Escritura siniestra
II. La grafología: entre la adivinación, la crítica psicológica del signo escrito y
los prejuicios colectivos.*
No me las voy a dar de entendido en grafología, a
pesar de lo que de aquí en adelante se lea, porque mi experiencia intelectora
sobre esta disciplina se reduce a la lectura de dos manuales, uno de Maria Rosa
Panadés, Prontuario de grafología,
Ediciones Zeus, Barcelona, 1971, muy completito, dicho sea de paso por sus 243
páginas de letra apretadita y numerosos y elocuentes ejemplos; y el otro de
María Fernanda Centeno, Manual Básico de
Grafología, publicado en la red por el Colegio Mexicano de Grafología y Criminalística.
De estas dos fuentes, así pues, saldrán todas las referencias a esta
pseudociencia o aspirante a ciencia que aparecerán en cuanto se lea de aquí en adelante. La
interpretación de los datos allí leídos, así como mis escepticismos, perplejidades
y sorpresas, sí que caen del lado de mi responsabilidad crítica.
Mi interés
por el arte del desvelamiento de la personalidad a través de la escritura está
en relación directa con la vergüenza que siempre he sufrido por mi cacografía
particularísima, por un lado; y, por otro, por la tentación de interesarme por
esa especie de adivinación del carácter que, a modo de horóscopo gráfico, nos
propone la grafología, máxime después de la pesada serie de entradas que le he
dedicado a la teoría del carácter y que el intelector interesado encontrará con
facilidad en este Diario [En 6
entregas, la última doble, desde el 6 de mayo hasta el 12 de julio]. Que la
personalidad pueda revelarse desde los personales trazos de la escritura de
cada cual siempre me ha parecido un acto de auténtica magia. Quería ver, así
pues, qué había de magia en esa “lectura” del carácter a través de la
grafología y qué de ciencia, si es que pueda existir algún tipo de relación
entre ambos conceptos.
En primer lugar he de decir que lo que sí hay es
un campo léxico específico cuyo conocimiento merece la pena de cualquier
lectura al respecto. El afán taxonómico de esta disciplina ha creado un corpus
terminológico del que iré dando algunas muestras, para solaz de mis
intelectores y propio. No hay disciplina académica sin terminología, de ahí la
rapidez con la que las pseudodisciplinas, ansiosas del prestigio social e
intelectual que suele denegárseles, establecen una terminología que dificulta
el acceso a la posesión de las herramientas hermenéuticas que son capaces de
descubrirnos desde enfermedades coronarias hasta la condición de psicópata
peligroso.
Procedamos con orden, algo que me cuesta horrores,
porque lo mío es la madeja enmarañada de las digresiones, no los párrafos
ordenados militarmente como la orden del día cuartelaría. Primero hago un
repaso de algunos conocimientos básicos de esta mancia y, después, expongo las conclusiones a que he llegado
analizando mi propia letra desde esos conocimientos. Estos:
La inclinación de la letra es algo así como el
impulso primigenio que seguimos a la hora de escribir. Según nos inclinemos
hacia uno u otro lado, o la mantengamos enhiesta como el asta de la bandera del
orden, la escritura nos depara estas virtudes o aquellos defectos. Hay
escrituras sinistrógira -nada que ver, por cierto, con la siniestra de la ilustración con que yo escribo mis obras de teatro...- o regresiva,
por ejemplo, que es la que
presenta una inclinación hacia la izquierda, o sea, en sentido contrario a la
marcha de la escritura, obligando, por tanto, a un constante autocontrol de los
propios gestos, forzándolos a seguir una inclinación contraria a la que nace
espontáneamente de los mismos. Denota reserva, individualismo, afición por la
autoobservación y, generalmente, disimulo, falta de generosidad; evasión de la
realidad; inadaptación; egoísmo, egocentrismo y tendencia al disimulo. De igual modo que la hay dextrógira o progresiva, esto es, inclinada a la derecha, lo cual implica: inteligencia, sociabilidad,
extraversión.
El trazado de las letras y la presión que
ejercemos a la hora de escribir nos permite, a su vez, una clasificación que,
aun extensa, gozará del beneplácito de mis intelectores:
Escritura
de presión fusiforme [líneas finas
combinadas con líneas fuertes; típica de las letras caligráficas]: Denota sensualidad, placer de
vivir, amor a las cosas que adornan la vida.
Escritura pastosa [la de rasgos fofos y llenos, sin diferencias de presión
entre unos y otros]: sensualidad. Ausencia de autocontrol. Dejadez.
Escritura babosa, empastada [con prolongaciones inferiores sucias y tinta corrida no
debida a la pluma, sino a la presión]: Agresividad, violencia, ira.
Escritura martillada [trazos en forma de
martillo; sobretodo apreciados en las tildes de las t]: Emotividad,
impulsividad, violencia. Si va acompañada de presión fuerte: brutalidad.
Escritura acerada [de terminaciones
agudas y cortantes]: Profundidad, penetrabilidad, especialización, agudeza
incisiva. Escritura yuxtapuesta
[letras separadas totalmente unas de otras]: Intuición. Riqueza de ideas. En
general, falta de sentido práctico. Facilidad para analizar los detalles.
Escritura agrupada [enlaces entre
dos o tres letras dentro de cada palabra]: ideas personales. Independencia de
juicio, adaptación. Escritura fragmentada
o brisada [ligeros cortes en los
trazos de las letras]: Trastornos respiratorios o circulatorios.
Escritura angulosa [enlaces en forma de ángulo]
Firmeza, decisión, despotismo –cuando la presión es muy fuerte. Constancia.
Escritura en guirnalda [redondeada
en la base; las m y n tienen la forma de u]: Amabilidad, dulzura, atención,
bondad, cortesía (en general, rasgos de escritura femenina).
Escritura en arcadas [enlaces que tienen la forma de
arcos convexos]: Si los arcos son muy acusados, indica pretensión, orgullo,
suficiencia, vanidad, obsequiosidad, servilismo.
Escritura en guirnaldas de base cuadrada [signo
grafológico negativo]: Amoralidad.
Escritura filiforme [trazada a modo de hilo que se desdobla]: Si los rasgos
son rápidos: Especulación y busca, por todos los medios, de los fines que se
propone el sujeto.
Escritura ligada
[cada palabra o, al menos, la mayoría de palabras, se escriben sin levantar la
pluma]: Espíritu lógico, racionalismo. Deducción. Si todas las palabras están
enlazadas entre sí, nos hallamos ante estados maniáticos y obsesivos.
Lo último de inequívoco interés, y que
es, acaso, por donde debería haber empezado, es el significado del dibujo de
cada letra o grupo de letras, porque algunas de ellas comparten rasgos cuyo
significado es único para todas ellas. He aquí una síntesis apretada de algunos
de los conocimientos que llamarán la atención de los profanos:
a) Su importancia está sobre todo en la
cola, por ser continuación del óvalo
que, según C. Muñoz
Espinalt, simboliza la personalidad.
g) Las jambas, y sobre todo la de la g, tienen un
valor simbólico considerable, porque han sido definidas como signos reveladores
de la sexualidad.
m) La letra símbolo del egoísmo.
n) el trazado de la letra n es el más apropiado
para reflejar el temperamento.
o) Letra básica, según el método grafológico de C.
Muñoz Espinalt, por simbolizar la síntesis de la personalidad.
t) Símbolo de la voluntad, por el esfuerzo que
representa el tener que cambiar radicalmente la trayectoria de los movimientos,
el que traza el palo y el que traza la tilde.
Los
trazos, igualmente, tienen un significado que se suma a los ya expuestos para
redondear el análisis
d regresiva: aislamiento, introversión, reserva.
Jambas de la j y prolongaciones exageradas: acusa
libidinosidad.
Jambas simplificadas, incompletas: autocontención
sexual.
La agudeza viene señalada por la marcada
separación entre letras y entre sílabas, signos que reflejan la intuición, así
como por la austeridad de los trazos y de todas las letras, mayúsculas y
minúsculas.
La g de óvalo invertido y con jamba incompleta y
la preponderancia de la zona inferior de la f muestra la inversión sexual.
La forma de la d, adornándola con un rasgo
agresivo, ganchoso y arqueado, indica afán de agradar y seducir. Con vivo apego
a las cosas del pasado.
Finalmente ofreceré una
correspondencia entre ciertos caracteres comunes y el tipo de grafía que les
corresponde, según lo exponen en dichos manuales:
Abnegación: escritura comprimida, estrecha, apretada. Tildes de la t muy
bajos. Pocas angulosidades.
Agresividad: Tildes de la t largos y acerados, a veces, martillados.
Ambición: Firma ascendente y grande.
Amor propio: Mayúsculas muy perfiladas. Letra s minúscula de mayor tamaño
que las restantes. Palo de la p que se proyecta de forma muy acusada en la
parte superior de la línea.
Apocamiento: Rúbrica que cubre o semicubre al nombre.
Autoritarismo: Barras de las t muy largas.
Benignidad: Puntos de las íes más bien elevados.
Bravuconería: Escritura de gran tamaño, con mayúsculas sobrealzadas y
adornadas. Tildes de la t exageradamente largos y, a veces, complicados.
Coquetería: La letra n redondeada. La rúbrica aparece con dos pequeños
travesaños.
Depresión: la letra s y los finales de palabras están por debajo del nivel
de la demás letras de la misma palabra.
Erotismo: Jambas de la g, j y q, y a veces la p, totalmente
desproporcionadas.
Negligencia: Escritura acelerada, inestable, gladiolada; de fragmentos poco
legibles y otros claros. Enlazada. Margen iaquierdo muy irregular. En conjunto,
poco sinuosa y poco regular.
Obstinación: La tilde de la t es descendente.
Sobrestimación: Trazar las mayúsculas separadas de las minúsculas y de
forma exageradamente grande.
Por lo que hace al
capítulo personal, comenzaré con este hermoso augurio del señor Rochetal, al que tan próximo biológicamente me hallo: A
partir de los sesenta y cinco años, la escritura envejece, se hace temblorosa
como la mano que lleva la pluma, se vuelve cada vez más descendente [pérdida
del ardor, de la pasión, de las ambiciones], apretada, expresando la avaricia
natural de los ancianos. Y aparece, además, con letras iguales en altura, pues
el viejo no tiene necesidad de mentir.
Desde
este diagnóstico, casi podría decir que me es indiferente lo que esta inmisericorde
pseudociencia haya de decir de mi grafismo, o mejor dicho, lo que yo he
descubierto en él a partir de sus juicios vulgares y tradicionales hasta la
extenuación, cuando no tan arbitrarios como carentes de fundamento. Las
oposiciones básicas de nuestro sistema binario: ascendente, positivo;
descendente, negativo, por ejemplo, forman el corpus doctrinario de esta
disciplina. Así pues, cualquier “verdad” que me revele la tomo con las debidas
precauciones. Decir “verdades”, que pasan por “revelaciones” sobre alguien de
quien se desconoce todo, no es tan difícil, como bien saben los charlatanes
mánticos, porque su sistema de generalización aproximativa es el mismo que usan
los políticos, por ejemplo, a la hora de diagnosticar cuál es la realidad concreta
de una sociedad en un momento dado.
Después de indagar con escrupulosa mirada cotejadora,
percibe el grafólogo inexperto que su cacografía está afectada por muchas de
las que le revelan verdaderas barbaridades y algunos halagos, da igual cuál sea
la corriente o secta teórica desde la que haga el cotejo: la escuela simbólica
de Pulver; la Intuitiva de Moretti; la emocional de Monroth, la francesa de
Michon o la española de Muñoz Espinalt y Matilde Ras, por ejemplo. Mi escritura
es dextrógira, filiforme, agrupada ( Dentro de una
misma palabra están unidas dos o más letras, luego se separan y después se
vuelven a unir. La persona usa la lógica y la intuición. Tiene agilidad mental
, equilibrio y capacidad de asociar ideas. También indica desequilibrio y comportamiento
desigual ), con
espíritu de celda –tanto la carcelaria como la monástica–, y, sobre todas las
cosas, ilegible y -y aquí viene el rosario de los hermosos piropos a mi trabajada
cacografía ilegible-:
Agitación, nerviosismo,, actividad febril, desorden.
Gusto por intrigar, por sorprender, y por hacer
dudar.
Indiferencia hacia la persona que va a leer el
escrito.
Disimulo de las propias intenciones.
Descortesía, mala educación.
Falta de sentido de la organización.
Mayor riqueza interpretativa al inventar palabras.
Huida de las responsabilidades y obligaciones
por inestabilidad, fatiga o astenia.
Como se advierte, pues, dan en el clavo y
me dejan expuesto como una hermosa mariposa atrapada en el fieltro del ingenio,
porque a los avezados intelectores no les habrá pasado por alto que, aunque no
se me entienda ni jota, ni efe, ni ge ni de, es evidente mi mayor riqueza interpretativa
al inventar palabras, como las muchas que por estos escritos/sotos,
incomprensibles en su versión original, voy derramando..., aunque no me atrevo
a continuar con el “vistiéndolos de hermosura”, porque para atrevimiento
desvergonzado basta con el gesto…
*Por si alguien cree que estas cuestiones de la caligrafía son algo baladí, quiero recordarles que el Arte de escrevir, de Francisco Lucas, a quien se considera el mejor calígrafo español, en edición de Juan de la Cuesta de 1608 se vende al bonito precio de 6500€...