Los Discursos
de Lisias o la inmersión en la claridad del razonamiento persuasivo, felizmente
contextualizada.
Hay lecturas, como la presente de Lisias, motivadas
exclusivamente por el amor al mundo antiguo y por la necesidad de desplazarse
en el tiempo y en el espacio, no tan tontunamente como esa desafortunada serie
televisiva, para recuperar realidades desde las que contemplar nuestro presente
con mayor propiedad analítica, con los fundamentos propios del origen de lo que
entendemos por civilización europea.
Lisias fue un logógrafo, esto es,
alguien dedicado a escribir discursos forenses que permitían, o así supongo que
los vendería él, salir con bien de cualquier proceso judicial. Estamos, pues,
ante el arte del razonamiento, de la persuasión, ante la lógica aplicada a la
realidad concreta, no ante un texto de carácter literario o eminentemente
retórico, en el que lo importante sea la belleza del estilo, antes que la
veracidad de las pruebas, como él mismo escribió en el discurso XI , Segundo
contra Teomnesto: Creo que es necesario
especular no sobre las palabras, sino sobre los significados de las cosas. Leer
aquellos alegatos de tan diferente naturaleza, la propia de la complejidad
social de siempre: desde el adulterio hasta el asesinato, pasando por un
lisiado que defrauda al estado o por la acusación contra Eratóstenes, bajo cuyo
mandato en Atenas fue asesinado el hermano de Lisias, Polemarco, y él hubo de verse forzado a exiliarse a Mégara,
de donde regresó tras la instauración de la Democracia. Algunos moralistas puntillosos
ponen reparos a que Lisias incluso pusiera su pluma al servicio de quienes
defendieron la Oligarquía, como ocurre en el discurso XXV, donde se manifiesta
de forma inequívoca al respecto: No es
difícil darse cuenta, ¡oh, jueces!, de que no versan sobre la forma de gobierno
las diferencias mutuas entre los hombres, sino sobre las conveniencias
personales de cada uno. Lisias acabó desengañado de la política, y, desde
esa perspectiva, podemos leerlo hoy como a un “adelantado” a su tiempo y a
todos los tiempos, porque, desde la constatación del efecto reactivo como motor
primordial de los cambios políticos: la
democracia se origina a causa de los que llevan una política injusta en la
oligarquía, del mismo modo que por
culpa de los que se comportan como sicofantas en la democracia se estableció
por dos veces la oligarquía, el lector advierte enseguida el poderoso
caudal de simpatía con que leerá los discursos de Lisias, a quien no le ciega
le aspiración de la verdad a todo trance, sino el hecho de que sus clientes
salgan con bien del trance de verse denunciados ante los tribunales o de ser
ellos los acusadores. De hecho, Lisias fue el primero en escribir una apología
de Sócrates, que no se ha conservado, anterior a las de Jenofonte y Platón. Es
necesario aclarar, antes de proseguir, para que se entienda cabalmente el
juicio de Lisias, que los sicofantas eran acusadores profesionales, algo así
como el Sindicato Manos Limpias, recientemente desarticulado por la policía,
capaces de hundir para siempre la vida de aquellos que caían bajo sus
acusaciones y se veían, como es el caso de algunos clientes de Lisias, en la
necesidad de demostrar lo que debería caer del lado de la acusación. Tal es el
caso del discurso X en el que se juzgaba la acusación de haber tirado las armas
durante el combate, lo que aparejaba, tras las comprobaciones pertinentes, la
pérdida de derechos políticos.
La vida misma de la Grecia clásica -el
arco vital de Lisias se extiende entre 458 y 380 a. C.-, es lo que el lector
puede hallar hoy en aquellos discursos cuyo contexto social y político nos
ofrece una esmerada edición con generosas introducciones a cada discurso y
felicísimas notas a pie de página a cargo de Luis Gil. Son discursos, no se
olvide, palabra viva, pronunciada, no texto fijado para ser leído a solas o en
silencio. Y esa cualidad intrínseca es lo que hace más amena la lectura y nos
permite tener una visión certera de lo mucho que el discurso forense ha perdido,
en nuestro país al menos, porque en la vida judicial usamericana, por el
contrario, sigue más que vivo que nunca el espíritu fundador de una oratoria
capaz de todo, de lo admirable y lo miserable. Que los discursos forenses
constituyan todo un género cinematográfico que nos ha deparado películas
inolvidables como Doce hombres sin piedad, Matar a un Ruiseñor, Testigo de
cargo, Compulsión, La caja de música, etc., permite valorar la supervivencia de
la tradición que encarna Lisias en una tradición como la usamericana, muy
alejada de la española, donde la oratoria fue decayendo hasta prácticamente
desaparecer. Quien haya seguido en parte -hasta que comprensiblemente se le
agotara la paciencia- el juicio a los exduques de Palma, habrá constatado la
planicie oratoria de los mil y un abogados presentes en la sala, amén de sus
incorrecciones, anacolutos y vulgares y chocarreras salidas de tono, todo menos
algo que ver con la tradición forense de la que Lisias fue un notable
representante, aunque no pudiera competir con Isócrates, su contemporáneo, y quedara
uy lejos de la brillantez del posterior Demóstenes. No sucede así, sin embargo,
con los discursos forenses del neoclásico Meléndez Valdés, que son una
auténtica joya aún por descubrir para un público mayoritario, discursos
plenamente ilustrados y ajenos radicalmente a la ñoñería de su poesía neoclásica.
Quizás esta entrada de hoy sea un impulso para releerlos y dedicarle la entrada
que, de suyo, merecen.
Lisias, reivindicado por Cicerón, se
convirtió en algo así como el principal ejemplo de la prosa ática contra el barroquismo
del asianismo imperante en la época republicana: egregie subtilis scriptor atque elegans, quem iam prope audeas oratorem
perfectum dicere, nos dice de él Cicerón en su elogio. Y es lo cierto que
son escasos los artificios retóricos que podemos encontrar en la prosa de
Lisias, la cual discurre ajustada al objetivo de proporcionar argumentos
sólidos que permitan ganar el caso. Lo más atractivo de sus Discursos, al
margen de la claridad lógica de los mismos, son esos momentos en que se mezclan
los elementos históricos, el fino dibujo de las costumbres e incluso, aunque en
pocas ocasiones, la contundencia de algún aforismo moral. Recordando, por
ejemplo, la guerra contra los persas, Lisias nos ofrece un cuadro vivo del
recurso inventivo de Jerjes y de la temible batalla naval contra los invasores:
Con desprecio del orden de la naturaleza
y de las obras divinas y de los designios humanos, hizo un camino a través del
mar y abrió paso por fuerza a las naves a través de la tierra, uniendo las
orillas del Helesponto y horadando el Atos sin que nadie se le opusiera. En
la batalla, sin embargo, con las
exhortaciones de unos y otros y el clamor de los moribundos, y ver que la mar
estaba cubierta de cadáveres, y que zozobraban, trabadas mutuamente, muchas
naves amigas y enemigas (…), por el temor que les poseía, creyeron ver muchas
cosas que no veían y oír muchas cosas que no oían. Esos fragmentos que
salpican los discursos deparan un placer inmenso en quien lee, porque, de
pronto, al margen del caso puntual, emerge la historia con todo su esplendor
como aval de tal o cual posición.
La vida cotidiana que se refleja en
los Discursos de Lisias se basta y sobra para quitarle al autor la pátina
amedrentadora de “clásico” al que cuesta acercarse, como si fuera un estigma
que convirtiera a los recipiendarios de semejante marbete en autores “de otro
nivel”, más allá de las escasas fuerzas de los lectores hoplitas. Como si
hubiera, siguiendo el símil de aquella época de Lisias, lectores caballeros y lectores
hoplitas. Por Aristófanes sabemos que el jinete significaba el poder militar de
la nobleza, mientras que el hoplita-Sócrates participó como tal en la batalla
de Maratón- suponía la pertenencia al pueblo llano. Desde esa llaneza popular
de sus Discursos hemos de apreciar el discurso con el que se defiende uno de
sus clientes cuando su enemigo lo violentó entrando
en el gineceo cuando se encontraban dentro mi hermana y mis sobrinas, que
siempre han vivido tan recatadamente como para avergonzarse de ser vistas
incluso por sus parientes y además se permite acusarlo a él de haberlo
agredido: La prueba más grande y más
evidente de todas es que habiendo sido él ofendido y amenazado por mí, según
pretende, no se ha atrevido a recurrir a vosotros hasta después de cuatro años;
y mientras no hay nadie que, cuando está enamorado y se ve apartado de aquel a
quien desea y es además golpeado, no intente, movido de cólera, tomar inmediata
venganza, éste es el único que deja pasar largo tiempo. De ello, y en ese
corolario se aprecia la calidad estética de la obra de Lisias, se sigue que no parece propio de la misma persona el
estar enamorad y el ejercer la delación. Lo primero ocurre a los hombres más
bien sencillos; lo segundo, a las gentes sumamente malvadas.
Está claro que hay discursos de más
enjundia que otros, de expresión más feliz o de sentimiento más encendido, pero
todos los críticos se ponen de acuerdo en señalar el discurso XII, Contra Eratóstenes, , pronunciado por el propio
Lisias, como uno de los más interesantes. Amigo de sorprender desde el
principio a los jueces, Lisias se pregunta al principio del discurso no tanto
por los motivos del acusador, sino por los del acusado: Aunque ordinariamente era preciso que fueran los acusadores quienes
explicasen a qué se debía su hostilidad contra los acusados, en este caso lo
que hace falta es preguntarles a estos qué móviles les guio en su enemistad
contra la ciudad, como consecuencia de la cual osaron incurrir en tan graves
faltas para con ella. A partir de
ahí irá desgranando los motivos por los que pedirá la pena de muerte contra él,
más allá de los perjuicios personales que pudiera el tirano haberle deparado. Yo quiero hacerle subir aquí, ¡oh, jueces!,
e interrogarle, pues mi criterio es el siguiente: cuando se trate de beneficiar
a este, creo que es una impiedad incluso el hablar de él a otro, pero si es
para hacerle daño, resulta santo y piadoso el hablar con él. Y alerta a los
jueces para que no confundan la magnanimidad con la debilidad: Que vuestro agradecimiento ante lo que dicen
que va a hacer no sea mayor que vuestra cólera por lo que ya han hecho: y, si
perseguís a aquellos de los Treinta que están ausentes, no perdonéis a los que
aquí se encuentran, ni os ayudéis a vosotros mismos menos eficazmente que la
fortuna, que los puso en manos de la ciudad. Ceso ya de acusar. Habéis oído,
habéis visto, habéis sufrido, le tenéis aquí: juzgadle.
Los discursos de Lisias, como no podía ser de otra manera, constituyen una exaltación de los valores helénicos que acreditaron a los griegos frente a los pueblos belicosos que los rodeaban. De hecho, Lisias fue también un defensor del panhelenismo que defendió Isócrates, y defendía con ahínco las virtudes que servían para definir la idiosincrasia de los únicos moradores que había tenido Grecia, una autoctonía, podríamos llamarla así, de la que se sentían más que orgullosos. En el discurso XXI, Defensa de un cargo de venalidad, Lisias expone claramente ese tipo de virtudes que definen mejor que cualquier otra descripción el espíritu ateniense: el más penoso servicio reside precisamente en ser en todo momento, hasta el final, un hombre comedido y juicioso, sin dejarse dominar por los placeres ni arrastrar por el afán de lucro, y mostrándose de una manera de ser tal que ningún ciudadano le pueda a uno reprochar nada ni atreverse a citarle en juicio. (…) Cuando era necesario desempeñar un servicio público, nunca me preocupó el dejar a mis hijos empobrecidos en la correspondiente cantidad, y sí el no cumplir con entusiasmo lo que me había mandado. ¡Ya se advierte, al menos aquí en España, lo lejos que estamos, en el siglo XXI, de acercarnos a semejante ideal!
Los discursos de Lisias, como no podía ser de otra manera, constituyen una exaltación de los valores helénicos que acreditaron a los griegos frente a los pueblos belicosos que los rodeaban. De hecho, Lisias fue también un defensor del panhelenismo que defendió Isócrates, y defendía con ahínco las virtudes que servían para definir la idiosincrasia de los únicos moradores que había tenido Grecia, una autoctonía, podríamos llamarla así, de la que se sentían más que orgullosos. En el discurso XXI, Defensa de un cargo de venalidad, Lisias expone claramente ese tipo de virtudes que definen mejor que cualquier otra descripción el espíritu ateniense: el más penoso servicio reside precisamente en ser en todo momento, hasta el final, un hombre comedido y juicioso, sin dejarse dominar por los placeres ni arrastrar por el afán de lucro, y mostrándose de una manera de ser tal que ningún ciudadano le pueda a uno reprochar nada ni atreverse a citarle en juicio. (…) Cuando era necesario desempeñar un servicio público, nunca me preocupó el dejar a mis hijos empobrecidos en la correspondiente cantidad, y sí el no cumplir con entusiasmo lo que me había mandado. ¡Ya se advierte, al menos aquí en España, lo lejos que estamos, en el siglo XXI, de acercarnos a semejante ideal!
Has puesto como ejemplo el juicio a los antiguos duques de Palma en que la oratoria forense en el juicio es igual a cero, a la vez que distinguimos la vulgaridad de la expresión, la incorrección, la planicie radical de lo allí expuesto, a diferencia de la oratoria que abunda e las películas americanas de juicios, género que en casa nos entusiasma.
ResponderEliminarNo soy capaz de aquilatar el valor de la oratoria forense de Lisias, así que me dejo guiar por tu espléndido artículo que nos lleva por meandros alejados de la actualidad gris. Tus textos son un gozo para el diletante que es este lector que queda siempre admirado por la dirección de tus lecturas, así como de muchas de las películas que comentas.
En cuanto a la España actual, ¿qué decir de la probidad de nuestros responsables políticos? Ahora se está celebrando en el Parlamento valenciano una investigación sobre el accidente del metro de hace diez años en que murieron cincuenta personas aproximadamente. Uno de los interpelados es Juan Cotino al que se acusa de entrevistarse con las familias de las víctimas para ofrecerles ayuda a cambio de su silencio. Se encontró com más de treinta familias pero él niega rotundamente dicha intención. Pero yo veía que la nariz le iba creciendo mientras afirmaba esto con gran contundencia. ¡Qué tropa! Pero, Juan Poz, es que no hay más cera que la que arde. Al menos no, en el campo de la política. No hay Lisias que rediman a la oratoria de su absoluta vulgaridad. No en vano, escribiste aquel magnífico exabrupto que fue La España vulgar.
Lo que más llama la atención de los discursos de Lisias es la "llaneza expresiva", porque la verdad no necesita de artificios, y cuando estos se empeñan en acompañarla la desfiguran de tal manera que dudamos de su naturaleza. La desvergüenza de nuestra clase política es para "despacharse" a gusto durante horas..., aunque al final se queda uno como emponzoñado, intoxicado, de ahí que compense más, ¡ya lo creo!, engolfarse en textos "descatalogados", que es otra manera de "desencajarse", a destiempo... Gracias por lo de "La España vulgar" que he presentado, por cierto, a un premio de ensayo para libros publicados, a ver si algún jurado de esa otra jurisprudencia aún más venal que son los jurados literarios simpatiza con él.
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ResponderEliminarA estas horas de la madrugada o del amanecer temprano para mi hoy, me he acercado a darte mi más efusiva enhorabuena por tu comentario en el blog de JOSELU, titulado "POCO" porque ese comentario tuyo, mi querido JUAN es de los que merece tener titulo. No le he comentado a él allí, ni le he dicho nada, porque sinceramente tu comentario ha eclipsado totalmente su entrada y sería de muy mal gusto por mi parte decir algo así allí - es terrible mi necesidad de decir lo que siento y pienso en los blogs ;-) vamos que sin duda me estamparía la puerta de su blog en la cara, con razón y no sería la primera vez;-)
Dicho lo cual, con la venia de su Señoría pido respetuosamente la palabra jaja
Genial esta entrada tuya también. Aun cuando como te acabo de confesar, desvelándote mis verdaderas intenciones al acercarme a tu blog, me ha encantado tu entrada sobre los discursos de Lesias que he visto por encima y de pasada, pero que tras tu espléndido y detallado análisis quizá me anime a leer como se merecen.
Tienes toda la razón en cuanto a la pobre o más bien penosa capacidad discursiva de los profesionales de la justicia en este país. A veces siento vergüenza ajena viendo la incapacidad de muchos colegas para expresarse con una mínima soltura en sala. Cuando comencé a ejercer me aterraba entrar en sala, sentía algo así como el miedo escénico de los actores, me preocupaba muchísimo mi absoluta falta de preparación en este terreno. Increíblemente en los estudios de derecho de este país no se nos enseña absolutamente nada sobre dialéctica, oratoria ni se nos fan las más mínimas nociones discursivas, como si nuestra profesión fuera a discurrir exclusivamente sobre folios en blanco, una pena! Como te decía, temía embarullarme en mis explicaciones, perdeme en mis infinitas y habituales divagaciones y sobre todo resultar ininteligible y reiterativa en los juicios. Con el tiempo me he dado cuenta que aun cuando no soy nada del otro mundo, no soy de lo peor y eso me ha ido dando cierta tranquilidad y hasta soltura, llegando a disfrutar enormemente en las contadisimas ocasiones en las que la inspiración me acompaña y me siento satisfecha al terminar mi intervención y sobre todo si me sale redondo el alegato final, que en derecho procesal se llaman "conclusiones finales" lo que vienen a ser un resumen de los sucedido en sala subrayando el petitum de tu demanda jurídica.
Para mi, es tan importante el trabajo que se dedica a preparar la estrategia de defensa en cuanto el fondo del asunto y estrategia jurídica, como su puesta en escena, al fin y al cabo en derecho procesal español se supone que debe primar la oralidad de las actuaciones frente al aporte documental o lo que es lo mismo, aun cuando la instrucción de una causa es el periodo más lago de la substanciación de un asunto, lo definitivo y definitorio sucede en la vista oral, sin embargo, tal cual comentas es hay muy pocos Lisias en ejercicio aun cuando te aseguro que los hay. Conozco a un colega por cierto, discapacitado que se desplaza en silla de ruedas por los estrados judiciales al que es una delicia escuchar ... nunca he visto crecerse tanto a un ser humano al abrir la boca como a él, además de que es una enciclopedia andante domina a la perfección el arte discursivo, vamos que Demóstenes quedaría encantado con él ;)
Mil gracias por todo lo que regalas por todas partes JUAN, de verdad que es un inmenso placer leerte siempre.
Un beso enorme hoy casi al amanecer ( un día mi horario vital va a decretar prisión incondicional sin derecho a recurso contra mi ;)
Feliz finde ya casi!
No creo, María, Joselu, de quien soy amigo desde 1982, nada menos, sé que es incapaz de molestarse por la expresión del propio pensamiento, digas lo que digas, y mira que tú siempre lo dices todo con tanta cordialidad y afecto que uno hasta se embelesaría con un insulto tuyo, no te digo más..., aunque suena a que sea imposible tal posibilidad. Te agradezco tu generosidad para con este grafómano que siempre piensa que escribe demasiado y que no estaría de más que se tomara un lustro sabático, o por ahí... Durante dos años fui con los alumnos a ver juicios, como actividad de lo que entonces se llamaba "la semana cultural", que no era sino un encubierto "descanso de la rutina" para que los alumnos no se nos murieran de hastío, ¡como si los conocimientos que se les imparten en las aulas no fueran cultura y de la mejor...! A través de esas sesiones, y luego por mi afición a las películas de juicios -por cierto, te recomiendo "Compulsión", de Richard Fleisher, con un Orson Welles extraordinario como abogado defensor- la oratoria judicial siempre ha sido un campo de mi interés. Por lo que tú escribes y cómo lo escribes, estoy seguro de que, a pesar de ese miedo escénico que todos tenemos -los profes también, no te creas...- debe de ser toda una experiencia oír alguna de esas conclusiones finales que pueden significar la condena o la absolución. ¡Qué responsabilidad! Una sugerencia: ¿Os filman habitualmente en esos "trances"? ¡Qué curiosidad por ver una de esas grabaciones! Ahí queda el reto... Feliz fin de semana, o bisagra de mes..., que es otra manera de verlos.
Eliminarjajaja no dudo de tu amistad con JOSELU, pero tampoco dudes tú de que un día me echó de su blog jajaja fue la única persona en mi vida que me ha pedido textual y literalmente que no volviera entrar ¡ créeme ! después, tras unos "años" me volvió "a ajuntar" por eso debo ir de puntillas con él. Somos dos antagonistas que se acercan desde lejos, yo estoy a gusto, no me importa, me gusta su sinceridad, me parece una buena persona y a veces me hace sonreír, aunque nunca sé muy bien qué cosas extrañas se le cruzan cuando siento de pronto q necesita ... clavarme agujas como si fuera un muñeco de budú jaja esto es lo que yo siento nunca sé cuales son sus intenciones ;) al principio me dejaba perpleja, nunca he sabido por qué nada de lo que le sucede, ahora ya lo veo como parte de su curiosa forma de ser. Aquí, como fuera de aquí cada persona somos un universo minúsculo ;)
EliminarNo soy nada generosa contigo, sin ninguna duda, eres uno de los mayores eruditos de la blogosfera que tengo la suerte de leer y además del colmo de la modestia, tienes un fantástico sentido del humor y eso meencanta de ti ; )
Respecto a lo de llevarte a tus alumnos a los juicios ( seguro que volvían deseando disfrutar de tus clases comparado con soportar algunos tostones judiciales ;) ¿ te quieres creer que en derecho ni un solo día nos llevaron a ver uno? y respecto del final, sí, todas las actuaciones judiciales se filman y gravan pero yo tengo muy poquitas mías, solo pido las vistas que voy a recurrir ( en las que mi intervención suele dejar mucho que desear ;) no soy de recurrir por norma, algunos compañeros lo hacen porque prima más el tema comercial que las expectativas razonables que justifiquen el recurso y afortunadamente tengo bastante suerte con las resoluciones que recibo, para bien o para mal, en el juzgado como con casi todo en la vida soy de buena conformidad jaja ... por otro lado te diré que son unas grabaciones tan malas tirando a horribles que no se ve nada y se escucha peor... a mi me entran ganas de llorar al escucharme ... parezco una niña pequeña hablando desde el más allá jajaja
Muchos besos y muy feliz bisagra/ gozne o perno de semana ;)