miércoles, 24 de mayo de 2023

«La piel de zapa», de Honoré de Balzac, al fin.

Mi primer Balzac, y nunca mejor elegido al más puro azar objetivo.

 

         Si los Episodios nacionales, de Galdós, los dejé deliberadamente para los tiempos supuestamente generosos, en términos temporales, de la jubilación, ¡serio error de apreciación…!, Balzac era otra de esas lecturas que no me apremiaban en vida laboral, de por sí ya muy llena de muchas otras, y postergaba hasta años como el presente. Curiosamente, ha coincidido mi lectura con el siempre ameno e interesante artículo que Jordi Llovet le dedicó en Quadern a una reedición de la Fisiología del matrimonio, del mismo autor, y del que he tomado muy buena nota. La piel de zapa lo tengo comprado desde hace mucho, a la espera del tiempo de su lectura, que acabo de realizar.

Como lo ignoraba casi todo sobre el autor, ahora sé que esta novela forma parte de su ciclo monumental agrupado bajo el marbete de La comedia humana, con esta lectura así mismo inaugurado. Y he de confesar que, salvo desengaños posteriores, me he abierto un horizonte de lecturas en todo similar al que me abrí con mi afición a las nouvelles de Simenon, siempre de agradable lectura, aun, con mis limitaciones, en el original francés. La serie de novelas «filosóficas» no tardarán en aparecer por casa, porque el botón de muestra que contiene La piel de zapa da a entender que han de ser muy interesantes.

Bien se puede decir que esta novela fue el detonante de la fama del autor y su aceptación como uno de los escritores franceses más representativos de su generación. Y no me extraña. La novela,  muy ambiciosa, reúne muy diversas tendencias: el drama existencial, la novela romántica, la fábula oriental, la novela filosófica, la devoción por la ciencia y la reflexión moral y política, así como una descripción del ambiente social, sin dejar por ello de lado el fino análisis psicológico de los muchos y variados personajes que aparecen en la obra: Para juzgar a un hombre se necesita al menos estar en el secreto de sus pensamientos, de sus desventuras, de sus emociones; no querer conocer de su vida sino los acontecimientos materiales es hacer simple cronología, la historia de los necios.

A punto de suicidarse lanzándose al Sena en plena noche, después de haber perdido sus últimos dineros en una casa de juegos, el joven Rafael decide postergar el momento de hacerlo y entra en una tienda de anticuario donde se encuentra con un propietario tan fabuloso como la prenda con que lo va a obsequiar, aunque más tiene de condena que de obsequio, porque ha de firmar un contrato que liga su vida a la aceptación del poder de la piel de onagro que tiene la virtud de hacer que sus deseos se cumplan, si bien cada vez que manifieste un deseo la piel se encogerá, hasta que llegue a acabar entregando su vida a cambio de esos deseos. El «sabio» enigmático que regenta la tienda va a mantener con Rafael una conversación que marcará el rumbo de su vida en el inmediato futuro. Se trata, en su conjunto, de una situación trágica, el suicidio inminente de un joven que desespera de poder hallar su sitio a través del estudio en la sociedad, y de un encuentro en el que el discurrir filosófico-mistérico del anciano rescatará en Rafael la ambición que guiaba sus pasos a través del esfuerzo, sustituyendo estos, a partir de ahora, por las artes mágicas del trozo de piel que, como amuleto, acabará aceptando Rafael, no sin antes dejarse convencer por la persuasión de su mefistofélico interlocutor: El hombre se agota por dos actos realizados instintivamente y que secan las fuentes de su existencia. Dos verbos expresan todas las formas que toman esas dos causas de muerte: Querer y Poder. […] Querer nos abrasa y Poder nos destruye: pero Saber deja a nuestra débil organización en un perpetuo estado de calma. […] En dos palabras: he colocado mi vida no en el corazón, que se rompe, ni en los sentidos, que se embotan, sino en el cerebro, que no se desgasta y sobrevive a todo. […] Mi única ambición ha sido ver. Ver, ¿no es saber? […] El pensamiento es la llave de todos los tesoros, proporciona los goces del avaro, exentos de todos sus sinsabores. […] Lo que los hombres llaman pesares, amores, ambiciones, reveses, tristeza, son para mí ideas que yo transformo en ilusiones; en vez de sentirlas, las expreso, las traduzco; en lugar de dejarles que devoren mi vida, las dramatizo, la desarrollo; me divierto con ellas como lo haría con novelas que leyera por distracción.

La presencia de Rastignac, que como  protagonista en Papá Goriot se nos presentará como un modelo de ética que no se compadece con el retrato que se nos da aquí, es determinante para convencer a Rafael de que la mejor manera de suicidarse es entregarse al libertinaje hasta que este acabe con uno: Yo también, como todos los jóvenes, he meditado sobre el suicidio. ¿Quién de nosotros a los treinta años no se ha matado dos o tres veces? Pues no he encontrado nada mejor que desgastar la existencia con el placer. Sumérgete en una disolución profunda: tu pasión o tú pereceréis en ella. El libertinaje, querido, es el rey de todas las muertes. Eso le dice en una reunión con otros jóvenes que pretenden fundar un periódico del que quieren hacer a Rafael la cabeza visible:  El poder se ha trasladado, como sabes, de las Tullerías a casa de los periodistas. […] El gobierno, es decir la aristocracia de banqueros y abogados que se ocupan hoy de la patria como los curas se ocupaban antiguamente de la monarquía, ha sentido la necesidad de engañar al buen pueblo de Francia con palabras nuevas e ideas rancias, a ejemplo de los filósofos de todas las escuelas y los hombres fuertes de todos los tiempos. Un banquete que degenera en francachela y del que Rafael sale con un contrato para escribir memorias ficticias, lo que le permite instalarse en una habitación modesta donde proseguir sus estudios para escribir su gran tratado sobre la voluntad y desde donde aspirará a enamorar a Fedora, una mujer caracterizada por destruir a cualquier amante que pretendiera someterla a su poder, a través de la seducción. Para Rafael, Fedora se convierte en una pasión irreprimible que está a punto de llevarlo al asesinato, aunque sabe retirarse a tiempo y continuar con su vida hasta que recibe una herencia cuantiosa que lo convierte en una persona rica. En el cuarto donde se instaló establece una relación afectiva con la hija de la dueña, Pauline, a quien da lecciones de cultura y de piano. Más tarde, cuando la propia familia de Pauline se ha enriquecido por la llegada del padre que estaba en el extranjero, en Sudamérica, ambos coinciden en el teatro y se produce una anagnórisis que acabará en enamoramiento y en anuncio de boda.

En la medida en que el protagonista advierte que se va cumpliendo la ominosa parte del contrato, que la piel encoge y él se acerca cada vez más al peligro de muerte, inicia una ronda científica para tratar de someter la piel a un tratamiento material que impida el encogimiento, pero no hay ciencia humana que pueda luchar contra la contracción de la piel. En esa deriva científica se intuye la poderosa vena realista del autor, si bien el rasgo fantástico de la novela es el que permite seguir las peripecias de los esposos con redoblado interés, porque la ciencia, advirtiendo su impotencia frente a la piel, deriva la raíz del misterio a la propia salud del protagonista, quien se instalará en un balneario de montaña para combatir un mal, al estilo de lo que habría de ser, mucho después, el hotel balneario de La montaña mágica, de Mann. El enfrentamiento con los residentes, un episodio estupendo en el que se retrata la marginación del diferente, frente al que se agrupan «los otros» para marcarlo con el estigma del peligro,  acaba en un duelo al que él asiste con el fatal conocimiento previo de que habrá de huir de las autoridades tras matar a su oponente sin siquiera disparar él la pistola.

Balzac, un autor de compleja personalidad, que se describe, en la figura de Rafael,  a sí mismo en su habitación mísera en la época de sus inicios como escritor, sin contar con el aval y la ayuda de sus padres, pero fiel a su determinación de convertirse en escritor a toda costa, llena su novela de muchos apuntes francamente interesantes sobre muchas realidades de su tiempo, y buena parte de ellos tienen que ver con su propia obra literaria, porque Rafael es, a todas luces, un alter ego del autor, mutatis mutandis. Si ibas a dormir por diez céntimos en esas casas filantrópicas en las que los mendigos duermen apoyados en cuerdas tirantes…, no describe el autor con un realismo que parece preludiar el aún lejano naturalismo de Zola; el mismo que, ante el caso de Rafael, le sirve para hacerse eco de un problema que fue de ayer y que es de hoy: Cada suicidio es un poema sublima de melancolía. ¿Dónde podrá encontrarse en el mar de la literatura, un libro flotando que pueda luchar en genio con este suelto?: «Ayer, a las cuatro, un joven se echó al Sena desde el puente de las Artes.»

         Está claro que Rafael ha escogido el camino que le ha abierto la posesión fantástica de la piel de onagro para aventurarse en la vida, pero no es menos cierto que Balzac sabe sacarle a esa maldición un rendimiento dramático que va creciendo, de forma sostenida, hasta un final romántico. A su manera, Oscar Wilde aprendió muy bien la lección de Balzac para su Retrato de Dorian Gray, que se condensa en esta Piel de zapa tan inspiradora y emotiva.  Sencillamente, no me esperaba un relato tan magistral como el que acabo de leer. Es cierto que el intermedio científico es asaz moroso y distrae no poco del curso de los acontecimientos que el lector quiere seguir, pero Balzac siempre encuentra el modo de sacar alguna enseñanza que nos compensa por esas páginas que nos detienen en exceso.

         La importancia del fundamento económico de la sociedad y de los individuos que pueblan el periodo postnapoleónico en Francia es uno de los rasgos distintivos de algunas novelas de Balzac. Él mismo durante toda su vida anduvo en pleitos, morosidades, impagados, créditos y otros pormenores económicos de los que habla en sus novelas con mucho conocimiento propio y excepcional agudeza. En general, los juicios críticos del autor, a pesar de su recio conservadurismo, siguen teniendo vigencia, porque quien ha buceado en sí mismo con tanta diligencia ha sabido entrar en los demás con y sin respeto, pero hasta la médula del hueso. Nada humano le era ajeno, y esa curiosidad, expresada por el viejo anticuario, por saber enriquece sus novelas extraordinariamente. Pongamos por caso su concepción de la prensa:

— El periodismo, ves, es la religión de las sociedades modernas y es un progreso.

—¿Por qué?

—Porque los pontífices no están obligados a creer, ni el pueblo tampoco

que remacha cuando, ya casado con Pauline y disfrutando de las excelencias del matrimonio que se basta a sí mismo, sin necesitar nada fuera de él, Rafael se queda adormilado leyendo el periódico —político por definición— y Pauline se lo arrebata: Rafael había olvidado su periódico. Paulina lo cogió, lo arrugó, hizo una bola con él y la lanzó al jardín: el gato corrió tras de la política que giraba como siempre, sobre sí misma.

         Sorprende, además, en ese mundo densamente conceptual de Balzac que acabo de descubrir, algunos relámpagos de ingenio muy adelantado a su época, como se advierte en esta definición del arte: No hay nada en el lenguaje humano, ninguna traducción del pensamiento hecha con ayuda de los colores, de los mármoles, de las palabras o de los sonidos que pueda representar el nervio, la verdad, lo acabado, la rapidez del sentimiento en el alma. ¡Sí, quien dice arte dice mentira! Una mentira que se reviste, en La piel de zapa, con todas las falas de lo real objetivo, a pesar de la acusada sentimentalidad que preside buena parte de la historia, sobre todo al final, un desenlace que reúne todas las características de un final operístico que se adelanta, también, de forma precursora, a La dama de las camelias, de Dumas, hijo.

         Permítanme consignar, a modo de coda, algunas de las observaciones con que va esmaltando Balzac su historia, destellos de su aguzado ingenio y de su baqueteada experiencia:

         En primer lugar una observación sobre el sueño que se adelanta a las investigaciones de Freud: El sueño, hecho vulgar en apariencia, pero en el fondo lleno de problemas insolubles para el sabio.

         Un apunte ligero, casi frívolo, pero con un envidiable poder de síntesis, además de una prefiguración de la importancia capital del género en el realismo del XIX: Era más que una mujer, era una novela

         Un apunte histórico que, conveniente y modestamente investigado, nos da como resultado que la vendetta era algo así como el sistema judicial popular de la isla de Córcega. De hecho, Balzac publicó en el mismo año que La piel de zapa un libro sobre Córcega titulado precisamente así: La vendetta: Como el deseo de venganza roe el corazón de un fraile corso

         Un apunte social que nos roca muy de cerca: Señora, hay dos tipos de miserias. La que va por las calles vestida de harapos pero con la cabeza alta y que, sin saberlo, imita a Diógenes. […] Y luego está la miseria del lujo, una miseria española que oculta la mendicidad bajo un título nobiliario: orgullosa y engalanada con plumas.

         De Fisiología del matrimonio, publicado antes que la novela que nos ocupa, debió de sacar Balzac esta sentencia lapidaria: El matrimonio es un sacramento en virtud del cual no nos comunicamos más que disgustos.

         Y, finalmente, que es también conclusión llena de delicadeza moral y estilística, estefino apunte psicológico de Balzac que nos remite a las literaturas galantes del VIII francés, cuando, efectivamente, una frase dicha oportunamente podría arruinar una reputación: En Francia sabemos cauterizar una llaga: pero aún no conocemos remedio para el daño que produce una simple frase.

 

 

 

 

 

 

4 comentarios:

  1. "Zapa" viene a ser "onagro", que es un asno salvaje. En el propio libro hay una digresión sobre el onagro y sus propiedades, como la de correr más ligero que las avestruces y no sé si hasta más que el guepardo, que alcanza, cito de memoria, los 130 km/h. Eso sí, muy lejos de algunas aves de presa que pasan de los 300 km/h... Esto de las lecturas es un vicio, lo reconozco, ¡pero son tantos años cerrando un libro y abriendo inmediatamente otro que forma parte de mi naturaleza. Yo creo que, de mí, mis hijos solo recordarán el más sabio consejo que he podido darle: "nunca se sale de casa sin un libro en la mano"... Gracias por la visita. Un beso.

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  2. jaja o sea que lo de " chagrín" es una solemne tontería .. ¡vaya! es cierto, sin duda un libro es lo más sólido y mejor donde agarrarse siempre. Gracias a ti y sobre todo gracias por todo lo que has leído, así leo yo através de tus ojos ; )

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  3. Gracias por ese análisis tan certero y por esas lecturas que nos acercas y nos haces querer leer mas...

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    1. Gracias a ti, que te tomas la molestia de entrar y, además, dejarme un piropo lector que agradezco como se merece. La lectura tiene en su contra que no es "espectacular", nada sucede entre quien lee y el libro excepto para quienes, también lectores, podemos disfrutar de ver a alguien leyendo, intuyendo acaso, por su mirada, sus cambios de posición o su mínima gesticulación la apasionante experiencia que está sucediendo ante nuestros ojos fisgones. A veces doy fe de esa experiencia, porque sé que hay lectores que acaso agradezcan mi deferencia, como es tu caso. Gracias.

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