Esto no es una novela y La última novela:
nihil novum sub sole.
Las sólidas raíces clásicas de los últimos coletazos de la vanguardia.
nihil novum sub sole.
Las sólidas raíces clásicas de los últimos coletazos de la vanguardia.
No hace mucho comentábamos
la conciencia que tenía Petronio no sólo de estar escribiendo algo a
contracorriente de las tendencias comunes de su tiempo, sino también lo
orgulloso que se mostraba de hacerlo como, supuestamente, nadie lo había hecho
antes de él. Se le desvanecía al marsellés, el recuerdo del gran Ovidio en
cuyos libros, desde el Arte de amar
hasta los Fastos, pasando por un
libro capital en la cultura de Occidente como Las metamorfosis o una autobiografía tan desoladora como la
repartida entre Tristes y Pónticas (escrita en su destierro en el
Mar Negro, en tierra de bárbaros, donde su mayor suplicio era, como él mismo desterrado
confiesa, no oír el latín culto cuyo modelo definitivo él tanto contribuyó a
crear) halló, sin duda, no poco alimento literario Petronio para su propia obra;
pero tampoco se reconoce heredero de los grandes satíricos griegos:
Aristófanes, Menandro y Luciano de Samosata, por ejemplo. Y ni siquiera
reconoce deuda alguna con ejemplos satíricos tan cercanos a él como el oscuro
Persio o el extravagante Séneca de La
Apocoloquintosis del divino Claudio. Está convencido, Petronio, pues, de
dejar una huella original en la Historia universal de la literatura, porque el
amor propio de los autores no tiene límites, como su vanidad.
Viene esta introducción a
cuento de la propuesta novelística de vanguardia que comentamos. Los dos libros
de Markson de los que quiero hablar,
forman parte de una tetralogía que él quiso ver editada en vida en un solo
libro. Y quizás fuera lo adecuado, si tenemos en cuenta la unidad formal de los
cuatro libros que forman la tetralogía: Readers’s Block (publicado en 1996);
This is not a Novel (publicado en 2001); Vanishing Point (publicado en 2004) y
The Last Novel (publicado en 2007), cuyos protagonistas reciben,
respectivamente, los nombres de Reader, Writer, Author y Novelist, todos ellos
máscaras ¿narrativas? del propio autor: David Markson, nacido en 1927 y fallecido
en 2010.
Las obras de Markson
suponen un experimento porque la poética en la que se basa es la exploración de
la anécdota ajena, sobre todo de los grandes autores consagrados y de los
personajes famosos, para vehicular, a través de esa flor de apotegmas –que es el género propio de sus libros– lo más parecido a una autobiografía, más que,
propiamente una novela, algo que la oposición semántica de los dos títulos que
criticamos revela claramente: Esto no es
una novela y La última novela. ¿En qué quedamos? Sobre todo en el afán
provocador. Ahora bien, tras esa transgresión de las esencias del género
novelístico, hay un serio intento de construir un tipo de novela en la que el
lector, como reclama de él la Pragmática desde hace mucho tiempo, ha de
completar el relato, llenar los huecos, ayudar a edificar la trama, contribuir
a definir el tema y, porque no le dejan hojas en blanco en la edición, pero si
así lo hubieran hecho, hasta propiamente escribir el desenlace o hincharse a
poner notas a pie de página. No son pocos los críticos que han visto en esta
tetralogía de Markson una suerte de tomadura de pelo, pero el devoto
recopilador de anécdotas, frases, perplejidades, aforismos, datos
significativos y curiosos, etc. consigue, a través de la Silva de varia lección –que fue un éxito europeo de Pero Mexía
desde su publicación en 1540– que deviene su obra, elaborar un relato
fragmentario lleno de ritmo y sentido muy próximo al lector, a quien no deja de
sorprender por el modo como consigue crear incluso un pathos a través de las
constantes alusiones al protagonista narrador, ya sea Writer, ya Novelist, ya
Reader, ya Author, y a realidades que se repiten como un leitmotiv macabro,
como los modos de morir de grandes personajes. Narradores, todos ellos, los de Markson, máscaras del único autor que firma bajo
el título en la portada del libro y con quien se han de identificar sin lugar a
dudas.
En España tenemos una
larga tradición de obras misceláneas que van desde las polianteas hasta las
recopilaciones de apotegmas, pasando, mucho antes, por los esfuerzos
enciclopédicos de autores como Isidoro de Sevilla en sus Etimologías, lectura amena e instructiva donde las haya, por
cierto. Así, autores como Juan Rufo, Luis Zapata, Melchor de Santa Cruz, Luis
Milán, Julián de Medrano, etc. constituyen una sólida tradición que nos
permiten saborear las obras de Markson no como una novedad, sino celebrar su
autoría como la de un epígono de aquellos ingenios de los que probablemente
Markson jamás oyera hablar, a pesar de sus intereses enciclopédicos.
Lo
mejor, con todo, será extractar alguna de esas anécdotas para que el lector
pueda comprobar por sí mismo de qué modo sutil Markson nos indica el camino
para rellenar los intersticios de su relato fragmentario y permitir, así,
articular, desde el lector, lo más parecido a una novela tradicional a partir
del origen transgresor y supuestamente vanguardista de su obra. Antes, conviene
saber que a lo largo de cada uno de los libros los narradores de Markson nos
ofrecen una poética nítida, producto de su aguda reflexión sobre el arte de
novelar. De hecho, podríamos aplicar a su narrativa uno de mis aforismos: El aforismo marca la certeza de una
incertidumbre. Junto a esa poética, Markson nos ofrece un contexto
biográfico que explica la predilección del autor, en sus últimos tiempos, por
la obsesión por los modos de morir, dada su condición de artista seriamente
enfermo…: Old. Tired.
Sick. Alone. Broke. (All of which obviously means that this is the last book
Novelist is going to write). Para el buen fin de esa poética no duda en allegar todos
aquellos juicios críticos ajenos que la avalan: I do not see why exposition and description are a necessary part of a
novel (Ivy Compton-Burnett). En The last novel, Markson nos ofrece una
poética que resume muy sintéticamente su posición frente al hecho de narrar:
A novel with no intimation of story whatsoever. Writer would like to
contrive. And with no characters. None.
Plotless. Characterless. Yet
seducing the reader into turning pages nonetheless.
Indeed, with a beginning, a midle
and an end. Even with a note of sadness at the end.
A novel with no “setting”. With no
so-called furniture. Ergo meaning finally without descriptions.
A novel with no overriding central
“motivations”, Writer wants. Hence with no conflicts and/or confrontations
similarly.
With no social themes, i.e., no
picture of society. No depiction of contemporary manners and/or morals.
Categorically, with no politics.
A novel entirely without symbols.
Ultimately, a work of art without
even a subject, Writer wants.
Is Writer, thinking he can bring
off what he has in mind? And anticipating that he will haver any readers?
This is also even an autobiography,
if Writer says so.
Ese
aliento autobiográfico es el fundamento de la compilación de anécdotas, porque
detrás de la selección de las mismas hay un hilo directo con la vida del escritor,
con sus más intimas pulsiones: desde el respeto que le tiene a la muerte un
hipocondriaco como él hasta la conciencia de ser un autor marginal:
Those rare intellects who, not only
without reward, but in miserable poverty, brought forth their works.
With an ink too thick, with foul pens, with
bad sight, in gloomy weather, under a dim lamp, I have composed these pages. Do
not scold me for it.
In addition to his name and date on
the frame of a portrait by Jan van Eyck: Al sick Kan –the best I can do.
Al sick Kan. Which Novelist finds
himself several times repeating, even while not even sure in what language is
it six-hundreds-year-old Flamish? And uncerytain as to why he is caught up by vanm Eyck’s use of it. That’s
it, I can do no more? All I have left? I can go no further?
a cuyo entierro asistan acaso menos personas
que al de Musil o al de Stendhal:
Eight people appeared at Robert
Musil’s funeral.
Only three people followed Stendahl’s
bier. His longest obituary contained three lines. One misspelled his
name.
Three.
Buena
parte de las anécdotas que traslada a sus libros desde un numerosísimo archivo
alimentado a lo largo de su vida en forma de fichas manuscritas, una tarea que
recuerda el trabajo personal de María Moliner en su cocina, escribiendo el
mejor diccionario de la lengua española, pueden y deben leerse como
microrrelatos depurados y conseguidísimos, como el que nos revela que Chejov hizo el viaje fúnebre de Alemani a Rusia en un camión frigorífico de
ostras. O el sugestivo: Rilke and Cocteau had apartments in the same
Paris Building –evidently without ever becoming acquainted. Por no hablar
del impactante y dramatico: Kierkegaard’s
mother had originally been the family maid, whom his father married after the
death of an earlier wife. There is not one word about her in anything
Kierkegaard ever wrote, his journals included. O la bienhumorada anécdota sobre Edmund Wilson, en la
senda de aquel Demóstenes que se afeito media cabeza para obligarse a
permanecer en casa estudiando, que también recoge Markson: The
report that to keep him from sitting with a book for sixteen hours a day,
Edmund Wilson’s parents bought him a baseball uniform. Which
he happily put on, and sat in with a book for sixteen hours a day. O, finalmente, de un narraembrión tan musical como éste: Arnold Schoenberg and George Gershwin were
tennis partners.
No
hay orden pero sí concierto, y a veces
hasta un bajo continuo: Old. Tired. Sick.
Alone. Broke, encargado de mantener un pathos moderadamente desesperado, en
estas creaciones crepusculares cuyo desfallecimiento percibimos casi a cada
página, y no solo por la sucesión recurrente
de muertos por infarto, una nómina inacabable, sino por el estoico desengaño
del autor, al que, en este trance, puesto ya el pie en el estribo…, ni siquiera
le abandona el excelente humor: Dear sir: I am sitting in the smallest room
of my house. Your review is before me. Shortly it will be behind me. O la cita oportuna: John Osborne: “Asking a working writer what he thinks about critics is
like asking a lamppost what it feels about dogs”. Junto a un excelente ejercicio retórico, en la línea del
magnífico cuento de Monterroso “Onís es asesino”: Was it Eliot’s toilet I saw? Inquires someone’s palindrome,
after use of a bathroom of Faber and Faber.
Contra lo que pudiera
parecer, a juzgar por esta introducción de urgencia a las obras de Markson, que
sea un autor proclive al uso y abuso de los aforismos o las frases célebres,
estos aparecen con cuentagotas, y de ahí el valor que ha de otorgárseles, pues
cumplen una función estructural en el relato. Escojo tres que nos muestran la
sensibilidad del autor respecto de su propia condición:
The waste paper basket is the author’s best friend. Noted Isaac Bashevis
Singer. [La
calidad intelectual se mide por el tamaño de la papelera en la que van a parar
las ideas tontas, escribió a su vez Bergamín, pero muchísimo antes.]
When a head and a book collid, and one sounds hollow
–is it always the book? Asked Litchenberg.
Knowledge is not intelligence.
Heraclitus additionally said.
David
Markson es un autor fiel a una poética nacida con su novela más famosa, La novia de Wittgenstein, y un resistente
ejemplar contra las promesas crematísticas del mercado, cuyas delicias llegó
incluso a saborear con un western paródico del que llegaron a hacer una
película, interpretada por Frank Sinatra. Fiel a su búsqueda y a la construcción
de una suerte de collage cuyas piezas no están colocadas al buen tuntún, sino
siguiendo una escrupulosa concepción narrativa, David Markson fue fiel al
ejemplo que recibió de Malcolm Lowry un autor por el que sintió devoción y al
que trató en vida. Para Markson Under the volcano era un libro contra el que no
podían competir obras tan famosas como el Ulises, de Joyce, del que recuerda,
no sin sorna: Why does Writer sometimes
seen to admire Ulysses even more when he is thinking about it than when he is
actually reading it?, algo que también le ocurre con La Iliada. Consciente
de estar escribiendo su última novela, Markson escoge como broche de su novela
las últimas palabras de su “otro” libro: Anatomía
de la melancolía: Farewell and be kind. Un libro del que el Dr. Johnson
dijo, por cierto, que estaba overloaded
with quotation.
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