intelectual serio, riguroso, competente, con toda la exigencia a que las materias que trata obliga, porque un libro como Un mundo distópico es, propiamente, una herramienta imprescindible para comprender, desde el pasado, relativamente cercano, nuestro incierto y casi amedrentador presente, al que el autor no duda en calificar de «distópico», acaso pensando más en lo por venir que en nuestro estricto presente, si bien ya en él se observan los primeros e inquietantes signos de esa «distopía». Son tantos los datos rigurosos, las referencias académicas y culturales de todo tipo que maneja el autor, que, acaso sin tenerlo en mente como objetivo, ha construido una manual divulgativo importantísimo para la formación de los futuros economistas que ahora entran a las aulas de las universidades.

Mi lectura, la propia de un Artista desencajado, más atento a lo literario que a lo económico, e hija, pues, de no pocas limitaciones, se ha convertido en una aventura casi «novelesca», porque el personaje, la economía mundial, ha tenido una azarosa e impactante vida desde que acabara la Segunda Guerra Mundial, y los interesantísimos lances de esa «biografía» nos los cuenta el Doctor Oliver con la claridad de una mente analítica que, como los grandes narradores de historias, sabe cómo ir introduciendo los episodios, todos ellos basados en rigurosos datos históricos y económicos, para que el lector siga con verdadero interés el hilo de unos acontecimientos que, aun desde la macroeconomía, sabe que han afectado notablemente al desarrollo de todas las sociedades del mundo, por acción u omisión, porque la aventura del proyecto globalizador, en su versión neoliberal, constituye una narración ejemplar para comprender los desatinos a que ciertas derivas muy propias de las ambiciones humanas, y a menudo de su irracionalismo —y no precisamente el poético, sino el más chabacano del mezquino interés a cortísimo plazo—, nos han conducido.

Me temo que una reseña que incluyera las diez páginas de fragmentos subrayados del texto que acabo de mecanografiar no serían capaces de poner de relieve el generoso planteamiento del autor, quien ha dado un gran salto respecto de otros libros suyos, atentos a fenómenos económicos más locales o nacionales, como el estupendo y clarificador libro sobre nuestra gran crisis: La crisis económica en España, del cual caben en el presente no pocos hechos determinantes, relativos, sobre todo, a la dificilísima y aún incompleta creación de la Unión Europea, la imposible política, hasta el momento, y la económica hecha a trompicones que, de momento, nos han salvado de la Gran Crisis de la que habla el autor, aquella que resolvió Draghi con su famoso Whatever it takes, desde el BCE, pero que comienza a ofecer síntomas de agotamiento.

Lo bueno de este libro, para el intelector curioso y profano en la materia, son los constantes viajes que te obliga a hacer para «traducir» de forma inteligible referencias que en el autor operan como el conocimiento de los miembros de la propia familia:  la Mont Pelerin Society «fundada en 1947 por el filósofo Friedrich Hayek, a la que se adhirieron Karl Popper y futuros premios Nobel de Economía como Milton Friedman, Gary Becker, Vernon Smith o James Buchanan», que adquiere los tintes narrativos de una sociedad secreta dispuesta a luchar contra el caballeroso New Deal o los benefactores tipos impositivos postbélicos:  «Bajo las presidencias demócratas de Truman o Kennedy o las republicanas de Eisenhower o Nixon, el tipo marginal en el IRP en los EE.UU. (la porción de ingresos gravados por el último tramo del impuesto) superaba el 70%, una cifra que hoy se consideraría pura expropiación». Si a eso le sumamos, desde el punto de vista ideológico, la influencia de lo que Oliver califica como «posiciones ultraliberales o del anarquismo de derechas de los EE.UU., de la que fue un ejemplo relevante la escritora y filósofa Ayn Rand» quien, al parecer, ejerció gran influencia en una de las figuras capitales de este periodo analizado por el autor:  Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal desde 1987 hasta 2006, con cinco presidentes de diferente signo político, por cierto. Aún recuerdo lo mucho que me impresionaba, de Greenspan, cómo era capaz de ni siquiera abrir la boca si cualquiera frase por banal o circunstancial que fuera que saliera de su boca, podía convertirse en el famoso aleteo de la mariposa en las teorías del caos. Literariamente  me parecía un personaje fascinante.

Los acuerdos de Brenton Woods, en 1944, movidos por poner fin al proteccionismo,  crearon el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y fijaron el patrón oro y la convertibilidad de una onza de ora en 37 dólares, aparecen en el libro como otro de esos momentos culminantes de esta narrativa llena de decisiones que, aparentemente, parecen inexplicables, pero que son capaces de transformar la realidad toda del planeta. Una noticia de poco antes de sentarme a escribir estas líneas informaba de que la onza de oro que en 1944 costaba esos 35 dólares, cuesta hoy 2.239$: «En los primeros 70 llegó lo inevitable: el dólar dejó de ser convertible en oro y el castillo construido en Bretton Woods colapsó. La decisión de Nixon de suspender la convertibilidad del dólar el 15 de agosto de 1971 se tradujo en el abandono de las paridades fijas, dejando paso a una situación en la que las divisas, dependiendo de su demanda y oferta, modificaban su precio instantáneamente: el mundo de los tipos de cambio flotantes había llegado. Y lo hacía para quedarse». Progresivamente, la fisonomía de la economía iba a cambiar hacia una deriva especulativa que es la responsable, en buena medida de las crisis que ha sufrido el sistema. La nueva realidad del hot money, buscar la rentabilidad a corto plazo y entrar en un país para abandonarlo enseguida por otro donde conseguir mejor rentabilidad, hace aparecer en escena un nuevo concepto: el «riesgo-país», nuestras famosas «primas de riesgo», tan unidas a la tétrica amenaza de los hombres de negro de la UE…, de cuya decisiva importancia en la crisis griega todos tenemos memoria.

Como se advierte, la influencia de las decisiones políticas acaban teniendo un peso decisivo en el comportamiento de la economía, por más que esta, muy a menudo, logra imponerse por vía de los hechos. Y de ahí la tesis del libro, enunciada desde el comienzo para justificarla con la ordenada sucesión de datos de los que parecen no poder derivarse otras conclusiones que las desoladas expresadas por el autor: «El tenso clima que vivimos expresa modificaciones que remiten directamente a los peores impactos de la globalización neoliberal: desigualdad, ruptura parcial de la educación como ascensor social y/o dificultades de mejora en el mercado laboral e inmobiliario, unos efectos que todavía hoy continúan desplegándose. A ellos cabe sumar los operados las últimas dos décadas en las relaciones internacionales, la tecnología, el clima o la demografía». Tesis que el autor remacha con una valoración general de lo que ha significado el periodo 1945-2024: cuando afirma que ha quebrado «el contrato social implícito en el funcionamiento del capitalismo posterior a la II Guerra Mundial: aquel que postulaba que el esfuerzo individual se traduce en recompensa. […] El sueño meritocrático ha sido sustituido por una marcada desconsideración social, si no desprecio explícito, de trabajos absolutamente imprescindibles a pesar de su baja calificación (en sanidad, limpieza, cuidado de personas…), sin los cuales ninguna sociedad podría funcionar».

El Doctor Oliver nos habla, además, de una época que ha sido llevada al cine, porque nadie puede olvidar películas como Inside Job, de Charles Ferguson o Margin Call, de J.C,. Chandor, El capital, de Costa-Gavras o El lobo de Wall Street, de Scorsese o la tan reciente como cruda  99 Homes, de Ramin Bahrani. Y en eso pone el autor el énfasis, con su apabullante despliegue de datos que, a veces, parecen sacados de la economyfiction: «Hasta la moneda única, los elevados tipos de interés del sur obligaban a familias y empresas a demandar la menor financiación posible; unas cautelas que, a partir de la incorporación al euro, dinamitaron los bajos tipos de interés. El crédito a los hogares pasó de 175.000 millones de euros en 1998 (32% del PIB) a 819.000 millones en 2008 (74% del PIB)». Pero fue esa confianza la que dinamitó la famosa crisis de Lehman Brothers, con su quiebra en 2008, cuando autoridades políticas como Sarkozy abogaron ¡nada menos que por una refundación del capitalismo! No hubo tal, es cierto, y quizás por ello estamos como estamos. Recuérdese que en el 2000 estallo la burbuja de los valores puntocom. La Union Europea ha sido un proyecto que ha generado tantas esperanzas como incertidumbres, y estamos en una fase crítica en la que nos debatimos, a juicio del autor, entre soluciones globales o la atomización cuya senda inauguro la Gran Bretaña, aunque se trataba de una economía que nunca estuvo integrada en el euro, pero sí en los mecanismos económicos que afectaban a todos los Bancos Centrales de cada estado.

          Todos conocemos los vaivenes de la política económica europea y las grandes tensiones que subyacen en la creación de una unidad económica y política muy difícil de conseguir. Las tensiones entre la austeridad del norte y el relativo y alegre despilfarro del sur, la compleja ejecución de la solidaridad para mejorar el reparto de la riqueza, la ausencia  de instituciones esenciales para mejorar la calidad del gobierno europeo,  todo ello implica, visto desde nuestra perspectiva, una crisis seria de la globalización, porque a juicio del Doctor Oliver:  «De entre todos los elementos que están corroyendo el soporte social a la globalización la quiebra de la tradicional relación entre mejora del nivel educativo y ascensores laborales e inmobiliarios constituye, probablemente, el más sustancial. […] En España, los estudios disponibles desde hace décadas sugieren que en el entorno de un 36% de la población con estudios superiores está sobrecualificada y, en general, en la UE ese peso se sitúa por encima del 20%. La conexión entre mejora educativa y ascensores laboral e inmobiliario presenta evidentes fisuras: en la situación actual, el acceso a la formación superior no garantiza ni un empleo que permita ascender ocupacionalmente ni subir, o siquiera entrar, en la escalera de la promoción inmobiliaria. Lo anterior no es contradictorio con unas élites que suministran a sus hijos una formación alejada, por coste y nivel, al de la media de las familias. En una medida no menor, puede afirmarse que ha quebrado la meritocracia como idea cardinal de las sociedades occidentales; al romperse el vínculo, siquiera sea parcialmente, entre esfuerzo y resultados, aquella ha terminado circunscribiéndose a segmentos minoritarios de la sociedad, cumpliéndose la severa predicción del economista británico Michael Young (1963) que había acuñado el término: en su opinión, la meritocracia conduciría inexorablemente a la calamidad social». Y aquí aprovecho para incluir una cuña de agradecimiento al autor, no solo por las hermosas lecturas a que invita desde los epígrafes de cada uno de los capítulos, buena prueba de sus muy diversos intereses lectores, sino por referencias como esta del británico Michael Young, autor de la muy recomendable The Rise of The Meritocracy (1870-2033) una sátira de muy buen leer, aunque sus perspectivas distópicas tropiezan con una fecha 2033 que se le va a quedar corta, como se le quedó corta también a Orwell su 1984. En todo caso, se trata de una lectura que, so capa de buen humor, encubre un detallado análisis sociológico de la evolución de las condiciones del trabajo en Gran Bretaña.

          Ideológicamente deudor del pensamiento progresista, la presismista visión del autor no duda en criticar la evidente miopía de la izquierda gobernante ante fenómenos que acaso puedan acabar llevándose por delante los mejores deseos de un buenismo que no puede hacer frente al fracaso social, político y económico de la globalización neoliberal a cuyos estertores parece que estemos asistiendo. Las conclusiones de la rigurosa visión académica que el Doctor Oliver ha tratado en este Mundo distópico, con un subtítulo elocuente: Globalización, desigualdad, tecnología, clima, inmigración y envejecimiento,  se derivan de cuantos datos le han servido para describir concienzudamente este periodo histórico, pero no quiero cerrar esta invitación a su lectura sin recoger la sombría percepción del propio autor, escarmentado en mil batallas políticas y económicas: «El auge populista está directamente vinculado al rechazo, consciente o inconsciente, a una globalización percibida como injusta. […] Sería un error esperar que sin un proyecto político la UE pueda superar los retos que afrontamos. […] Falto de alma y tensión política, el proyecto común está políticamente paralizado: las próximas décadas no se espera un estado federal europeo, capaz de emitir deuda colectiva y transferir renta desde los más ricos y en mejor posición a los más pobres y peor situados. […]No se trata del final de nada, sino del nacimiento de un nuevo orden, más severo y menos amable, en el que emerge la amenaza de gobiernos cada vez menos liberales y más autoritarios. […] ¿Qué hacer? Sin generación de renta, cualquier política destinada a redistribuirla está condenada. […] Incrementar la productividad es, o debería ser,  el objetivo esencial de los que preconizan la mejora en la distribución. […] ¿Camino espinoso? Sin duda. ¿Desesperanzado? Quizás. Pero en la consideración de aspectos sociales, políticos y económicos, probablemente sea más adecuado practicar el pesimismo de la razón que el optimismo de la voluntad. Porque no existe un camino real al bienestar. Y hoy menos que ayer».

2 comentarios:

  1. “Estamos al borde de una transformación global. Todo lo que necesitamos es una gran crisis y las naciones aceptaran el Nuevo Orden Mundial.”
    David Rockefeller (1915-2017)

    “El shock de futuro se produce por el estrés y la desorientación a los que se induce a los individuos al someterlos a demasiados cambios en un tiempo demasiado breve.”
    Alvin Toffler (1928-2016)

    El grupo filantrópico “foro de Davos” –curiosamente “creado” en 24 de enero 1971, año mismo en que Nixon (15 de agosto 1971) anuncia el abandono del respaldo en oro del dólar... 35 dólares costaba la onza entonces, hoy 2.261,24... La devaluación del dólar ha sido brutal...

    El sistema mundo presenta y acusa descaradamente su indisimulable quiebra. La “pandemia” no ha sido “el problema a resolver”, sino el medio óptimo para resolver el problema....

    La genta ha aceptado con “buena conciencia” el nuevo orden mundial…La demolición de todo el sistema económico, político, social y cultural ha sido llevada a cabo con alevosía... Las poblaciones, agobiadas por desastres de todo tipo, se exigen adaptarse dócilmente a los “nuevos mandamientos”…

    Las “novedades” como el teletrabajo, las aplicaciones para operaciones bancarias o prestaciones de salud; el desarrollo imparable de la tecnología, las criptomonedas que hacen temblar a los amantes del oro y del dinero fiat.., la gran cantidad de puestos de trabajo perdidos, así como la cantidad de pequeñas, medianas y grandes empresas quebradas… auguran un futuro angustioso, depresivo en el que florecerán enfermedades psicológicas y psiquiátricss...

    Todo unido provocará una exacerbada crispación y desconcierto generalizado, la violencia intrafamiliar y la crispación social irá en aumento, lo que nos conducirá a una nueva y moderna ley de la selva…

    … “Sálvese el que pueda” (Federico Drach)

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  2. Señales apocalípticas que tienen todos los visos de desembocar en un conflicto bélico, aunque ya veremos de qué intensidad..., ¡si lo vemos!

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