Hay psicoanalistas que,
apartándose de Freud, lograron abrir senderos nuevos en el campo del análisis
de la mente de las personas. Uno de ellos, olvidado del gran público, de los
propios interesados en el campo de la psicología, pero no, por supuesto, de
todos aquellos que han buscado alternativas a la arqueología del psicoanálisis
freudiano y a la aridez intelectual del psicoanálisis lacaniano, es Jacobo Levy
Moreno, nacido Jacobo Nissim Levy en Bucarest en 1899, pero reabautizado por sí
mismo como Jacobo Moreno Levy, transformando el nombre del padre en primer
apellido, para dar a entender que a partir de él nacía una genealogía, en vez de
limitarse a ser el continuador de la de su padre. En la megalomanía de Moreno
entraba no sólo ese concepto, sino también la fabulación de un nacimiento en el
mar en una noche de tormenta, todo lo cual nos indica su propensión a la forja
mitológica de su personaje, al que sometió a un intenso proceso de
divinización. De hecho, su labor como Director que indica los pasos que han de
seguir quienes se someten a la psicoterapia del psicodrama o de los grupos de
encuentro que él también creó es una
proyección de esa naturaleza divina de la que supo convencer a sus discípulos,
porque Moreno se corresponde con la figura de un iluminado que seduce a quienes
se convierten en sus discípulos, no con la del intelectual que convence a los
alumnos que se convertirán en sus seguidores.
Moreno no es un charlatán,
por más que su tendencia mística puede predisponer a quien se acerca a su
figura a incluirla dentro de ese ámbito religioso en el que basta la fe para sobrevivir. Fue un intelectual bien
formado, serio, y eficaz en la creación de su teoría y de la aplicación
práctica correspondiente. Como le dijo en persona a Freud al acabar éste una
conferencia en Viena: “Vd. analiza los sueños: yo ayudo a soñar”. Esa es la
gran diferencia entre esas dos escuelas psicoanalíticas. A través del
reconocimiento de la espontaneidad como fundamento esencial de la persona; de
la aceptación del aquí y el ahora; del reconocimiento de la relación Yo-Tú, que
se anticipó a la formulación de Martín Buber, y de la teoría de los roles como
explicación de nuestra conducta social, dentro de lo que él bautizó como
Sociometría, Moreno ha dejado una notable obra teórica frente a la que gran
parte de los estudiosos de la psicología han manifestado un desdén altivo,
orgulloso. No lo hizo así Fritz Perls, el creador de la Gestalt, que toma de
Moreno no pocos elementos de sus innovaciones gestálticas, si bien nunca lo
reconoció públicamente, e incluso le molestaba que le recordaran el gran
parecido de su método de interpretación de los sueños y otras técnicas
gestálticas, como la de la silla vacía, con los de Moreno. No hay más que
comparar la importancia que tiene en la Gestalt la representación de los
traumas e incluso de los sueños, adoptando el rol de cada uno de los elementos
del sueño, yendo de la desintegración hacia la integración y recuperación de la
estructura holística de nuestra personalidad, para darse cuenta de la deuda
contraída por Perls con Moreno; del mismo modo que el desdoblamiento de
personalidad en el caso de la silla vacía se corresponde con los juegos de rol
en el teatro de la improvisación de Moreno. El concepto de rol social es tan
importante para Moreno que llega a afirmar que el “yo” psicológico debe ser
definido por el rol que desempeñamos. Una perversión de esa concepción es el
hecho de actuar en función de las expectativas de los demás respecto de nosotros,
en vez de hacerlo desde el corazón del espontaneidad propia.
De hecho, es muy posible
que cuando ambos, Moreno y Perls, eran estudiantes en Viena, hubiera llegado
Perls a saber algo del primero, porque la estrafalaria presencia de aquél –enorme
abrigo verde campesino, poblada barba pelirroja, cabeza descubierta- en los
parques, haciendo psicodrama con los niños o, posteriormente, en el teatro o
con las prostitutas del barrio chino de Viena, no pasaron desapercibidos a las
fuerzas vivas de la intelectualidad de aquella época de entreguerras. De hecho,
en la revista que creó Moreno, Daimon, participaron algunos de los más notables
expresionistas de la época, Martin Buber incluido, como Max Scheler, el
sociólogo; Franz Werfel o el poeta Jakob Wassermann,. El concepto de “Teatro de
la improvisación” lo llevará después a Norteamérica, donde, en la década de 1930, trabaja en la prisión de Sing-Sing, con ideas muy
claras ya sobre la terapia psicodramática que tanto éxito le deparará.
Hay
una película de Raúl (Raoul, a veces) Ruiz, Genealogías
de un crimen, que fue despachada por la crítica especializada como un
disparate, como un experimento fallido, porque se le había ido de las manos al
director la complejidad psicoanalítica del argumento. Lo que ocurría era que
ninguno de los críticos tenía ni la más remota idea de las terapias
psicoanalíticas de Moreno y ello les privó de comprender la naturaleza de
muchos tramos de la película, incluida la representación de la propia muerte,
un proceso equivalente al de la recuperación existencial del propio nacimiento,
como punto esencial para la formación de la personalidad. El trauma del nacimiento es para Moreno un momento de crecimiento, es
lo más genuino, original y primario, el instante en que el hombre es más
original, por más espontáneo. Tan positivamente le impresiona el nacimiento que
intenta encontrarle el status nascendi a todos los conceptos que expone en su
obra, nos dice Eugenio Garrido Martín en su más que recomendable libro Jacob Leví Moreno. Psicología del encuentro,
en el cual disecciona los fundamentos teóricos de la obra de Moreno y su
relación con las corrientes filosóficas, religiosas y artísticas de su tiempo. La
película tiene un corrosivo sentido del humor que permite seguirla con un
interés redoblado. Si añadimos un trío de intérpretes en estado de gracia:
Piccoli, Deneuve y Seweryn, el placer alcanza unos niveles excepcionales de gratificación.
Además del nacimiento, el
concepto clave de Moreno es la espontaneidad, cuya ausencia conduce
irremisiblemente a la neurosis, a la despersonalización, a la mecanización. Según
Garrido: Moreno distingue cuatro clases
de espontaneidad. Primero es un impulso;
después una adquisición cultural (la
espontaneidad crea nuevos organismos, nuevas formas de arte y nuevos tipos de
ambiente). A continuación hay un tipo de espontaneidad que es una creación de
libre expresión de la espontaneidad.
Finalmente, hay un tipo de espontaneidad que es la expresión de una respuesta
adecuada a nuevas situaciones. Es decir,
la posibilidad de adaptación e integración a una situación nueva. La terapia de grupo es otra de sus
innovaciones fundamentales, algo que también tomó Perls de él. El objetivo
fundamental de Moreno fue evitar el anquilosamiento de las conductas y
reacciones ante la realidad, las “conservas culturales”, como él llama a la mecanización
conductual que amenaza con privarnos de nuestro bien más preciado: la
espontaneidad.
Es muy conocida la llamada
oración de la Gestalt, pero no lo es tanto la de Moreno, cuya dimensión social
es diametralmente opuesta a la individualidad exacerbada, Stirneriana, de la de
Perls:
Un
encuentro de dos: ojo a ojo, cara a cara.
Y
cuando estés cerca arrancaré tus ojos
y
los colocaré en el lugar de los míos,
y
tú arrancarás mis ojos
y
los colocarás en el lugar de los tuyos,
entonces
te miraré con tus ojos
y
tú me mirarás con los míos.
Pues me parece más profunda y generosa que la egótica de Perls... Hay también una, ciertamente hermosa, de Carmen Vázquez Bandín:
ResponderEliminar“Yo hago mis cosas y tú haces las tuyas.
En muchas de las cosas que hago, tú tienes mucho que ver,
Y en muchas de tus cosas yo he contribuido.
Yo puedo ser yo contigo mientras tú puedas ser tú conmigo.
Yo seré yo mientras tú seas tú;
Y aunque por casualidad nos hayamos encontrado,
Continuemos juntos o separados,
Nuestra vida nunca volverá a ser la misma ya que
Nuestro encuentro nos habrá enriquecido”
No cabe duda, mi encuentro con Ud. me ha enriquecido y mucho.
Abrazo