13 de enero de 2...
Me lo temía y, para mi impotencia, se va fraguando: hay narración sobre mí, conmigo incluso, y bajo mi nombre, pero mucho me temo que sin mí... ¿O no es así? A un heterónimo le resulta todo más difícil. Se trata de la ¿inmejorable? oportunidad de acreditarme, porque si lograra algún día publicar la novela en curso, La manzana de Poz, bien que se le iban a bajar los humos a quien yo me sé, ¡archiengreído y vanisoso –sin errata, faltaba más, ¡y a su salud!- autorzucho de quinta!
De momento llevo escritos cinco capítulos y creo que aún necesitaré otros cinco más, como mínimo, para esclarecer qué sea, en qué consiste y cómo se come esa manzana del título, si es que soy capaz de mantener el impulso inicial que me llevó a escribir los tres primeros capítulos como afiebrado.
Advierto ya de que no es obra menor, sino al detalle; de que no es individual, sino colectiva; de que no pretende la originalidad a toda costa, sino llegar a los orígenes... En fin, soy incapaz de juzgarme con la severidad con que me merezco y renuncio, lo confieso sin rubor, a señalar cuantos defectos me harían rechazarla y negarme a asociarla con mi nombre en aras de la severa y frustrante excelencia a la que siempre he aspirado...
Llevo sufridas tantas contrariedades, he encajado tantos desencajamientos, tantas negativas, tantos desprecios, que incluso aunque no esté a la altura de otras obras mías, lucharé por esta manzana. Estoy tan convencido de la legibilidad e interés de la misma que, cuando la acabe, o incluso antes, haré públicos algunos capítulos en este blog de mis desahogos para que, si así lo juzgan oportuno algunos de mis tan apreciados como escasísimos lectores, me disuadan de probar fortuna con tan escaso bagaje, o todo lo contrario.
Lo prometido es deuda y sabré cumplir el compromiso.
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