sábado, 29 de marzo de 2014

Al bonito juego –remunerado– de la adivinanza crematísticolectora...


Gira la rueda de  Fortuna, que nunca se pudo estar quieta, con vuelta y media que dio me trajo para esta tierra...

No hay intelectores a los que no se les plantee el problema de dónde guardar cierta cantidad de dinero en casa para casos de emergencia. Hasta los escondites más rebuscados suelen ser descubiertos por los amigos de lo ajeno, cuya industria pesquisidora excede hasta la demasía los arrebatos de la prudencia que guía a los previsores que miran por su eventual necesidad.
De entre los escondites posibles siempre he tenido por más seguro el del interior de uno de los volúmenes de mi biblioteca, aquel que, como la carta robada de Poe, se ofrece blanco sobre blanco para perfecto disimulo de su existencia. Hoy, guiado por ese espíritu lúdico que anima a cualquier artista, incluso a los desencajados, quiero proponer a mis hace poco recriminados intelectores, un juego en el que pueden ganar la bonita cantidad de 50€ de vellón si hay un solo acertante; 25€ si hay dos; 16€, si hubiera tres; 12€, si cuatro o 10€ si cinco. Caso de haber más de cinco, cobrarían los cinco primeros acertantes por riguroso orden de aparición en los comentarios. Es evidente que todo el juego se basa en la confianza mutua entre este Artista y sus intelectores acerca de la honradez con que daré el resultado final, sabiendo que destruyo un escondite que he usado toda mi vida y que inutilizaré en el momento de revelarlo. Los participantes habrán de escoger uno de entre los libros de mi biblioteca que relacionaré a continuación. Quienes acierten habrán de escribirme al correo de mi perfil para ponerme de acuerdo con ellos a fin de hacer la transferencia correspondiente. El único compromiso que adquieren los ganadores es el de entrar en el artículo donde revele la solución para confirmar que, en efecto, han recibido la transferencia. Y ya, sin más, he aquí la lista/ruleta por la que mis queridos intelectores habrán de girar para detenerse donde la flecha indicadora de la intuición, la agudeza o la llama deductiva les señale. Hay y no hay azar en la selección, que  pueda servir de guía para la elección,  pero eso queda ya a la reflexión de cada apostante…
(Recuerden que solo está permitido elegir un título*.)

Es cosa de reírse, de Saroyan  Ensayo sobre la ceguera, de Saramago. El astrágalo, de Sarrazin. La náusea, de Sartre. Diario de Job, de Savater. El largo viaje, de Semprún. Tendrás oro y oro, de Sender (Rafael). La mujer de todo el mundo, de Sawa. Jaleosas andadas, de Vian. A thirsty evil, de Vidal. En una pensión alemana, de Mansfield. L’amo, de Viladot. Mort de dama, de Villalonga. ¡Noticia bomba!, de Waugh. Los hermanos Tanner, de Walser. La hoguera de las vanidades, de Wolfe. La tierra será un paraíso, de Zúñiga. Sendas equívocas, de Zweig. El doble del doble, de Navarro. La puerta del oro, de Luján. La Fontana de oro, de Galdós. El diamante del rajá, de Stevenson. 1280 almas, de Thompson. Viva mi dueño, de Valle. La gota de oro, de Tournier. El triunfo, de Casavella. El señor de los anillos, de Tolkien. Quizás nos lleve el viento al infinito, de Torrente. Resurrección, de Tolstoi. Yo no soy yo, evidentemente, de Torrente. El tesoro de Fermín Minar, de Mas. El trueno dorado, de Valle. Los cómplices, de Simenon. Ser norteamericanos, de Stein. Cándido, de Sciascia. La gran pesquisa, de Sharp. Relato soñado, de Schnitzler. The pearl, de Steinbeck. Gulliver’s travels, de Swift.  L’hereu de Dª Obdúlia, de Villalonga. ¡Menudo reparto!, de Coe. Regocijo en el hombre, de García Aguilar. Las partículas elementales, de Houellebecq. La isla del tesoro, de Stevenson. El metro de platino iridiado, de Pombo. Las cosas, de Perec. Días de Reyes Magos, de Pascual. Coming up for air, de Orwell. A cualquiera puede sucederle, de Ordóñez. Los monederos falsos, de Gide. El tesoro de Sierra Madre, de Traven.

*Que la lista sea tan corta es prueba inequívoca de mi deseo pagano...

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