27 de setiembre de 2...
La alergia colinérgica es enfermedad paralizante. ¡No haces otra cosa que rascarte! Inmóvil, angustiado, mientras contemplas –naturalista bebecesco- cómo se llena el cuerpo de bubones que, como las gotas de aceite sobre el agua, se unen hasta formar una meseta paramesca, un yermo enrojecido del que se eleva un calor dolorido cuyos gritos tensos se te meten hacia dentro como la brasa se abre camino hacia el hueso en el pie que se equivoca en el brasero... Es la humedad, en parte, responsable, ¡y el azar! Tal como vino quizás algún día se vaya, dicen los doctores en ignorancia y maestros en la minuta.
El fracaso, mi desencajamiento, también es responsable. Las bubas son sensibles a los estados depresivos. Sería éste un buen argumento para cortar el discurrir de los días y mis desahogos; pero quienes tenemos el alma masoquista, como la tenía Reich, nos nutrimos de ella para seguir aguantando hasta que lleguen los días de la gloria desconcertante. Ya no tengo prisa. Quien fui sí que la tuvo. ¡Cómo deseaba que se consumieran los meses que tenía que aguardar en vilo hasta que se fallaran los cien mil concursos a los que se presentó durante toda su vida! ¡Si se hubiera cumplido su deseo, apenas habría pasado de los veintipocos años...!
Estoy bien aquí, calentito, con las manos sobre el casi zoster que me rodea la cintura, preludio de las manos sobre las castañas noviembrescas... Muchos puntos suspensivos son éstos que llevo, la verdad. Y yo he venido aquí a suspender a otros, no a quedarme yo romantizado, con tres pañuelos llenos de esputos sanguinolentos, los ojos en blanco y la tez avinagrada. Cualquiera me vale, claro está. Cualquier nombre al voleo de Voland pone el dedo en la llaga: da igual que Marías, da igual que Mendoza, da igual que el difunto nobelcelado, da igual que Reverte, da igual que Umbral, da igual que Vila, da igual que las sonrisantas utsupradas, da igual que Muñoz y cia (vale santa costilla), da igual que... Son nombres al bote pronto del desdén, ni mayores ni menores que otros que pudieran haber botado: todos ellos en el bote fáctico de los emporios donde jamás admitirían una obra como ésta (y aquí vendría pintiparada la cita de Marx, que dejo a elección de los perspicaces y sobrados).
Es muy de cánones religiosos hablar de autores mayores y menores, de capítulo entero, de negrita o de bastardilla en los libros de la Historia, la gran mentecata; pero convendría hablar, quizás simplistamente, de obras literarias y de obras de pasatiempo, casi de pasa el viento...Y dejo para los iluminados por el sentido excepcional de la sensibilidad, discernir en qué consista lo literario. Yo me retiro hasta mejor ocasión: el masaje de la bolsa de guisantes congelados sobre mis bubas enardecidas me ha dejado helado, y plumisilánime.
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