martes, 2 de mayo de 2017

“Breviario para políticos”, de Giulio Mazarino, un barroco menor.


Mazarino, por Robert Nanteuil

La teoría de la opacidad como arma política o el Breviario para políticos del cardenal laico Giulio Mazarino, sucesor de Richelieu.


A diferencia del cardenal Richelieu, al que la literatura encumbró a la categoría de villano sin par en Los tres mosqueteros, de Dumas, su sucesor, Jules Mazarino o, en su italiano natal, Giulio Mazzarino, aun a pesar de ser parte de la trama de la continuación de la obra, Veinte años después, no ha logrado ser fijado en el imaginario popular con los rasgos casi mefistofélicos de Richelieu y, por lo tanto, su mera existencia no pasa de ser un dato histórico “menor” que no se corresponde en absoluto con el poder real y la influencia decisiva que tuvo en la Historia de Francia, como co-regente con Ana de Austria del reino francés durante la minoría de edad de Luis XIV y, después, como Primer Ministro y hombre con quien el rey consultaba todos sus pasos políticos. Estamos ante un cardenal laico, recibió el título de Richelieu sin haber profesado nunca, y ante un caudal de experiencia política que quiso plasmar en el Breviario para políticos al que le presto hoy atención más por curiosidad que, propiamente, porque la obra tenga un interés que sobrepase el de la anécdota. Tengamos presente que desde el siglo XVI se han publicado en Europa auténticos tratados políticos de un alcance al que el de Mazarino ni siquiera se aproxima: El príncipe, de Maquiavelo; el Político, de Gracián; el Tácito español ilustrado con aforismos, de Barrientos, los Aforismos políticos y civiles de Francesco Guicciardini o, finalmente, los que me parecen más cercanos al libro de Mazarino: los Aforismos de las cartas españolas y latinas de Antonio Pérez, cuya experiencia de gobierno sí que puede ponerse en parangón con la de Mazarino. El cardenal ful, amante de la madre de Luis XIV, consiguió llegar al final de sus días sorteando una revolución contra su política fiscal, la conocida como La fronda -que lo envío al exilio- , y convertido en el hombre más rico de Francia, a la que legó todos sus bienes, dicho sea en su favor. Mazarino estudió en España, en Alcalá y Salamanca, fue diplomático del Vaticano y, finalmente, mano derecha de Richelieu, quien lo propuso como su sucesor. Es conocida la anécdota apócrifa que nos habla del escepticismo con que Luis XIV recibió la noticia de su fallecimiento: - Majestad, el cardenal Mazarino ha entregado su alma a Dios. A lo que el rey sin inmutarse contestó: - ¿Estáis seguro de que Dios la ha aceptado? A este Breviario para políticos, así pues, lo avala la dilatada experiencia en ese campo del cardenal y el haber dedicado toda su vida al estudio minucioso de seguidores y detractores con idéntico afán, porque nunca sabe nadie de dónde puede venir el golpe que te derriba desde lo más alto al mayor estado de necesidad. La obra nos ofrece un a modo de resumen de los aforismos más destacados, a los que tilda de axiomas  y que me parece forzoso que figuren en el inicio de esta revisión de sus máximas, porque señalan indiscutiblemente los ejes ideológicos que atraviesan el tratado:
Ten siempre presente estos cinco preceptos:
1.       Simula.
2.       Disimula.
3.       No te fíes de nadie.
4.       Habla bien de todo el mundo.
5.       Piensa antes de actuar.
No existen los amigos. Solo existen personas que fingen amistad.
Cuidado: tal vez en este mismo momento alguien -¡a quien no ves!- te está observando o escuchando.
A partir de ahí, se echa de ver la naturaleza precavida de quien se sabe diariamente en riesgo, rodeado, acaso, e más enemigos que de amigos, aunque estos sean tan poderosos como la mismísima realeza gobernante. Ni el vuelo especulativo y conceptual del cardenal, ni los firuletes trazados por el mismo, hacen de este Breviario una obra imprescindible, pero no es menos cierto que, por ser de quien son, merecen estos aforismos ser leídos y, como no puede ser de otra manera, muchos de ellos seguidos, porque el libro está compuesto siguiendo el modelo de los doctrinales de príncipes, los specula principum, que hunden sus raíces en la antigua literatura persa y llegan, prácticamente, hasta el siglo XVI, a modo de enseñanza escarmentada para el futuro rey Luis XIV. Ignoro hasta qué punto el joven rey hizo suyos estos preceptos, pero no cabe duda de que se destila en ellos una sabiduría práctica que puede entenderse incluso como un desvelamiento de la propia psicología de Mazarino. He elaborado una clasificación de los aforismos que, aunque de forma precipitada y sin excesiva maduración, pueden ayudarnos, al menos en este botón de muestra que es esta entrada de mi Diario, a ver algunos aspectos esenciales de lo que el Breviario contiene. Del libro se extrae una concepción del ser humano en la que destaca más lo que este tiene de funcional que de esencial, porque Mazarino contempla la vida de las personas como movimientos de las piezas del ajedrez en el tablero de las relaciones políticas y sociales. Destaca, siguiendo esa idea tan eminentemente pragmática de las personas, la concepción policíaca de la sociedad, de lo que se deriva poco menos que la necesidad de un aparato de espionaje total al servicio del poder. Que nada acontezca sin que el Poder esté informado totalmente de todos los extremos del asunto. El poderoso, por otro lado, ha de ser una persona ajena a los vicios comunes, un asceta que contempla desde su desasimiento de ellos, las miserias ajenas y “juega” con ellas en su propio interés. La teoría del desengaño barroco parece presidir la mayoría de los aforismos del Breviario, todos ellos nos parecen fruto de quien ha escarmentado en cabeza ajena y ha sacado notable provecho de las lecciones. He de reconocer, no obstante, que estos aforismos más propiamente deberían considerarse como avisos, un viejo género admonitorio que se atiene más a lo que podríamos considerar “reglas de bien vivir” que a lo que hoy en día entendemos por aforismo, un género indisociable de la expresión ingeniosa, vistosa, paradójica, metafórica, en definitiva, una conquista del estilo que llama más la atención, a veces, por la exquisitez de una forma que deviene, per se, contenido. Mi torpe clasificación los ha dividido en “generales”, aquellos que expresan un pensamiento no ceñido a las circunstancias ni determinaciones del presente:
·        Ciertamente solo el azar determina las acciones de los hombres.
·        La divina Providencia ha querido que olvidemos con facilidad nuestras mentiras. [Ello permite que quienes lo hacen se traicionen con facilidad al cabo de poco tiempo de haberlo hecho.]
·        Si a veces está justificado abandonar el recto camino de la virtud, que no sea para adentrarse en el del vicio.
·        No te metas en varia empresas a la vez: no te admirarán por tu dispersión. Es preferible triunfar en una sola, pero espectacular. Hablo por experiencia.
·        No escatimes favores que nada te cuestan.
·        Todo el mundo sabe que prometer no es más que una forma de no dar nada y de ser generoso solo de palabra.
·        No hay que fiarse demasiado de las palabras de los sabios: rebajan tanto su superioridad que la reputación de los demás resulta realzada en exceso.
·        En el mundo en que vivimos, incluso los actos más indiscutiblemente virtuosos son criticados; a fortiori los que pareen discutibles.
·        Por muy alto que se haya llegado, siempre hay que mirar más arriba.
·        Si alguien te manifiesta su odio, has de saber que este sentimiento siempre es auténtico: el odio, a diferencia del amor, no sabe de hipocresías.
·        Es evidente que, cuando se trata de honores los hombres no distinguen la apariencia de la realidad.
·        Antes de decidirte a hacer una innovación, plantéate cuatro cuestiones:
- ¿Esta innovación me va a resultar provechosa o perjudicial?
- ¿Seré capaz de imponerla?
- ¿Está de acuerdo con mi condición?
- ¿Cuento con la estima de aquellos a quienes va a afectar?
·        A la gente siempre le cuesta creer lo que excede demasiado
En lo tocante a lo que yo he reunido como pertenecientes al  “autodominio”, aspecto clave de la personalidad del gobernante, porque no puede estar sujeto a los vaivenes de las emociones o la espontaneidad sin cálculo, se advierte enseguida la naturaleza taimada y precavida del cardenal:
·        Procura que tu rostro no exprese jamás ningún sentimiento concreto, sino tan solo una especie de perpetua amabilidad.
·        No cuentes nunca con el beneficio de la duda. Es más, convéncete de lo contrario. De modo que es esencial que no te relajes en público, ni aun en presencia de un único testigo.
·        Si estás desesperado por un asunto endiabladamente complicado, es inútil obstinarte: más vale despejar la mente con algunas diversiones honestas y un poco de ejercicio.
·        Ten pocos amigos. Frecuéntalos poco. De este modo evitarás que olviden la consideración que te deben.
·        Adopta como regla absoluta y fundamental no hablar nunca de nada a la ligera -ni bien ni mal-.
·        Aunque estén perfectamente justificados, no desveles nada de tus proyectos políticos o, al menos, habla tan solo de aquellos de los que estás seguro que serán bien acogidos por todo el mundo.
·        No te burles de tus rivales, abstente de provocarles y, cada vez que consigas un triunfo, conténtate con el placer de la victoria sin vanagloriarte de palabra o de obra.
·        No defiendas nunca medidas demagógicas.
·        No actúes ni decidas en estado de euforia o exaltación, cometerías torpezas que te harían caer en las trampas.
·        Si alguien se equivoca por ignorancia, que no pueda deducirse de tus preguntas que tú en su lugar habrías cometido el mismo error, porque eres igualmente ignorante.
·        No consideres un deber ocultar tus emociones cuando te ocurre una desgracia ya que, cada vez que permanezcas en silencio, la gente podría deducir automáticamente que acabas de sufrir un duro golpe.
Del apartado del “estado policial”, solo quiero destacar un aforismo, de los muchos que hay, excesivamente obvios, como precedente de regímenes que, mucho tiempo después, les tomaron el relevo a las monarquías absolutistas defendidas en el Breviario:
Procúrate información sobre todo el mundo, no confíes tus secretos a nadie, pero pon todo tu empeño en descubrir los de los demás. Espía para ello a todo el mundo, y de todas las formas posibles.
El apartado que se refiere a los avisos relacionados con la “psicopatología de la vida cotidiana”, digámoslo con términos freudianos, es, acaso, el más entretenido desde el punto de vista lector, porque en él se manifiesta, más allá del maquiavelismo del autor,  una atención al detalle cotidiano que revela un talante observador y reflexivo cuyas observaciones están muy lejos, por supuesto, de las Máximas de La Rochefoucauld, quien, sin embargo, por la diferencia de edad, hubo de tenerlo como referente del ejercicio del poder en su Contradecirse a menudo es el signo más claro de infamia en una persona. Ten por cierto que el individuo que se contradice no tendrá ningún reparo en robarte.
·        Recuerda siempre que los hombres cuya vida está dominada por los placeres del vino o de la carne son prácticamente incapaces de guardar un secreto: los unos son esclavos de sus amantes; los otros, después de haber bebido, no pueden evitar hablar a tontas y a locas.
·        Recuerda que un hombre se confía con cierta facilidad a la mujer o al muchacho del que está enamorado. [Sorprende, en efecto, la liberalidad amorosa platónica de que hace gala el cardenal-]
·        Se reconoce a las personas incultas por su afición a lo ostentoso y a lo chillón en la decoración y el mobiliario de su casa.
·        A algunas personas les encanta explicar sus sueños. Aprovecha esta inclinación y háblales de su tema favorito, preguntándoles toda clase de detalles: aprenderás muchas cosas sobre los secretos de su corazón. Si, por ejemplo, alguien pretende sentir afecto por ti, busca la ocasión de hacerle hablar de sus sueños: si nunca sueña contigo, es que no te quiere.
·        Para mantener el deseo, para aguzarlo, vale más sugerir que dar.
·        Trata como amigos a los sirvientes de aquel cuya amistad pretendes. Te será más fácil comprarlos si algún día necesitas que traicionen a su señor.
·        Si alguien se expresa con mucho ardor, cuando habitualmente no se apasiona nunca por nada, es seguro que no dice lo que piensa.
·        En la medida de lo posible, no prometas nada por escrito por insignificante que sea, sobre todo a una mujer.
·        Hay dos formas de prudencia. La primera consiste en no confiar nunca enteramente en nadie; recuerda que son raras las amistades que nunca decepcionan. La otra forma de prudencia se confunde con los principios del decoro que nos prohíben decir las verdades a las personas y señalarles espontáneamente sus errores para que modifiquen su conducta.
Los que he agrupado bajo el epígrafe de “fisonomía del mal” son aquellos que ven en los rasgos físicos de las personas inequívocas cualidades morales, una práctica que pertenece propiamente a la especie como tal, porque eso de que la cara es el espejo del alma no hay civilización humana que no lo tenga en su acervo cultural como verdad incuestionable. Recordemos, sin ir más lejos, el prejuicio contra los pelirrojos, por creerse que Judas, el traidor, lo fue, o la actual discriminación asesina de los albinos en África,  por ejemplo:
·        Desconfía de los hombres bajos: son obstinados y arrogantes.
·        A casi todos los mentirosos se les forman hoyuelos en las mejillas cuando sonríen.
·        No des consejos a personas irascibles y violentas: los seguirán mal y, además, te culparán de sus fracasos.
·        Evita a los desequilibrados, a los desesperados: siempre son peligrosos.
·        No trates con charlatanes, esos seres funestos que repiten sin cesar todo lo que se dice a quien quiera escucharles.
El apartado final lo he reservado para todo lo relacionado con la “simulación”, que es el auténtico contenido barroco por excelencia y, para el gobernante, una necesidad de primera magnitud:
·        Actúa siempre como el defensor de las libertades del pueblo.
·        Adopta un aire modesto, ingenuo, amable, finge una ecuanimidad perpetua. Felicita, agradece, muéstrate disponible, incluso con aquellos que no han hecho nada para merecerlo.
·        Guarda siempre algunas fuerzas de reserva para que nadie pueda conocer los límites de tu capacidad.
·        No des la impresión de mirar fijamente a tu interlocutor, no te frotes la nariz, ni la frunzas, evita adoptar un aire triste y sombrío. No gesticules en exceso, mantén la cabeza erguida y un tono algo sentencioso.
·        No demuestres más que en contadas ocasiones sentimientos demasiado vivos, como alegría o sorpresa
·        Si alguien te sorprende cuando estás leyendo, haz como si estuvieras hojeando rápidamente la obra que tienes en la mano, para evitar que se adivine qué es lo que suscita tu interés.
·        Si decides promulgar nuevas leyes, empieza demostrando la imperiosa necesidad a un consejo de expertos, y prepara esta reforma con ellos. Luego, legisla sin hacer caso de sus consejos, como buenamente te parezca.
·        Guarda para ti lo que sabes y finge ignorancia. El que ofende a menudo cobra antipatía a la víctima.
·        Lo más importante es aprender a ser ambiguo, a pronunciar discursos que puedan interpretarse tanto en un sentido como en otro para que nadie pueda resolver. Practicar la ambigüedad es a menudo necesario. (…) Utiliza con habilidad el optativo, la anfibología, la invocación oratoria, en resumen, todas las figuras retóricas tras las que puedes ocultarte.
·        Disimula los vicios ajenos o discúlpalos. Disimila también tus sentimientos, y no dudes incluso en fingir sentimientos contrarios. En la amistad, piensa en el odio; en la alegría, e la desgracia.
·        Nunca digas “no” de inmediato; entrégate antes a largas consideraciones que, inevitablemente, acabarán en una… negativa.
·        Entrénate en la simulación de todos los sentimientos que puede serte útil manifestar, hasta estar como imbuido de ellos. No reveles a nadie tus verdaderos sentimientos. Maquilla tu corazón como se maquilla un rostro. Que las palabras que pronuncies, y hasta las inflexiones de tu voz, compartan el mismo disfraz. No olvides nunca que la mayoría de las emociones se leen en el rostro. De modo que, si tienes miedo, reprímelo repitiéndote que eres el único que lo sabe.
·        No amenaces jamás a un hombre al que tengas intención de hundir: estaría sobre aviso.
·        Evita las rupturas violentas. Aunque tu amigo tenga toda la culpa y tú tengas toda la razón, reprime la animosidad que puedas albergar. Perdónales pero, en tu fuero interno, ahoga poco a poco todo sentimiento de afecto hacia él; deja que en el fondo de tu corazón se vayan deshaciendo uno por uno los lazos de la amistad.
·        Habla siempre afectando sinceridad, haz creer que cada frase que sale de tu boca surge directamente del corazón y que tu única preocupación es el bien común.
·        Lo mejor es no mencionar nunca las virtudes de tus amigos y ocultar sus vicios.

Y hasta aquí esta breve selección, espero que suficiente, del Breviario para políticos del cardenal laico Mazarino. Quizás hubiera debido acortar la selección y entrar en la consideración detallada de un pensamiento realmente tópico, por lo que se refiere a las concepciones antropológicas, políticas y sociales que aquí se exhiben, pero me ha parecido que son contenidos demasiado obvios como para castigar al intelector con excesos hermenéuticos que no vienen a cuento. Nos reservamos para la próxima entrada platónica que, azar de azares, comienza por el diálogo titulado El político o de la realeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario