El
quadern gris, un clásico de la literatura universal.
No me extraña que Pere Gimferrer nos
ofreciera como coronat opus de su
magnífico Dietario –sobre el que ya he escrito una admirativa entrada en este
Diario– un homenaje a Josep Pla titulado Posible
imagen de Pla. No se me ocurre mejor
manera de comenzar esta entrega sobre El
quadern gris que con las palabras de
su mejor discípulo dietarista en las que recuerda el momento imborrable en que
conoció al maestro ampurdanés:
Mirad: mi Josep Pla está aquí, visto
al sesgo, en un ángulo de un salón del Ritz. Hay unas señoras sentadas
hablando. Pla lleva una boina y, también sentado, habla a ratos y a ratos
calla, lúcido y vívido, con ojos chispeantes de pastor tártaro*. Caminamos,
Josep Maria Castellet y yo, por las claridades de alambre que deslindan los
trebejos televisivos, bajo el fuego imprevisto y súbito de las lámparas
instantáneas de las cámaras fotográficas. Josep Pla está al fondo, muy lejos de
todo esto Y ahora Josep Vergés y Joan Teixidor me presentan a Pla. No nos
habíamos visto nunca, aunque, durante años, semanalmente, el uno leyera al
otro. Pese a todo, pese a que incluso habla de mí en Notes per a Sílvia, yo no estaba seguro de que Pla me recordara, de
que asociara mi nombre a las cosas frívolas y desperdigadas que he sido capaz
de escribir. Ah, pero Josep Pla se levanta, con vigor, enérgico en la flaqueza
vulnerable de la senectud; Josep Pla se levanta y me mira y me señala con el
dedo y me dice –la voz viene de muy lejos, quebradiza, pero las palabras, con
sonido ahogado y mortecino, son precisas, son nítidas–: «Usted escribe un
dietario…» Quizá hace un elogio, quizá no dice nada más, o casi nada más. El
autor de Quadern gris, el autor del
Dietario, del único Dietario con mayúsculas, me ha dicho que yo, precisamente
yo, escribo un dietario. (14 de marzo)[de 1982]. [*¿Tendría en la memoria Gimferrer la descripción
que Pla hace de sí mismo en el Quadern:
Tinc la cara notòriament plana i els
pòmuls amples i sortits. Això féu dir a alguns amics de Barcelona (...) que jo
semblo un rus del Mediterrani.]
De esto trata esta entrada, del único Dietario con mayúscula, porque si
algo sorprende al lector avejentado del Quadern
gris es no solo que su autor lo escribiera con 21 años, en un caso
excepcional de precocidad literaria y humana, sino, sobre todo, la absoluta
contemporaneidad de dicho Dietario, porque su autor, que se desnuda en las
páginas con una sinceridad y honestidad que lo honran, es nuestro contemporáneo
por el hecho de ser, indiscutiblemente, un clásico, y ello a pesar de todas las
reticencias que entre mis conciudadanos catalanes pesan a la hora de acercarse
a la obra de un catalán tan ilustre y universal como Dalí, pongamos por caso, y
no menos polémico que el propio pintor, tan
ampurdanés como nuestro dietarista, una ampurdanesía de la que hace
ostentación y gala a lo largo de las páginas de este Dietario que, no creo que
pueda ser de otra manera, cualquier intelector con un mínimo de sensibilidad
estética ha de intentar leer en la versión original, un catalán que se ha
convertido en auténtico modelo de lengua: un catalán no alambicado en un estilo
nada embolismático, y con unos contenidos de carácter universal a partir de la
pasión por lo cercano. Pla vive en un momento crucial para la cultura catalana, porque ante ella se abren dos caminos que vamos a representar aquí, simbólicamente, con dos palabras: quartilles, la usada por Pla y quartel·les, aquesta és la paraula que Josep Carner proposa per anomenar aquesta classe de papers. La diferencia me parece evidente: alejarse lo más posible del castellano [opresor...] o convivir con él de forma natural. La reforma normativa de Pompeu Fabra va en la primera direccion, y por ese camino hacia el establecimiento ridículo de una lengua literaria "exclusivamente" para una megaminoría (sic, sí, aunque suene a oxímoron), lo que, claramente, está en contra de la lucha por asegurar su supervivencia como lengua de cultura, lo cual no deja de ser paradójico. Cataluña, por otro lado, y volvemos a lo cercano, es La Mancha de Pla, y él el Don Quijote de sí
mismo, dispuesto a no dejar títere con cabeza, a juzgar por la dureza con que
ataca la hinchazón, la falsa solemnidad, la nesciencia y la vanidad de las
quimeras literarias del joven amanuense, perdido en un mundo en descomposición
del que acabará huyendo, vía París, para oxigenarse y poder respirar otros
aires que los mefíticos de la oscura provincia flaubertiana, asolada por la
gripe deletérea, como la Florencia de Boccaccio por la peste bubónica, si bien
Pla volverá su vista a lo más cercano, comenzando por sí mismo, y no con afán
de entretenimiento sino por puro ejercicio disciplinar: Quan d’ací a trenta o quaranta anys aquests papers es publiquin –si és
que algun dia es publiquen–, ¿quines reaccions produiran en l’esperit del
lector , si és que tenen algun lector escadusser? Jo només m’atreviria a
demanar una cosa a aquest lector hipotètic; li demanaria que els llegís amb
calma, lentament. (...) Aquest quadern és en primer lloc un element de
disciplina –un dels pocs elements de disciplina positiva que actua sobre la
meva vida.
Dos años de la vida del autor, 1918 y
1919, contienen este Dietario ejemplar, en un tomo de casi 800 páginas que se
leen con el indescriptible placer de quien ha hallado, por fi, a quien sabe
cómo y qué contar de su vida. Hay dos Josep Pla, en esos años: el joven que
intenta abrirse camino literario con un estilo ampuloso y noucentista en revistas
comarcales que nadie lee y el hombre sin edad, retraído y reflexivo que asiste
regocijado y molesto a partes iguales al espectáculo de la vida que se
desarrolla ante su mirada crítica, irónica y descreída. Este último es el que conocemos
en el Dietario. Y lo conocemos tan a fondo como intenta conocerse él a sí
mismo, en este juego de osada exhibición constante y ningún exhibicionismo,
porque, ya lo he dicho antes, la honestidad del autor está fuera de toda duda,
tanto que incluso ha sido capaz de ser lo valiente que exigía el género para
relatarnos lo que ha de entenderse como un intento de acoso sexual a una menor:
A la carretera trobo Adela, la nena del
far. És més menuda, plena, i deliciosa que mai. Se m’acosta amb moltes ganes de
riure. Tracto de fer-li una carícia, però de sobte veu en la meva cara alguna
cosa estranya, es torna pàl·lida, forceja nerviosament i fuig, corrent com un
coet. Després ve la depressió de l’alcohol i el remordiment per les violències.
Un dels dies més desagradables de la meva existència.
El Quadern gris
tiene una dimensión casi enciclopédica y muchos niveles de lectura. Se nos
aparece como una guía esclarecedora de un momento histórico y como un
observador privilegiado de la construcción de una identidad. El ser y su
circunstancia se imbrican de tal manera en las páginas del Quadern que deberíamos hablar de un “Mundo Pla” para hacerle justicia.
Desde una insobornable individualidad crítica, el autor construye el ajustado relato
de su propia vida de estudiante que acaba los estudios de Derecho en la
Barcelona del pistolerismo y la eclosión nacional; un estudiante que aborrece
dichos estudios, que tantos sacrificios le ha costado a la familia, y a los que
no se dedicará profesionalmente, pues la posibilidad de poder vivir de la
pluma, aunque sea como periodista mal pagado, se le antoja un auténtico ideal
de vida. La austeridad con que ha soportado su largo ciclo de vida
universitaria lo ha educado en el arte de la privación y el sentido del humor,
como se refleja en muchas anécdotas que jalonan el libro, como ésta en que le
describe a un amigo las terroríficas judías que, en cuanto se levante, va a ir
a comer a la pensión. Camps i Margarit, un pudiente socio del Ateneo lo escucha
y… En el moment d’alçar-me per tal
d’emprendre el camí, absolutament fatídic, de la dispesa*, se m’acostà, em posà
un duro de plata a la mà amb un moviment imperceptible (cosa que em dóna idea
que estava habituat a fer-ho) i em digué:
–Aneu a sopar al restaurant... La descripció que heu fet de les mongetes
verdes val més d’un duro. Desprès, deixeu-vos caure a l’Ateneu. (*Pensión.)
De Pla yo había leído, con motivo de
una larga investigación sobre la vida de Josep Anselm Clavé, el creador de los
coros de su nombre, un republicano federalista de vida ejemplar, Un senyor de Barcelona, libro con el que
disfruté desde el punto de vista de la investigación, pero también desde el
estilo. En su momento, hará ya más de 30 años, había proyectado una novela A la sombra de Clavé en que mezclaba dos
vidas: la propia de Clavé y la de mi padre, un joven socialista que, cambió de
bando en la Guerra Civil, tras sufrir el chantaje de la amenaza contra su
familia, si bien se adhiere después a la “causa nacional” con una vehemencia
digna de mejores causas. El título proviene de las largas tardes evocadoras que
el narrador pasa junto a la monumental estatua del músico en lo alto del Paseo
de San Juan, tocando a Gracia. Madrid. El
advenimiento de la República, por otro lado, en su dimensión de periodista, es un conjunto de magníficas
crónicas de los primeros momentos de la República. Pla es un polígrafo y muchos
sus intereses, entre los que han de destacarse dos muy curiosos: el paisaje,
sobre todo el de su Ampurdán natal y la gastronomía, como acredita en su
devoción por los sofritos: Els
empordanesos –no es pot pas negar- som una mica poca-soltes, però els sofregits
d’ací no tenen rival; són, sense discussió, els millors del país. Sofritos
que le inducen a un párrafo evocador lleno de una extraordinaria delicadeza: És la nostra vida mortal: tots portem el
record d’un sofregit de l’ermita clavat al cor i una ombra de vi rosat
tremolant a la nina de l’ull. I la darrera cosa que veurem en morir-nos i la
que veuen els nostres morts és la proa de l’ermita, penjada entre el mar i el
cel, suspesa en el buit de l’oblit fabulós.
Resulta imposible resumir una obra
capital como El quadern gris o
extractar aquellos fragmentos que nos parecen “definitivos”, porque la ristra
de ellos se extendería, al menos, las 50 páginas de transcripción apretada que
he elaborado a partir de la atenta lectura, de la morosa lectura que exigía Pla
de su obra, y que yo he cumplido con creces. Disfrutaría haciéndolo para un
trabajo académico, pero para trasladar a los intelectores ociosos que tienen a
bien pasearse por este Diario –que no
dietario, quede claro…– la pasión que he sentido por esta obra, casi podría
escoger al azar cualquier página de esa cincuentena de ellas de apuntes para
que se entendiera a la perfección la delectación con que he leído/devorado esta
obra. Lo he hecho tarde, lo sé. Otro tanto me ocurrió con Platero y yo, en cuya lectura no me metí hasta cumplidos, amb escreix, los 50 años, para
descubrir, sorprendido, que se trata de un libro que poco aprovecha a quienes
no hayan acumulado la experiencia vital que se supone se ha de haber alcanzado
a esa edad, si no se va con retraso, como yo voy, pues a mi edad actual se le
han de descontar los primeros quince años iniciales, auténticamente analfabetos. En cualquier caso, lo evidente
es que, en modo alguno, es una obra para niños, ni para adolescentes o jóvenes,
sino para lectores muy hechos y derechos, o mejor dicho, algo vencidos de la
edad y con sus muros en parte desmoronados… ¿Probamos? La 21, venga, la de la
edad que tenía cuando lo escribió: He aquí íntegro lo contenido en ella:
En les relacions personals, el coneixement de les febleses alienes és
l’element d’integració actiu. Forma un secret de dos, una zona d’ombra que
fusiona les ànimes.
El teixit de les relacions humanes està governat d’una manera tan poc
lògica i natural que, si hom estudia amb detenció el cas més corrent de la
realitat, queda esgarrifat de l’abundància de causes i situacions paradoxals,
impensades, imprevisibles, absolutament insospitades.
La primera cosa que es necessita per sentir una passió es saber-la
expressar. És
indescriptible fins a quin extrem ens hem tornat curts, espessos i ignorants. Som uns perfectes ases.
Hi ha països en què la monotonia és per a la gent una cosa més necessària
que el pa i les patates. El nostre país ocupa en aquest punt un lloc molt
important.
El diàleg d’un home que no s’equivoca mai té tres característiques: és
segur, és seguit i és inacabable. Són les tres mateixes característiques d’allò
que no s’acaba mai: la mediocritat, la impressionant mediocritat.
De vegades, boigs fan bitllets... comprèn? [Se trata de una errata no corregida.
La frase proverbial es: Boigs fan bitlles..., que significa “los locos a veces
aciertan”]
Tothom posava aquella cara de sofriment fingit que era costum de fer
davant de la música distingida.
L’obsessió del gran àpat acabat en cançons és permanent en el país
[Palafrugell]. És una obsessió tan forta que hom cantaria encara que el dinar o
el sopar fos corrent. Si hom se n’absté és a contracor –per no ésser pres per
boig, simplement.
Nydia, de Juli Garreta, és la millor sardana que s’ha escrit mai en
aquest país, una pura meravella.
Àdhuc suposant un moment que la intimitat fos expressable, ¿qui
l’entendria, qui la podria comprendre? Si no fos única, particularista,
personalíssima, absolutamente primigènia, ¿quin aspete tindria?, ¿com es podria
imaginar la seva presència? Quan no podem aclarir la nebulosa interna, diem
habitualment: «Jo ja m’entenc...» Els embriacs diuen el mateix. Sospito que les
criatures que no arriben a fer-se entendre, pensen el matei. La meva idea,
doncs, és que la intimitat és inexpressable per falta d’instrument d’expressió,
que la seva projecció exterior és pràcticament informulable. (...) I, però si
això no fos prou, hi ha tots els monstres invencibles: la vanitat, el
tartufisme, l’educació, l’egism, el convencionalisme, l’enveja, el
ressentiment, la humiliació, la influència dels diners o de la manca de diners,
la impotència..., és dir, tot el detritus de passions i de sentiments que hom
arrossega des que hom es lleva fins que se’n va al llit. (...) Les
contradiccions íntimes són permaents. Per exemple: jo tendeixo en públic, o
quan escric, a combatre el sentimentalisme per pornogràfic o antihigiènic, però
el cert és que personalment sóc una mena de vedell sentimental evanescent.
El último párrafo sobre la intimidad,
que es el corazón de la materia alrededor del cual gira buena parte del Quadern, me parece tan suficientemente
significativo de la madurez y del nivel de reflexión del autor que cumple a la
perfección, a mi entender, la misión de convencer al intelector de las bondades
de esta obra clásica de la literatura autobiográfica. Ha de tenerse en cuenta
que Pla es un lector voraz y un espectador nato, poco amigo del protagonismo y
mucho de mantener cierta distancia desde la que convertirse en fenomenólogo que
no pierde ripio de cuanto sucede, lo cual analiza, además, desde una
preparación tan sólida como la de su formación de escritor y filósofo
autodidacto. Su construcción libresca, no obstante, chocará indefectiblemente
con la realidad, y de esa dialéctica surgirá su obra luminosa: És quan parlo amb la gent que té vint anys
més que jo que veig clarament les característiques de la generació de què formo
part. Nosaltres venim dels llibres, Nosaltres hem llegit i llegim llibres.
Creiem que hem viscut perquè hem llegit els llibres. Els llibres ens han donat
l’esperança d’alguna cosa. Els llibres ens han suggerit l’esperança d’alguna
cosa. Hem esperat anys i anys que alguna cosa es produiria. ¿Què s’ha produït?
Absolutament res. Res. Això ens ha portat a suposar que els llibres diuen una
cosa i que la vida en diu una altra de molt diferent. (...) La vida és això i
allò i el de més enllà –diuen els llibres–, però després resulta que ningú no
es dóna per entès, que ningú no fa cap esforç per fer quedar bé les afirmacions
dels llibres. Hom descobreix que el que diuen els llibres serveix per
dissimular, per camuflar –és una paraula de moda– la vida mediocre i
acomodatícia. (...) Les èpoques sempre han estat iguals i el que s’anomena les
grans èpoques només han existit en la imaginació dels que n’han escrit els llibres…
No es infrecuente, por otro lado, que Pla se enfrente a ciertas materias desde
una perspectiva jocosa, porque ha de reconocerse que su humor, un humor
singular y malicioso, alivia una visión un tanto oscura del ser humano y de la
sociedad que animal tan imperfecto ha construido. Recuerdo, ya puestos en los
libros, la anécdota de un tal Pelegrí Casades i Gramatxes, un hombre terrible i menut rondinaire, biliós,
malcarat, sàtrapa i llengua viperina desenfrenada, y de tan escasa altura
que para llegar a la mesa de trabajo se hacía poner sobre la cadira un gavadal de llibres voluminós. Aquests llibres
contenen les obres més considerables que ha produït l’esperit humà: la Sagrada
Bíblia, la Patrologia dels santes pares, les Decretals. És molt possible que
hagin passat pel seu cul llibres molt més importants que els que han passat per
les seves mans.
La riqueza de los motivos de reflexión
de Pla es de tal extensión y transversalidad que el concepto de “Mundo Pla”
para referirme al Quadern tiene como
objeto alimentar la curiosidad del intelector que aún no se haya decidido, bien
por prejuicio pseudoizquierdista, si es catalán, bien por desconocimiento, si
es de otra parte de España a internarse en las páginas de este DIETARIO no con
mayúscula, sino mayúsculo todo él, y apasionante. Da igual que el emotivo que
propicia la reflexión sea la escritura, la política, los sofritos, el paisaje, la
universidad, la vida de pensión, las tertulias del Ateneo o lo primero que se
le ponga por delante, porque no hay asunto al que no le saque punta con una
agudeza que maravilla por su precocidad y con la que resulta más que difícil no
empatizar. Hablamos de un escritor que “no se gusta a sí mismo”, que se
considera menos que dotado para la vida social y aun para la escritura, carente
de imaginación, con turbias pulsiones sexuales y entregado a la drogadicción
alcohólica, como me confirmó de segunda mano –la primera es su propia confesión
en el Dietario: L’alcohol em fa molt de
mal... però tinc tanta set! A més, m’acosto a l’alcohol amb una mena de
il·lusió que m’abassega. Aquesta il·lusió va lligada a un desig irrefrenable de
vehemència i atordiment. (...) Per un duro (vint miserables rals) es poden
tenir quatre Pernods autèntics (Pernod Fils) gelats, deliciosos, exquisits i
estar dominat per un remolí dionisíac set o vuit hores–mi buen amilega
Benet Martínez, nacido en Pals, que tuvo un santo día la inmensa fortuna de ser
invitado a Llofriu por Pla; invitación de la que, chispeante conversación al
margen, a mi amigo Benet se le quedó grabado el saque alcohólico del escritor,
capaz de tumbar a un cosaco, él tan ruso y tártaro…
Me parece importante señalar que
dentro del Dietario hay, como mínimo, un par de relatos breves que tienen la
suficiente entidad como para haber podido ser editados al margen del Dietario,
dado su intrínseco valor narrativo y el hecho de comenzar y concluir sin necesidad
de ulteriores explicaciones. Uno de ellos, el del aprendiz que roba al amo
pertenece a la veta estupenda del Bartleby, y no desmerece en absoluto. El otro,
un intento de sátira sobre dos prometidos y el amor, es de una deliciosa
crueldad diabólica…
Por lo demás, y dada la
imposibilidad, en una obra construida bajo el signo estructural del
amontonamiento, del añadido arbitrario, de establecer las líneas maestras de un
discurso fragmentario, pero no quebradizo, me veo obligado a proseguir por más
tiempo esta laudatio merecidísima, y
dejo, para el turno de réplica, algunos añadidos que pueden hacer las delicias
de los intelectores, si es que no, por petición manifiesta, me incitan a
continuar con esta entrada.Vale.
Coincido contigo en la valoración entusiasta del Quadern Gris de Pla. El problema es que yo leí hace años una edición incompleta, extractada, de esa obra de ochocientas páginas que es el texto original. Me pareció sobresaliente y quiero volver a ella pero de modo íntegro. A veces he pensado que cuando tuviera una edad provecta, hacerme con la Opera Omnia de Pla y dedicarme a leerla, junto a los ensayos de Montaigne. Todavía no ha llegado el momento. Todavía han de pasar unos cuantos años. La precocidad del Pla joven a la hora de escribir este diario es asombrosa. Es difícil escribir un dietario que siga interesando, dadas las minucias de la vida cotidiana. Pues el de Pla es absorbente y está maravillosamente escrito. A mi admiración por Pla se une su vida azarosa y alambicada como espía franquista y personaje no asimilable por la Kultur Nazional del Catalanismo Oficial. Todo junto me lo hace doblemente atractivo, y algún día volveré a él. Me alegro de coincidir contigo.
ResponderEliminarY yo de hacerlo contigo, aunque sé que son más las lecturas que nos unen que las que nos separan... El Pla incómodo al supremacismo nacionalista catalán es, como bien dices, doblemente atractivo. Bien arraigado en la realidad estaba un Pla de familia sin posibles, viviendo con estrecheces y sabiendo lo que significa tener que ganarse las habichuelas sin otra recomendación que el propio trabajo. Como modelo de seny no tiene parangón. Y si se le suma lo coñón que es para con la fatxenderia pròpia de tanto catalán onfalocrático, el placer de la lectura se multiplica geométricamente.
EliminarMe ha alegrado mucho leer este artículo. Se da la casualidad de que he pasado el verano leyendo a Pla, a quien desconocía casi por completo. Sorprende saber que en 1918 ese casi primitivo pudiera pasear por las calles de Barcelona conversando sobre Proust... Fenómeno inesperado: Pla me ha reconciliado con la lengua (extraño, porque no sabía que tuviera necesidad de reconciliarme). Es llamativo que Pla leyera el Zibaldone de Leopardi y citara párrafos enteros del Ulises de Joyce (la utopía de Novabloom). ¡Qué sorpresa! Si bien coincido contigo, Juan, sobre QG, mi preferencia se dirige a "Notes disperses", que recomiendo, e incluso a "Notes de capvesprol".
ResponderEliminarPla no lee en plan escaparate, sino para escaparse de un constreñimiento social y de su adversa idiosincrasia individual, con la que adjusta admirables cuentas en EQG. Tenía mil y una referencias sobre la excelencia de EQG, pero la derrota lectora de cada cual le lleva por terrenos más que insospechados. En los momentos de gran fervor social unánime, sin embargo, algo en mí me invita a retraerme, para impedir un desajuste en la estimativa por un defecto personal; llevar la contraria. Leído sin las babas cenicientas de esa olla popular, pues, ya has leído qué me parece, y es evidente que me quedo corto. Tengo presente el recordatorio de Paul Léautaud: "La falta de criterio de valores, esta similitud en el ditirambo y este ponerlo todo en un plano de igualdad es la mejor prueba de la falta de cultura y de gusto de nuestra época. Cuando no se conoce nada, todo parece admirable."
EliminarTomo nota de esas "Notes", las "disperses" y las de "capvesprol" y las sumaré al estante flagelador...Estoy a punto de inventar el sadomaso con "amo", sin pretender destronar a Foucault, por supuesto...
Me llama la atención tu ignorancia sobre tu necesidad de "reconciliación" con la lengua catalana, pero, sin querer aventurar una interpretación, sino pensando en mi propia reacción, me atrevería a decir que la reconciliación es con nosotros mismos en tanto que catalanes que no comulgan con los principios fundamentales del Movimiento; y ello a partir del espectáculo de la inteligencia y el buen decir. Aunque Pla diga que en catalán todos escriben como pueden, dada la dificultad intrínsceca de la lengua, el lector de EQG tiene la convicción de que el, rara avis, escribe como quiere, y eso es lo que nos reconcilia con el catalán y con las posibilidades expresivas que Pla le abre.
Això està molt ben dit. Acepto plenamente tu hipótesis. Y conste que valoro mucho tu opinión en este asunto, clara y valiente además. ¡Todo hay que decirlo! El matiz que podría añadir es meramente biográfico y psicológico -anecdótico en buena medida. La prosa de Pla es una propina considerable, una moneda en curso fuera del totalitarismo. Ver esa moneda en la mano le hace a uno estar menos tenso. Por lo menos a mí. Hace muchos años concluí que en el individuo ibérico hay una porción esencialista, dogmática, irreductible. Siempre he tratado de vivir al margen de esa mezcla acrítica de sentimiento e idea. Desde entonces, derrotas no han faltado lectoras. Y ahora me permito una cita de “Notes disperses” (p.328 O.C. vol. 12, 1969): “La Generalitat feia una política que només era bona per a la premsa. Era un deliri d’exhibicionisme, de vanitat i de demagògia.”
ResponderEliminarAquesta distensió, has emprat la paraula exacta és el que més he valorat de la lectura de EQG. És la mateixa de la qual en gaudeixo quan parlo, sense anar amb embuts, i amb total cordialitat amb els amics de sempre: amb dret a equivocar-me, a exagerar, fins i tot a mentir, a estimar-nos,i amb dret a desentendren's de trascendències totalmente alienes al nostre ací i ara. Coincideixo amb tu y la teva visió de l'home ibèric intolerant de mena, tot i que, al llarg dels segles, hem anat millorant una mica, no et sembla?, cap a un nou tarannà. Fa molt de temps es pensaba, a la resta d'Espanya, que aquest era el dels catalans... Ara ja sabem que no, dissortadament.
EliminarPer cert, la "nota" d'ahir és, malauradament, la "nota d'avui, d'ara".