Emerson reads the news always old. |
Ralph Waldo Emerson o la
apasionada búsqueda y reafirmación del yo.
Para Gregorio Luri que disfrutó de su Walden particular up
there…
A cualquier aficionado a la
literatura y al mundo de las ideas en general suele ocurrirle: lee un autor con
el que siente tantas afinidades, que le parece imposible no haberlo leído
antes, o acaso tiene la íntima sensación de haber dicho o escrito lo mismo que
él, en una suerte de coincidentia
similorum, y acaba celebrando, agradecido, los subrayados en el libro de todas
y cada una de las coincidencias con sus palabras, una estupenda ocasión para
celebrar el feliz hallazgo. Por formación, temperamento, profesión y vida
social, nada me asemeja a Emerson, tan lejano en su timorato respeto de los
convencionalismos sociales, pero su pensamiento radicalmente individualista me es
difícil no hacerlo mío y verme reflejado en su defensa a ultranza de la
individualidad y de la conquista de un yo con el que soportar, en la medida de
lo posible, la travesía de la existencia. Emerson fue un rebelde, y la octava
generación de clérigos unitarios en su familia, aunque, al final, también
abandonaría dicha secta protestante porque, en sus propias palabras: I like the silent church before the service
begins, better than any preaching, y fue consecuente con su rechazo a sufrir
la imposición de ningún credo, porque cualesquiera de los muchos que se le
ofrecen a la persona sólo buscan, según él, privarla de su yo y de su libertad.
Su apuesta por lo que, a partir de su ruptura, se llamó el trascendentalismo, dividió profundamente la secta unitaria. Con
todo, ha de recordarse que los unitarios predicaban un acercamiento racional al
cristianismo, y quizás ello explique la apuesta de Emerson por una
espiritualidad propia basada en la intuición, en las convicciones individuales
y en la fusión, casi mística, con la naturaleza.
Pertenece Emerson al llamado grupo de
Concord, junto con David Thoreau y Nathaniel Hawthorne, que no necesitan
presentación. Pocos intelectores hay que no hayan leído el Walden del primero y pocos también, quiero creer, que no hayan leído
la amenísima House of the seven gables,
del segundo, que tuve la oportunidad de leer en Boston, al ladito del Salem
donde estaba ubicada la casa que da título a la novela y que, ignorante de ello
en ese momento, visité guiado por la
obra de Miller y los famosos procesos de brujería del XVII. Si algo caracteriza
a esos escritores es el insobornable apego a su individualidad y su afán por
contribuir a la creación de una sociedad de hombres libres, alejados de
cualquier credo que condicionara su radical libertad personal. De los tres,
acaso el más radical en sus planteamientos fuera Emerson, por más que cultivara
una docilidad social que parecía
contradecirse con sus convicciones. Digamos que vivió esa escisión biográfica
como mejor pudo, pero, sobre el papel, no tuvo ninguna cortapisa para
expresarse con una libertad que comparto totalmente.
He leído una antología de ensayos
editada por la Colección Estrada, de Buenos Aires, en 1943, en traducción de
Juan Ángel Cotta con la que, a veces, se tropieza el intelector sin saber si
por el casticismo transoceánico o por cierta pereza a la hora de buscar
equivalencias más aceptables para el castellano normativo. En cualquier caso,
el ensayo Self-Reliance lo he
encontrado en la red y no he necesitado, por lo tanto, la ayuda, en tantos
casos inestimable, de ese noble arte traicionero de la traducción.
Se trata de ensayos muy diversos, porque Emerson acabó
su vida profesional como conferenciante que se ganaba la mar de bien la vida,
lo cual parece, a juzgar por la severidad de semblante y aspecto con que
aparece en algunas fotografías algo chocante, pero su carrera fue de las
primeras que establecieron un circuito estable de lectures, de conferencias, con las que no sólo ganarse la vida,
sino sobre todo una sólida reputación intelectual. Muchos de sus ensayos pasaron,
por lo tanto, de la dicción a la edición, sin que, al parecer de sus
contemporáneos se perdiera nada en el camino, porque la manera especial de
escribir de Emerson, cercana al registro
coloquial, como si hablara con el intelector a solas, como si de tú a tú intercambiara
confidencias en la veranda de su Old Manse,
sentados ambos en viejas y acogedoras mecedoras que acompasaran el pensamiento de
los interlocutores al ritmo del suave movimiento, cuyo carácter hipnotizante
tanto predispone al recogimiento inteletual. Rely on your self se convirtió en su divisa, complementado por el
filantrópico Be of use to your fellows,
que muestra inequívocamente la escisión, el conflicto permanente que vivió
entre el refugio en sí mismo y la necesidad de actuar en sociedad.
Hacía tiempo que no subrayaba un libro
con tanto ímpetu y adhesión, la verdad. Cualquiera de los ensayos leídos, sea Naturaleza, el hesiódico Los trabajos
y los días; Shakespeare o el poeta;
Amistad; Regalos; El humanista americano o el emblemático Self-Reliance, merecería una entrada
completa en este Diario. Como me es
imposible –el tiempo acosa, el arte es largo, pero la vida breve– acometer tal
proeza, me temo que habré de defraudar a mis sufridos visitantes con un repaso
acaso precipitado (en su doble sentido) de la obra de un autor cuyo equivalente
europeo podría ser Max Stirner, estricto coetáneo suyo, Emerson nace en 1803 y
Stirner en 1806, aunque dudo de que el autor americano llegara a leer la famosa
obra de Stirner, El único y su propiedad,
tan cercana a las tesis del autor. Lo que es seguro es la frecuentación de
Montaigne, con quien han de emparentarse forzosamente los ensayos de Emerson,
porque, a su manera, también los del americano, como los del francés
constituyen una biografía explícita, y no pocas veces implícita. En todo caso,
que sepan los intelectores que visiten este Diario
que será un tiempo ganado el de la lectura de un autor tan cercano, tan inmediato,
tan poco correctamente político, como es Emerson. Harold Bloom no duda en
denominarlo “el Montaigne americano”, pero sus contemporáneos solían referir se
a él como “El sabio de Concord”.
Si hay una idea rectora de su discurso,
hable de lo que hable, la halló expresada en las Sátiras de Persio: Ne te
quaesiveris extra, esto es, “no busques fuera de ti mismo”. Ese es el motor
de su búsqueda, el que le lleva a afirmar, en aquellos tiempos puritanos de su
época: nothing is at last sacred but the
integrity of your own mind. Emerson incluso está tentado de elevar el
capricho a categoría desde la que afirmarse a sí mismo, de ahí que quisiera
entronizarlo: I would write on the
lintels of he door-post, Whim, que es lo que se le quedó grabado a Oscar
Wilde tras leer este ensayo, hasta el punto de afirmar, en su delicioso
opúsculo La decadencia de la mentuira
(Ed. Siruela), que debería hacer lo mismo y colocar ese Capricho, como una deidad, a la que ha de seguirse fielmente, en el
dintel de la puerta de su biblioteca.
Hay algo lúdico en la manera como Emerson afronta este asunto de su yo y
las asechanzas contra su preservación con las que ha de luchar, pero si hay en
Emerson un aspecto de su carácter con el que sintonizo totalmente, porque lo
veo el fundamento de su ser, y del mío, es el de su avasallador vitalismo y su entrega a la experiencia de lo natural,
de lo instintivo. Después volveremos a su vivencia de la naturaleza, pero
ahora, ya que hemos entrado por él, saquémosle algo de jugo a Self –Reliance.
Emerson, como no se le escapa a nadie, y conociendo su
formación clásica, amén de escribir para una audiencia, antes que para los
lectores, es muy amigo de recurrir al aforismo sentencioso no sólo para
condensar su pensamiento sino también para cumplir una de las funciones de la
aforística: sorprender e inquietar al lector. Abundan, por lo tanto, ese tipo
de aforismos que luego corren de libreta en libreta con las ínfulas de Decálogo con que los demás los recogen.
Si no fuera porque el discurso de la autoestima ha acabado teniendo una lectura
radicalmente retrógrada, tras ponerse al servicio de la explotación
capitalista, como bien saben los que escriben sesudos ensayos sobre esas cosas –y
que yo leo por compartirlos con mi hija universitaria–, podríamos considerar a
Emerson como el padre del concepto y de su aplicación: Trust thyself: every heart vibrate to that iron string, nos dice,
sintéticamente; pero lo reafirma a lo largo de todo el ensayo: The man must be so uch, that he mus make all
circumstances indifferent. Every
true man is a causa, a country, and an age. Ahora bien, la valentía, el coraje
individualista de este pensador de apariencia conformista se manifiesta en
convicciones como la que sigue y que tantas críticas debieron valerle en su
tiempo: As men’s prayer are a disease of
the will, so are their creeds a disease of the intellect. Sólo hay que
lanzársela, cordialmente, a los alienados políticos dispuestos a saltarse todas
las leyes de la convivencia, establecidas de común acuerdo, para conseguir sus
perversos objetivos totalitarios, y veríamos lo que escocería. Dicho de otro
modo, de Emerson, claro: Society is a
wave. The wave
moves onward, but the water of which it is composed does not. Por eso se/nos recomienda algo que
tendemos a olvidar: Insist on yourself;
never imitate. Emerson era consciente de la delicada situación
en que le ponían sus ideas, sus convicciones, por eso concluyó que It is easy in the world to live after the
world’s opinión; it is easy in solitude to live after our own; but the great
man is who in the midst of the crowd keeps with perfect sweetness the Independence
of solitude.
Los intelectores saben la atención que le hemos
dedicado a la teoría del carácter en este Diario,
por eso no sorprenderá a nadie que autores como el presente, con sólida
formación clásica, tengan una opinión al respecto. Para Emerson el carácter es
algo así como el objetivo último de la filosofía, por eso, dada la preeminencia
que le otorga en su concepción antropológica, no me resisto a transcribir la
cita completa: Quien ama a primer vista y
odia a primera vista; quien discierne las afinidades y las repulsiones; quien
no se aflige, como los demás, por las condiciones, porque está siempre en la
misma, y en ella goza; quien, consciente de merecer e triunfo, constantemente
menosprecia los medios ordinarios de conseguirlo; quien tiene existencia propia
y se ayuda a sí mismo; quien se
permite ser como es en la sociedad; quien es grande en el presente; quien no
tiene talento, ni le importa tenerlo, pues posee algo que es anterior al
talento y que lo sobrevivirá, algo de lo cual éste es solo la herramienta;
quien tiene todo eso, tiene carácter –el nombre más alto a que ha arribado la
filosofía. De lo que es herramienta el talento es del trascendentalismo, de
esa permanencia espiritual que es sinónima, para Emerson, de libertad y de
poder.
Como advierto, ¡ay!, que me extiendo más de lo que la
cortesía permite, convido a quienes hayan seguido con interés esta entrada a
continuar su lectura en la próxima, de aquí a una semana, poco más o menos, si
el tiempo lo permite y la autoridad no lo impide. Gracias. Disculpen la
interrupción. (Continuará…)
"Emerson y yo", que podría también haberse titulado la entrada. O: "...y tú", que tanto da... ¡Hay que ver, tanta distancia temporal, geográfica e intelectual, y tantas similitudes de pensamiento, e incluso de obra! ¿Por qué será, Juan, que las ideas parecen estar, efectivamente, ahí, esperando? A ver si resulta que Platón tenía razón...
ResponderEliminarEnhorabuena, gran planteamiento.
Un abrazo
Repasando la aforística sumeria y egipcia se da uno cuenta de lo menguadas que llegan a ser nuestras invenciones, al menos las morales. La coincidencia con Emerson, lo que me llevará a leer casi toda su obra -así soy de compulsivo-, no sé si refuerza la teoría platónica, pero sí confirma que a muchos intelectores nos gustan los libros que "nos leen", por narcisista que pueda parecer el gusto.
EliminarMe asombran nuestros caminos tan divergentes en lecturas e intereses vitales. No pareciera que fuéramos los dos padres de familia de dos vástagos, maridos fieles y enamorados, profesores de la misma materia, lectores empedernidos, opositores coincidentes. planteamientos sociales equivalentes, posiciones ante el nacionalismo complementarias, escritores contumaces, uno de pasquines pedagógicos y el otro de ambiciosas urdimbres narratológicas, enamorados de España y del mundo, individualistas, poco dados a la efusión multitudinaria, en la misma década de la vida, o casi, que viven circunstancias semejantes de toda laya y condición... y a la vez percibir acentos diametralmente alejados, intereses dispares, búsquedas antitéticas, pasiones distintas, momentos radicalmente diferenciados, lecturas vorazmente extrañas, atracciones y afinidades intelectuales sorprendentemente desintonizadas. Venir a tu espacio es adentrarme en lo desconocido y no necesariamente anhelado. Siempre me desconciertas. Tu universo personal es asaz rico y complejo. Pienso que hay una herencia genética en los intereses particulares. Yo no tengo mucho que ver con mi padre, es cierto, pero hay un aire de familia.
ResponderEliminarY otro elemento en común entre los dos lo mencionas al final de tu respuesta a Javier. Hablas del narcisismo. ¿Por qué será que las personas narcisistas tienen algo que me interesa? No todos pues los hay mejores o peores, según mi punto de vista. Pero uno que es narcisista se siente atraído por otros del mismo signo, aunque sus obsesiones intelectuales sean la noche y el día. El invierno y el verano. El Yin y el yang. En fin.
No he hablado de Emerson, pero ¿qué iba a decir? No me siento en estos momentos atraído por su pensamiento aunque valoro esa individualidad radical en que también me siento a gusto Me alegro de que hayas encontrado un espíritu tan afín. Yo estoy, como no, en otro lado, igualemente apasionado y tortuosamente absorbido por otros menesteres, aunque soy consciente del momento dorado que estás pasando desde hace dos o tres semanas, pirata.
Un abrazo.
Pues Emerson tiene la respuesta, también, y me adelanto a la continuación inminente: "La amistad nunca debería caer en lo usual y establecido, sino que debería ser vigilante e inventiva, y añadir rima y razón a lo que era tráfago". Y no nos veo tan disímiles, la verdad. Facetas distintas de intereses muy próximos, diría yo. Como vuelve a decir el propio Emerson: "Hablamos de elegir a nuestros amigos, pero los amigos se eligen solos". Eso creo que nos ha pasado a nosotros. No soy quien para sugerir lecturas -aunque no hago otra cosa en este Diario- pero la verdad es que Emerson te habla de tú a tú, y te dejas llevar, yo al menos.
EliminarDorado, sí, pero aún no me he limpiado la costra con que fui esputeado por el monstruo marino...