Gira la rueda de Fortuna, que nunca se pudo estar quieta, con vuelta y media que dio me trajo para esta tierra...
No
hay intelectores a los que no se les plantee el problema de dónde guardar
cierta cantidad de dinero en casa para casos de emergencia. Hasta los
escondites más rebuscados suelen ser descubiertos por los amigos de lo ajeno,
cuya industria pesquisidora excede hasta la demasía los arrebatos de la
prudencia que guía a los previsores que miran por su eventual necesidad.
De
entre los escondites posibles siempre he tenido por más seguro el del interior
de uno de los volúmenes de mi biblioteca, aquel que, como la carta robada de
Poe, se ofrece blanco sobre blanco para perfecto disimulo de su existencia.
Hoy, guiado por ese espíritu lúdico que anima a cualquier artista, incluso a
los desencajados, quiero proponer a mis hace poco recriminados intelectores, un
juego en el que pueden ganar la bonita cantidad de 50€ de vellón si hay un solo
acertante; 25€ si hay dos; 16€, si hubiera tres; 12€, si cuatro o 10€ si cinco.
Caso de haber más de cinco, cobrarían los cinco primeros acertantes por
riguroso orden de aparición en los comentarios. Es evidente que todo el juego
se basa en la confianza mutua entre este Artista y sus intelectores acerca de
la honradez con que daré el resultado final, sabiendo que destruyo un escondite
que he usado toda mi vida y que inutilizaré en el momento de revelarlo. Los
participantes habrán de escoger uno de entre los libros de mi biblioteca que
relacionaré a continuación. Quienes acierten habrán de escribirme al correo de
mi perfil para ponerme de acuerdo con ellos a fin de hacer la transferencia
correspondiente. El único compromiso que adquieren los ganadores es el de
entrar en el artículo donde revele la solución para confirmar que, en efecto,
han recibido la transferencia. Y ya, sin más, he aquí la lista/ruleta por la
que mis queridos intelectores habrán de girar para detenerse donde la flecha
indicadora de la intuición, la agudeza o la llama deductiva les señale. Hay y
no hay azar en la selección, que pueda
servir de guía para la elección, pero
eso queda ya a la reflexión de cada apostante…
(Recuerden
que solo está permitido elegir un título*.)
Es cosa de reírse, de
Saroyan Ensayo sobre la ceguera, de Saramago. El astrágalo, de Sarrazin. La
náusea, de Sartre. Diario de Job,
de Savater. El largo viaje, de Semprún.
Tendrás oro y oro, de Sender
(Rafael). La mujer de todo el mundo,
de Sawa. Jaleosas andadas, de Vian. A thirsty evil, de Vidal. En una pensión alemana, de Mansfield. L’amo, de Viladot. Mort de dama, de Villalonga. ¡Noticia
bomba!, de Waugh. Los hermanos Tanner,
de Walser. La hoguera de las vanidades,
de Wolfe. La tierra será un paraíso,
de Zúñiga. Sendas equívocas, de
Zweig. El doble del doble, de
Navarro. La puerta del oro, de Luján.
La Fontana de oro, de Galdós. El diamante del rajá, de Stevenson. 1280 almas, de Thompson. Viva mi dueño, de Valle. La gota de oro, de Tournier. El triunfo, de Casavella. El señor de los anillos, de Tolkien. Quizás nos lleve el viento al infinito,
de Torrente. Resurrección, de
Tolstoi. Yo no soy yo, evidentemente,
de Torrente. El tesoro de Fermín Minar,
de Mas. El trueno dorado, de Valle. Los cómplices, de Simenon. Ser norteamericanos, de Stein. Cándido, de Sciascia. La gran pesquisa, de Sharp. Relato
soñado, de Schnitzler. The pearl, de Steinbeck. Gulliver’s travels, de Swift. L’hereu de Dª Obdúlia,
de Villalonga. ¡Menudo reparto!, de
Coe. Regocijo en el hombre, de García
Aguilar. Las partículas elementales,
de Houellebecq. La isla del tesoro,
de Stevenson. El metro de platino
iridiado, de Pombo. Las cosas, de
Perec. Días de Reyes Magos, de
Pascual. Coming up for air, de
Orwell. A cualquiera puede sucederle,
de Ordóñez. Los monederos falsos, de
Gide. El tesoro de Sierra Madre, de
Traven.
*Que la lista sea tan corta es prueba inequívoca de mi deseo pagano...
*Que la lista sea tan corta es prueba inequívoca de mi deseo pagano...
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