Los
Ricordi politici e civili * de
Francesco Guicciardini, primer crítico de
Maquiavelo**.
Por los cerros ubetenses, por los que suele discurre
buena parte del camino de una investigación filológica, he hallado, con el hato
de mis fichas y asteriscos al hombro, este atajo hacia los orígenes del género
en la Europa revuelta de los tiempos de Fernando el Católico. Francesco
Guicciardini tuvo una vida rocambolesca, llena de los lances habituales en una
época en que algunos territorios anochecían
franceses y se despertaban aragoneses, y en que una persona pasaba de la cárcel
al gobierno de una región.
Hijo de un embajador
florentino ante la corte de Milán y apadrinado por Marsilio Ficino, ¡que ya es
aval!, estudió Derecho y, después de estudiar en Padua, se doctoró en Pisa.
Partidaria, Florencia, de Luis XII de Francia, contra quien movió guerra el
papa Julio II en alianza con Fernando V de Aragón y Enrique VIII de Inglaterra,
Florencia decidió enviar un embajador que mediara ante Fernando V. Salió
elegido nuestro aforista, a pesar de su juventud. En enero de 1512 salió de
Florencia y tras ocho días de viaje, llegó a Burgos. De ese viaje, de casi dos
años de duración, se conserva una narración en la que, luego lo veremos,
Guicciardini nos ofrece un retrato, lleno de agudeza psicológica e histórica,
de la España de los inicios de su andadura como estado.
Florencia
fue derrotada por la Liga, tras la muerte en Rávena del “general” Gaston du
Fox. Los Médici, con la ayuda de la Liga, volvieron al poder del que habían
sido expulsados 12 años antes. Julio, el hermano del Papa León X, cuyo
mecenazgo artístico es uno de los grandes capítulos del arte en Europa, se
convirtió en un tirano. León X nombró a
su sobrino Lorenzo, pero no se enderezaron los asuntos de estado. Por esa misma época de la embajada de Guicciardino,
Fernando V tomó Navarra con al apoyo de bulas ad hoc, primero de Julio II y luego de León X, que
justificaban la anexión. Como Fernando V trataba sobre los asuntos de Florencia
con el Nuncio del Papa, Guicciardini pidió permiso para regresar. Salió de
España en octubre de 1513 y por el camino, que iba a ser más largo para conocer
el país, le llegó la noticia de la muerte de su padre. Aceleró, pues, el
regreso y llegó a Florencia en enero de 1514. En agosto de ese mismo año fue
elegido miembro de la Bailía, la corporación que gobernaba la república. Como
fue elegido por los Médici tuvo enseguida en su contra a los nacionalistas
florentinos que quisieron enemistarlo con Lorenzo de Médici para buscar su
ruina. Ocurrió lo contrario. Cuando León X llegó a Florencia y trabó
conocimiento con Guicciardini, no dudó, dada su valía, en llevárselo con él a
Roma, facilitándole una exitosa carrera gubernamental al servicio de tres papas
diferentes que fueron renovándole la confianza.
Nuestro
ambicioso hombre de gobierno, en parte maquiavélico aun a su pesar, creyó que
sería capaz de gobernar en Florencia por la persona interpuesta de Cosme de
Médici, después de haber defendido a Alejandro ante Carlos V, ganándose la
admiración del Emperador por su elocuencia, y después de proponer a Cosme tras
haber matado Lorenzo de Médici a su hermano Alejandro. Cosme, sin embargo,
prescindió de sus servicios y a Guicciardini no le quedó otras sino retirarse a
una alquería de su propiedad y, donde murió en 1540 a la edad de 57 años
después de haber sido testigo y notario de una turbulenta época de la historia
europea. Su conocida, y reconocida, dimensión de historiador, tanto por su Historia de Florencia como por su magna Historia de Italia compite con la de
aforista y la de cronista, pero a mí me ha interesado lo segundo y me ha
sorprendido lo tercero.
De
su polémica con Maquiavelo, a quien consideraba un idealista utópico, acaso en
otro momento pudiéramos ocuparnos, sobre todo porque el realismo de Guicciardini
no deja de sorprendernos al ponerlo en relación con su biografía maquiavélica al servicio
del poder de los Médici tanto en el papado como en Florencia, si no es uno y lo
mismo.
Mi interés
prioritario son, como saben bien mis intelectores, los aforismos -¡la tesis que
no cesa…!-, que en esta ocasión citaré directamente en italiano, porque es la
edición que encontré en la red, aunque hay traducción en español. Pero no me
resisto a ofrecer unas pinceladas de la visión que de España tenía un viajero
ilustrado, aunque joven, el mismo cuyas teorías políticas se basaron en la
contemplación directa de la acción de gobierno del Rey Católico, a quien
Gracián, más de un siglo después, convirtió en El Político, en la suma de las virtudes del arte de gobernar y
espejo de príncipes, por decirlo en expresión típica de los manuales de los
siglos XVI y XVII, con los que lidio.
La
visión de España que nos ofrece Guicciardini no es muy halagüeña, pero no hemos
de olvidar que, aunque respetado, está en una Corte hostil a sus pretensiones.
Ello no empece para que advirtamos lo mucho que de verdadero hay en apreciaciones
tan puestas en buen juicio como éstas:
Los hombres
de esta nación son de carácter sombrío y de aspecto adusto, de color moreno y
baja estatura, son orgullosos y creen que ninguna nación puede compararse con
la suya: cuando hablan ponderan mucho sus cosas y se esfuerzan en aparecer más
de lo que son; agrádanle poco los forasteros, y son con ellos harto desabridos,
donde el famoso mito de nuestra hospitalidad queda hecho añicos, aunque no
sucede lo mismo con la aberrante megalomanía que ahora sufrimos centuplicada en
la autonomía catalana.
La pobreza
es grande, y en mi juicio no tanto proviene de la calidad del país cuanto de la
índole natural de sus habitantes, opuestos al trabajo, que ha sido, una de
las grandes rémoras del país frente a los laboriosos países protestantes. Si
bien añade, y tiene rasgo de obviedad que A
pesar de que, como se ha dicho, esta nación sea en lo general pobre, los
grandes, por lo que yo entiendo, viven espléndidamente y con gran lujo, que
eso de las demagógicas castas no
viene de ahora, claro está.
Son muy
pródigos en ceremonias y las hacen con muchas reverencias, con mucha humildad
en palabras y cumplimientos (…) todos son señores suyos, todos pueden
mandarles, pero son de índole ambigua y hay que fiar poco en sus ofertas.
Nos puede el protocolo, la pompa y la solemnidad. Y si no échese la cuenta de “momentos
históricos” que se llevan vividos en Cataluña en los dos últimos años…
Matrimonio –nos
dice de los ahora televisivos Fernando e Isabel– ha sido éste en verdad muy afortunado,
por haberse reunido, además de tan grandes reinos, una señora muy distinguida
con un príncipe prudentísimo, si bien luego nos hablará de la ludopatía de Fernando
V de Aragón, que atemperó por respeto a la reina Isabel pero a la que se
entregó, ya viudo, con notable frenesí. El mismo de quien nos dice Guicciardini
que es iliterato pero muy urbano.
Más
hiriente para el intelector contemporáneo es el párrafo en que despotrica de
los judíos, tan propio de su época y tan deleznable siempre: Agregábase a esto otra cosa repugnante y
censurable, a saber: que todo el reino estaba lleno de judíos y de herejes, y
la mayor parte de los pueblos estaban manchados con esta infección y se
encontraban en sus manos todos los cargos y heredamientos principales del
reino, con tanto poder y en tan gran numero que se observaba sin gran trabajo “que
en pocos años la España entera habría abandonado la fe católica”. De ahí
que loe la creación de la Inquisición, de la Hermandad, porque esta activa
persecución, juntamente con la severidad del castigo ha dado la mayor seguridad
a los caminos, excepto algunos parajes que por su especial situación es casi
imposible tenerlos completamente limpios de criminales. Por otro lado
sorprende que ponga de relieve el enorme número de moros que habita en el reino
de Aragón en donde habitan muchísimos
moros usando sus mezquitas y ceremonias religiosas, habiéndoles tolerado por
muy largo tiempo aquellos reyes, porque pagan impuestos considerables, lo
que nos lleva a la confirmación de que hasta con los impuestos choca la
Inquisición.
Sus Ricordi, una obra de vejez, pero
construida a lo largo de su vasta experiencia como estadista, embajador,
historiador y maquinador en la sombra, fue publicada en 1576 con el título
inicial de Avvertimenti –Advertencias,
o Avisos, que debería ser su correspondencia
en español, a juzgar por los muchos de ellos que se publican en los siglos XVI
y XVII– casi cuarenta años después de su muerte y, desde entonces, su
reconocimiento ha ido en aumento, aunque haya sido ensombrecida, su obra, por
la imponente de Maquiavelo. Sus Ricordi
son el primer libro de aforismos europeo concebidos en la línea autobiográfica
y teórica de lo que, con Montaigne, conocemos como un género nuevo, el ensayo, que ha llegado hasta nuestros
días con insólita pujanza, solo comparable a la de la propia aforística, y de todos es conocida la relación estrecha
entre ensayo y aforismo, como lo demuestra la magna obra de Montaigne, un
inmenso vadémecum de ellos .Estos aforismos nos presentan una perspectiva ética
que choca con Maquiavelo en un aspecto metodológico. Mientras Maquiavelo
pretende elaborar una teoría aplicable urbi
et orbi, Guicciardini se ciñe al empirismo más radical. È grande errore parlare delle cose del mondo
indistintamente e assolutamente e, per dire così, per regola; perché quasi
tutte hanno distinzione e eccezione per la varietà delle circunstanze, le quali
no si possono fermare con una medesima misura; e queste distinzione e eccecione
non si trovano scritte in su libri, ma bisogna le insegni la discrezione. Bien podríamos decir que, a su manera, lo que
enfrenta a ambos es su postura frente a la justificación o no de los medios
para conseguir los fines. Con todo, la visión poco amable Non è bene vendicarsi nome di essere sospettosso, di essere
sfiducciato; nondimeno l’uomo è tanto fallace, tanto insidioso, procede con
tante arte si indirette, si profonde, è tanto cupido dello interesse suo, tanto
poco respetitivo a quello di altri che non sì può errare a credere poco, a
fidarsi poco y nada esperanzada que
tiene Guicciardini de la condición humana, con un sí sabemos qué de medieval,
nos lo vuelve un escritor cercano a nosotros en muchos aspectos, por esa suerte
de realismo escéptico con que casi nos es obligado considerar estos tiempos que
(no) corren: Quando io considero a quanti accidenti e pericoli di infirmità, di
caso, di violenza, e in modi infiniti, è sottoposta la vita dell’uomo, quante
cose bisogna concorrino nello anno a volere che la ricolta sia buona, non è
cosa di che io mi maravigli più che vedere uno uomo vecchio, uno anno fertile.
Con todo, es de gradecer su inclinación hacia
la observación y el reconocimiento de lo real como regla máxima de conducta,
eludiendo las construcciones teóricas, religiosas o filosóficas, para intentar
entender la realidad: Tutto quelle che è stato per il passato e è
al presente, sarà ancora in futuro; ma si mutano e nomi e le superficie della
cose in modo, che chi non ha buono occhio non le riconosce, né sa pigliare
regola o fare giudicio per mezzo di quella osservazione. A su parecer,
escrutar el destino en lo invisible sólo sirve para ejercitar el ingenio, no
para buscar la verdad: E filosofi e e
teologi e tutti gli altri che scrutano le cose sopra natura o che non si
veggono, dicono mille pazzie: perché in effetto gli uomini sono al buio delle
cose, e questa indagazione ha servito e serve più a essercitare gli ingegni che
a trovare la verità.
Hay un concepto
capital, la discreción, para entender el concepto del hombre del Humanismo,
del Renacimiento y aun del Barroco: Discreto
lo quiere Guicciardini, Discreto lo quiere Pietro Bembo en El cortesano y Discreto lo quiere Gracián en su obra con el mismo nombre El Discreto. Parte fundamental de esa discreción
es la aceptación del propio destino: Né e
pazzi né e savî non possono finalmente resistere a quello che ha a essere: per
io non lessi mai cosa che mi paressi meglio detta che quella che disse colui:
“Ducunt volentes fata, nolentes trahunt”. [ Se refiere al conocido aforismo
de Séneca: Fata volentemen ducunt, nolentem trahunt: El destino conduce al que
se somete y arrastra al que se resiste.]
Lo atractivo de estos Ricordi de Guicciardini es que, como en todo lo humano, advertimos
ciertas contradicciones propias de lo verdaderamente vivo y, por ello,
complejo. Hay puntos básicos, como la pertenencia del autor a las clases
dirigentes y la visión consiguiente del pueblo como un laberinto de confusiones Chi disse uno popolo disse veramente uno
animale pazzo, pieno di mille errori, di mille confusione, sanza gusto, sanza
deletto, sanza stabilità, y en cuya
opinión, por consiguiente, no se puede confiar: Le
inclinazione e deliberazione d’ populi sono tanto fallace e menate più spesso
del caso che dalla ragione, che chi regola el traino del vivere suo non in
altro che in sulla speranza d’avere a essere grande col popolo, ha poco
giudicio, perché a apporsi è più ventura che senno , o la necesidad de
hacer una política expeditiva: actuar, aun a riesgo de equivocarse, es siempre mejor que la lamentable pasividad: Diceva messer Antonio da Venafra, e diceva
bene: “Metti sei o otto saviî insieme, diventano tanti pazzi”; perché, non si
accordando, mettono le caso più presto in disputa che in resoluzione .
Por cierto, en La forza del destino, de Verdi, un monje
que da de comer la sopa boba, el bodrio, a los pobres, llamaba ricordi a esas sobras del rancho. Ignoro
hasta qué punto cabe una interpretación del título de Guicciardini que
relacione ambas acepciones, pero no deja de ser llamativa la coincidencia entre
ambas, porque desde su encumbrada posición, no pareciera sino que Guicciardini
nos hace gracia de ellos para alimento de nuestras almas…
Negli uomini può
ordinariamente molto più la speranza che el timore; però fácilmente non temono
di quello che doverrebbono temeré, e sperani quello che non doverrebbono
sperare.
Non è la piú labile
cosa che la memoria de’ benefici ricevuti.
Lo affermare
o negare gagliardamente mette spesso a partito el cervello di chi ti ode.
Non e uomo
sì savio che non pigli qualche volta degli errori. Ma la buona sorte degli uomini
consiste in questo: abattersi a pigliargli minori o in chose che non importino
molto.
La buona
fortuna degli uomini è spesso el maggiore inimicco che abbiamo, perchè gli fa
diventare spesso cattivi, leggieri, insolenti. Per è maggiore paragone di uno
uomo el ressistere a questa che alle avversità.
Finalmente, Guicciardini hace un elogio el aforismo
como género que, a diferencia de las obras largas, permite una mejor
asimilación del contenido:
“Poco e
buono”, dice el proverbio. È impossibile che chi dice o scrive molte cose non
vi metta di molta borra; ma le poche possono essere tutte bene digeste e
stringate. Per sarebbe forse stato
meglio scerre di questi ricordi uno fiore che accumulare tanta materia.
*Todas las citas están tomadas de Guicciardini,
Francesco, Ricordi. Ed. Einaudi, 1994
**Guicciardini, Francesco (1530). Consideraciones en torno a los Discursos de
Maquiavelo sobre la primera década de Tito Livio.
Tengo el italiano un tanto oxidado...
ResponderEliminarDigamos que propongo una lectura creativa (y alguna escapada a wordreference en caso extremo, claro..., no vayamos a traducir oxidado por "orinato", en vez de por arrugginito -que supongo que tendrá que ver con nuestro ferruginoso-.) Lo que sucede es que su pensamiento es tan claro que lo difícil es no entenderlo, porque la defensa de la discreción, del discreto de Gracián, llega enseguida. Tomemos, por ejemplo, un lugar común de la aforística cioranesca, el descrédito de la persona: "l’uomo è tanto fallace, tanto insidioso, procede con tante arte si indirette, si profonde, è tanto cupido dello interesse suo, tanto poco respetitivo a quello di altri che non sì può errare a credere poco, a fidarsi poco" ¡Nos está hablando en puro castellano! Digamos que con esta última entrada en el Diario he querido ser consecuente con la dedicada a Perucho, para que se vea que no era una cuestión "interterritorial" hispánica, sino universal. Algo trujamanes nos cumple ser, ¿no te parece
EliminarMuy interesante personaje, testigo privilegiado y agudo de esa época tan convulsa, excitante y brillante... Sigo fascinado por su entretenida manera de trasmitir conocimiento.
ResponderEliminarAbrazo