Una pausa y un arriesgado mester autobiográfico.
Cuando llegué, ignoraba
quién no llegaría a ser, y Barcelona tenía la textura arisca de una ciudad
desconocida. Es difícil vivir habitado por voces, versos, proyecciones, una
soledad pegajosa y un mundo baqueteado del que solo salían recuerdos como solo
ellos se suelen hacer presentes: indicándote que mientras te llenas de ellos te
vacías de ti mismo. Es el sino de los solitarios: la memoria opaca el
entendimiento y paraliza la voluntad, pero se abre un espacio con vocación de
territorio sagrado donde se eternizan los fracasos inmodificables e
intangibles: el único ti mismo posible, reconocible, indeseable.
Enmarcado por un
aviador franquista, García Morato, por el entonces desconocido para mí Conde
del Asalto, el ignoto Francisco González de Bassecourt, el viejo muro de las
Atarazanas y el final ominoso de las Ramblas, no dejaba de ser una presencia
extraña en un ámbito familiar de prestado: un recinto desvencijado donde se
cumplía el rito sin sentido de un drama lleno de personajes sin autor, sin
texto propio y rebosantes de incongruencia. Los padres siempre son viejos, por
definición. Yo no tenía más edad que la muy incierta de los deseos, la
acreditada de la ignorancia supina y la soberbia de las quimeras: haber hecho
constar poeta como profesión, ¡a los quince años!, en el primer carnet de
identidad, ante la rechifla inmisericorde y comprensible de los funcionarios
policiales. No ser otra cosa que las palabras del ser, escandidas con la
torpeza del necio sordo a los ritmos del existir y del estar: torpe dibujo
abstracto ajeno a los detalles del pacto con el diablo, donde se oculta la
perdición de quien firma con ligereza.
Venía de tres años de
agua constante, de húmedo autismo en el que fingí absurdas aspiraciones
olímpicas: una lucha infatigable contra las propias limitaciones: escuela de
sufrimiento y ascesis de una incógnita que mi presente no resolvía: Madrid,
Murcia, Bañolas y Gerona no eran hitos de itinerario, sino presentes
solidificados como un buen cálculo en el hígado o en el riñón. Yo no era el yo
que había sido en cada uno de ellos, y menos aún su suma heterogénea. Barcelona
tenía el relieve de un punto y aparte. Y yo era una planicie perversa, un
desierto sin oasis...
Así comienza Juventud en Poz, y para poder acabar esa
exploración íntima, acudo a este Diario a
solicitar la venia generosa de los intelectores; ellos entenderán que,
por esa fuerza mayor de los textos que arrastran a quien los crea, haya de atenuar
el extenuante ritmo de publicaciones que he seguido en mi Diario en este primer
año de júbilo y dolor mezclados. No anuncio una retirada al silencio fértil de
la introspección y la creación, pero casi. Como el vicio de leer tiene raíces
descomunales, está claro que seguiré elaborando, más pausadamente, esos breves
estudios de los libros que me acompañan cada día, y sí, de vez en cuando,
alguno aparecerá en el Diario para evitar que se le considere difunto en vez de
medio hibernado. Como un buen amigo me dijo, "basta con lo que ya has escrito
para acreditarte como autor", incluso a pesar de no haber podido
"encajarme" en editorial alguna, algo a lo que ahora, con más tiempo,
es posible que le dedique mi atención, centrada, hasta el momento, en el
pretencioso "alumbrado público" que ha guiado mis pasos críticos;
pero la vanidad de los noveles es, también por definición, infinita, de ahí que
no desista de conseguir, al menos, la publicación de La manzana de Poz, mi
única novela hasta el presente. Un libro de memorias mayor dificultad tendrá,
sobre todo si lo son de un don nadie, para poder "encajar", pero cada
cual escribe no tanto al dictado propio cuanto al del que la inspiración
-pongámonos becquerianos- le dicta. Ignoro cuánto tiempo andaré entretenido en
estos menesteres, pero, sobre todo por amor a mis intelectores, ya digo que me
comprometo, con dilatada periodicidad, a seguir colgando entradas de las que
ellos puedan colgarse con el provecho del doble placer del entendimiento y de la lectura. La verdad es que hay
suficiente material en este Diario como para entretenerse hasta mi vuelta, doy
fe de ello, y hasta consideré, como en las viejas lecciones de los maestros de
preingreso, darle otra vuelta al libro y comenzar a publicar las entradas de
nuevo... Prefiero ir añadiendo lecturas diferentes, porque no son pocas las
lecturas que se me van acumulando, y no quiero prometer, que me comprometo y me
conozco..., pero por ahí andan La ética protestante y el espíritu del
capitalismo, de Weber, más interesante de lo que me había pensado y, a la vuelta
de verano, otra lectura de Don Quijote, sin mencionar que ando estos días
transcribiendo las citas de los Discursos de Lisias, bastante más flojos que
los de Isócrates, pero de los que siempre algo se saca en claro, y tantas otras
obras entre las que ni me atrevo a añadir algunas insoportables lagunas
lectoras que sonrojan al más pintado o leído, y que, en todo caso, poco a poco
se irán revelando, si por aquí aparecen.
En fin, poco me resta por añadir si no es el
agradecimiento a quienes puedan haber hecho, de entrar en este Diario, un
hábito. Lo rompo, y me avergüenzo de ser el causante. Me engolfo en un mí que
no soy yo y lo hago sin saber si podré llegar a saber quién era y qué de él hay
en el yo del que tanto ignoro. Gracias. Vale.
[Olvidaba añadir que iré vigilando de tanto en tanto
la aparición de comentarios a las diferentes entradas para responder como exige
tamaña demostración de gentileza.]
Cuando llego a los blogs interesantes, se acaban o se pausan...
ResponderEliminarSe lo agradezco, Jordim, pero si mira hacia atrás, hay entradas en este Diario como para aborrecerme a conciencia...
Eliminar¿Ha llegado la edad del agotamiento?
ResponderEliminarAl contrario, es la sobreenergía creadora la que me obliga a no desviar esfuerzos que -el tiempo apremia- me parecen dignos de mejor causa, aunque la presente me place hasta decir basta. Con todo, no es una retirada total, ya lo preciso. Lo que no perderé es el hábito de entrar en "El día que estés muerto sabrás cuánto te quieren", ahora que ya no se ve tan lejos...
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ResponderEliminarxD! si hasta has obligado a Francisco a salir de su guarida subterránea a ciento veinticinco mil pisos bajo la superficie terrestre asombrado ante tu decisión ¿y ahora quien va a convencer a Cecilia Böhl de Faber que bajo la vacía de barbero que usaba Quijano no había solo un enjuto, larguirucho y desgraciado caballero al que su nigromante padre Cervantes condenó a interminables perrerías, burlas y maquinaciones tormentosas? puedes retirarte a tus aposentos y terminar esas novelitas que dices te traes entre manos, seguramente de lectura rápida y ligera como todo lo que acostumbras leer, de acuerdo... pero en cuanto las termines vuelves a contarnos que detalle escabroso has descubierto entre las aspas del molino de Don Quijote, las ideas religiosas en las actividades económicas según Weber y la infidelidad por la que a Eratóstenes le mandaron a mejor vida jaja ... ya no te aburro más, mil gracias por consolarme de mi inoperancia metal con el Quijote contándome que a esta mujer con nombre de hombre también le hizo sufrir la lectura del hidalgo manchego que ahora no sé por qué me recuerda a Almodóvar ..¿tu crees que Cervantes tendrías también sociedades offshore por ahí ? cuídate mucho, descansa y...
Nos vemos en casa de Francisco o Joselu mientras vuelves. Un beso grande!
Gracias, María. No sé si serán de "lectura rápida y ligera", pero lo que sí sé es que son de escritura lenta y trabajosa, porque aquello de "Lo que natura no da, Salamanca no presta" halla en mí su encarnación más fiel. Por aquí iré volviendo de tanto en tanto, a un ritmo más propio de quien busque una distracción de la exigente acción creadora o de quien entre, en barrena, en la temida "sequedad espiritual" que era algo así como la gran estantigua de los místicos, su sombrío Lucifer. Sí, por suerte, siempre hay sitios donde entrar depara hermosas recompensas, como en casa de Francisco o de Joselu, y algunas otras. Por allí, y por aquí de tanto en tanto, nos vemos. Un beso.
EliminarMi querido JUAN, lo de "lectura rápida y ligera" lo dije en tono absolutamente irónico, nada de lo que tu lees ( de lo que comentas leer ) es de lectura ligera, si además escribes sobre ello imagino el esfuerzo, pero a ti te sobra natura, cultura y agricultura para sembrar y recoger tu frondosísima cosecha ... por eso a ti te rechifla Don Quijote y a mi me tumban las aspas de sus molinos ;)
EliminarEl bloguerismo detrae mucha energía si uno atiende a la creación -y en tu caso, realmente formidablemente trabajada- y a ser consciente de otros parámetros creativos en la blogosfera. Escribir una autobiografía, buena tarea por delante, pienso. Poz tiene en su historia suficiente dinamita para volar puentes y castillos de banalidad. Bienvenida sea esta pausa bloguera, que no creativa. Por mi parte me encamino, ya con tristeza, a dar por cerrada la etapa de mi blog en aproximadamente mes y medio. Comenzamos juntos en 2005, algo que se dice pronto, y hemos llenado de aventuras decenas y decenas de historias de pasión. En tu caso, con enjundia y erudición sabia; en el mío, con la audacia del inconsciente que se lanza al vacío sin saber si hay red debajo. He disfrutado mucho con tu blog y espero seguir haciéndolo aunque pauses las entradas. Espero feraz esa concentración en Poz, nadador, trabajador en Hacienda o candidato a profesor. A veces contemplo la vida y me entra un escalofrío de miedo. No por mí. No, sino por las personas que he seguido a lo largo de mi descalabro intelectual. Contemplé el nacimiento de un filósofo, Fernando Savater, en Zaragoza en 1977, y asisto a su llanto incontenible tras la muerte de su compañera y con él asegura que no escribirá más, tan terriblemente desolado se ha quedado. Toda su carrera vital e intelectual está ahí. Ha sido un soplo. Todavía me parece estar escuchando al filósofo ácrata hablando sobre Nietzsche en el colegio de los jesuitas de Zaragoza y ya su periplo de ideas se ha acabado. Paralela a él va mi vida, y en cierta medida también paralela a ti. Te conocí cinco años después que asistí a la conferencia de Savater y tu vida da idea de la mía. La brevedad no me viene por la contemplación de la mía sino por la de mis pares en afecto. Te conocí como novelista esperanzado y joven cuando escribías La cobra coronada y te encuentro ahora con Juventud en Poz, cambiado de atuendo y de alias. No me extraña que todo lleve a Montaigne y sus Essais que me resisto a leer todavía. Como si fuera todavía aquel joven airado y rebelde que algún día soñé ser. La mirada al envés de las cosas produce monstruos y decepciones que vamos asimilando. Y en ese recorrido iniciático de cuarenta años se cifra toda la inconsistencia de vivir.
ResponderEliminarMe congratulo de leerte, de haberte leído y de seguir leyéndote, aunque fuera el único espectador en la sala.
Tenías que haber nacido en el siglo XVIII.
;-)
Joselu, leche, no me saques los colores, que ya sabes que soy de mucho arrebol en mejilla, ¡porque anda que no has visto tu atrevimientos míos con el papel, la tinta, la máquina y el ordenador! Y resistir a un plomo como yo que peca, además, de grafómano tiene más valor que enfrentarse a un Victorino de cuando lo eran, que ahora todo se ha vuelto tan manso como hiperpsicologizado. Diré hoy, por si alguien aquí se entera de ello, que "La manzana de Poz" se publicó con la única finalidad de tenerte como lector privilegiado a cuyas insinuaciones, sugerencias, críticas y recomendaciones encomendé mi creación. Por un error del que aún me duelo, al quitar la novela perdí aquellos comentarios que tanto me ayudaron a mejorar e texto. ¡Quién sabe si alguna vez hubiera podido tener una edición en la que figurasen como apéndice! En cualquier caso, si alguna ve llega a publicarse, espero que "su"lector, tenga el detalle de escribir un prólogo al que la novela pueda hacer los honores.
EliminarNo me hubiera importado haber nacido en el XVIII, excepto por, de haber sido así, haberme perdido la oportunidad de ser tu contemporáneo, quede en acta.
Una precisión última: Juventud en Poz no se extiende, si todo discurre como he previsto, sino los dos años que precedieron a mi huida de la casa familiar en compañía de mi Conjunta. No pretendo reproducir los plomos de Granada, sino recrear, ignoro aún desde cuánta infidelidad, un momento decisivo en la derrota incierta de mi, hasta ese momento, asendereada vida. Si habrá, como es lógico retrocesos, ero espero y deseo que los justos y necesarios. Escribo guiado por el ideal del aforismo, no por el de la evocación morosa de tiempos pasados que en modo alguno añoro. En la infancia hay mucho de nosotros, pero también, al regresar a ella, mucha distorsión en el punto de vista, y no siempre se acierta cuando se recrea.
Un abrazo, Joselu.
Irracional razón del ser, que ha de contar, por derrota, huida o fracaso lo que es, en puridad, una vida de entrega con templada pasión a la literatura, y que ahora, de nuevo sumerge su periscopio para acometer un reto del fuero interno, Juan, que este externo intelector asume, no con pena, que es un tesoro lo que me queda aún por leer en este maravilloso paraje moderno de la palabra, sino con la expectativa igualmente sugestiva de saberte guadiana de mil cauces escondidos que afloran con la energía y la sindéresis, clara, precisa y cabal, al par que hermosa, que disfrutamos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Manolo Marcos
¡Coño, otro que me echa, de mil amores, en cara el ocaso...! Se ve que he promovido con éxito una subespecie, el intelector, ajena, quiero creer, a la hipocresía y aneja a la pasión. Me alegra. Saberme en tan buena compañía e intentar corresponder a tanta generosidad son las razones de mi lentificación..., y que el tiempo es, ¡ay! galgo y podenco, y el vivir jubiloso renco... Un abrazo, Manolo.
EliminarUna pausa, Juan, una pausa... ¿Quién no la necesita? Algunos, incluso, precisan una total desconexión, en el sentido que más se prefiera. Como lector la admito, como amigo deberé soportar esta suerte de orfandad a tiempo parcial, esta hambruna preventiva. La "manzana" traída aquí a colación dejó su huella, pero no es menor la del resto de escritos de un Poz en estado de gracia, portador de ese don tan extraño como irreverente de la lucidez. Detengámonos un momento, pues, para que los momentos sigan llegando...
ResponderEliminarUn gran abrazo,
Javier
Hombre, si llego a saber que iba a provocar esta generosidad tan propia de la verdadera amistad, ¡a lo mejor debería de haberla hecho, la pausa, ¡y aun cortarme la coleta bloguera!, hace mucho! García Márquez decía que escribía para que lo quisiesen. Sin enmendar al maestro, yo siempre digo que escribo porque me quieren, y sin ese querer no sé yo si sería capaz de escribir. En cualquier caso, ¡porque las lecturas me aguijonean con espuelas nuevas!, lo que quiero es ir volviendo sin que acudir tarde a la cita se vea como una descortesía, que es una de las acciones humanas, junto con la impuntualidad y el desagradecimiento, que más detesto. En cualquier caso, no dejo de sonreír, afetuosamente, que se hubiera dicho en el XVI,ante la ceguera, no menos afetuosa, de quienes pasan por alto mis muchas carencias.
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