La
literatura imprescindible del pensador inagotable.
La famosa
Escuela de Fráncfort llego a España a través del sacerdote Jesús Aguirre, luego,
tras abandonar el sacerdocio, Duque consorte
de Alba. Lo hizo en la editorial Taurus,
que él dirigía y desde donde dio a conocer las principales obras de los autores
eminentes del grupo, entre ellos Horkheimer, Adorno y, por supuesto Benjamin. No
recuerdo ahora si hubo entonces una edición de Dirección única, Calle de dirección
única o Calle de sentido único, puesto que con esas variaciones en el título se
ha publicado esta obra germinal de Benjamin en España.
La obra está
dedicada a la actriz Asja Lacis, a quien Benjamin conoció en Capri y con quien
escribiría, algún tiempo después, un artículo sobre Nápoles en el Frankfurter Zeitung. La portentosa vitalidad
artística de Lacis arrastró a Benjamin a colaborar con ella en sus proyectos y
no hay duda ninguna de que su relación de amistad y de admiración de él hacia
ella, contribuyó decisivamente a la redacción del libro, una obra de sutil
planteamiento autobiográfico sin incurrir en esa disciplina exhibicionista del
yo y sus circunstancias.
No fue
Benjamin el precursor de una corriente literaria que rompe con las estructuras
tradicionales de la narración occidental, porque ya se han publicado el Ulises,
de Joyce, algunos volúmenes de En busca del tiempo perdido, de Proust y La
metamorfosis, de Kafka, amén de la actividad pública de escritores de las
vanguardias que transgreden deliberadamente todas las normas habidas y por
haber. Sí se adelanta uno y dos años respectivamente a dos obras que son
contemporáneas de su manera de enfocar el hecho literario. Me refiero a Alfred
Döblin y su Berlín Alexanderplatz, que guarda estrechísima relación con
esta obra de Benjamin, y Robert Musil, cuya obra El hombre sin atributos
comparte una perspectiva filosófica o ensayística muy propia, también, de esta
obrita cuyas dimensiones engañan respecto de su grandeza. Recordemos, a ese respecto,
que Pedro Páramo, de Rulfo, apenas se extiende un poco más allá
de las cien páginas.
La
superposición de impresiones, juicios, narraciones y chascarrillos de muy
diversa naturaleza hacen de Dirección única un libro misceláneo y acaba,
vía máxima modernidad, emparentando con las viejas polianteas o florilegios
medievales y renacentistas. La experiencia definitiva es la vivencia de la gran
ciudad, y el autor evoca, desde 1928 y de forma premonitoria, una figura a la
que dedicará, años después, sus más intensos esfuerzos intelectuales: el
flâneur, preludio, a su vez, de su interés por los Pasajes parisinos, el mundo de la moda,
los objetos artísticos, la publicidad y su genealogía, todo ello desde una
perspectiva materialista adoptada tras su incorporación al círculo de Adorno,
cuya amistad tan decisiva fue en su trayectoria.
Quizás
convenga recordar que Benjamin, autor de un librito llamado Juguetes, fue
hijo de un rico comerciante de antigüedades, y en ese origen se ha de buscar la
atención que dispensa Benjamin a os objetos de arte en particular durante toda
su vida. Incluso coleccionó, el único bien que legó antes de su muerte, un
dibujo de Paul Klee, Angelus Novus, que le acompañó durante toda
su vida trashumante, porque, arruinado el padre, las dificultades de Benjamin
para sobrevivir son notorias, como dejé expuesto en la entrada que dediqué a su
correspondencia, un documento muy valioso para conocer las miserias de un
intelectual puro en los duros tiempos de la llegada de los fascismos al poder.
Se trata de
una obra fragmentaria, con muy notable sentido del humor, por muy alemán y
judío que sea, y con una capacidad para la provocación diríase que innata, amen
de una portentosa habilidad para el planteamiento absurdo, la paradoja y la
captación de detalles que usualmente pasan desapercibidos en la vida cotidiana.
Los fragmentos llevan un título cuya relación con el texto suele ser obvia,
pero a veces no es fácil desentrañarla. Se trata de títulos como estos: Piso
de lujo, amueblado, de diez habitaciones. Peluquero para señoras
quisquillosas. ¡Prohibido fijar carteles! ¡Cuidado con los
peldaños! Parada para no más de tres coches de alquiler. Restaurante
automático «Augias». Si parla italiano. Quincalla. Oficina
de Apuestas Mutuas. Prohibido mendigar y vender a domicilio, entre
otras… De esta somera enumeración podemos concluir la importancia absoluta de
la ciudad en la obra. Y ahí es donde coincide con Döblin y su Berlin
Alexanderplatz, una obra sobre el pasado mítico de Berlín, hoy
inencontrable en la ciudad.
Ahora bien,
una vez que entramos en los textos correspondientes, Benjamin nos va a
sorprender permanentemente, no solo por su agudeza y su mirada inquisitiva,
sino por unas reflexiones de tan diversa naturaleza que parece haber querido
condensar en esos textos una visión del mundo y de su vida. Y su experiencia
vital le aconseja ya sobre el camino transgresor que ha de seguir: [Gasolinera]
La construcción de la vida se halla en estos momentos, mucho más dominada por
hechos que por convicciones. […] Bajo
estas circunstancias, una verdadera actividad literaria no puede pretender
desarrollarse dentro del marco reservado a la literatura: esto es más bien la
expresión habitual de su infructuosidad. Advertimos, pues, que a reflexión metaliteraria
forma parte sustancial de la obra. El autor es consciente de que escribir
literatura requiere una meditación sobre lo que sea la literatura sin la cual
no puede aventurarse en ninguna dirección. No tarde, entonces, en descubrir una
de las características del autor: [Reloj regulador] Para los grandes
hombres, las obras concluidas tienen menos peso que aquellos fragmentos en los
cuales trabajan a lo largo de toda su vida. […] «El genio es
laboriosidad». Y si se necesitase ulterior prueba de esa convicción, ahí
está su inacabado trabajo sobre los Pasajes que le llevó tantísimo tiempo y
esfuerzo, sin que renunciase jamás a completarlo. Con todo, Benjamin no es
ajeno al concepto de inspiración, que él traduce como «improvisación», rasgo
fundamental de la creación a cualquier nivel y en cualquier arte: [Porcelana
china] Hoy en día, nadie debe empecinarse en aquello que «sabe hacer». En la
improvisación reside la fuerza. Todos los golpes decisivos habrán de asestarse
como sin querer.
Es muy notable
la variedad de aspectos de la vida a los que presta Benjamin su atención y su
perspicaz reflexión, por supuesto. Pongamos por caso el duelo por un ser querido:
[Bandera…] …A media asta. Cuando muere un ser muy próximo a nosotros, nos
parece advertir en las transformaciones de los meses subsiguientes algo que,
por mucho que hubiéramos deseado compartir con él, solo podía haber
cristalizado estando él ausente. Y al final lo saludamos en un idioma que él ya
no entiende.
A pesar de su
extensión, no me resisto a citar un pasaje del libro que resume a la perfección
el método de análisis sociopolítico de Benjamin, su habilidad para interpretar
los signos sociales: [Panorama imperial] Como la relativa estabilización de
los años anteriores a la guerra le favorecía, se cree obligado a considerar
inestable cualquier situación que lo desposea. Pero las situaciones estables no
tienen por qué ser, ni ahora ni nunca, situaciones agradables, y ya antes de la
guerra había estratos para los que las situaciones de estabilidad no eran sino
miseria estabilizada. La decadencia no es en nada menos estable ni más
sorprendente que el progreso. […] Una extraña paradoja: al actuar, la
gente solo piensa en su interés privado más mezquino, pero al mismo tiempo su
comportamiento está, más que nunca, condicionado por los instintos de masa.
[…] Siempre ha sido evidente que el apego de la sociedad a una vida
consuetudinaria, pero perdida hace ya tiempo, es tan rígido que, incluso en
caso extremo de peligro, hace fracasar el uso propiamente humano del intelecto:
la previsión. […] Un francés perspicaz dijo una vez: «Es rarísimo que un
alemán tenga las ideas claras con respecto a sí mismo. Y si alguna vez las
tiene, no lo dirá. Y si lo dice, no se hará entender». […] El más
europeo de todos los bienes, esa ironía más o menos conspicua con que la vida
del individuo pretende seguir un curso distinto del de la comunidad en que le
ha tocado recalar, es algo que los alemanes han perdido totalmente. […] Los
hombres que viven apriscados en el redil de este país han perdido la visión
para discernir los contornos de la persona humana. Ante ellos, cualquier
espíritu libre parece un ser extravagante. […] La escasez de viviendas y
el encarecimiento del transporte se están encargando de aniquilar por completo
el símbolo elemental de la libertad europea que, bajo ciertas formas, le fue
dado incluso a la Edad Media: la libertad de cambiar de domicilio. […] Con
la ciudad ocurre lo mismo que con todas las cosas sometidas a un proceso
irresistible de mezcla y contaminación: pierden su expresión esencial y lo
ambiguo pasa a ocupar en ellas el lugar de lo auténtico. […] Desde los
más antiguos usos de los pueblos parece llegar hasta nosotros una especie de
amonestación a que evitemos el gesto de la codicia al recibir aquello que tan
pródigamente nos otorga la naturaleza. Pues con nada nuestro podemos obsequiar
a la madre tierra. […] La usanza ateniense prohibía recoger las migajas
durante las comidas, porque pertenecían a los héroes. ¡Qué perfecta
acumulación de saberes dispares para definir una situación histórica, algunos
de cuyos rasgos siguen siendo de plena actualidad, como el problema de la
vivienda o el respeto al planeta Tierra.
Su análisis de
la literatura y las repercusiones de la vida moderna sobre ella, lo llevan a
destacar la importancia de la nueva concepción tipográfica de la obra de
Mallarmé, a quien atribuye el carácter fundacional de la nueva poesía contemporánea:
[Censor jurado de libros] Así como la
época actual es, por antonomasia, la antítesis del Renacimiento, también se
contrapone, en particular, al momento histórico en que se inventó el arte de la
imprenta. […] Mallarmé, que desde la cristalina concesión de su obra,
sin duda tradicionalista, vio la verdadera imagen de lo que se avecinaba,
utilizó por vez primera en el Coup de dés las tensiones gráficas de la
publicidad, aplicándolas a la disposición tipográfica. Los experimentos que los
dadaístas intentaron luego con la escritura no provenían ciertamente de un afán
de construcción, sino de las puntuales reacciones nerviosas propias de los
literatos, y fueron por ello mucho menos consistentes que el intento de
Mallarmé, surgido de la esencia misma de su estilo. Pero esto permite
justamente reconocer la actualidad de aquea que, cual mónada, Mallarmé, en su
aposento más hermético, descubrió en armonía preestablecida con todos los
acontecimientos decisivos de esta época en los ámbitos de la economía, la
técnica y la vida pública. La escritura, que había encontrado en el libro
impreso un asilo donde llevaba su existencia autónoma, fue arrastrada
inexorablemente a la calle por los carteles publicitarios y sometida a las
brutales heteronomías del caos económico. […] Las nubes de langostas de
la escritura, que al habitante de la gran ciudad le eclipsan ya hoy el sol del
pretendido espíritu, se irán espesando más y más cada año. Los aficionados
al cine habrán pensado enseguida en la obra de Godard, tan aficionado a los
carteles publicitarios y gubernativos en sus películas…
Por no
chafarle en exceso al intelector el disfrute de esta obra interesantísima,
acabo con un fragmento en el que Benjamin expone que nuestra actividad fundamental
es la de desentrañar los signos que la realidad nos ofrece, dado que para él
somos una suerte Homo hermeneuticus, digámoslo así, algo bárbaramente: [Madame
Ariana, segundo patio a la izquierda]. Presagios, presentimientos y señales
atraviesan día y noche nuestro organismo como series de ondas. Interpretarlas o
utilizarlas, esta es la cuestión. Ambas cosas son incompatibles. La cobardía y
la pereza aconsejan lo primero, la lucidez y la libertad, lo segundo. [… La
Antigüedad conocía aún la verdadera praxis, y es así como Escipión, al pisar
suelo de Cartago, da un traspiés y exclama, abriendo desmesuradamente los
brazos, la fórmula de la victoria: Teneo te, terra africana! Lo que pudo
haber sido signo funesto, imagen de la desgracia, él lo ata corporalmente al
instante y se convierte a sí mismo en factótum de su cuerpo. […] El día
yace cada mañana sobre nuestra cama como una camisa recién lavada; el tejido
incomparablemente delicado, incomparablemente denso de un vaticinio limpio, nos
sienta como de molde. La dicha de las próximas veinticuatro horas dependerá de
que sepamos hacerlo nuestro al despertarnos. Disculpen la nota crítica, pero la cita que
aquí Benjamin atribuye a Escipión, Baltasar Gracián se la atribuye a Julio
César en su incomparable Agudeza y arte de ingenio. La atribución a Julio
Cesar procede de las Vidas, de Suetonio; pero desde las Estratagemas [Strategemata en
latín], de Frontino, se le adjudicó, también a Escipión, como es aquí el
caso.
En fin, por lo
citado se advierte ya el altísimo nivel por el que discurre el numen literario
y filosófico de un autor cuya importancia va creciendo día a día, impulsada por
el reconocimiento de tantos lectores como descubren en él una voz tan original
como actual, lo que lo acredita como un clásico imperecedero.
AVISO: A quienes estén interesados en leer algún extracto más
de este libro seminal, les remito a la bitácora Provincia mayor que el mundo eres…,
donde, siguiendo un uso antológico de ese espacio, suelo presentar textos completos
extraídos de algún autor. En este caso presentaré allí, de este libro: LA
TÉCNICA DEL ESCRITOR EN TRECE TESIS. Invitados quedan.