La nueva novela de F. Javier García de Castro, Mutación. Historia de los muertos 2, revalida
la calidad narrativa de la primera entrega, Infección,
y añade una dimensión kafkiana y de ciencia-ficción que enriquece la trama.
Javier García de Castro acaba de publicar la segunda
parte de lo que, de momento parece ser que se convertirá en una trilogía, Mutación. Historia de los muertos 2. Un
año después de la aparición de la primera parte, Infección. Historia de los muertos 1, que recomendé de forma
entusiasta, he de revalidar el juicio emitido entonces, porque esta segunda
parte tiene las virtudes de la primera y añade algunas dimensiones narrativas,
como la parodia, por ejemplo, de La
matanza de Texas, “La matanza
del caserío”, la podríamos llamar, no exenta de un genuino sentido del terror, y
de un acerado, e incluso lacerante, sentido del humor, que se convierte en un poderoso aliciente para continuar la aventura, ahora
escindida, de los protagonistas, quienes a todo trance anhelan el reencuentro, no
solo porque Bea y Toni, principalmente, forman ya una pareja cuyo destinos son
uno y el mismo, a pesar de su diferencia de edad, sino porque en ese mundo apocalíptico
de la devastación total, son la única realidad moral que los confirma como lo
que no quieren dejar de ser: genuinos seres humanos. Si hay una diferencia
fundamental entre esta parte y la primera ello cae del lado del poderoso
acicate lector que constituye la estructura alterna de la trama, como si fueran
dos líneas paralelas condenadas a no volverse a encontrar. No adelanto nada que
arruine la lectura, pero sí he de reconocer la fabulosa imaginación de Javier
García para los giros imprevistos y las sorpresas narrativas. Es cierto que
todo sucede con el trasfondo en bajo continuo de la amenaza constante de los
muertos vivientes, pero el rescate de algunos personajes del País Vasco, la
aparición de un Lehendakari muerto viviente y un personaje creado bajo la semejanza,
distante pero poderosa, con el Dr. Strangelove de Kubrick en ¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú, un "malo" en estado puro, el
director de la plataforma adonde ha sido transportada Bea, permite un sutil
juego de contrastes que ayuda al lector no solo a tomar partido, que eso ya lo
tiene claro desde la primera parte, sino a percibir, con total nitidez, el
trasfondo humanista de esta obra singular en la que, quizás, lo menos
importante sea la presencia de los muertos vivientes frente a la decidida
voluntad de algunos escasos vivientes de escapar al destino inexorable de la
muerte absurda, y la estrategia de supervivencia que les permite, a los protagonistas,
alargar su trágica y absurda aventura. Todo lo concerniente a la plataforma,
una parte de la novela que recuerda inmediatamente las viejas películas de
terror de serie B como El experimento del
Dr.
Quatermass, de Val Guest (cuyo éxito inesperado forzó el rodaje de una
trilogía, por cierto), Lo desconocido,
de Leslie Norman o El hombre con rayos X
en los ojos, de Roger Corman; todo lo relativo a esa plataforma, digo, está
connotado de una dimensión de relato de ciencia-ficción cruzada con el poderoso
sentido del absurdo que parece presidir toda la aventura, tanto en la primera
como en esta excelente segunda parte, que el lector lo apreciará como uno de
los grandes aciertos de la novela. Está claro que habrá momentos en la lectura
en los que incluso le costará ubicarse en ese espacio de plataformas flotante
que, a su manera, recuerda ciertas perspectivas kafkianas. Los acontecimientos
que se suceden en ella, y que tienen una unidad al modo clásico de las antiguas
obras de teatro: acción, tiempo y espacio, los seguirá el lector con un
sobrecogimiento que el autor sabe acentuar con una exacta dosificación de la
piedad y la crueldad, a partes desiguales, obviamente. En cualquier caso, esta
segunda entrega de La historia de los
muertos confirma punto por punto los valores de la primera y aun me
atrevería a añadir que, por lo que hace a la acción trepidante, incluso la
supera. Es cierto que no se han desvelado aún todas las claves del extraño
fenómeno ni su alcance definitivo, pero al autor, con un pulso narrativo más
firme que en la primera parte, se le advierte muy seguro de sí mismo y de su
capacidad para elevar el interés de la trama con un enriquecimiento progresivo
de los personajes centrales y de algunos nuevos que se recuperan, elevados a la
dimensión de protagonistas, de la primera. Constatada la dimensión absurda del
contexto de la peripecia vital de los protagonistas, digamos que en esta
segunda parte el decantamiento hacia las posiciones éticas se acentúa, del
mismo modo que parece acrecentarse la seguridad en las estrategias defensivas
contra los infectados o mutantes. A este respecto, y como ya hemos dicho, las
escenas de acción adquieren un relieve mayor que en la primera parte. Se avanza
poco, sin embargo, en el posible conocimiento de las causas que han provocado
la situación apocalíptica, aunque también en ese aspecto la novela nos ofrece
novedades muy jugosas que se materializan, básicamente, en lo que podríamos
denominar algo así como “El misterio de la plataforma marina”. Pero no quiero
avanzar más de lo que, en justicia, le ha de estar permitido a un crítico que
quiere recomendar fervientemente la lectura de esta novela, como ya lo hizo con
la primera. Sí me permito, por supuesto, intuir que la tercera parte habrá de
ser la definitiva y que habrá de incluir lo que más se acerque a un desenlace,
pero no es menos cierto que una estructura tan abierta como la de esta Historia de los muertos puede ofrecernos
lo que menos nos esperemos, que es una de las habilidades del autor: la
sorpresa, la vuelta de tuerca. Supongo que dentro de un año tendremos alguna
respuesta…
Leo interesado tu crítica elogiosa de Historia de los muertos. Compré el primero pero no lo he leído. Aprecio a Javier por una larga relación bloguera, espero que tenga difusión su obra. Supongo que es muy difícil salir adelante en este mundo de las publicaciones en internet. Yo seguiré sus pasos con mucha menos habilidad narrativa dentro de un año. Yo soy incapaz de contar nada que no tenga mi propia vida como eje. Me admirais los que sois capaces de urdir tramas inventadas, artefactos narrativos coherentes con personajes imaginarios. Es una facultad que yo no tengo. Sin embargo, observo que cada vez me atraen más las obras autoficcionadas que las de pura imaginación que muchas veces no llegan a captarme. Creo que la propia vida es un caudal poderosísimo de ficción en cualquiera de sus derivaciones. No creo que lea a Javier en los próximos meses pero le deseo lo mejor. Afortunadamente ahora para publicar no hay que lamer traseros en las editoriales de papel. Eso hace infinitamente más abierto el campo literario. Supongo que la cuestión es que alguien que tenga influencia te lea. Se puede esconder oro puro en publicaciones discretas publicadas en internet. No sé si hay cazatalentos buscando por ahí. La película El marciano se basa en un blog americano. Todo es posible.
ResponderEliminarTodos estamos buscando nuestro lugar en la escritura. Unos con estilo y otros sin él. Pero en esta época democrática y vulgar el estilo puede ser más una rémora que un ingrediente imprescindible. Por supuesto mi opinión es interesada por razones obvias ;-)
Mucha fortuna para los dos.
La democratización de la edición le ha quitado, en parte, aquel sentido reverencial que tenía la edición en papel, "haber llegado a ella", porque se intuía que el solo hecho de ser publicado implicaba la adquisición de un estatus frente a los centenares de miles de autores inéditos que en estos tiempos pueden dejar de serlo sin una inversión ruinosa. Lo de la calidad es ya otro cantar, desde luego. Y sí, las editoriales tienen "ojeadores", pero dudo no poco de sus capacidades. Por otro lado, lo que suelen buscar son posibles best-sellers, no voces personales, a menudo poco "vendibles". Las novelas de Javier andan a medio camino entre los primeros y las segundas, algo poco frecuente y que, de por sí, da a entender la existencia de un atractivo implícito. La presencia de la literatura del absurdo, a pesar de la estricta trama realista, si bien con un punto de partido próximo a la ciencia ficción, dota a estas dos novelas suyas de una visión desengañada de la existencia muy propia de estos tiempos casi apocalípticos. La verdad es que a Toni y Bea, los protagonistas, acabas cogiéndoles cariño lector, y eso hace mucho para impulsar la lectura, desde luego.
EliminarSobre tu "incapacidad" para construir mundos ficticios, permíteme que exprese mis muy más que serias dudas... Eso sí, te doy la ración de razón pertinente en que la autoficción es un subgénero muy atractivo, pero no deja de ser ficción... Tengo ganas ya de leer lo que anuncias, la verdad.
Asombrado estoy, Juan, de que seas tan endiabladamente capaz de sacar a la luz aspectos de estos muertos tan intrincados y ocultos hasta para mí. Es la tuya una crítica muy agradable de leer, y debo coincidir con ella punto por punto, pues en tu oficio sabes más que yo en el mío, aunque espero que me esté permitido decir que inmerecida, pues no alcanza este escribidor a percibir -sin duda por alguna ceguera extraña- tanto merecimiento como me otorgas. En todo caso, te lo agradezco de todo corazón, pues solo con leerte siento que ya está cumplido el objetivo que me impulsó a escribir esta historia, que, y aviso a los lectores, aún continúa, como bien dices.
ResponderEliminarUn abrazo,
Javier
Señalas lo que puede ser un defecto en los críticos, que vean más de lo que hay, pero lo cierto es que cada cual, cuando lee, lee con too lo que ha leído; de la misma manera que quien escribe lo hace también con todo lo que ha leído. En el primer caso, el del crítico, sería imperdonable que no se notase; en el caso de quien escribe, sin embargo, el pecado es que se note.
EliminarDe todos modos, Javier, siempre he pecado de Aristarco, más que de amable, de ahí lo que me cuesta dar por bueno lo que escribo: me basto solo para despellajarme, ¡una maldición! Enhorabuena, Javier, y comienzo a afilar el cuchillo sacrificial para la tercera parte...¿y última? Chi lo sa!