Una cala en el
pensamiento antisistema: Ivan
Illich: Celebration of Awareness. A call for
institutional revolution.
Ya tenía ganas de echarme al coleto
un libro completo de Ivan Illich de quien, hasta el presente, solo había leído
a través de terceros. Muy superficialmente conocía su figura e incluso ignoraba
que había sido sacerdote de la iglesia católica, lo cual, visto en perspectiva,
permite entender que cuadren mejor los números de su disidencia y su cercanía
programática a los nuevos movimientos alternativos y antisistema que están a
punto de encaramarse al poder, al menos en España, que es algo así como el
flanco débil ante la gripe demagógica de cariz totalitario, acaso por nuestro
secular atraso en la formación y el cultivo del conocimiento. No cabe duda, sin embargo, de
las buenas intenciones de Illich y de la claridad conceptual con que enjuicia
el modo como el sistema tiende a reproducirse en perjuicio de la gran masa de
desahuciados que muy poco a poco podrán ir beneficiándose de los avances
sociales. El caso paradigmático es el de la educación y la trampa que supone
que países en proceso de desarrollo inviertan en unos carísimos sistemas
educativos que solo beneficiarán a una mínima casta de personas que acabarán integrándose
en el sistema, defendiéndolo y beneficiándose del esfuerzo “conjunto” de toda
la sociedad para crearlo. La tesis es irrefutable: no todo el conocimiento está
en la escuela, pero el sistema se organiza de modo que solo se benefician
aquellos a quienes el sistema sanciona como poseedores del saber oficial. El
interés de Illich se extiende a otras realidades sociales y en el libro que
acabo de leer, Celebration of Awareness.
A call for intitutional revolution, hallamos no pocos análisis cuya
actualidad está fuera de toda duda, e incluso su talante progresista se
colocaría, como en el asunto de la educación, a la izquierda de la izquierda
dogmática de este país nuestro de todos los demonios. Illich trabajó, desde
Sudamerica, en pro de la integración de las clases desfavorecidas en las
sociedades democráticas de su tiempo, y al principio lo hizo desde la
perspectiva de la Iglesia como una reacción contra la extensión del “poder rojo”,
capaz de acabar con la presencia de la Iglesia en Hispanoamérica o entre las
comunidades hispánicas de Usamérica: In
1960 Pope John XXIII enjoined all United States and Canadian religious
superiors to send, within ten years, 10 per cent of their effective strength in
priests and nuns to Latin America. (…) Nobody dared state clearly why,
though the first published propaganda included several references to the “Red
danger” in four pages of text. La realidad de la emigración puertorriqueña a Nueva York, por
ejemplo, que fue in crescendo, desde los 35.000 que había en N.Y. en 1943, hasta
el 1.750.000 que llegó a haber en 1970, es analizada por Illich desde el punto
de vista de quien aspira a que echen raíces en una sociedad en la que los
conflictos raciales han configurado su historia de una manera determinante, sin
perder los valores que les son propios de sus comunidades, en una suerte de
equilibrio difícil de conseguir. De ayer es la noticia que el próximo alcalde
de Londres será un pakistaní, musulmán a quien su religión no le impide haber
votado a favor del matrimonio homosexual, por ejemplo, en un claro ejemplo de aceptación
de una realidad diametralmente opuesta a la de sus orígenes. Con todo, desde un punto de vista igualitario,
Illich tiene una visión derrotista de la sociedad dominante: The demonic nature of present system which
force man to consent to his own deepening self-destruction, porque la
extensión del modelo social capitalista norteamericano supone, a su parecer,
una suerte de dominio moral insoportable: It
is not the American way of life lived by a handful of millions tat sickens the
billions, but rather the growing awareness that those who live the American way
will not tire until the superiority of their quasi-religious persuasion is
accepted by the underdogs.
El libro está lleno
de percepciones penetrantes de la conformación de los roles y modelos sociales
que afectan a instituciones como la propia Iglesia, movimientos como los
relativos al control de natalidad, instituciones como el Sistema educativo,
etc. De hecho, su peculiar visión de las instituciones es algo así como la
petición de principio que se ha de aceptar para poder seguir leyendo el
volumen: Institutions create certainties,
and taken seriously, certainties deaden the heart and shackle the imagination.
De ahí la lucha permanente contra esa institucionalización del “todo” y de los
afanes totalitarios que son parte consustancial de las sociedades democráticas
occidentales: We have embodied our world
view into our institutions and are now their prisoners. De hecho, el
movimiento “liberador” que guía al autor, porque Illich casi podría acogerse
por derecho a la teología de la liberación que caracterizó a ciertos segmentos
de la Iglesia hispanoamericana en la segunda mitad del siglo pasado, queda
perfectamente claro en su afirmación de que
we stand at the end of a
century-long struggle to free man from the constraint of ideologies,
persuasions, and religions as guiding forces in his life. Por eso tiene sentido la afirmación de Erich
Fromm en el prólogo a la recapitulación de estos breves pero iluminadores
ensayos: To begin with this approach can be characterized by the motto: de
omnibus dubitandum; everything must be doubted, particularly the ideological
concepts which are virtually shared by everybody and have consequently assumed
the role of indubitable commonsensical axioms.
Illich denuncia,
básicamente, la mitificación que han hecho las sociedades en vías de desarrollo
del Sistema educativo como “patrón” de progreso, cuando, en realidad, puede
entenderse al contrario: We have come to
identify our need for further learning with the demand for ever longer
confinement to classrooms. In other words, we have packaged
education with custodial care, certification for jobs, and the right to vote,
and wrapped them all together with indoctrination in the Christian, liberal, or
communist virtues. Ahora
bien, siguiendo la pedagogía social de Paulo Freire, que pone en relación la
alfabetización de los adultos con los problemas políticos en los que están inmersos,
Illich ve perfectamente que only he who discovers the help of written
words in order to face his fears and make them fade, and the power of words to
seize his feelings and give them form, will want to dig deeper into other
people’s writing. Y ese es el valor formativo e individual de sus
propuestas, o, dicho en palabras de Fromm: Radical doubt is a process; a process of liberation from idolatrous thinking; a
widening of awareness, of imaginative, creative vision of our possibilities and
options , y concluye: Illich’s
thoughts make the reader more alive because they open the door that leads out
of the prison of routinized, sterile, preconceived notions. Por ello
es tan interesante acercarse al pensamiento de este “rebelde” del siglo XX
cuyo mensaje va más allá de la demagogia pseudoizquierdista actual, porque, y
él trabajo hombro con hombro con la inmigración puertorriqueña en N.Y., la
estrategia de relación social de Illich no es la del adoctrinamiento, sino la
de la empatía, como se aprecia cuando, hablando del aprendizaje de una lengua
extranjera, algo a lo que, como eclesiástico y propagandista de la fe, estaba
obligado, nos sugiere, líricamente que: the
learning of a language is more the learning of its silences than of its sounds,
porque, como es bien sabido, por cualquiera que tenga cierta sensibilidad para
las lenguas y la comunicación: A language
of which I know only the words and not the pauses is a continuous offense. It is as the caricature of a photographic negative. (…) Silence has its
pauses and hesitations, its rhythms and expressions and inflections; its
durations and pitches, and times to be and not to be. Cuando existe la verdadera
comunicación, sobra la verborrea: The man
who show us that he knows the rhythm of our silence is much closer to us than
one who thinks that he knows how to speak.
La palabra de
Illich es palabra esencial en el tiempo, y no han pasado por sus reflexiones
sino las meras formas externas de la alienación
Me sorprende cordialmente tu opción educativa como funcionario de una de esas instituciones odiosas, y tu elección para tus vástagos cuando sería mucho más acorde una educación desinstitucionalizada. Conozco padres que han elegido la educación en casa al margen del sistema algo que estaría más en la línea de Ivan Illich. Un día vi a una niña de doce años en la exposición de Paulo Salgado absorbida por una de la fotografías. Estaba sola, no era de ninguna escuela. Le hice una foto que es de las mejores que he hecho. Imaginé que unos padres desinstitucionalizadores la llevaban a la rica oferta cultural (es un decir) que hay en Barcelona para formarse.
ResponderEliminarLa crítica de Ivan Illich es pertinente. Esa formación educativa obligatoria pretenden modelar al individuo para adaptarlo a una sociedad dada con valores equis. Es una educación abiertamente ideológica que no pretende en ningun caso el libre pensamiento. Y es una educación manipuladora.
Pero las instituciones educativas tienen una función que es velar por la salvaguarda durante horas y horas de los chavales que tiene encomendados, aunque la realidad de lo que se aprende es mínima. Dudo de que los chavales en realidad aprendan más de un cinco por ciento de lo que se supone que se enseña y lo tiro largo. El hito fundamental de la escuela está en la enseñanza de la lectoescritura y las cuatro reglas. El resto del tiempo los chicos están bajo supervisión autoritaria en una especie de penitenciaría amable en la suposición de que deben estar vigilados por una autoridad en lugar de estar en las calles donde aprenderían cosas malas. Y además si sus padres trabajan no tendrían tiempo de cuidarles. La escuela tiene encomendada una función veladora de horas de estancia y una conformación en valores sociales acordes con la sociedad dada. O en confrontación con esa sociedad.
No hace mucho mostré un documental sobre una muchacha de trece años que se había ido en velero a dar la vuelta al mundo durante dos años. ¿No es acaso la más genuina representante de lo que significaría la utopía de Ivan Illich? Tuvo que enfrentarse a los tribunales de Holanda porque no permitían que lo hiciera. ¿Te imaginas a esa muchacha volviendo a un centro de enseñanza reglado tras dos años de libertad absoluta?
No cabe duda. Los centros de enseñanza son centros penitenciarios amables donde se enseña poco y se pierde el tiempo amenamente en buena compañía.
Pero lo que propone Ivan Ilich yo lo veo en la realidad de las antiguas tribus indias o africanas en que no existía enseñanza reglada sino que era toda la tribu la que enseñaba. Y a los catorce años se era adulto. Hoy la adultez parece que se alcanza a los cuarenta y ni así.
Aula me pareció lo más similar a la Institución Libre de Enseñanza, de ahí nuestra opción, al margen de que era la única que ofrecía un sistema de enseñanza de las lenguas oficiales y extranjeras más acorde con lo que a mí me parece que ha de ser el ideal para cualquier ciudadano, no solo para los hijos de los protosecesionistas que también los llevan a la misma escuela. Mi contribución individual "antisistema" ha consistido en relativizar la importancia de la escuela y de lo aprendido en ella, salvo los conocimientos objetivos incuestionables. Para el resto, me parece que lo propio de los padres es no adoctrinar, sino preparar a los hijos para que se defiendan por ellos mismos "frente" al sistema, organizando cada día mejor el pensamiento, desarrollando la capacidad argumentativa y valorando las contribuciones que han hecho de la cultura el eje del desarrollo social. Las teorías anarquistas sobre la educación tienen muchos déficits que asustan lo suyo. En cualquier caso, no me parece que una "obligación" se algo malo para personas en periodo de formación: obliga a ser rebelde, porque son no pocas las injusticias que uno acaba sufriendo dentro del sistema. Lo peor es que el discente se fragilice y se haya de recurrir a esa "iglesia" que es la psicología, que todo lo complica. Que los alumnos salgan más de las escuelas sería lo deseable, sin duda. Se aprende mucho "al aire 'libre'", ciertamente.
EliminarYa lo dejó dicho: "Para la mayoría de los seres humanos, el derecho a aprender se ve restringido por la obligación de asistir a la escuela".
ResponderEliminarNo parece, en efecto, que haya tenido un efecto "liberador" masivo, la verdad... Desde "dentro" de ella, sé que se aprende "contra" ella, la mayor parte de las veces.
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