miércoles, 17 de febrero de 2016

El humor quintaesenciado de Noel Clarasó: “Diccionario humorístico”.





Noel Clarasó o el humor ordenado lexicográficamente;  Diccionario humorístico: humor genuino de la mejor estirpe española: Juan Ruiz, Quevedo, Ramón,  Jardiel, Tono,  Mihura…

  
Poco a poco llevo a cabo mi incursión en los muchos campos genéricos por los que transitó un autor célebre en su época y olvidado en la actual, Noel Clarasó, a quien vuelvo cada vez que me tropiezo con algo suyo por las librerías de lance. Clarasó tocó muchos géneros, pero si en alguno tuvo especial fortuna fue en el de esos libros que solo cabe clasificar bajo el marbete de miscelánea o “cajón de sastre”, me refiero a sus tratados de urbanidad, de didáctica de la expresión, de jardinería o a su monumental Antología de textos y citas de la editorial Acervo, publicado en 1970, o al que hoy me ocupa, el Diccionario humorístico, publicado en la Colección Arco de las Ediciones de la Osa Menor en 1950. Clarasó es, por muchas razones, un autor singular cuya importancia objetiva aún no ha sido establecida por los críticos, a pesar de la revalorización de tantos autores de posguerra como se llevado a cabo en los últimos tiempos. Salvador Pániker lo entrevistó en su libro Conversaciones en Cataluña, y en él lo describe como un autor extraordinariamente catalán: trabajador, ordenado, irónico, desconfiado, solitario y místico. En la conversación, Clarasó hace gala de su método de trabajo, cuya base fundamental es un archivo (una “base de datos”, diríamos hoy) envidiable e incomparable, construida día a día, y en la que el autor hallaba cuantos datos requería para sus muy diversas obras y, sobre todo, para su columna, durante 40 años en La Vanguardia, Los pro y loscontra, ubicada en la dignísima página de Pasatiempos, cuando aún el crucigrama no era “de autor”, pero sí los jeroglíficos,  del eterno Ocón de Oro. Clarasó, a pesar de la descripción de Pániker, está aún más olvidado en la literatura catalana en la que fue ganador del Premio Crexells en 1938, el último de la época republicana, con una novela Francis de Cer que, hasta donde yo sé, jamás ha sido editada. Escribió más obras en catalán, pero no parece que haya despertado el interés de los editores catalanes, acaso por la relevancia del autor en la literatura en castellano. En todo caso es un ejemplo más de la naturalidad bilingüe del catalanismo bien entendido y dominante, tanto entonces como hoy.
         La tendencia de Clarasó al pseudónimo, a la pluriidentidad, lo convierte en un autor al que me siento espontáneamente inclinado, dada mi propia afición a los heterónimos. El más famoso de los de Clarasó es León Daudí, un anagrama de su propio nombre y el segundo apellido de su padre, el escultor Enric Clarasó, un pseudónimo que le sirvió para el protagonista de sus novelas policiacas y como autor de frases ingeniosas. De hecho, en su enciclopedia de textos y citas aparece por duplicado, como Noel Clarasó y como León Daudí. Bien podría haber aparecido también como Blas, el personaje de quien recopila sus pensamientos en Observaciones y máximas de Blas.
El presente Diccionario humorístico, en la vena de otros famosos como el del Diablo, de Bierce, el de frases hechas de Flaubert o el más reciente Diccionario de Coll, bien podría haberse titulado también Diccionario de Clarasó, porque en él hallamos al genial inventor de unas definiciones lexicográficas que, emparentadas con los proverbios, los aforismos, los refranes y las greguerías, consiguen que el lector pase ratos excepcionales, a los que puede recurrir cuando otros menesteres más ingratos le hagan fruncir el ceño, torcer la boca o recurrir a la blasfemia… o en circunstancias como el cuidado de los enfermos, las esperas en las salas médicas o los viajes en transporte urbano. El subtítulo del volumen es una pista de por dónde va el contenido: Este diccionario contiene más de 3000 definiciones que explican un sentido nuevo de las palabras inaceptable desde todos los puntos de vista para los que solo saben tomarse la vida en serio. A partir de aquí, así pues, los lectores sabrán que internarse en el presente Diccionario humorístico, supone una incursión en un humor muy concreto, heredero del de la posguerra y de aquella escuela del humor que fue La Codorniz o el teatro de Jardiel Poncela y de Mihura. Si a ello le añadimos la herencia perceptible de Ramón Gómez de la Serna y de sus greguerías, aunque no solo de ellas, tendremos una descripción más o menos aproximada del marco en que se encuadra el humor de Clarasó. 
         Quisiera destacar, porque me parece admirable, la inmensa capacidad de trabajo de Clarasó, quien jamás desmayó en su esfuerzo, y prueba de ello son los más de 70 libros publicados y los innumerables artículos de prensa. En términos de invención, aunque el nivel crítico de exigencia tenga sus más y sus menos, un volumen de 3000 frases ingeniosas supone un derroche de creatividad que asombra a cualquiera; y que más de un centenar de ellas sea extraordinario, para quien esto escribe, resulta literalmente abrumador. Las dotes de observación de Clarasó exceden de lo común y de ello se beneficia el lector, a quien el autor parece siempre tener presente, porque, al fin y al cabo, en la medida en que se convirtió en escritor profesional, fue fiel siempre a su método de trabajo y a su triple objetivo básico: interesar, entretener y sorprender. Dada su afición a la jardinería, no es de extrañar que le revelara a Pániker que su ideal de vejez era la del hortelano de un convento de frailes, aunque ese “retiro” lo practicó en vida, dedicado a su oficio de escritor polifacético, a lo que contribuyó, sin duda su recalcitrante soltería, como la de Miguel Mihura. Que el humor parezca estar reñido con la vida en pareja es una derivada por la que acaso en algún momento convenga hacer una excursión. En todo caso, y aunque la mujer es el personaje indiscutible del libro, el interés de Clarasó por la práctica totalidad de los asuntos humanos nos depara verdaderos hallazgos entre los que quiero señalar algunos que me parecen algo más que afortunados. Hemos de partir de la base de la definición de humor con que arranca en el escueto prefacio:  El humor es, para nuestro autor, la apariencia sin transparencia, es decir, y aunque sea mucho decir, una suerte de objetividad esencial que se detiene en el cuerpo de la cosa, desdeñando el alma o la trascendencia de la misma. Como añade poco después, para los espíritus sencillos, el humor es siempre implacablemente lógico. Esa lógica, está claro que es la del absurdo, una corriente literaria en la que bebió Clarasó como lo hicieron todos los humoristas a partir de las vanguardias. Con esa premisa, y en riguroso orden alfabético, nos encontramos con Adolescencia, la edad entre la pubertad y el adulterio, donde ya se va perfilando un pensamiento de marcado carácter tradicional; con Alcohol: Líquido incoloro que lo conserva todo menos los secretos; con Amor: El único deporte con adversario en que los dos salen perdiendo, donde se sigue perfilando el  antisentimentalismo propio del humor Clarasoniano; con Cabeza: La cabeza es la única parte del cuerpo que conviene perder de vez en cuando; con Calor y Frío: El calor es más molesto que el frio; lo que ocurre es que el frio viene en la peor época del año; en verano nadie lo notaría, donde advertimos con nitidez la impronta humorística propia de aquella época: el frío viene en la peor época del año…, esa suerte de hallazgo espontáneo del humor en la expresión natural del lenguaje coloquial; con Carne y Alcohol: Es difícil emborracharse cuando la carne está pronta, sobre todo si el alcohol es débil, donde se parodia el evangelio; con Cartas de amor: Las cartas de amor se empiezan sin saber lo que se va a decir y se terminan sin saber lo que se ha dicho, que insiste en la crítica radical del sentimentalismo, sobre todo del ñoño; con Casados sin hijos: Los casados que no tienen hijos son como un soltero partido en dos, donde advertimos la huella indeleble de las Greguerías de Ramón; con Comprender: El hombre inteligente dice a la mujer que la comprende; el necio trata de demostrárselo, donde advertimos esa suerte de cosmopolitismo mundano que está de vuelta de todo y que casi coloca al aforista por encima del bien y del mal; con Cultura: La cultura consiste en no disparatar cuando se habla de cosas que los otros saben mucho mejor; con Desistir: Desistir honradamente de los buenos propósitos también es, en cierta manera, ser hombre de carácter, un perfecto ejemplo de la sabiduría existencial de quien, más allá de la frivolidad de muchas de las reflexiones contenidas en el volumen, sabe ascender a auténticas reflexiones emparentadas con los mejores autores del género aforístico; con Habilidad: No luzcas tus habilidades en público; si todo te sale bien, nadie te alabará; si fracasas, se reirán de ti; con Hablar: Al que nunca habla de sí mismo, nadie le paga en la misma moneda, tan ilustrativo de su perspicacia y sutileza; con Hacer: Una madre tarda veinte años en hacer de su hijo un hombre, y otra mujer hace de él un tonto en veinte minutos, donde a esa suerte de misoginia de época se le suma un feliz ocurrencia semántica; con Hombre y abrigo: Al hombre, para colgarlo, le quitan el abrigo; y al abrigo, para colgarlo, le quitan el hombre, en el que la veta sombría de no pocas de sus reflexiones emerge con una aspereza que no difumina el acierto de la perspicacia; con Indeciso: El hombre indeciso, si persiste, se ahorra mucho trabajo, que parece una descripción del presidente en funciones Mariano Rajoy; con Largo: Los sueldos están bien; pero los meses son demasiado largos, en que se recurre a la inversión del planteamiento para descubrir el humor;  con Lógica: Los que dominan la lógica aplastante no demuestran nada, pero aplastan a los otros; un hombre aplastado no es un hombre convencido, donde se aprecian con nitidez las aplastantes dotes racionalizadoras del autor;  con Pelmazo: Un pelmazo es una persona que no tiene el don de la conversación, pero sí el don de la palabra, una prueba irrefutable de una experiencia común condensada con la mayor eficacia y el consenso prácticamente universal; Pulgas: Los ladridos del perro no asustan a sus pulgas, un auténtico prodigio de reflexión paradójica; con Recordar y olvidar: Algunos hombres, para recordar, se atan un hilo alrededor del dedo; y otros, para olvidar, se atan una cuerda alrededor del cuello, tan sombría como “exigida” por la práctica cotidiana trivial que en ella se refleja; con Ser y parecer: Parecer lo que se es es mucho más difícil que no ser lo que se parece, donde el retruécano se pone al servicio de una reflexión de honda raigambre clásica;  Sordo: Los sordos de un solo oído siempre están de perfil, una perfecta greguería ramoniana; con Versión: Toda escena entre un hombre y una mujer tiene tres versiones distintas: la del hombre, la de la mujer y lo que de veras ha sucedido, que, como buena parte del corpus definido, tienen a la guerra de sexos como motor de la creación humorística, algo de contrastada eficacia para el gran público, de ahí la popularidad del autor, quien la refrendó a través de los guiones de series televisivas tan famosas en su momento como Tercero izquierda, con un actor tan fantástico como José Luis López Vazquez, un genio español del humor histriónico, nuestro Groucho particular, o de una película, El diablo toca la flauta, de José María Forqué, que exigiría una revisión urgente, con otro actor descomunal como José Luis Ozores, y con guión del propio Clarasó; con Vulgar: Ser vulgar tiene ciertas ventajas; es la única manera de congeniar con todo el mundo, menos con los escogidos, que suelen ser insoportables, en el que el autor hace una declaración de principios frente a las élites culturales que, sin duda, lo miraron siempre por encima del hombro, por más que su obra, hecha con mimbres de la mejor calidad, les dé sopa con hondas a muchos de esos exquisitos, auténticos esquistos fragilísimos…
Para quienes quieran seguir disfrutando, y como anticipo del total de la obra, si la encuentran en esos bazares de la sorpresa que son las amadísimas librerías de lance, dejo aquí el resto de las entradas del diccionario que había seleccionado, siendo consciente de que muchas de ellos merecerían ser destacadas en mi selección de la selección:
Admiración: Muchas admiraciones literarias obedecen a no haber leído ninguna de las obras del escritor admirado.
Agradar: Para agradar a las personas inteligentes hay que alabarlas por las cualidades que no tienen; para agradar a los tontos, el mismo sistema es bueno.
Altruismo: El arte de hacer cosas en favor del prójimo por razones personales.
Amar y Odiar: El amor es mucho más fuerte que el odio; podemos amar sin conocer, pero solo podemos odiar al que conocemos bien.
Ancianidad: Hasta ahora solo se ha descubierto un sistema de vivir cien años: cuidarse mucho a los noventa y nueve.
Aplauso: Al principio de un discurso los aplausos expresan fe, hacia la mitad, esperanza, y al final, caridad.
Brillante: Los brillantes son una prueba evidente de que no es oro todo lo que reluce.
Capital y Trabajo: El dinero que se pide prestado a otro es el capital; y lo que hace después el otro para recuperarlo s el trabajo.
Carácter: Lo que queda de cada uno de nosotros cuando se ha perdido todo lo demás.
Celos: Los celos son una pasión, aunque parecería más gramatical que fueran carias pasiones.
Cobardía: Condición que muchos hombres se atribuirían, si tuvieran suficiente valor para ello.
Competencia e Inteligencia: La competencia de los hombres se conoce cuando hablan de lo que entienden; la inteligencia, cuando hablan de lo que no entienden.
Conciencia: Después de una mala acción pública es más fácil acallar la conciencia propia que la lengua de un vecino.
Confortable: El dinero no da la felicidad; pero es lo único que permite no ser feliz de una manera confortable.
Conocerse a sí mismo: El hombre que se conoce bien a sí mismo no muestra mucho afán por enmendar a sus vecinos.
Consuelo: La mujer es el único consuelo del hombre que, por causa de la mujer, necesita consuelo.
Convencer: Los razonamientos no convencen a nadie; los gritos tampoco, pero hacen perder menos tiempo.
Conversación: Lo menos parecido a una conversación es el diálogo de los profesores de idiomas con sus discípulos cuando les enseñan a sostener una conversación.
Crítico: Los críticos son las solteronas del arte.
Curso natural: Es el que siguen todas las cosas, aunque muchas veces nos parezca que nosotros las hemos forzado.
Decir: Algunos hombres nunca dicen lo que quieren decir; no es difícil entender lo que dicen, pero es difícil entenderlos a ellos.
Dermatólogo: El dermatólogo es el médico más afortunado, pues sus clientes raras veces mueren y raras veces se curan.
Diplomacia: El arte de dar a entender a un hombre que está equivocado, diciéndole que toda la razón está de su parte.
Disertación: El resultado de diluir una idea de un minuto en una palabrería de una hora.
Dominarse: Para hablar bien de otro, uno ha de aprender a dominarse.
Duro: Los pollos que se mascan con dificultad parecen nacidos de un huevo duro.
Encantadora: La mujer más encantadora es la que nos permite caer en sus brazos sin caer en sus manos.
Escritor y obra: Aunque el escritor suele valer más que su obra, es más cómodo soportar la obra que soportarlo a él.
Estilo: Cualquier forma literaria que no consista en ir diciendo las cosas con claridad una después de otra.
Experto: El hombre que dice hoy lo que ha de suceder mañana, y mañana explica las razones por las que ha sucedido otra cosa.
Fe y felicidad: Fe y felicidad se distinguen en el precio; por esto se habla de la fe del labriego, no de su felicidad. La fe es barata porque ha de estar al alcance de los pobres.
Filántropo: Un filántropo es un rico pobre de recursos.
Fracaso: Muchos fracasos proceden de haber olvidado que las cosas solo se arreglan cuando están estropeadas del todo.
Generalmente: La mujer, generalmente, está generalmente hablando.
Grito: Un grito corto es más eficaz para hacer callar al prójimo que un argumento largo.
Hablar de otro: Si hablas mal de otro, se defenderá; si hablas bien, se molestará porque no has hablado mejor.
Hablar y callar: No por mucho hablar se dicen más cosas, ni por mucho callar, se sabe menos.
Hombre: El animal doméstico que pasa menos tiempo en casa.
Hombre: Los hombres no se conocen en un año, pero se inventan en un día.
Incognito: Al hombre se le conoce por sus obras; pero muchos viajan de incógnito.
Insomnio: El insomnio es una de las formas más expresivas del triunfo del espíritu sobre la materia.
Interpretar: Di siempre las cosas, aun al hablar con sinceridad, de suerte que se puedan interpretar de dos maneras.
Inversión: La primera condición para que una inversión de dinero no sea un mal negocio es que el dinero lo ponga otro.
Investigación: Tomar el material de otro escritor es plagio; tomarlo de muchos a la vez es investigación.
Ironía: La ironía es el peine que nos da la experiencia cuando ya, por la edad, hemos perdido el cabello.
Libro: Nada estropea tanto un libro como su lectura.
Libro: Muchos libros caen en el olvido; sobre todo los que han sido prestados.
Línea curva: La distancia más amable entre dos puntos.
Línea recta: La distancia más triste entre dos puntos.
Madurez: El hombre, en la madurez, empieza a tener ideas claras sobre la mujer; antes, en la juventud, solo tiene sentimientos confusos.
Mal: Las cosas que se han aprendido a hacer mal, cuanto mejor se saben, peor.
Mal menor: Todo mal es un mal menor; lo peor no ha sucedido nunca.
Mal sin dolor: La falta de sabiduría es un mal sin dolor.
Mansedumbre: El día que los toros decidan acabar con las corridas solo  tienen un sistema con el que se consigue todo: la mansedumbre.
Matrimonio: Hay quien no puede opinar sobre el matrimonio porque está debajo.
Monogamia: La unión de un hombre con una sola mujer se llama monogamia; pero no siempre se equivocan los que la llaman monotonía.
Mueble: Hay otros muebles tan feos como los pianos, pero por lo menos callan.
Necesidad del país: Lo que todo país necesita es que menos gente se ocupe de satisfacer las necesidades del país.
Negro: Es peligroso casarse con una mujer que parezca más guapa vestida de negro.
Nombre: Un nombre, en sí, no es bueno ni malo; lo malo es, a veces, la persona que contesta cuando se dice aquel nombre.
Nombre: La mujer que muestra prisa en llamar a un hombre por su nombre propio, probablemente busca el apellido.
Novela policiaca: En la novela policiaca perfecta solo el lector está libre de sospecha.
Ojos: Algunas mujeres cierran los ojos cuando un hombre las besa; pero nunca cuando un hombre besa a otra mujer.
Optimista: Un hombre cuya máxima fundamental es esta: vale más perder que perder más.
Otros: Los otros son lo que más nos consuela de ser como somos.
Palabra: Si los hombres solo hablaran cuando tuvieran algo que decir, dentro de diez generaciones se habría perdido el uso de la palabra.
Paracaídas: Nadie se ha quejado aún de que no se le haya abierto el paracaídas.
Pensamiento original: Para tener pensamientos originales hace falta haber leído mucho.
Periódico: Un conjunto de superficialidades impresas en el dorso de los anuncios.
Pesimista: Un pesimista es un hombre que en el queso de Gruyère solo ve los agujeros.
Piernas: La mujer está muy segura de su inteligencia; pero si quiere convencer a un hombre le muestra las piernas.
Pleito: Algo que nadie desea tener y que nadie desea perder cuando lo tiene.
Poeta desesperado: Uno que empieza por poner fuego en sus versos y acaba por poner sus versos en el fuego.
Prometer: Es más fácil prometer un bienestar que darlo; el que más da es el que da esperanzas.
Proteger: Dios nos protege, pero no contra nuestros enemigos; porque también ellos son hijos de Dios.
Proverbio: Los que viajan solos no pueden comprobar la sabiduría del proverbio: más vale viajar solo que mal acompañado.
Psicología: Una ciencia que nos cuenta lo que todo el mundo sabe, en un lenguaje que casi nadie entiende.
Puntual: Ser puntual es el sistema más seguro de esperar a los demás.
Punto de vista: Toda cuestión tiene dos puntos de vista: el equivocado y el nuestro.
Pura verdad: La pura y simple verdad raras veces es pura y nunca es simple.
Quedar: Muchas de nuestras desgracias proceden de no habernos sabido quedar en casa.
Reloj: Para que la gente se fije en un reloj valioso ha de estar parado; si anda, sólo se fijan en la hora.
Reparar: El daño que hace una sola frase sincera en un momento de acaloramiento no se puede reparar en un año de atención.
Seductora: Hay mujeres tan seductoras que uno prefiere que se casen con otros.
Segundas nupcias: Casarse con una viuda es como vestirse en prendería; la ropa usada, si no huele al primer dueño, lo recuerda siempre.
Sentido del tacto: El amor es ciego; por esta razón los enamorados tienen tan desarrollado el sentido del tacto.
Sexo: Los dos sexos se parecen en una cosa: ambos desconfían de las mujeres.
Silencio: El mejor sustitutivo de la inteligencia.
Situación general: Si quieres halagar a alguien, ponte serio y pregúntale lo que piensa de la situación general.
Sombra: La mujer se parece a la sombra propia; si la sigues, se va; si huyes de ella, te sigue.
Substituir: Hay personas que se substituyen a sí mismas con gestos y con palabras, más grandes que sus ideas.
Sueño: Para que los sueños se conviertan en realidad hay que madrugar mucho.
Suerte: La suerte es el ídolo de los perezosos, que solo protege a los demás.
Suerte: Si un hombre galantea a una mujer y ella llama a un policía, es una suerte para el hombre; peor habría sido que ella llamase a un cura.
Tachaduras: Grafismos que muchas veces revelan la calidad de un escritor.
Telegrama: Texto que escribe un hombre que tiene prisa y lleva otro hombre que no tiene tanta a un tercero que no tiene ninguna.
Tentación: Se ha de tener el valor de sucumbir a las tentaciones, y la humildad de no hacer gala de este valor.
Tocar: Tocar de pies en el suelo nunca ha querido decir no llevar zapatos.
Trabajo, descanso y vacaciones: Es fácil combinar el trabajo con el descanso; pero es casi imposible combinar las vacaciones con el descanso.
Uñas: Los relajes parados son inofensivos, como gatos con las uñas cortadas.
Vacío: Hasta las personas desagradables, cuando se marchan, dejan un vacío.
Venganza: La venganza es una virtud tan aristócrata, que se opone al ejercicio de todas las demás.
Vergonzoso: Algo vergonzoso hay en el dinero, cuando nadie se atreve a confesar todo el que tiene.

Zapato: Prenda de vestir de la que carecen siempre las mujeres elegantes en el momento de vestirse.

2 comentarios:

  1. ¡Ay, Juan Poz y tu entusiasmo por los aforismos! Leo los de Noel Clarasó y no me producen ni media sonrisa, ni siquiera un cuarto. Puede que sea mi falta de humor congénita. Les falta ingenuidad, parecen dictados por un hombre que se cree en la cumbre de toda sabiduría para arrojarnos tan suculentas perlas a nuestra inteligencia. Pero no las capto. Me parecen levemente ingeniosas como esas espantosas greguerías de las que dice una que la sartén es el espejo de los huevos fritos. Pues bueno. Un tipo de ingenio ingenioso, valga la redundancia. Me sugieren pensamientos de casal d'avis enseñando desde la atalaya a la que se ha llegado sobre qué es la vida. Sopla en ellos el desencanto y un escepticismo castizo de caballero de la mano en el pecho. No me gusta este martirologio aforístico ni me gusta Jardiel Poncela. Lo que he leído de él me produce espasmos musculares. No le encuentro a esa escuela castellana del humor castizo ninguna gracia. Quevedo y Juan Ruiz son otra cosa, otra dimensión. Quevedo permite la lectura metafísica, no es un viejo nunca aunque llegara con su espada cansado de la carrera de la edad. Y Juan Ruiz es vitalismo absoluto, puro goce. Este Noel Clarasó transpira senectud por los poros y es un olor que está bien para las residencias de la tercera edad donde es inevitable. Pero a este lado del mar, los argonautas todavía creen en lo imposible. No se rinden a lo inevitable y se resisten a encapsular la sabiduría de la vida en hormas tranquilizadoras. No.

    Reconozco que a mis diecisiete años me reía muchísimo con Álvaro de Laiglesia. Tenía mala leche, algo que me resulta atractivo, o me lo resultaba. No creo que lo volviera a leer.

    Lo único válido son Las memorias de un viejo indecente de Bukoswski.

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    1. Seguro que tú eres bastante más cachondo de lo que fue Clarasó, un tipo al estilo de Buster Keaton. Ya he dejado dicho que el humor de Clarasó tiene sus más y sus menos, y que, "data", que es lo peor que le puede pasar al humor. Con todo, y hecho el reconocimiento a su fertilidad inventiva, que hay ingenio en muchos de los aforismos que extracto me parece evidente, por más, ya digo, que tengan esa rémora de la datación. Está en la línea de ese humor blanco, que decían, que bien puede parecernos ingenuo, pero en el que tiendo a ver una raíz lírica que me satisface. Lo que sí reconozco es que la "formulación" admite una mejora, porque se advierte ese aire de "a destajo" que imprimía a muchas de sus producciones. Al fin y al cabo, se trataba de un escritor que vivía de su pluma, con lo que eso significa. O lo que ha significado en casos como el de Cela, por ejemplo, con desniveles de calidad tan significativos. Fue su opción, no obstante. Y es posible que a mí me guste más lo que intuyo que podría haber llegado a hacer que lo propiamente hecho, pero esa visión futurista se apoya en lo hecho, claro está. Quizás ello explique mi benevolencia.

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