lunes, 18 de abril de 2016

En los libros de antaño, no hay lectores hogaño: San Jorge, socórrenos…

Fotografía de Juan Poz

El día del libro, el libro de un día: San Jorge entre rosa y celulosa.
 Lo que seguirá, después de esta breve introducción, es lo que escribí en tal fecha como la del encabezamiento, seis años después de haber iniciado este Diario de un artista desencajado también en vísperas de otra festividad del libro anodina, boba y rutinaria como lo son todas, en 2005. Como digo ut infra, es el día, realmente, de quienes no leen, aunque compren uno o dos al año. Los datos estadísticos -¡y qué tendrá que ver la estadística con la literatura, por ejemplo!- con los que las autoridades secesionistas catalanas han querido satisfacer a los del grupo koiné, y que nos hablan de ese gueto lector en catalán, apenas un 26% del total de lectores del Principado, forman parte de lo peor de este tipo de celebraciones: el uso político indeseable y siempre provocador de una lengua para dividir en vez de para potenciar su valor primordial: la comunicación. Me da exactamente igual. Ni entro ni salgo de debates con muchos bates, y vates vueltos orates; en este Diario se habla de literatura, no del insulso merchandising de “lo” paraliterario, de ese contexto sociológico que lo tiene todo de socioirracional. Me permito el desparpajo de la burla amena con inocente afán socarrón, pero quien es nadie en la República de las Letras puede pasearse tranquilamente por los zócalos de la sociedad literaria sin miedo a las escobas ni a los zapatazos ni a perderse en el zoco de las vanidades que convierte el día del libro en el libro de un día, aunque a veces se apague la luz de la mesita de noche sin haberlo abierto. Mañana será otro día.

                                                  viernes, 20 de abril de 2012

El contador de visitas no deja de sorprenderme. Hay sombras que entran y se alejan casi continuamente. Soy blog de paso. Está bien. Nada se le pide al forastero y se le ofrece el albergue de las palabras desencajadas. Nichos, es la expresión sociológica, al parecer, para hablar de dominios, de clasificaciones, de actividades, de espacios reservados, de hornacinas, en definitiva. Es lúgubre, pero tiene un sí sé qué de amable nocturnidad que me la vuelve acogedora. Urna cineraria, podría considerar que es, esta bitácora, y rumor levantisco el de las cenizas, el escaldado pósito de la existencia.                                
Nos acercamos a la gran feria de la casposa vanidad, la del San Jorge matadracenas, porque en festividad de origen tan machista, a ellas la flor, a ellos la cultura, no creo que San Jorge, aunque sea homófobo, casi como cualquier santo, matara dragones. Horrorizados por el contacto con sus lectores reales, los firmantes exitosos pensarán si no se han equivocado de oficio o de registro. La gran fiesta del día de los aléxicos (nada que ver, para los ignaros, con hipocorísticos de Alejandro) es el día del gran sainete de la mesopseudocultura. Felices y felizas desfilarán las hordas rituales con su cuarto, medio, tres cuartos o la resma entera de palabras con que entretener sus horas, las que nunca encontrarán para abrir la cubierta del libro y adentrarse en la lectura. San Jorge es el día en que los lectores que leen y compran libros los restantes 364 días del año se refugian en casa con un clásico y aguardan a que pasen las hordas de figurantes.                                 
Un artista desencajado nunca está al tanto de las novedades ni frecuenta las revistas literarias ni los suplemientos literarios -donde hay más de erario público malgastado que de letras interesantes-, llenos de hiperbólicas excelencias de los genios que crecen como senderuelos. El artista desencajado se mueve en los terrenos exquisitos de lo desconocido, de lo postergado, de lo que algunos bufones de lo metaliterario como Vila-Matas, cultivan como maldita flor de estercolero. Pongamos por caso, uno de excelencia: Robert Walser y su tan espléndida como desconocida Los hermanos Tanner. Que el autor transcurriera los últimos años de su vida en una casa de enajenados aumenta la reputación del autor lo suficiente como para compararlo a Nietzsche y Holderlin, eminentes enajenados. Si el autor, además, fue leído y admirado por Kafka, estamos en presencia ya de una "cumbre" de la narrativa europea o, más propiamente mittleeuropea, para que los exquisitos puedan orientarse con propiedad.
En la próxima entrega ofreceré una receta para escribir una perfecta novela mittleeuropea que pueda ser rechazada por cualquier adocenada editorial, que leerá con horror un original que se ajuste a lo que aquí se ofrezca, siguiendo el modelo de los hermanos Tanner, tan alabada en su momento por ciertos seres singulares como ignorada por la masa sanjorgista.

De Walser aguardo a poder ahorrar los casi 30 euros que cuestan sus Microgramas para poder confirmarme como lector de afines, esto es, de quienes lo hacían sin objetivo y con el único norte de la devoción a lo literario, que no siempre coincide, como bien se sabe con la Literatura. Simon, el protagonista de los hermanos Tanner es un trasunto biográfico del autor que nos guiará en la próxima entrega.

4 comentarios:

  1. Pero, Juan Poz, España no es un país culto ni tiene fervor por la cultura aunque sea ajena. Hay muchas otras prioridades. En un tiempo éramos un país agrario y feudal y aquello tenía alguna gracia para ser descrito y contemplado por los intelectuales europeos que venían a ver lo exótico de este país, último reducto del romanticismo en Europa. Nos modernizamos con el franquismo para bien y para mal. La cultura no fue nunca una prioridad de aquel general mediocre ni de ninguno de sus ministros. La democracia exaltó la fiesta como cultura popular pero dejó de lado la cultura elaborada y conseguida con esfuerzo. No sé de dónde viene nuestra aversión a la cultura. La República intentó hacer, con otros muchos desastres, una apuesta por la cultura llevándola a los pueblos y creando la Instrucción Pública. Pero acabó pronto. La aculturización no sé donde se fragua. Pero nos hemos convertido en una sociedad que muestra en su realidad la televisión. ¿Que haya un día dedicado al libro? Bienvenido sea. Que los lectores aficionados, que no tienen nunca tiempo, compren las novedades, los libros de éxito y demás. Siempre nos quedará París. Semos así que diría aquel. No hay que echarle más ácido a la cosa. Cuando se logre aniquilar la fiesta de los toros y haya que irla a ver a Francia, se habrá acabado con la barbarie pero ¿con qué cultura se sustituirá? Porque yo no veo ninguna en las cabezas pensantes de la izquierda, ni en las masas, ni en el pueblo. Tal vez hay un cinco por ciento de la población que ama la cultura, ¿crees que mas? Esos son dos millones de españoles. No es poco si lo miramos con optimismo.

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    1. Y a pesar de lo que dices, que comparto, ¡y cómo no!, ¿cómo es posible que en esta península casi perdida entre dos continentes se haya alcanzado semejante nivel artístico? Cervantes es Cervantes, pero Quevedo, Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Lorca, Unamuno, Ramon Llull, Góngora, el Romancero Viejo... Y que en una de sus lenguas haya habido una eclosión creadora de tal magnitud como la de Hispanoamérica... Sí, me temo que la democultura, la democratización de la cultura, es demoledora para con ella: se desfigura, se trivializa y se inaniniza...

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    2. Tengo un amigo que se ha trasladado, tras su jubilación, a México y viven en el DF. Según él, la universidad mexicana es extremadamente culta, los estudiantes están muy formados y anhelantes por profundizar. La cultura popular es ubicua y gratuita. México tiene terribles problemas como sabemos todos, pero el lugar que adjudica a la cultura está a años luz de España, y sus instituciones universitarias donde crece la incultura. Solo hay que ver los servicios y sus inscripciones. Solo hay que ver las campañas nazis contra los que no expresan la verdad nazionalista o izquierdista. No es la universidad un centro de cultura. La cultura humanista en España es residual, mínima. Prácticamente inexistente.

      ¿Cómo pudieron nacer estas figuras en España? Supongo que había una mezcla de culturas importante, la árabe, la hebrea y la cristiana y que se fertilizaron. En su dialéctica surgió lo mejor de ese siglo de Oro.

      La España de la democracia es la España de la incultura y ahí incluyo también a Cataluña que se cree o algunos la creen muy ajena y de urdimbre totalmente distinta a lo español, pero en la choricería es lo mismo. Y en cuanto a calidad literaria, nadie ha sobrepasado a Josep Pla. Y el presunto Premio Nobel catalá que quisieron que fuera Miquel Martí i Pol se quedó en pura cursilada. En cambio hay otro con menos rebomborio que es Joan Margarit, con el que me encantaría encontrarme. Le da doscientas vueltas al cursi de Roda de Ter.

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    3. Margarit vino a nuestro Instituto a hacer una lectura de sus poemas, porque es amigo de una profesora del centro. Me causó buena impresión. Algunos poemas que he leído me han gustado, pero la "poesía de la experiencia", que dicen, tiene, a menudo, descensos muy prosaicos. La decadencia del Imperio tuvo mucho que ver con la floración artística española. De hecho, cuando estaba a punto de desaparecer, es cuando el catalán renació con un poderoso empuje y alumbró una generación tan potente como la del noucentisme, equivalente a la muy intelectual nuestra del 14, en la que D'Ors brillaba con demasiada luz para que no surgieran envidias cainitas. NO me gustan las clasificaciones "nacionales" del arte, lo ensombrecen y menosprecian. Los artistas son, por definición, universales, aunque partan de la región estrecha donde habitan e incluso, como La Mancha, constituya todo su horizonte vital.

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