Un
avezado conato de poesía de circunstancias.
Hay en la poesía española una veta familiar aún no
recogida en antología ninguna, que a mí se me alcance, y que, seleccionada con
tiento, formaría un hermoso volumen con un nada despreciable público posible.
En ese filón de lo íntimo familiar bebió Lope, bebió Miguel Hernández, José
Agustín Goytisolo, con poema hecho canción hímnica en los acordes de Paco
Ibáñez, y se hartó Unamuno a grandes tragos de familiaridad trascendental, él
que cumplió a través de su nutrida descendencia el ansia de inmortalidad: Al
niño enfermo: Duerme, flor de mi
vida,/duerme tranquilo,/que es del dolor el sueño/tu único asilo; Incidente
doméstico: Traza la niña toscos
garrapatos,/de escritura remedo,/me los presenta y dice/con un mohín de
inteligente gesto: “¿Qué dice aquí, papá? o A mi primer nieto: La media luna es una cuna, /¿y quién la
briza?;/y el niño de la media luna, /¿qué sueños riza? Ya se advierte que
no se trata de una de esas grandes avenidas de la poesía española, como la
metafísica de Quevedo, la surrealista neoyorquina de Lorca o la mística de
Juan de la Cruz, pero a buen intelector pocas estrofas bastan, para percatarse
de que ese latido consonante de la sangre encarnada arranca armonías, conceptos
y sentimientos que trascienden la mera circunstancia, si quien canta se asombra,
estremecido, ante lo cercano como Pascal lo hacía ante el silencio de las
galaxias lejanas. No pretendo buscar parentela estética de renombre para
cobijar el insípido zumo del torpe ingenio que presenté como regalo de
aniversario en la intimidad del núcleo todopoderoso de la transmisión de la
vida, sino alentar el esfuerzo de alguien que antologice esa rica veta de
nuestra poesía aún ignorada, salvo en sus máximas cumbres, por el común de los
lectores.
Del amor y su nonagésima
circunstancia
Estos, ay madre, que ves a tu alrededor,
alegres despojos del tiempo incivil,
divertidos achaques, del menor al mayor,
cada uno precioso escriño de las penas mil
y de los gozos cientos, te rodeamos
en este día tenaz de tu nonagésimo aniversario
antes de que
nosotros, escarmentados, salgamos
del consolador periodo sexagésimo
que, como tus años, no se va para no volver;
bien al contrario, porque los tuyos y los nuestros
tienen ya ese sí sé qué de presente eterno,
y hoy los sumamos sin resta alguna
en esta fiesta primaveral de tus años
redondos como la gravidez de la luna,
recuerdo del tiempo más feliz de nuestra vida.
Cada uno de nosotros te ve a su manera
y la tuya es soportarnos con audaz entereza,
pero alrededor de esta mesa, sobrios, bienhumorados,
convergen nuestros ojos en la envidia de tus años,
porque ellos son, ay madre, la única certeza,
y nuestras esperanzas de vida vilanos en la era.
Hay entre nosotros quien envidia tus genes
y a quien aún sorprende tu fuerza hercúlea,
quien te ha buscado las cosquillas desde el absurdo,
quien ha volado contigo a lo más alto
y quien guarda memoria de tus caricias;
pero sobre todos derramaste tus bienes
siempre con esa generosidad tan tuya
del yo mí me conmigo y el mundo por montera,
¡ay, madre!, que son tus impulsos torrentes
y acaso demasiado estrechos los secos cauces
por donde tu amor ha excavado tan hondo surco.
Aquí nos tienes, madre, a los cinco,
hermanados en el amor a tu persona
por la identidad feliz de los orígenes,
y porque nuestros cordones umbilicales
aún nos unen a ti en feliz metáfora
para quienes cultivan con mimo sus raíces.
No somos tú, madre, y tú eres nosotros,
¡privilegio insondable de la maternidad!,
en todos esos inadvertidos detalles
que nos sorprenden como en los espejos
el eco borroso del ser que fuimos,
y es gozo misterioso que asome tu intimidad
de ayer, de hoy y de siempre en estos reflejos
esquivos de las vidas de tus huidizos hijos.
Te vemos, madre, reposado el yantar divino,
y nos decimos que no hay noventa sin cien
y te pedimos que sigas labrando tu destino
con esa perseverancia que nos asombra a los cinco.
Aquí nos tienes madre a los cinco y que afortunada de poder tenerlos en su nonagésimo cumpleaños.Aunque ese periodo sexagésimo, no deja de ser la antesala de esa herencia.
ResponderEliminarMe ha encantado aunque no soy una entendida.
Un saludo que pase feliz día
Una preciosidad y aunque con un día de retraso ayer fue
Yo tampoco soy muy entendido, no crea... Gracias por los píos deseos.
Eliminar...disculpe; se ha quedado un trozo de comentario sin borrar, llevo unos días con el teclado trastocado, vamos a tener que darle carta blanca y nos procuramos otro...
ResponderEliminarExcelente la idea que brindas: tampoco soy consciente de que se haya perpetrado nada semejante, aunque "La familia" sí ha sido objeto de alguna famosa y algo enconada polémica. Me parecen cautivadores los versos de amor umbilical, en los que se percibe su bien marcado ritmo interior, incluso a expensas de las más o menos felices ocurrencias y concurrencias de algunas rimas. El conjunto es muy notable y transmite la emoción propia del caso. Me sumo a esa felicitación. Y que, por su orden y con la mayor pausa posible, caigan los 100. Un abrazo festivo.
ResponderEliminarSí, sí, ¡por Hermes!, con mucha pausa... Lo escribí en mi talludito bautismo en el AVE (no es tren para probes...) y exploré el género de la poesía de circunstancias, a medio camino entre los álbumes decimonónicos y la despedida de Gerardo Diego cuando le dieron su primer destino como profesor,su famoso Brindis, ¿lo recuerdas?:
EliminarDebiera ahora deciros: «amigos,
muchas gracias»; y sentarme, pero sin ripios.
Permitidme que os lo diga en tono lírico,
en verso, sí, pero libre y de capricho.
Amigos:
dentro de unos días me veré rodeado de chicos,
de chicos torpes y listos,
de dóciles y ariscos,
a muchas leguas de este Santander mío,
en un pueblo antiguo,
tranquilo
y frío.
Y les hablaré de versos y de hemistiquios,
y del Dante, y de Shakespeare, y de Moratín (hijo),
y de pluscuamperfectos y de participios.
Y el uno bostezará y el otro me hará un guiño,
y otro, seguramente el más listo,
me pondrá un alias definitivo.
Y así pasarán cursos monótonos y prolijos.
Siendo un poema muy íntimo, el mío, como bien adviertes, algo de mi bellaca barroquería congénita de pedante al paño ha acabado colándose. Gracias por tu generosa acogida crítica.
Emocionante leerlo, y estimulante la idea de la antología, Juan, heterodoxa si cupiese aún esa palabra en estos tiempo de aparente superación de todo canon. Celebro que tu madre amantísima tenga tal vigor, y que el tuyo no decaiga nunca.
ResponderEliminarUn abrazo.
Manolo Marcos
Ahora que los antisistema reivindican el concepto de "tribu", quizás no esté de más, sobre todo desde una posición tan "antifamiliar" como la mía, descubrir la cara poética del viejo núcleo social (no irradiador, por supuesto...). Gracias por tus buenos deseos, ¡y que se cumplan! Un abrazo, Manolo.
Eliminarun blog muy interesante
ResponderEliminargracias por compatirlo
Pues muchas gracias y bienvenida a este Diario abierto a la rosa de los vientos...
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