El acierto.
Como una oferta tan tentadora no se puede mantener indefinidamente, cierro, con la presente proclamación del ganador, el concurso en el que, durante estos días, había invitado a participar a los intelectores que suelen pasearse por estas páginas, y procedo a hacer, de mil amores, el desembolso correspondiente. Confío en que el ganador, como rezaba el contrato, tenga a bien dar fe en un escueto comentario de haber recibido el premio.
Soy consciente de que a algunos intelectores puede haberles parecido una banalidad este concurso, pero a quien se considera hijo del Homo ludens de Huizinga, es decir, mi menda lerenda, un concurso así le parece la más alta expresión de cortesanía,entendida al modo de Castiglione, el gran teórico renacentista. Se ajustaba, además, a un realismo canónico, porque se planteaba un caso verdadero.
Bien, sin más preámbulos -porque todo nace de aquel otro tarahumara que fue desatendido por los intelectores- el libro-cofre donde hasta la respuesta de Autógeno (¡Que alivio poderle llamar por su nombre en el intercambio de datos necesarios!) guardaba esos eurillos que cubren alguna eventualidad era, en efecto, Viva mi dueño, de Valle-Inclán.
Quedo agradecido a Autógeno no sólo por haberlo acertado, sino por la halagadora explicación de las razones que le han movido a elegir el título ganador.
Mi enhorabuena y mi admiración.
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