Teoría de la
ambición:
La aforística delicadamente prescriptiva de Hérault de Séchelles, Le beau Séchelles…
El ingenio, la elocuencia,
la aristocracia y la belleza no son ingredientes que le permitan a un hombre navegar por el mar encrespado de la
Revolución Francesa sin acabar perdiendo la cabeza, que es lo que, finalmente
le ocurrió al bello Hérault, bisnieto del aristócrata que le dio nombre al
archipiélago de las Seychelles. La perdió junto con Danton y Desmoulins, por
celos del rousseauniano Robespierre, del mismo modo que bien hubiera podido
ocurrir al revés. Hérault apenas tuvo tiempo –murió a los 35– para escribir una
brevísima obra: Eloge de Suger (abad
de Saint Denis), 40 páginas; La visite à
Buffon, ou Voyage à Montbard (53 páginas) y la obra por la que, en el
ámbito de los aforistas moralistas franceses, lo conocemos hoy y lo admiramos: Teoría de la ambición, de 1788, que no
es propiamente título puesto por él, ya que la obra apareció en vida del autor,
aunque de forma anónima –una convención de la época para dar mayor relieve al
autor– con el poco atractivo título de Codicille politique et pratique d’un jeune
habitant d’Épone, es decir, en la tradición aleccionadora de los primeros
tratados aforísticos, como el de Hesíodo. Se ignora quien decidió ponerle tan
hermoso título a los consejos para llevar una vida reglada y satisfactoria que
nos propone Hérault, pero se hizo respetar, porque con él ha seguido hasta
nuestros días, y seguirá después. La titulación literaria o filosófica es un
arte sobre el que ya me explayé a gusto en aquella entrada/proposición: El Artista Desencajado quiere hacer caja
que sólo obtuvo una respuesta a la que, cortesía obliga, no cobré por mis
servicios, algo que no ocurrirá ya con la segunda, aviso...
Hérault, a pesar de sus orígenes
aristocráticos y de ser el protegido de la Duquesa de Polignac, amiga íntima y
confidente de la reina María Antonieta, cuya influencia fue decisiva para que
el joven Hérault escalase puestos de
responsabilidad en la administración del reino, pues a su apopstura sumaba su
carrera de abogado, no lo dudó a la hora de unirse, con cierto ardor justiciero,
a la Revolución y participar, incluso, en la toma de la Bastilla. Fue
comisionado para restablecer el orden revolucionario en Saboya y Alsacia, y fue
también Presidente de la Asamblea Nacional, sustituyendo a George Danton.
Colaboró en la redacción de la constitución de 1793, la llamada de La Montaña,
que nunca llegó a promulgarse ni aprobarse. Fruto de su visita a Saboya, aliada
de la Revolución, fue el emparejamiento con Adèle de Bellegarde quien, a la
sazón, era la mujer de un coronel que servía en el ejército del rey en Cerdeña.
El amor apasionado de ambos jóvenes continuó en París, adonde Adèle y su
hermana se trasladaron siguiendo al hedonista revolucionario. La historia de
Adèle es bien curiosa, porque, caído Hérault en desgracia, sufrió la cárcel
pero se libró de la guillotina. Acabada la época del Terror, fue excarcelada y
triunfó en la alta sociedad parisina, llegando a ser la favorita de Talleyrand –el
superviviente político por antonomasia, del que nuestro Duran i Lleida es una
pálida y lasciva imitación–. La fama de
su belleza fue tal que el propio Jacques-Louis David, el pintor clasicista de
la Revolución, la inmortalizó en su obra El
rapto de las sabinas, retrato que, después, sirvió como modelo para el de
la Marianne revolucionaria de los sellos de correos, como se advierte en las
ilustraciones que siguen:
Son numerosos los tratados
escritos en aforismos que, desde el siglo XVI, pretenden guiar al pretendiente
en la corte, e incluso hay un juego de mesa, inventado por Alonso de Barros y
descrito en su manual titulado Filosofía
Cortesana que se juega sobre un tablero con 63 casillas, que corresponden a
los años que pasa el pretendiente en la corte, un librito que merece de todo
punto ser leído por sí mismo, pero también como venerable antecedente del
manual del perfecto aspirante cortesano
democrático…, podríamos decir, que es
el librito de Hérault.
Hérault no está exento de
responsabilidad en el uso generalizado de la violencia para instaurar la
revolución, tal como lo señala acertadamente Jorge Gimeno en su precisa introducción
biográfica en la cuidada edición de
Siruela, donde recoge el reproche que le envió su amigo Caspar Lavater: Vos queréis destruir el despotismo mediante
el despotismo, e instaurar la libertad mediante la tiranía. Como ordenado
manual que es, la “teoría” de la
ambición, que algunos autores han considerado algo así como el embrión de un ulterior
desarrollo más extenso, sin percatarse
de la decidida voluntad de Hérault de inscribirse en la prestigiosa tradición
de una corriente moralista con la que parece entablar un diálogo como una esgrima
de ingenio, se divide en los siguientes capítulos: 1. Preceptos generales para
ser persona de genio. 2. Selección de medios y circunstancias que exaltan las
facultades intelectuales, ya se trate de todas en conjunto o de algunas a
expensas de las demás. 3. Lectura. 4. Carácter. 5. Conocimiento de los hombres.
6. Plan de acción. 7. Conversación. 8. Forma de los libros. 9. Estilo de los
libros y los discursos públicos. 10. Charlatanismo y 11. Lógica de los contractivos,
a los que corresponden, con ese orden casi cartesiano e ilustrado las
siguientes recomendaciones muy dignas de tener en cuenta:
Cree en
ti mismo, conócete, respétate. La práctica habitual de estas tres máximas es el
secreto del hombre sano, ilustrado, bueno y dichoso.
oOo
Tened una alta idea de vuestras facultades y trabajad:
las triplicaréis.
oOo
Las ideas se van con quien las corteja galano;
y huyen del torpe y del tocón.
oOo
No
progresamos grandemente sino cuando nos volvemos melancólicos, cuando,
decepcionados del mundo real, nos vemos obligados a inventarnos uno más
soportable.
oOo
Una prueba de
que es preciso demorarnos en un libro para tener derecho a decir “lo he leído”,
es que de los dos o tres mil volúmenes que un erudito apresurado logra leer, no
retiene mucho más que un marqués francés de los países por los que se desliza
en silla de posta.
oOo
Venus Saepe
excitata, raro peracta ingenium acuit.
["Venus, siempre cortejada, raramente
poseída, agudiza el ingenio". Tradución de Jorge Gimeno.]
Ver con
anticipación y en poco tiempo lo que de otro modo veríamos después y con mayor
lentitud; disfrutar en un día de la experiencia de las naciones y lo s siglos; adquirir una premoción de lo que
estamos llamados a conocer; recapitular sobre lo que ya conocemos; aprender a
reflexionar un poco más rápido de lo que el mero paso del tiempo nos enseñaría;
adquirir desde jóvenes prudencia y sabiduría; en fin, aumentar nuestra
influencia sobre los demás hombres gracias a una dicción plena, bien ordenada,
pura, correcta, florida, amable, flexible, fina, viril, noble, elevada,
majestuosa, tales son las principales ventajas que se extraen de una larga
familiaridad con los mejores escritores. [Este aforismo, peculiar por la
longitud, más cerca, por el tono discursivo, de las notas de Canetti o de
algunos de Lichtenberg.
[Este aforismo
bien podría figurar con todos los
honores en el frontispicio de este Diario.]
oOo
Cháchara y
constancia, dos cosas incompatibles.
oOo
Tenacidad y soledad:
dos principios de originalidad.
oOo
La sociedad
mitiga el orgullo; la soledad, la vanidad.
oOo
La clave de
la voz en la escala musical se corresponde con
la clavedel carácter en la escala moral.
oOo
Haceos
perdonar vuestro talento mediante la sencillez de maneras y alguna pequeña
incapacidad.
oOo
El orden
alivia loa memoria, destierra la irresolución , infunde audacia, robustece el
paso de un escritor.
oOo
Cuando un
hombre que triunfa de las circunstancias no dispone de un estilo acorde con su
carácter, su tono, su gesto, su porte, es un escritor que copia, un animal de
costumbres.
oOo
Estilo, hijo
del eco gradual de la cabeza en el corazón.
oOo
Lo imprevisto
es la base del estilo en todos los géneros.
oOo
Precisar lo
vago y difuminar lo nítido.
Excel·lent disquisició filosòfica.
ResponderEliminarBenvinguda al meu Diari, si és que n'hi ha diaris d'algú...
ResponderEliminarGracias por este interesante descubrimiento.
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