lunes, 27 de julio de 2015

Vanguardia en tiempos de cibernesia: Louise Bourgeois





Louise Bourgeois: La geometría aràcnida de la invención.

En un deliberado anticontexto, la Haus der Kunst muniquesa, templo que fuera de la ideación canónica de la arquitectura museística hitleriana, inaugurado en 1937 y solemnizado en 1939 con una exposición sobre los 2000 años de arte alemán, con la presencia de los jerarcas del Régimen, he tenido la oportunidad de ver una exposición de Louise Bourgeois, la creadora de una monumental y sobrecogedora araña que todos recordarán si han visitado los exteriores del Guggenheim de Bilbao, acaso por haberse fotografiado bajo ella, una de las pocas copias autorizadas de la pieza. Fallecida hace poco, en 2010, a un año de ser centenaria, Louise Bourgeois puede ser tenida por la más genuina representante del arte de Vanguardia, especialmente del surrealismo, dado el planteamiento onírico de muchas de sus creaciones, aunque también el expresionismo abstracto está muy presente en sus creaciones. Structures of Existence: The Cells  es una exposición en la que se exhiben sus cells, un concepto que admite las dos interpretaciones de su plurivocidad: celda y célula.
En cierto modo sería una versión surrealista de las esculturas de Richard Serra, “La materia del tiempo”, con quien, conceptualmente, mucho tienen que ver estas cells de Bourgeoise, si bien poco o nada formalmente, salvo la concepción arquitectónica de la pieza como un todo que encaja en el museo con independencia de las limitaciones que la arquitectura del propio museo impone. Nos hallamos, así pues, frente a unos espacios cerrados al visitante, pero, en la concepción original, abiertos, que se nos presentan casi como las mónadas leibinitzianas: un todo que, sin embargo, dada la proliferación de cells, acaba convirtiéndose en una pluralidad de fragmentos del todo autobiográfico de la artista. La declarada autobiografía que se exhibe en los fragmentos permite “entender”, siempre en palabras de la autora, algo simples, el sentido último de sus obras. Si el visitante prescinde de ellas, de esas interpretaciones, y se afirma en las suyas propias, sale ganando, por poca imaginación que tenga. Téngase en cuenta, para entender la concepción de las cells que Bourgeois concebía el cuerpo femenino también como una cell, y sus maternidades dan prueba fehaciente de ello. Preguntada, en un documental que se exhibe en una de las salas, por el significado de las esferas en su obra, no duda en agitar sus pechos de anciana y repetir: This: life. Con todo, hay cells en las que esas mismas esferas son auténticos e inequívocos testículos.
En términos históricos, la exposición Structures of Existence: The Cells ha de entenderse como una reivindicación de aquel Entartete Kunst (Arte degenerado) que condenaron los nazis y que exhibieron en este mismo museo en 1937 para mofarse de él. La lista de autores “degenerados” expuestos entonces es elocuente: Ernst Barlach, Max Beckmann, Hans Bellmer, Marc Chagall, Otto Dix, Max Ernst, Otto Griebel, George Grosz, Wassily Kandinsky, Ernst Ludwig Kirchner, Paul Klee, Emil Nolde, Franz Marc, Edvard Munch, Max Pechstein, Karl Schmidt-Rottluff,  Gustave Courbet, Eugen Hoffmann, Paul Bindel, Otto Baum, Lovis Corinth, Edwin Scharff. Sin embargo, es incomparable el interés que despertó entre los muniqueses esta exposición, con largas colas en la calle, frente a la celebración de los 2000 años del arte alemán puro, que pasó casi desapercibida. Acaso aún no se había inventado la asistencia obligatoria de los escolares, que tanto “artechollo” salva e incluso justifica.
         Así pues, recorrer la Haus der Kunst sabiendo que por esas salas habían desfilado –que no paseado…– malvados engendros ideológicos como Hitler, Goebbels, Himmler, etc., le añadía no poco morbo a la visita, aunque he de confesar que esas perversas “presencias” se desvanecieron en cuanto comencé a dejarme impregnar por las espléndidas obras de Louise Bourgeois, hechas, además, en buena parte, a partir de materiales de deshecho, de escombros, de enseres cotidianos que, llevados a sus cells, potencian su significado, y el del conjunto, hasta lo inefable. Reconozco, sin embargo, que la sobriedad helénica del museo, con sus inmensas salas de exhibición, a pesar de la severidad de su diseño y la matizada luz cenital, servían a la perfección para exhibir las cells, dadas las dimensiones de algunas piezas, como la construida a partir de la réplica de la araña del Guggenheim, dedicada a su madre, restauradora de tapices que trabajaba para su tiránico esposo adúltero, dueño de una tienda de ellos en el centro de París. Recorrer las cells, en su dimensión de espacio cerrado al que se asoma el ojo indiscreto del espectador es hacerlo a la biografía de la autora, pues en ellas se reflejan los conflictos psicológicos que sufrió a lo largo de su vida, y entre ellos no es el menor el odio asesino que sintió hacia su padre, quien desdeñó su inclinación artística. De hecho, Louise Bourgeois comenzó a estudiar matemáticas porque necesitaba agarrarse a verdades inmutables alrededor de las cuales construir su vida. Tras la muerte de su madre, se dedicó a las bellas artes e inició lo que acabaría siendo una de las grandes trayectorias artísticas femeninas del siglo XX. La muerte del padre odiado, sin embargo, y paradójicamente, la sumió en una depresión de la que le costó salir, de lo que se puede inferir la capacidad dinamizadora que puede tener el establecimiento inequívoco del objeto de nuestro odio o, dicho en términos nietzscheanos, hay que cuidar con mimo a nuestros enemigos. Durante los largos años de tratamiento, 13, no presentó ninguna exposición.
         La inseguridad y la necesidad de amparo identifican en buena parte el sentido de las cells de Bourgeois. Como ella dijo: Reality changes with each new angle, y de ahí la presencia dominante de los espejos en muchas de sus cells, un objeto desterrado en su vida doméstica, porque no soportaba su propia contemplación. Imaginativamente, sin embargo, la disposición de los espejos en las cells nos permiten una pluralidad de ángulos de visión que nos ofrecen realidades muy diferentes según el ángulo de visión que escojamos, como ocurre con la obra, de encargo, hecha a partir de un cuadro de Turner, para esos juegos dialécticos entre el arte del pasado y el del presente a que son tan aficionados los comisarios de exposiciones e incluso los propios museos, como sucede ahora en El Prado, donde se mezclan obras del XVI y el XVII con cuadros de Picasso, en complejo y sorprendente contraste.
En su obra, una suerte de fuente gigante a modo de zigurat en la que nacen dos hontanares que se juntan para descender fluvialmente por los laterales de la pieza, representando el curso del tiempo, dependiendo de qué espejo escojamos para per la pieza podemos contemplar un extraño Leviatán o un impecable Zigurat. En un lateral de la pieza, en todo caso, una pared de estantes contiene frascos llenos de agua con todos los tonos de azul de la obra de Turner.

         La experiencia del tiempo aparece en todas las piezas, de mil maneras diferentes. La propia tela de la araña que es su madre es una de ellas, por ejemplo. Llama mucho la atención, también, la simbolización temporal que ella efectúa del fondo de armario de una mujer. Según la autora, la ropa es un vehículo de la memoria y rescata de ella (de los sentidos involucrados en todo lo relativo a la indumentaria) lo sentimientos que se tuvieron cuando se usaron. Hay, así pues, una dimensión emocional dominante en todas las piezas: el miedo, la ira, el desconsuelo, la pérdida, el vacío, reflejadas con una exquisitez formal conceptual que no puede dejar indiferente a ningún visitante, aunque éramos bien pocos los que en un día de vacaciones en una ciudad llena de turistas nos paseábamos por las gélidas salas fascistas de la Haus der Kunst. Tan pocos que, acabada la visita a todas las salas, me entretuve en hacer arqueo psicológico de quienes, como yo, habían querido conocer la obra de una artista tan sugerente y que a mí tanto me ha recordado, conceptualmente, a MarcianoBuendía. No entendía sus conversaciones en alemán, pero eran nativos quienes dominaban en las salas, no extranjeros como yo. Por el vestuario, la manera de señalar estos o aquellos detalles de las cells, el modelo de las gafas, las curvas de entonación, etc., pretendía intuir la innegable cercanía estética que había entre nosotros, e incluso me figuraba las lecturas comunes que habríamos hecho y nuestra devoción por los mismos directores cinematográficos o por los mismos compositores. Me negaba a aceptar que fueran consumidores convulsivos de los jarrones de cerveza, el codillo con chucrut y lectores del Bild, pero bien pudieran serlo, por qué no. En todo caso, eso tan indefinible que es el “porte distinguido” y que en su momento quiso simbolizar el gallego Domínguez con el afortunado eslogan “la arruga es bella”, se manifestaba con absoluta naturalidad alrededor de esas piezas biográficas de una artista inclasificable y en idéntica medida apreciable.

martes, 14 de julio de 2015

El "Sócrates" de Gregorio Luri: Un tratado de filosofía política.


                       

¿Matar a Sócrates? El filósofo que desafía a la ciudad: Un auténtico enquiridión para el político actual. Filosofía, política y filosofía política en la vida y muerte de Sócrates, el antimisólogo por excelencia: el seductor desafío del pensamiento. 

Gregorio Luri, polígrafo ameno de provechosas lecturas (él las suyas y nosotros las de sus sobras), acaba de publicar un libro de máxima actualidad que puede convertirse, y así deseo que ocurra, en el más relevante y pertinente ensayo político que se haya publicado últimamente. El pretexto es un desafío que nos convierte en jueces: ¿Matar a Sócrates (el filósofo que desafía a la ciudad)? El contenido del paréntesis actúa como subtítulo, en el libro, pero yo lo incluyo en la pregunta como parte de la etopeya del pensador ateniense cuyo proceso por corrupción moral nos expone el autor con la intención de que, una vez provistos de las claves pertinentes, nos convirtamos en jueces de una vida y una obra de la que sólo indirectamente, por la obra de sus discípulos y admiradores, nos ha llegado noticia. La generosidad de Luri solo es comparable a su dedicación académica y a la sagacidad de su labor intelectora, porque, basándose en cuantas informaciones puedan ayudarnos a entender aquel célebre suceso, quizá la más importante cause célèbre de la Historia, el autor tiene a bien no solo plantear los ejes básicos que nos permitan comprender la persona y la obra de Sócrates, tan disolventes socialmente ambas, sino, sobre todo, los fundamentos de una filosofía política utilísima para comprender nuestro presente. De hecho, ahora que se acercan las escuelas de verano de los partidos políticos para la formación de sus cuadros, lo que deberían hacer es convertir este libro en lectura obligatoria y dedicar el curso a la serena reflexión sobre el mismo, primero, y, después a un escrupuloso comentario del contenido, en el bien entendido de que no agotarían sus muchas y ricas posibilidades de comentario.
El libro se nos presenta como una novela de juicio, algo así como el género cinematográfico de tribunales, con obras tan conseguidas como Testigo de Cargo o Doce hombres sin piedad. A Sócrates le sobraron ambos: testigos de cargo y jueces piadosos que condenaron acerbamente su supuesta impiedad. A partir de las fuentes principales en que se recoge el proceso de Sócrates, Gregorio Luri construye una apasionante narración filosófica que incluso consigue crear un pathos con tal maestría que hasta lo que ya sabemos que es histórico, se nos presenta como susceptible de haber sido una historia engañosa, apócrifa, lo que permitiría, para gozo del lector, una reescritura “gloriosa” del destino del filósofo más controvertido de la Historia de la Filosofía. La sensación es la misma que tuve no hace mucho en el cine, al contemplar la película franco-alemana Diplomacia, de Volker Schlöndorf, cuya trama (un apasionante diálogo, por cierto, de 80 minutos) gira en torno a los intentos de un diplomático francés para disuadir al general alemán que gobierna París de no cumplir la orden de destruir la ciudad en el momento de retirarse. Del mismo modo que se celebra retórica y patéticamente con un profundo alivio, por parte del espectador, que la ciudad no vuele, algo que ya conoce; así he asistido al desarrollo del proceso ateniense a Sócrates, con la esperanza de descubrir un nuevo relato que “salve al soldado Sócrates”, si bien lo que hace Luri es dar sobrada y abastecida razón no sólo del porqué de la condena, sino, y es lo más importante, de la conformidad con ella que guio el comportamiento del viejo filósofo, impecable y coherente defensor de la politeia ateniense, como veremos más tarde. Si de Edipo Rey siempre se ha dicho que es la primera obra policiaca de la literatura, Gregorio Luri ha dispuesto su libro como una investigación forense para establecer con claridad no sólo cómo se desarrolló el más famoso proceso criminal contra un filósofo en la historia de la humanidad sino para desentrañar la doctrina filosófica que acabó llevando a su autor a ser condenado a muerte por impiedad. Para ello, Luri ha revisado los textos canónicos básicos del socratismo y, guiado por su impecable dominio de la obra de Platón, por cuyos diálogos se mueve como Maquiavelo por la politología…, ha logrado entreverar un repertorio de asuntos filosóficos que constituyen el meollo del discurso político, una “acción” hermenéutica inspirada, sin duda, en su maestro Leo Strauss, porque lo que le hemos de agradecer a Luri es su inteligente lectura de Platón, su capacidad para obligarnos a reconsiderar no pocas de nuestras precarias convicciones a la luz de esas lecturas, como todo lo relativo a la politeia ateniense, de donde emerge un auténtico tratado de filosofía política que ningún político en activo debería dejar de leer con  suma atención.
El libro es una defensa cerrada de un género inventado por Sócrates y consagrado por Platón: el diálogo, un género en el que se ve el pensamiento en acción formando parte del panta rei, de esa vida corriente en la que se inserta para reflexionar sobre la naturaleza, la ley, el lenguaje y el alma en el seno de lo que Luri denomina politeia: el marco político sine qua non de la vida común. De hecho, el autor confiesa en los primeros compases de su melódica indagación procesal la profunda vocación pedagógica y straussiana con que ha escrito su libro: Este libro ha sido escrito con la intención de mostrar que nos comprendemos mejor a nosotros mismos cuando constatamos que muchos problemas del presente están bien iluminados por la luz que procede del pasado.
Es sorprendente la naturalidad con que Luri introduce en su discurso las citas que nos permiten comprender mejor las ideas de las que esté tratando. Esa naturalidad se opone a la artificiosidad de quienes tiran de cita “de oídas” en que Luri tira de ellas “de leídas”, lo cual no solo permite su idónea articulación en el discurso, sino que garantiza al lector una persuasiva coherencia del discurso difícil de alcanzar en el primer caso, cuando se advierte que los textos de donde han salido aquéllas no forman parte del campo de interés intelectual del autor.
El estilo de Luri presenta en este libro una tendencia al estilo sintético, lacónico, que, influido por su conocida imclinación aforística –de aquí a espero que bien  poco saldrá su colección de aforismos titulada Aforismos que nunca contaré a mis hijos– nos ofrece un curso abreviado de síntesis filosófica y no pocas verdades contundentes, de las que tunden el espíritu y lo alisan para apercibirse del verdadero significado de lo real. Valga como ejemplo esta fulgurante taxonomía escogida al azar: En el origen está el tabú. En la crítica del tabú está la filosofía. En la piedad hacia el tabú, la filosofía política.
Esto último es lo que ha escrito, con el pretexto del proceso a Sócrates, Gregorio Luri: un magnífico y provechoso ensayo de filosofía política. Ha “leído” aquel proceso con insólito rigor y caudaloso saber, ajeno a lecturas “emocionales” e incluso crísticas, como la célebre representación pictórica que hizo David de la muerte del filósofo, y ha intentado comprender el significado de una denuncia como la que sufrió el filósofo, evitando una maniquea y beata lectura actualizadora que simplifique, con nuestros endebles conceptos de política mercadotécnica actual, la trascendencia de aquel proceso. No estamos, pues, salvo indirectamente, ante un libro de filosofía, sino ante un libro que se acerca a la política desde un hecho civil que ha de ser esclarecido para poder entenderlo y sacar las enseñanzas correspondientes. En el enfrentamiento entre Sócrates y Atenas se sustancian aspectos políticos fundamentales que afectan tanto al individuo como a la sociedad. Es imprescindible tener conocimiento de la verdadera naturaleza de ese enfrentamiento para determinar, por otro lado, el papel de la filosofía en la sociedad y las prerrogativas de la político como expresión de lo “nuestro” de un nosotros que ha de defenderse de la agresión que supone la interpelación del filósofo libre que mira más hacia la verdad que hacia lo bueno establecido por la comunidad. Como recoge Luri de Hobbes: La autoridad, no la verdad, hace la ley. La tensión entre lo colectivo y lo individual, entre la búsqueda de lo bueno y la del bien, entre la búsqueda del nosotros y la del yo, articula, por más que esto lo simplifique, el contenido del libro, que contiene un retrato de Sócrates y de su filosofía, una filosofía que parte del mandato original que a Luri le parece la quintaesencia de la filosofía griega: atrévete a pensar. Y aunque está emparentado con el sapere aude de la Ilustración, a lo largo del libro iremos viendo las sutiles diferencias entre uno y otro momento del pensamiento occidental, porque con sabias cuentagotas Luri establece un diálogo esclarecedor entre el socratismo y la filosofía que arranca de su singular actitud filosófica.
Son tantos los centros de interés de esta indagación sobre la posición de Sócrates frente a la ciudad y el deber de ésta de preservar su politeia para evitar el desmoronamiento de la misma, que podría estar aduciendo citas durante no menos de 25 páginas, lo cual indica bien a las claras lo que ya adelantaba: este tratado de filosofía política es un auténtico libro de texto con el que combatir la misología que parece haberse adueñado de nuestras sociedades, en las que el diálogo en busca de la verdad se ve, forzosamente, como algo extraño al agitprop de las imposiciones ideológicas que sufrimos a diario. No es extraño, en consecuencia, que el filósofo acabe siendo un ser marginal, alguien que ha de sobrevivir fuera del sistema, como lo comprendió Platón, nos dice Luri, cuando decidió filosofar en la Academia, lejos del ágora, del corazón de la ciudad.
Quisiera centrarme, con brevedad, que el calor aprieta, y ya para acabar esta invitación a una lectura que no defraudará a nadie y enriquecerá a todos sus intelectores sin excepción, en el concepto capital del libro: la politeia.
La politeia (nuestra politeia) concede a una comunidad política un estilo, una estética (una sensibilidad), unas ilusiones, una manera de situarse en el mundo e, incluso, una manera de reír, de llorar o de rezar. Cicerón tradujo este sustantivo griego por res publica. (…) Gracias a ella la gente es un pueblo. Por eso nunca encontramos gente que solo sea gente, vayamos a donde vayamos, sino –por utilizar la expresión aristotélica– animales políticos. La gente desnuda no existe. Lo que existe es la gente vestida (educada) por una politeia. Por eso mismo el autós de la autonomía es menos autónomo de lo que supone. Cuando el proceso educativo de la politeia se transforma en algo vivido, nos encontramos con lo que Nietzsche llama una “segunda naturaleza”, es decir, con la verdad construida políticamente. (…) La segunda naturaleza no nos pertenece más que como verdad construida. Pero una vez que se toma conciencia de este hecho se nos abre la posibilidad de una cierta reconstrucción autónoma de nosotros mismos. (…) Me atreveré a decir que la politeia es el arte de hacer bailar a una comunidad política al son de una música que sólo los miembros de esa comunidad creen oír. (…) Lo extranjero es extraño por la sencilla razón de que el de afuera del grupo ve los movimientos de los que bailan, pero no oye la música que los mueve. Desde este punto de vista, el desarraigo (especialmente el filosófico) es el fenómeno humano que nos hace extranjeros de nuestro grupo. (…)  En definitiva, lo que la Politeria le dice a Sócrates es que, tanto política como filosóficamente, su deber es cumplir con su deber. Y se cumple con él obedeciendo a lo que nos permite ser lo que somos. Aquí nos aparece de nuevo la relación entre legalidad y legitimidad. Se trata de saber si el ciudadano está legitimado para incumplir la ley que le parece injusta o si no hay otra legitimidad que la que emana de las mismas leyes. La Politeia lo ha dejado muy clatro: la ley se reforma legalmente. (…) Más allá de la ley lo que se encuentra es la naturaleza.
Estoy convencido de que quienes hayan leído con detenimiento, con esa lectura lenta que exige la lectura filosófica (¡cualquier lectura, en realidad!) y que el autor defiende con una persuasión a la que, sin embargo, le cuesta llegar con provecho a sus destinatarios: Lectura lenta y filosofía no son lo mismo, pero se parecen mucho y sin el hábito propedéutico de la primera, no parece nada fácil practicar la segunda, habrán identificado problemas de insospechada actualidad en nuestra sociedad, y cuya elucidación nos llevaría, como mínimo, la misma moderada extensión que tiene el libro de Luri. Ese fragmento construido con retazos íntimamente ligados del discurso del autor, nos remite a la definición de Platón de la politeia como una “noble mentira”, lo que enseguida me ha traído a la memoria la novela San Manuel Bueno, mártir de Unamuno, helenista él, por cierto: Lo que defiende Platón en el Critón y en la República es que toda comunidad para ser comunidad necesita educarse en una politeia. Y solo en una, para que pueda ser posible hablar de “lo nuestro”. Pero “lo nuestro” es una verdad construida que en último extremo, pretende hacer creer a los individuos que las diferencias que encuentran entre ellos son menores que sus similitudes; que son un pueblo, una nación, un sentimiento y un sentido y que su historia se puede explicar como poesía nacional. A la verdad construida que la politeia hace posible, Platón la llama “noble mentira”.
         Es este de la politeia un tema más que polémico y sobre el que Gregorio Luri ha reflexionado a menudo. No he leído Por una educación republicana, pero por las reflexiones que prodiga Luri sobre el tema me inclino a pensar que la politeia tenga que ver con esa virtud del “deber”, de hacer lo que se debe como parte del sistema social que nos permite ser quienes somos y lo que somos. Es curioso que a Sócrates se le proponga hurtarse a la condena a muerte y que él adujera el sinsentido de tal propuesta por lo que tendría de vulneración de las leyes que han preservar la existencia y la supervivencia de la ciudad donde todos los ciudadanos construyen sus vidas, y algunos, como él, incluso la pierden.
         Hay en la construcción de la autonomía personal, de nuestra libertad individual, un peaje ineludible que hemos de pagar a la sociedad que nos permite construirla, pero no es menos cierto que una democracia moderna difícilmente puede asentarse en esa comunión del relato único que garantiza la cohesión del grupo y su supervivencia, si bien el cumplimiento de las leyes es, por decirlo así, la frontera intraspasable, más allá de la cual, como dice Luri, gráficamente, solo está la naturaleza.
         No quiero dejar de señalar el interesante debate que promueve el autor a partir de su manifiesta animadversión a lo que él denomina el “hombre terapéutico” en tanto que opuesto al “hombre político”, al zoon politikón aristotélico. Como Luri nos dice: Si para Descartes sabemos que existimos porque pensamos, para el hombre terapéutico, la confirmación de su existencia la encuentra en sus emociones. En esta apreciación, el infatigable debelador de la paparrucha contemporánea de las inteligencias mútiples, coincide con un planteamiento tan acertado como el de Psicopolítica de Byung-Chul Han, que habrá leído con delectación, imagino.
         Y me rindo, para no rendir a los sufridos intelectores a quienes, en todo caso, espero haber convencido de la “necesidad” de leer este breve tratado de filosofía política que tanto hará por llevarnos del culto a las opiniones al cultivo de las ideas, más arduo, pero infinitamente más placentero.
     
 Nota final: Acaba de estrenarse un Sócrates, de Mario Gas, interpretado por un actor totalmente opuesto, físicamente, a Sócrates, Josep Maria Pou. He oído hablar al intérprete en la radio y lo que he entendido es que quizás nos hallamos ante una de esas lecturas maniqueas mitificadoras que poco o nada tienen que ver con la auténtica lectura apegada a los textos, como la del libro de Luri. Cuando uno oye hablar tan paladinamente de la sociedad corrupta contra la que erige Sócrates el dedo acusador de su insobornable honradez… (y aun se alude al Grexit de rebote…)  entiende enseguida lo mucho que hace falta la lectura de este libro.


sábado, 4 de julio de 2015

La juventud poetimológica rescatada...


                  
Joan Brossa



Pepe Bergamín





 Poesía estimológica... o el pasado entre el indulto y la condena...

                           A la memoria de José Bergamín, en quien tanto aprendí...


          Es sorprendente lo que el ocio permite encontrar en el baúl sin fondo donde van a parar los papelajos garabateados de quien no ha hecho otra cosa sin provecho en toda su vida que amontonarlos como si esos pobres desvaríos tuvieran algún valor, mas allá del sentimental que acaso pudieran tener para su concebidor, y que no siempre tienen, porque no son pocas las veces en que la vergüenza sufrida ante la contemplación de ciertos textos excede el cupo del máximo posible. Escarbar en el deposito de ácaros del papel, que me cubren de ronchas de urticaria los brazos, y de sus primos hermanos aéreos, que me obstruyen los bronquios, tiene, a veces, resultados que llegan incuso a sorprender al Artista Desencajado. Esta colección de breves poemas, de la que ni guardaba memoria, me ha parecido un hallazgo digno de ser subido a este Diario como muestra, no con otra intención, de la forja del Artista, del modo como un estilo se ha ido perfilando en la lucha de la percepción semántica y formal de las palabras contra la sanción de las tradicionales visiones imperantes. Tienen, así pues, estas Etimologias, un mero valor arqueológico, y en esa condición las muestro. Ser un Artista Desencajado no significa ser un artista sin historia, de ahí esta salida a la luz pública, a la inmensa minoría, que entrevió el moguereño, de unos textos de juventud en los que poco de ella había, sin duda, y a los que acaso les falte su buena pizca de cordialidad...
       Helas, pues, sin más deambulaciones prefaciales:
               V I D A 
                   Verte es siempre después.
                   Lejana. Constante huida
                   del templado corazón
                   en el que se nutren
                   tus raíces bien hundidas.
                   Verte es el dulce poso
                   que se agria en la garganta
                   cuando abiertos los ojos
                   en el sabor de tus frutos
                   nos descorazona tu marcha.

                  H I S T O R I A
                    Día a día tejiendo
                   la risa sesgada,
                   el tapiz irónico
                   que recubre la mueca
                   abierta del desprecio.
                   Día a día hilando
                   la muerte que damos,
                   la muerte que nos dan,
                   en orden silenciosa:
                            ¡punto en boca!

Y O
                    Junto al árbol podado
                   que aguarda o clama
                   mantienes tu equilibrio
                   de fruta transparente
                   y ajena a la sazón.
                   El aire todo traspasa
                   la oquedad sin celosía
                   de tu ambiciosa negación
                   recogida en la sombra
                   imaginada de dios.
                   Os une, os separa,
                   iniciales sin historia,
                   ser final, partida,
                   del mismo sueño
                   sin tiempo
                   de la misma noche
                   perdida.

A B R A Z A R
Gana el náufrago
                   a brazadas la bahía,
                   y se abate exhausto
                   contra la arena dormida:
                   dulce pecho conmovido
                   que estrecha el azar
                   de un ser perdido
                   por los dominios del mar.

P R O P I O
                    Adormecido va el mensajero
                   por entre la hierba amarga
                   hacia la claridad del sueño
                   para descubrir despierto
                   al cabo de su jornada
                   que no anduvo ningún camino
                   quien la piedad llevaba
                   como mensajero de sí mismo
                   para intacta guardarla.
  
C L A V E L
                   Entre el quebrado clamor
                   la rasgada seda
                   estalla su cuerpo inmóvil
                   en lluvia de sangre inversa
                   alzándose hasta los ojos
                   desde tus alas prisioneras.
                   Y el temblor de tu vuelo
                   imposible les revela
                   el bello y doliente misterio
                   de la sangre, de la tierra.
  
L I B R E A
                    El peso verticaL de tu nombre
                   te aplasta al   fIn encerrando
                   la hipócrita noBleza de tu origen
                   bajo claras  baRras forjadas
                   en la luz del dEsengaño
                   que te clarea lAs entrañas.

A M E N O
                    Tu dominio es de luz
                   y sombra en combate
                   cruel y amoroso
                   de tregua imposible:
                   derrota y victoria
                   son dos escudos
                   de la misma bandera
                   en bandos contrarios.
  
P A L A B R A
                    Cielo, tierra, mar,
                   surcas, aras, recoges,
                   en libertad y frontera
                   de claro laberinto
                   donde se buscan los hombres,
                   al hilo del sonido,
                   en el sueño de tus voces
                   habitadas por sirenas.

                   S O L E D A D   
                   A veces la leda luz
                   olvida el rostro amargo
                   de su distante rayo
                   lanzado desde lo azul
                   para poner en claro
                   las sombras de un espacio
                   donde la edad a solas
                   solo teme a las horas.

                   R E A L      
         Con esa extraña y feroz
                   tensión que te arracima
                   contra los altos dientes
                   en equívoco dolor
                   ¡quién diría que escondes
                   la fuerza que confirma
                   día a día los nombres
                   serenos de la razón! 

A M O R T A J A D O 
El mismo gastado lienzo
                   donde traza tu deseo
                   con pincel enamorado
                   el dulce temblor del beso
                   adentrándose en la carne
                   te irá apartando del sueño
                   enardecido del amor
                   para envolverte con la voz
                   afilada de la muerte
                   en otro sueño constante.

A L M A
Lo sé yo y tú lo sabes:
                   ningún secreto se esconde
                   en tu centro impronunciable
                   rodeado de iniciales.
                   Pero sabemos también
                   que hay un sonido vibrante
                   de imposible alcance
                   hacia el que tu ser se extiende
                   para saberse insondable.

C O M E T A
                    Hambrienta de cielo
                   devoras la escala transparente
                   del aire que sostiene
                   el postre azul de tu deseo
                   sin saber, ¡ay!, que asciendes
                   hacia un paladar celeste
                   por peldaños como dientes.

                    L A V A N D E R A
                    ¡Qué macerado resplandor emerge
                   de tus blancas banderas sin astas
                   cuando reposan sobre las piedras
                   su oscuro símbolo de muerte!

                   C A L A V E R A
                   En solo un fuego afilado
                   forja la verdad su ser de cuchillo
                   para traspasar la carne de las formas
                   y aliviar la presión del hueso.
                   Cincel dentado o ácida hoja
                   obrando en la expresión definitiva
                   la indestructible eternidad
                   de la máscara menos ambigua.

                   C O N O C I M I E N T O
                    Por las crueles laderas
                   de tu aguzada geometría altiva
                   descenderé ensartado,
                   más allá de tu falso fundamento,
                   hacia la oquedad viva
                   desde donde te dibuja mi aliento.                         
                  
                   E N C A R N A C I Ó N
                    En el denso río de tu descenso
                   hacia las puertas del mar oscuro
                   que se abren al mundo
                   soñaba ya tu líquida ambición escarlata
                   las lindes firmes de la frontera:
                   un estremecido perímetro de adarves
                   defendiendo la nación de tu carne.

                   U N I V E R S O
                  Cíclico emerges del ritmo
                   hacia la unidad perfecta
                   de tu forma repetida
                   en el latido del verbo.
                   Y en la fragua del aliento
                   te forja una melodía
                   con el fuego y con el viento
                   de un corazón que tirita.

D E S V E L A D O
                    Esclarecido ser escapo,
                   sin otro secreto que haber sido,
                   a través de un mar pacífico
                   que hacia la costa cárdena
                   del último recuerdo mece
                   sola y sin velas la balsa
                   frágil de mi deriva insomne.

E N C R U C I J A D A
                    En el cruce ignorante y exacto
                   de los maderos despojados
                   abría la sed de espacio,
                   nítido, posible y derramado,
                   su herida como otro clavo.
                   La caricia entonces del acto imposible
                   estremeció los ojos desolados
                   que agonizaban frente al oriente.

                    C O R A Z O N A D A
                     A la nada sin saberlo me arroja el corazón
                   desde la cresta enfurecida de su constancia
                   cuando el ritmo violento de su desesperación
                   rompe y rasga la piedra y la tiniebla de su estancia
                   tendiendo en una nota de claridad la canción
                   sin vida que confunde ausencia y distancia.

                    C O I N C I D E N C I A
                   Cuando coincides en ti misma
                   y te viertes dividida
                   y abierta por tu mano,
                   te tiendes también vencida
                   por el temblor cercano
                   de mi pulso trazando la herida
                   que al abrirse te oculta.

                   P A R É N T E S I S    
                   Nos une la afirmación
                   en cerrado vínculo de sangre;
                   nos asila, solitarios,
                   en la isla ingrávida
                   del matiz que se consume
                   al pronunciarse idéntico...
                   Porque estamos en la pendiente
                   plural del abrazo recíproco.
  
                    S E R
                 Ser, sin más, vuelto del revés,
                   cosa de lengua muerta,
                   nada del habla hermana y enfrentada.
                   Ser, con todo, por derecho,
                   acompañado juego
                   que nos distingue y nos iguala.
                   Ser, por lo menos, y antes que nada,
                   la unión constante,
                   el atajo oscuro
                   que aniquila la distancia.