miércoles, 28 de septiembre de 2022

«Carry on, Jeeves», de Sir P.G. Wodehouse, un clásico del humor inglés.

 

Jeeves o el paradigma de los valets británicos de larga tradición en la literatura inglesa junto a los butlers: ¡ Ah, mi admirado Betteredge!

 

         Después de haber visto la película Wodehouse in Exile, de Tim Fywell, esta cumplió uno de sus objetivos: incitar al espectador a abrir alguno de sus muchos libros. Siempre, en las librerías de viejo, he visto centenares de obras suyas, pero jamás había sentido la tentación de comprar ninguna, sobre todo porque antes tenía que cubrir una miríada de lagunas de en lo que mi juventud entendía que eran el no va más de la cultura. Poder leerlo en inglés, aunque con algunas dificultades léxicas de las que luego hablaré, mejora mucho el contacto con Wodehouse, porque se advierte enseguida la fina y educada ironía del humor inglés.

La película, obviamente, me lanzó enseguida al descubrimiento del «personaje», porque parecía imposible que Wodehouse fuera capa de ser tan ingenuo en horas tan cruciales para Europa y el mundo, dado lo que estaba en juego. Costaba creer que fuera, como se le retrataba, un autor absorto en su creación hasta límites tan exagerados como creer, en 1941, que Inglaterra no estaba en guerra con Alemania, sino Usamérica, donde él había residido y creado unos siete años, antes de instalarse en Francia, donde fue detenido por los alemanes y enviado a un campo de concentración, del que salió al año, con el compromiso de escribir unas narraciones dirigidas a sus compatriotas ingleses y transmitidas por el servicio exterior de la radio nacional alemana. Aquello, ya lo entenderán, supuso acusar al ingenuo novelista de colaboracionista, cuando su país estaba en guerra. Se pidió de todo contra él, y no se incluyó la pena de muerte por puro milagro… Wodehouse fue, es y será un escritor cuya valía ha sido reconocida por muy diferentes plumas de renombre, pero en aquellos momentos trágicos de las acusaciones contra él, solo dos escritores, muy distintos entre sí,  se batieron el cobre por él públicamente: Evelyb Waugh y George Orwell, cuyo In Defence of P.G. Wodehouse, publicado en julio de 1945, merece una lectura lenta y atenta, porque no solo exculpa a Wodehouse, sino que realiza una crítica soberbia de los principales rasgos de su obra, con el fin de avalar su tesis de la singular ingenuidad de Wodehouse, a quien, si de algo se le hubiera podido acusar, hubiera sido de ingenuidad y estupidez, sin más. En palabras del propio Orwell:   The main charge was that Wodehouse had agreed to do German propaganda as a way of buying himself out of the internment camp. [Orwell.]: It is important to realise that the events of 1941 do not convict Wodehouse of anything worse than stupidity. […] Wodehouse’s main idea in making them was to keep in touch with his public and – the comedian’s ruling passion – to get a laugh. Obviously they are not the utterances of a quisling of the type of Ezra Pound or John Amery, nor, probably, of a person capable of understanding the nature of quislingism.   La feroz campaña contra el autor incluyó la retirada de sus libros de librerías y bibliotecas, el vacío critico, es decir, la muerte civil para alguien que vivía de sus lectores, los únicos en quienes pensaba, dado el volumen de trabajo constante con que lidiaba.

         No es este el lugar para hacer una reivindicación —a estas alturas de la historia, ya innecesaria— de Wodehouse o delinear los principales ejes de su biografía, aunque recomiendo muy mucho a todos los intelectores que busquen información sobre un autor capital en la historia del humor inglés e incluso universal. Dada la atención mediática dispensada a la reina Isabel II, está claro que todo lo inglés interesa sobremanera en cualquier lugar del mundo. El visionado de la película no está de más, desde luego. Wodehouse estaba tan volcado en su obra que ni siquiera concebía que su propia vida mereciera que él le dedicara alguna atención, porque carecía, escribió en una ocasión,  de las tres "ventajas" fundamentales para una autobiografía: tener un padre excéntrico, una infancia miserable y un pésimo recuerdo de la public school

         Carry on, Jeeves es una recopilación de relatos con dicho personaje y su joven «amo», el muy incompetente, perezoso e impenitente bachelor Bertie Wooster. De hecho, casi todas las historias que se recogen en este volumen aparecieron antes en el volumen My Man Jeeves, si bien la primera, Jeeves take charge fue escrita en 1916, la primera en la que Jeeves y Bertie aparecen como the master and his valet. Ambos personajes aparecieron sin esta fuerte conexión en la novela Extricating Young Gussie, de 1915. Hablamos, pues, de una serie que se inicio muy pronto en la carrera de Wodehouse y cuya redacción lo acompañó hasta 1965, lo cual prueba la gran estima que tenía por esos personajes en especial. Las narraciones están contadas por Bertie Wooster, pero, al modo como Simenon le dio voz a Maigret para que este escribiera de su propia mano su autobiografía, uno de los mejores títulos de la serie, Wodehoue reserva para Jeeves, una historia en la que él lleva la voz cantante, y donde se puede permitir frases de este tenor: Mr Wooster is a young gentleman with practically every desirable quality except one. I do not mean brains, for in an employer brains are not desirable. The quality to chich I allude is hard to define, but perhaps I might call it the gift of dealing with the Unusual Situation. Claro que no tarda en resumir el auténtico fundamento de la relación que hay entre ambos: Employers are like horses. They require managing. Some gentlemen’s personal gentlemen have the knack of managing them, some have not. I, I am happy to say, have no cause for complaint.  Desde esa superioridad patente, Jeeves se permite juicios sobre lo que le conviene o no a su joven amo, como cuando interesado por las lecturas de una joven sopesa la idea de ler a Nietzsche: You would not enjoy Nietzsche, sir. He is fundamentally unsound.

Estas apreciaciones, hijas de una inteligencia y un sentido del humor extraordinarios, nos dan a entender en el acto no solo con qué tipo de personalidad nos vamos a encontrar en esta serie de novelas, sino, también, con el sentido del humor que va a presidir tantísimas narraciones y que sintetizaría en una de esas insuperables comparaciones que a uno le es dado leer muy de tanto en tanto en el arte de la narración:  It was one of those still evenings you get in the summer, when you can hear a snail clear its throat a mile away. A poco que se sea aficionado al humor, en sus muy plurales manifestaciones, cualquiera ha de reconocer la brillantez de una comparación como esta, y el profundo sentido del humor desde el que ha sido elaborada. Sería larga la lista de «ocurrencias» humorísticas que uno puede hallar en las breves narraciones, pero conviene predicar la buena nueva del excelente arte narrativo con que han sido escritas, al menos las que yo he leído en Carry on, Jeeves, pero que imagino completamente extensible al resto de las narraciones de la serie: la creación de una trama, urdida desde un brillante sentido de los usos sociales de la ociosa clase británica aristocrática, que en ningún momento, aun a pesar de su brevedad, rehúye los tres elementos claves: planteamiento, desarrollo y desenlace, perfectamente articulados y, usualmente, interesantes, en la medida en que unas novelas diseñadas para cumplir una exclusiva y suprema función, divertir al lector, lo facultan.  Está de más señalar la gozosa visión satírica de las clases altas británicas y el retrato despiadado de Bertie Wooster, lo cual da pie, sin embargo, para la exhibición constante del Jeeves, his man

         Ahora es el momento de aclarar lo que anticipé al comienzo, porque el habitual intermediate level con el que pueden ser leídas, por quienes lo posean, aunque sea en usufructo, las novelas Jeeves, se ve interferido aquí y allá por una irrefrenable tendencia de Wodehouse al uso de arcaísmos, argot, eufemismos y léxico perteneciente al mundo del teatro, con el que Wodehouse tuvo una estrecha relación: no en vano fue letrista de no pocos autores de musicales. Ciertos usos, pues, descolocan al lector y lo invitan a hacer excursiones googlescas con la esperanza de hallar el significado exacto de lo que nuestro anfitrión literario nos quiere decir. Pongamos por caso la expresión: from the O.P. to the prompt side, que aparece en la descripción de un personaje, , Lady Malvern, de la que nos dice que medía  about six feet from the O.P. to the Prompt Side,” una amable exageración para quien, con esas dimensiones, apenas podía encajar en un sillón de la sala. ¿Adónde envía Wodehouse a sus lectores para resolver el «enigma»? Pues al mundo del teatro de varietés, según oportuna indagación de Evan Morris en su excelente página The Word Detective, que recomiendo fervorosamente. Y ahí va su explicación pertinente, para que se aprecie el grado de complejidad que narraciones tan sencillas esconden: Both “prompt side” and the abbreviation “O.P.” come from the theatrical stage.  Especially in amateur productions, even the best actors are apt to forget a line occasionally, and the task of rescuing the moment by “prompting,” giving visual or audible clues, falls to the “prompter” (or sometimes the stage manager) standing offstage in the wings.  Traditionally, the prompting is done from the left side of the stage (as one faces the audience), also known as “stage left.”  The abbreviation “O.P.” stands for “opposite prompt,” meaning the other side of the stage, i.e., “stage right.”  Both terms date back at least to the 18th century. ¡No hablemos ya, si la anterior ha parecido «rebuscada», de la explicación que Morris nos da, acabadas sus pesquisas, de una expresión tan inusual para cualquier lector, español o británico como ‘He and I have parted brass rags…’ ,  [To part brass rags means «to part after a quarrel; to sever all connection with a former friend».] La indagación de Morris lo lleva hasta Michael Quinion [World Wide Words (www.worldwidewords.org)], quien ofrece la explicación más plausible: to part brass rags” originated in the British Royal Navy in the 19th century. Enlisted men spent an inordinate amount of their time afloat cleaning the ship itself, especially polishing the numerous brass fittings, using a kit including polishing rags, emery paper and the like, all kept in a bag. It was traditional for sailors to do such duty in pairs, and along with a bag of cleaning tools and rags, you shared with your mate a bond of friendship that often lasted years. ¡Ahí es nada, la explicación! Perdónenme la extensión, pero mi objetivo es demostrar que incluso leyendo lo que habitualmente se considera «lecturas-pasatiempo» pueden los intelectores amantes de la lectura lenta y detallada adquirir ciertos conocimientos que, si ien no indispensables, siempre son placenteros.

         Después hemos de considerer el uso de los eufemismos, como dashed, por damned, por ejemplo, deuce por devil o su predilección por ciertos usos coloquiales, bird, para «sujeto», o la omnipresencia de un adjetivo, rummy, «extraño», «raro», que se convierte en algo así como una «marca de fábrica». El lector a veces se encuentra con casos en los que la ausencia de traducción es total, lo que le invita a buscar una soluciçon imaginativa. Es el caso de A stiff b. -and s. firs of all, and then I’ve bit of news for you, en la que, por mor de no extender la inclinación al alcohol, Wodehouse se refugia en iniciales que aluden crípticamente al objeto: bourbon and soda, quiero creer que significa ese juego de iniciales, aunque lo que le precede, stiff, significa un güisqui sin otro añadido, soda o agua. Llegan esos usos lingüísticos a tal extremo, que no es extraño tropezarnos con diálogos como este:

‘What do you mean by the expression “Bucks you up”?’

‘Well, makes you full of beans you know. Makes you fizz’

‘I don’t understand a word you say. You’re Englis, aren’t you?’

O este otro, que tanto llama, con ese verbo «cowboyesco…», la atención de un lector no británico: I closed my eyes and marshalled the facts…, es decir, los reordené para dotar de sentido la secuencia de los mismos.

         Por otro lado, el registro habitual de Jeeves, cultísimo, suele incluso descolocar a su amo y a sus amistades, como leemos en este pasaje, cuando Jeeves explica el negocio de recibir y saludar a turistas que paguen por conocer a aristócratas ingleses auténticos en Nueva York:

 ‘I do not allude, sir’, explained Jeeves, ‘to the possibility of including His Grace to part with money. I am taking the liberty of regarding His Grace in the light of an at present —if I may say so— useless property, which is capable of being developed.’

Bicky looked me in a hekpless kind of way. I’m bound to say I didn’t get it myself.

‘Couldn’t you make it a bit easier, Jeeves.?’

Esa referencia neoyorquina requiere una explicación, y como incompetente cicerone vuestro que soy en el mundo de Jeeves, de Wodehouse, os la voy a dar:  Wodehouse vivió en Usamérica  varios años, lo que no interfería en absoluto para que la mayor parte de sus historias transcurrieran en Inglaterra, el escenario habitual de sus ficciones, pero en este libro que he leído se alternan ambos escenarios, Nueva York y diferentes lugares de Inglaterra, lo cual, a mi parecer, enriquece notablemente el libro, pues la rivalidad habitual entre una y otra idiosincrasia, la usamericana y la inglesa, siempre ha dado mucho juego novelístico y, sobre todo, cinematográfico. Wodehouse le saca mucho jugo a la presencia de los brittish en Nueva York, sobre todo si se presenta en la ciudad algún veterano representante de las islas, como ocurre en alguna narración. El esnobismo del joven Wooster se nos presenta como ignorancia absoluta, para solaz de los lectores, cuando Jeeves, siempre tan oportuno, despliega la amplia capa de sus infinitos saberes:

‘Emerson,’ I reminded him, ‘says a friend may well be reckoned the masterpiece of Nature, sir.’

‘Well, you can tell Emerson from me next time you see him that he’s an ass.’

‘Very good, sir.’

         Las tramas son variadas y suelen tener un punto de disparate que, sin embargo, es perfectamente naturalizado por el autor a cuenta de esa idiosincrasia británica que acaso se haya formado incluso en la lectura de obras como las suyas. La tradicional extravagancia de los británicos es una suerte de motor inequívoco de muchas situaciones, como cuando Wooster ha de suplantar la personalidad de un amigo que no quiere ir a cantar a una celebración con unos familiares lejanos, o como cuando ha de prestar su apartamento en Nueva York para que un amigo haga creer a la vieja tía que lo visita lo bien que le va en la vida… En fin, los lectores habituales de Wodehouse, yo no lo era, pero considero seriamente el hecho de unirme a tan selecta sociedad, saben que los personajes de Wodehouse, a pesar del riesgo de convertirse en estereotipos, nunca dejarán de sorprenderles, como cuando, convertido en voz narradora, Jeeves sopesa la sugerencia de su amo de pasar de bachelor a hombre casado:  My experience is that when the wife comes in at the front door the valet of bachelor days goes out at the back. Obviamente, Jeeves sabe desenvolverse con perfecta naturalidad para generar una estrategia que le haga olvidar a su amo semejante infidelidad…

         Del mismos modo que Simenon crea adicción, lo mismo puede decirse de Wodehouse, aunque aún me queda confirmarlo en sucesivas lecturas, que vendrán…


P.D. Tras la advertencia deWodehouse de que un comensal no puede distraerse cuando le presentan en el plato una porción de Boiled pudding, busqué en YouTube una receta del mismo, originaria del XVIII y me he conjurado para materializarla un día de estos...

 

 

 

 

4 comentarios:

  1. Espero que tengas una buena experiencia culinaria y gracias por alumbrar y dar a conocer la figura de Wodehouse. Un abrazo.

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    1. La verdad es que el estudio sistemático de la lengua inglesa anima mucho a leer en inglés, porque con cada nueva lectura añades mayor soltura, excepto vericuetos insondables que se dan aun en la propia lengua. Recordemos que a Góngora se le consideraba "ilegible". Después de la superficialidad jocosa de Wodehouse,, me he metido en The Years, de Virginia Woolf, a ver hasta dónde llego. Gracias por la lectura, Francisco.

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  2. Interesantísimo, D. Juan. Un ayo Patronio de nuestra era, ese Jeeves. Mi hermano, quien debe de haber leído mucho Woodhouse, me lo alabó muchas veces, a ver si un día leo algo; por lo que usted dice, creo que será mejor hacerlo en español.

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    1. No, no, entiéndame bien, las excentricidades léxicas son apenas una gota en el mar textual. El resto, como ya digo, lo podemos seguir quienes tenemos "consolidado" el "intermediate level"... El citado Betteredge, sin embargo, quien solo leyó un libro en su vida: el Robinson Crusoe, me robó el corazón desde que lo hallé en "La piedra lunar", de Wilkie Collins... Uno de los grandes personajes de la literatura universal, a mi extraño o rebuscado entender...

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