sábado, 7 de mayo de 2016

Ivan Illich contra el institucionalismo conservador y a favor del librepensamiento: “Celebration of Awareness”




Una cala en el pensamiento antisistema: Ivan 

Illich: Celebration of Awareness. A call for 

institutional revolution.
  
Ya tenía ganas de echarme al coleto un libro completo de Ivan Illich de quien, hasta el presente, solo había leído a través de terceros. Muy superficialmente conocía su figura e incluso ignoraba que había sido sacerdote de la iglesia católica, lo cual, visto en perspectiva, permite entender que cuadren mejor los números de su disidencia y su cercanía programática a los nuevos movimientos alternativos y antisistema que están a punto de encaramarse al poder, al menos en España, que es algo así como el flanco débil ante la gripe demagógica de cariz totalitario, acaso por nuestro secular atraso en la formación y el cultivo del conocimiento. No cabe duda, sin embargo, de las buenas intenciones de Illich y de la claridad conceptual con que enjuicia el modo como el sistema tiende a reproducirse en perjuicio de la gran masa de desahuciados que muy poco a poco podrán ir beneficiándose de los avances sociales. El caso paradigmático es el de la educación y la trampa que supone que países en proceso de desarrollo inviertan en unos carísimos sistemas educativos que solo beneficiarán a una mínima casta de personas que acabarán integrándose en el sistema, defendiéndolo y beneficiándose del esfuerzo “conjunto” de toda la sociedad para crearlo. La tesis es irrefutable: no todo el conocimiento está en la escuela, pero el sistema se organiza de modo que solo se benefician aquellos a quienes el sistema sanciona como poseedores del saber oficial. El interés de Illich se extiende a otras realidades sociales y en el libro que acabo de leer, Celebration of Awareness. A call for intitutional revolution, hallamos no pocos análisis cuya actualidad está fuera de toda duda, e incluso su talante progresista se colocaría, como en el asunto de la educación, a la izquierda de la izquierda dogmática de este país nuestro de todos los demonios. Illich trabajó, desde Sudamerica, en pro de la integración de las clases desfavorecidas en las sociedades democráticas de su tiempo, y al principio lo hizo desde la perspectiva de la Iglesia como una reacción contra la extensión del “poder rojo”, capaz de acabar con la presencia de la Iglesia en Hispanoamérica o entre las comunidades hispánicas de Usamérica: In 1960 Pope John XXIII enjoined all United States and Canadian religious superiors to send, within ten years, 10 per cent of their effective strength in priests and nuns to Latin America. (…) Nobody dared state clearly why, though the first published propaganda included several references to the “Red danger” in four pages of text. La realidad de la emigración puertorriqueña a Nueva York, por ejemplo, que fue in crescendo, desde los 35.000 que había en N.Y. en 1943, hasta el 1.750.000 que llegó a haber en 1970,  es analizada por Illich desde el punto de vista de quien aspira a que echen raíces en una sociedad en la que los conflictos raciales han configurado su historia de una manera determinante, sin perder los valores que les son propios de sus comunidades, en una suerte de equilibrio difícil de conseguir. De ayer es la noticia que el próximo alcalde de Londres será un pakistaní, musulmán a quien su religión no le impide haber votado a favor del matrimonio homosexual, por ejemplo, en un claro ejemplo de aceptación de una realidad diametralmente opuesta a la de sus orígenes. Con todo, desde un punto de vista igualitario, Illich tiene una visión derrotista de la sociedad dominante: The demonic nature of present system which force man to consent to his own deepening self-destruction, porque la extensión del modelo social capitalista norteamericano supone, a su parecer, una suerte de dominio moral insoportable: It is not the American way of life lived by a handful of millions tat sickens the billions, but rather the growing awareness that those who live the American way will not tire until the superiority of their quasi-religious persuasion is accepted by the underdogs.
         El libro está lleno de percepciones penetrantes de la conformación de los roles y modelos sociales que afectan a instituciones como la propia Iglesia, movimientos como los relativos al control de natalidad, instituciones como el Sistema educativo, etc. De hecho, su peculiar visión de las instituciones es algo así como la petición de principio que se ha de aceptar para poder seguir leyendo el volumen: Institutions create certainties, and taken seriously, certainties deaden the heart and shackle the imagination. De ahí la lucha permanente contra esa institucionalización del “todo” y de los afanes totalitarios que son parte consustancial de las sociedades democráticas occidentales: We have embodied our world view into our institutions and are now their prisoners. De hecho, el movimiento “liberador” que guía al autor, porque Illich casi podría acogerse por derecho a la teología de la liberación que caracterizó a ciertos segmentos de la Iglesia hispanoamericana en la segunda mitad del siglo pasado, queda perfectamente claro en su afirmación de que  we stand at the end of a century-long struggle to free man from the constraint of ideologies, persuasions, and religions as guiding forces in his life. Por eso tiene sentido la afirmación de Erich Fromm en el prólogo a la recapitulación de estos breves pero iluminadores ensayos:  To begin with this approach can be characterized by the motto: de omnibus dubitandum; everything must be doubted, particularly the ideological concepts which are virtually shared by everybody and have consequently assumed the role of indubitable commonsensical axioms.
         Illich denuncia, básicamente, la mitificación que han hecho las sociedades en vías de desarrollo del Sistema educativo como “patrón” de progreso, cuando, en realidad, puede entenderse al contrario: We have come to identify our need for further learning with the demand for ever longer confinement to classrooms. In other words, we have packaged education with custodial care, certification for jobs, and the right to vote, and wrapped them all together with indoctrination in the Christian, liberal, or communist virtues. Ahora bien, siguiendo la pedagogía social de Paulo Freire, que pone en relación la alfabetización de los adultos con los problemas políticos en los que están inmersos, Illich ve perfectamente que  only he who discovers the help of written words in order to face his fears and make them fade, and the power of words to seize his feelings and give them form, will want to dig deeper into other people’s writing. Y ese es el valor formativo e individual de sus propuestas, o, dicho en palabras de Fromm: Radical doubt is a process; a process of liberation from idolatrous thinking; a widening of awareness, of imaginative, creative vision of our possibilities and options , y concluye: Illich’s thoughts make the reader more alive because they open the door that leads out of the prison of routinized, sterile, preconceived notions. Por ello es tan interesante acercarse al pensamiento de este “rebelde” del siglo XX cuyo mensaje va más allá de la demagogia pseudoizquierdista actual, porque, y él trabajo hombro con hombro con la inmigración puertorriqueña en N.Y., la estrategia de relación social de Illich no es la del adoctrinamiento, sino la de la empatía, como se aprecia cuando, hablando del aprendizaje de una lengua extranjera, algo a lo que, como eclesiástico y propagandista de la fe, estaba obligado, nos sugiere, líricamente que: the learning of a language is more the learning of its silences than of its sounds, porque, como es bien sabido, por cualquiera que tenga cierta sensibilidad para las lenguas y la comunicación: A language of which I know only the words and not the pauses is a continuous offense. It is as the caricature of a photographic negative. (…) Silence has its pauses and hesitations, its rhythms and expressions and inflections; its durations and pitches, and times to be and not to be. Cuando existe la verdadera comunicación, sobra la verborrea: The man who show us that he knows the rhythm of our silence is much closer to us than one who thinks that he knows how to speak.

         La palabra de Illich es palabra esencial en el tiempo, y no han pasado por sus reflexiones sino las meras formas externas de la alienación

4 comentarios:

  1. Me sorprende cordialmente tu opción educativa como funcionario de una de esas instituciones odiosas, y tu elección para tus vástagos cuando sería mucho más acorde una educación desinstitucionalizada. Conozco padres que han elegido la educación en casa al margen del sistema algo que estaría más en la línea de Ivan Illich. Un día vi a una niña de doce años en la exposición de Paulo Salgado absorbida por una de la fotografías. Estaba sola, no era de ninguna escuela. Le hice una foto que es de las mejores que he hecho. Imaginé que unos padres desinstitucionalizadores la llevaban a la rica oferta cultural (es un decir) que hay en Barcelona para formarse.

    La crítica de Ivan Illich es pertinente. Esa formación educativa obligatoria pretenden modelar al individuo para adaptarlo a una sociedad dada con valores equis. Es una educación abiertamente ideológica que no pretende en ningun caso el libre pensamiento. Y es una educación manipuladora.

    Pero las instituciones educativas tienen una función que es velar por la salvaguarda durante horas y horas de los chavales que tiene encomendados, aunque la realidad de lo que se aprende es mínima. Dudo de que los chavales en realidad aprendan más de un cinco por ciento de lo que se supone que se enseña y lo tiro largo. El hito fundamental de la escuela está en la enseñanza de la lectoescritura y las cuatro reglas. El resto del tiempo los chicos están bajo supervisión autoritaria en una especie de penitenciaría amable en la suposición de que deben estar vigilados por una autoridad en lugar de estar en las calles donde aprenderían cosas malas. Y además si sus padres trabajan no tendrían tiempo de cuidarles. La escuela tiene encomendada una función veladora de horas de estancia y una conformación en valores sociales acordes con la sociedad dada. O en confrontación con esa sociedad.

    No hace mucho mostré un documental sobre una muchacha de trece años que se había ido en velero a dar la vuelta al mundo durante dos años. ¿No es acaso la más genuina representante de lo que significaría la utopía de Ivan Illich? Tuvo que enfrentarse a los tribunales de Holanda porque no permitían que lo hiciera. ¿Te imaginas a esa muchacha volviendo a un centro de enseñanza reglado tras dos años de libertad absoluta?

    No cabe duda. Los centros de enseñanza son centros penitenciarios amables donde se enseña poco y se pierde el tiempo amenamente en buena compañía.

    Pero lo que propone Ivan Ilich yo lo veo en la realidad de las antiguas tribus indias o africanas en que no existía enseñanza reglada sino que era toda la tribu la que enseñaba. Y a los catorce años se era adulto. Hoy la adultez parece que se alcanza a los cuarenta y ni así.

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    1. Aula me pareció lo más similar a la Institución Libre de Enseñanza, de ahí nuestra opción, al margen de que era la única que ofrecía un sistema de enseñanza de las lenguas oficiales y extranjeras más acorde con lo que a mí me parece que ha de ser el ideal para cualquier ciudadano, no solo para los hijos de los protosecesionistas que también los llevan a la misma escuela. Mi contribución individual "antisistema" ha consistido en relativizar la importancia de la escuela y de lo aprendido en ella, salvo los conocimientos objetivos incuestionables. Para el resto, me parece que lo propio de los padres es no adoctrinar, sino preparar a los hijos para que se defiendan por ellos mismos "frente" al sistema, organizando cada día mejor el pensamiento, desarrollando la capacidad argumentativa y valorando las contribuciones que han hecho de la cultura el eje del desarrollo social. Las teorías anarquistas sobre la educación tienen muchos déficits que asustan lo suyo. En cualquier caso, no me parece que una "obligación" se algo malo para personas en periodo de formación: obliga a ser rebelde, porque son no pocas las injusticias que uno acaba sufriendo dentro del sistema. Lo peor es que el discente se fragilice y se haya de recurrir a esa "iglesia" que es la psicología, que todo lo complica. Que los alumnos salgan más de las escuelas sería lo deseable, sin duda. Se aprende mucho "al aire 'libre'", ciertamente.

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  2. Ya lo dejó dicho: "Para la mayoría de los seres humanos, el derecho a aprender se ve restringido por la obligación de asistir a la escuela".

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    1. No parece, en efecto, que haya tenido un efecto "liberador" masivo, la verdad... Desde "dentro" de ella, sé que se aprende "contra" ella, la mayor parte de las veces.

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