domingo, 19 de marzo de 2023

Nada de nada...

          


         No debes profanar con rústicos signos la plenitud, el vacío, la ausencia. No estás aquí, ante las teclas que dibujan, 01,01,01,01…, lo indescifrable, la totalidad. Desde un resorte ajeno se articulan, entre la niebla del ser, los signos opacos de la niebla sináptica: tormentas de chispazos nerviosos.

El cosmos en sus nominales agujeros blancos se traga incluso el todo con los suyos y sí, tú —¿quién eres tú?—, soso y bobo, desapareces tras los del loco. Sumas ausencias como quien grita en la duna del desierto que se alza contra él —¿quién es él?— y lo sepulta, abrasado fundamento del único paisaje que se sucede a cada momento.

 Rueda la nada en órbita eterna, sin voces ni sombras ni lluvias ni descanso. Dices y no hay significado. Braceas como un náufrago del que las profundidades abisales tiran para trazar un tirabuzón que desciende, en doble vuelta de eje, por las paredes del maelstrom, la otra arena.

 ¡Tanto aire enrarecido ocupando tanto espacio en los alveolos del delirio por sobrevivir! Sereno, distante, edificado, rocoso, inerte, obsceno sueño de la muerte y la devastación, maridadas en el altar del estéril desorden absoluto, renuncias. Escombro y residuo. Excrecencia y descarte.

Demasiados algoritmos se te atragantan. La nada desde Adán no ha modificado su ADN amputado. No hay exclamación posible para el vacío, ni para su molde informe y ubicuo. Hay, sí, un vuelo de trazos alados sobre la linde y una lluvia de nostalgia incomprensible y forajida. Pero nada de todo eso significa algo: el aire se cuela entre los trazos, va y viene, silba una silva de triste savia salvaje derramada desde los troncos heridos. Silencio. Ausencia. Distancia.

La serenidad no se respira: se inhala la ausencia, se exhala el vacío. Rito cumplido bajo el cielo estrellado. No estoy, ni aquí ni allí ni en parte alguna: en redor, el helor y la respiración en suspenso; las manos agarabatadas de las que cuelga el odre reseco de un suspiro afónico.

Me pierdo en el rincón del arpa, abrigado por harapos de sentimientos cuajados en severos rictus indescifrables: el dolor remite al emisor mudo de los vacíos que ruedan sobre el tapete negro del fondo cósmico: no hay nosotros tan horadados por el vacío, como lo estáis vosotros —¿quiénes somos nosotros; quiénes sois vosotros?—, atravesados de huecos sin horizontes: me pierdo en las oquedades hoscas y sin aliento de la ausencia del verbo, del olvido del hálito, del derramamiento de la linfa, del deslizamiento cortante de los nudos y de los mudos nodos sin descendencia en el árbol de mi única genealogía, la de los modorros: no sabía, no pensaba, no miraba…

No hay voces hembra ni voces macho. El deseo siempre suspende su acecho frágil y complejo: porque no hay un ello —¿qué ello extraño seduce y encona?— ni ellos, quienes sean, lo han descubierto —¿quiénes son ellos, que danzan sobre la cuchilla cortante en los firmes hielos de la indiferencia?—, al menos en cuanto se afirma desde las raíces como fruto borde del ser, del estar y del devenir.

Los suspiros febriles son el magma candente del vacío que desafía al cielo y cubre de humaredas viscosas los pulmones, la garganta y el paladar del fonador desahuciado, del fuelle rasgado que emite síntomas confusos de un yo desarbolado y volado como explotan los soles en los espacios infinitos y aterradores; pero —¿quién soy yo, hoyo y hondonada, nada honda, vacío y huevo huero?—, me pregunto entre olvidos silentes. La nada. La ausencia. Un borrón sin cuenta nueva.

        

7 comentarios:

  1. Eres alguien que ha hecho una disertación absolutamente desolada sobre la nada, cuajada de toda la inmensidad de pensamientos que se te agolpaban deseosos de salir a alguna parte -aunque no exista- de ese tú, que eres aunque te supongas nada, siendo algo que es alguien con una mente absolutamente inexpugnable y encriptada que solo el tú de ti mismo sabe lo que necestabas decir y lo has dicho con toda la presencia de alguien que dudo mucho haya olvidado algo en toda su vida. Aquí no ha habido ningún borrón, ha habido mucho, muchísimo de todo, y todo, a tu cuenta ; )

    Un beso grande desde la nada de la nada, de alguien que no es nadie ; )

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    1. Dicen que "de todo" hay en la viña del Señor, María; pero, de ser así, también ha de caber ahí esa nada (que equivaldría a la angustia sin dolor) que tan bien ideografiaron los chinos y que en estos tiempos que la discreción encripta se me ha caído encima como la losa que no tendrán mis cenizas y en la que, de haber "algo", solo figuraría ese ideograma, Wu o Mu, que preside la tumba de Yasujiro Ozu (el programa no me deja añadir la imagen). Un beso. Gracias por tu lectura atenta y esclarecedora.

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  2. Buenas Juan. Muy interesantes siempre tus posts. Este de la nada me ha recordado a Carmen Laforet (solo por la dichosa palabra, todo hay que decirlo), ya que el viaje de la escritora a USA es tu post que más veces he leído y el que mejor me ha ayudado a entender a la autora, y me gustaría compartir una cosa contigo, via email, sobre Laforet. Si fueras tan amable y no te importa escribirme a marindigo@hotmail.com hay algo relacionado con lo q cuentas que querría decirte. Enhorabuena por tus acertados comentarios.

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    1. "que más veces he leído"... Lo leo y me cuesta asimilarlo, porque la reincidencia parece cosa de delincuentes más que de intelectores... Te agradezco la deferencia y, por supuesto, te contesto al correo electrónico. Gracias.

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    2. El correo no me reconoce esa dirección de correo. ¿Tienes otra?

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  3. La poética de la abducción existencial, el lirismo de la mecánica cuántica y la desesperación teórica de la relatividad. Ese simple conjunto de partículas fundamentales de la naturaleza que nos dijo Hawking que somos. La prospección del vacío, la trepanación de la nada, el agujereamiento negro de la ausencia. Los signos borrados por la niebla del tiempo y las veces, definitivamente, aquietadas. La cuenta atrás sempiterna. Un abrazo.

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