Clónica del año 2:
Entre el documento y el ensayo o el reto cumplido.
Los veteranos intelectores de este
Diario sabrán que en sus páginas publiqué entre 2006 y 2012 una novela por
entregas, La manzana de Poz, que estos
días, como canónico autor novel, aunque no adolescente, que soy, me entretengo
en pasear por concursos, enviar a editoriales, etc., es decir, seguir el
periplo humillante y larriano por el que han de pasar los frutos del ingenio en
este país nuestro del amiguismo, el capillismo y la bagatelería para aspirar al
encajamiento editorial. Renuevo ritos olvidados de primera juventud y poco más.
En aquella novela, en la que se
cuenta la vida de un escritor exmaldito, Juan Poz, a lo largo de un año en los
anchos límites de su manzana ciudadana, se incluyen días sueltos de una Clónica del año 2 que decide escribir el
personaje, en imitación de la que yo, Juan Poz, me planteé escribir en el 2002
como un reto del que salí medianamente satisfecho, además de con un volumen de
600 páginas del que un editor que tuvo a bien recibirme para explicárselo, porque
por teléfono me dijo estar interesado en él, llevándose las manos a la cabeza
al verlo, me dijo: ¡Pero Vd. está loco…,
querer que le editen algo así! –dijo con piedad coloquial mientras sostenía
al peso la encuadernación en dos tomos…
Y ahí dormitaba, desde entonces, en la
carpeta correspondiente de Mis Documentos, hasta que mi personaje, Juan Poz,
repitió en su aventura de La manzana de
Poz mi propio desafío. Hoy he decidido darlo a conocer [Tienen el enlace en
la barra lateral] por si algún intelector amante de la historia contada a través
del periodismo halla solaz en la lectura de cómo viví aquella aventura en pos
de un concepto, Realidad, tan difícil
de acotar como de definir. En su tiempo, la Clónica
llegó a tener un subtítulo, “Del euro al chapapote”, que perdió en una
relectura lejana, aunque quizás debería recuperarlo, porque la entrada del euro
significó el principio del rápido empobrecimiento de buena parte de la
población española, entre la que me cuento, y el chapapote nos deparó la más
ridícula actuación político-plastilina que imaginarse pueda de un político mediocre que,
¡mírese por dónde!, ha sido encumbrado ¡nada menos que a la Presidencia del gobierno de la nación!
Eran tiempos del Aznarato y aún no se
había inventado Twitter…
He leído recientemente un libro de artículos de Gregorio Morán titulado "La decadencia de Cataluña" que abarcan aproximadamente desde 1997 hasta 1912. Curiosamente ese ejercicio de lectura que implica una revisión del pasado inmediato desde la perspectiva del lector ofrece un interés alto que me ha llevado a revisar mis conocimientos y mi memoria, normalmente tan abducida por la realidad política, social y cultural. La interpretación de Gregorio Morán, articulista anómalo de La Vanguardia, me parece muy interesante. No lo conocía. Quiero decir con esto que el trabajo de crónica o clónica es muy evocador para cierto tipo de personas (habituadas a la lectura de periódicos -cada vez menos-) si se logra crear un narrador interesante, una perspectiva aguda, irónica, sagaz ... La clónica ha sido ensayada por mí en mis intentos de diario en los que procuro introducir siempre una referencia a la realidad periodística para poder situar después mis acaeceres diarios.
ResponderEliminarRecuerdo con agrado tus clónicas en esa novela inédita que es La manzana de Poz que tuve ocasión de leer por entregas y que espero que algún día puedas publicar y dar a conocer.
De Morán tengo ganas de leer "El cura y los mandarines", a ver si lo pillo y me afano. Esta publicación es la de las 365 clónicas que escribí aquel 2002. Las iré colgando a un ritmo moderado, para no agobiar a nadie. Quizás necesitarían abundantes notas a pie de página, pero me pilla ya muy mayor... Confío en la buena memoria de los demás...
EliminarLeí El cura y los mandarines; antídoto contra el periodismo políticamente correcto hecho por quienes nos cuentan una pequeña parte de lo que saben, porque no quieren problemas, y un pobre lector como yo oye insinuaciones hechas para quienes están en el secreto, que no entiende, y nadie se las explica. Lo bueno del libro es la información con nombres y apellidos.
ResponderEliminarLe sobra pedagogía; en esto Morán se parece a la mayoría de sus colegas cuando escriben sobre nuestra historia reciente, se nota el poco respeto que le merece el discreto senado, al que una y otra vez le deja muy claro qué debe pensar.
Los artículos de Morán están bastante bien escritos, pero a este libro le faltó una corrección de pruebas, o la mano de un editor: las discordancias, anacolutos y compañía a veces son tantos que a menudo dificultan la lectura. Le auguro algún cabreo con esto, D. Juan.
Pues a esos defectazos sí que soy sensible de los de piel fina... Con este aviso, estoy por pedirlo prestado...Se agradece.
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