The autobiography of Alice B.Toklas:
Biografía por persona interpuesta.
Ad maiorem Stein
gloriam
Mediante persona interpuesta, la figura de Alice Babette
Toklas, su secretaria, doncella, cocinera y fiel amante, Gertrude Stein ensaya
una manera oblicua de acercarse a su autobiografía. El punto de vista adoptado,
el de Alice, no pasa de mero pretexto formal para acercarse a sí misma desde
la manipulación de la visión de su
amante, porque, al margen de ciertos rasgos expresivos que, al parecer, sí son
propios de Alice, la protagonista de la autobiografía no es otra que ella
misma, aumentada por la técnica de distanciamiento que le permite hablar de sí
misma con un margen de adulación que evita lo empalagoso y lo hagiográfico,
aunque esto último por bien poco, pues la autobiografía retrata a una Alice tan
rendida al empuje, el ingenio, la determinación y el savoir faire de la escritora que cuesta imaginársela a ella al mando de la pluma. Lo
cierto es que la autobiografía de Toklas se parece a esas películas producidas
por actores o actrices que “exigen” que no haya un solo plano de la película en
el que ellos no aparezcan.
Y así ocurre, en efecto. Poco o nada sabemos, al
final del libro, de Toklas –de ahí que,
muerta Stein, tuviera ella que escribir
su propio libros de memorias: What Is Remembered (1963)–; pero todo, con pelos y señales, de Stein, de quien no deja de encarecerse la
importancia de sus innovaciones literarias, su anticipación estética en cuanto
a los modernos genios de la pintura se refiere, etc., aunque la retratada le
haya regalado a la fiel AliceToklas la percepción de la importancia
trascendental del verso que la ha hecho pasar a la historia literaria, amén de
por obras como The Making of Americans, con su
particularísima técnica de la ondulación marina. Me refiero a su conocidísimo “A
rose is a rose is a rose is a rose”, variación del verso Rose is a rose is a rose is a rose de su poema
Sacred Emily.
El libro
está ordenado cronológicamente y puede seguirse, por tanto, el crescendo de la
importancia de la figura social y literaria de Stein en París, donde su
residencia acaba teniendo la importancia que, en la época libertina, tuvieron
los salones literarios de algunas francesas ilustres. Por su casa desfilan
celebridades sin fin, y, en parte, el libro puede ser considerado como la apoteosis
exquisita y culta del cotilleo,
ateniéndonos a la “galería de personajes célebres” que aparecen en él,
contemplados, además, no desde el momento cronológico en que se sitúa la acción
de cada capítulo, sino desde el conocimiento de la fama posterior de algunos de
esos personajes, lo que le quita al libro el interés que podía haber tenido la
contemplación incondicionada de aquellas personalidades, pues nos hubieran
ofrecido una visión de ellas no distorsionada por el triunfo el fracaso. Hay
momentos en que algo así parece lograrse, pero son los menos en la obra. Por lo
general, la mera enunciación de los nombres lleva aparejada una unción, una
solemnidad que, sin llegar a envarar la narración, cae en cierta reverencia
mitómana, porque la conciencia de estar haciendo historia, de pertenecer a algo
así como a un Olimpo de la modernidad , se le hace presente al lector en cada
nueva entrada de este o aquel personaje, conocidos o desconocidos, ya se trate
de Apollinaire, Braque, Gris, Picasso, Matisse,
Hemingway, Ford Maddox Ford, Manolo, Ezra Pound, Beach, Eliot, Cocteau,
Duchamp, Picabia, Djuna Barnes, Edith Sitwell o el oscuro Fénéon, inventor del
microrrelato a través de sus sorprendentes Novelas en tres líneas.
Como se aprecia,una auténtica galería que Umbral
hubiera tipografiado en sus famosas negritas,
marcas irrefutables de los meridianos y paralelos de una vida redonda, porque
la Stein se ve a sí misma como una gran matriarca,
la Anfitriona por antonomasia, poseedora
de un espacio propio en el que las personas célebres que entran y salen son las
que le acaban confiriendo la importancia
que con su propia obra no logró en vida ni en muerte, a pesar de los
episodios de pasajera “gloria” y de ser
considerada, desde su espíritu hospitalario una suerte de primum inter pares. Ella misma, estamos en 1933, exhibe con total
sinceridad sus momentos de flaqueza: Gertrude Stein was in those days a little
bitter, all her unpublished manuscripts and no hope of publication or serious
recognition. Hemos de reconocer, con todo, la entereza creativa de quien
llevó a cabo buena parte de su obra sin siquiera saber si alguna vez llegaría a
tener los lectores que creía que merecía tener.
Infatigable creadora noctámbula, nunca su intensísima vida social la
distrajo de su norte artístico, y fue creando obras que solo parcialmente veían
la luz en revistas de corta tirada para públicos muy especializados.
El
libro pertenece más al subgénero
memorialístico que propiamente al autobiográfico, porque, aunque la
protagonista de los recuerdos es la escritora, quizás lo más importante sea la
noticia que nos da de cuantos desfilan por su conocida casa de la calle
Fleurus, 27, en París. Gertrude Stein
sabe que sin asociar su persona y su nombre a esa condición de anfitriona de lo
más granado de la sociedad artística e intelectual de la época, cuando se
gestan movimientos de vanguardia que tienen en ella una acérrima defensora,
acaso hubiera quedado poca memoria de ella misma.
Para
el lector español el libro tiene un interés añadido, no sólo por la estrecha amistad
que unió a Stein con Picasso, fruto de la cual es el retrato que hizo el
artista malagueño de ella (Es conocida la famosa anécdota sobre el intercambio
de impresiones acerca del cuadro acabado: “No me parezco”, dijo Stein. “Ya te irás
pareciendo a él”, dijo el pintor.), del cual sabemos –porque el libro,
lógicamente, dada su condición, es una suerte de rico anecdotario, lo que
refuerza su catalogación como libro misceláneo- que, en el transcurso de su realización,
Gertrude Stein, para desesperación del pintor, se cortó el pelo a lo “garçon” como
lo llevó desde entonces y hasta su muerte, renunciando al rodete en que se recogía
una larga cabellera y que había sido su look
desde que Alice Toklas la conoció.
Stein y Toklas viajaron a menudo a
España y eran unas enamoradas de todo lo español. Al decir de Stein: Americans, so Gertrude Sten says, are like
spaniards, they are abstract and cruel. Opinaba Stein que There is nothing more bitter tan spanish disillusion, un juicio
emitido con motivo de un contratiempo de Picasso exteriorizado ante ella. En varias partes del libro se declara
expresamente el amor de ambas mujeres hacia nuestro país: I liked spain immensely. We went several times to Spain and I always
liked it more and more. Gertrude Stein says that I am impartial on every
subject except that of Spain and spaniards. We went straight to Avila ans I
immediately lost my heart to Avila, I must stay in Avila foerever I insisted.
Viajan por buena parte de nuestra geografía, Baleares incluida, y aprecian,
sobre todo, dos manifestaciones que después transitirán a su círculo de
amistades: el baile andaluz y las corridas de toros: We finally came back to Madrid again ante there we discovered the
Argentina and bull-fights. The Young journalists of Madrid has just discovered
her. We happened upon her in a music hall, we went to them to see spanish
dancing, and after we saw her the firs time we went every afternoon and every
evening. We went to the bull-fights. At first they uset me and Gertrude Stein used
to tell me, now look, now don’t look, until finally I was able to look all the
time. De hecho, Gertrude Stein se precia de haber sido ella quien aficionó
a Hemingway a los toros, y de algo más, porque sostiene ella que en la copia
que hizo Hemingway de Making of Americans para ser publicada en una revista
aprendió buena parte de lo que después sería su estilo propio. Dentro de su
inclinación hacia lo español ha de considerarse no sólo su amistad con Picasso
o con el escultor Manolo –el único en París con quien Picasso hablaba en
español-, sino, sobre todo, con Juan Gris a quien rendirá homenaje en el que
para Alice B.Toklas considera su mejor libro: The life and death of Juan Gris.
A lo largo del libro son muchos los
juicios de carácter estético que aparecen en él, dado que las artes, porque
Stein llegó incluso a componer el libreto de una ópera inspirada en Teresa de
Jesús e Ignacio de Loyola, Four saints in
three acts, para el músico Virgil Thomson, son el tema central de las
relaciones entre los personajes que aparecen en ellibro.Hay “vida cotidiana”,
llamémosla así, porque se cuentan algunas costumbres de ambas mujeres y alguna
escena de carácter familiar, como el encuentro de Stein con Picasso y su madre,
en que ambas mujeres hablan de lo atractivo que era Pablo cuando niño. “¿Y
ahora”, pregunta con cierta ansiedad el pintor. “No queda nada de la belleza de
entonces, pero sí la ternura y lo bien que tratas a tu madre”, obtiene como
toda respuesta. Stein registra todas sus empresas literarias, y parte de ellas
han de considerarse sus reflexiones sobre la gramátia y el arte de escribir,
que Alice B. Toklas, que también ofició durante algún tiempo de editora de su
amante, reunió en un volumen titulado How
to write (Plain Edition, 1931), la primera edición del cual no se consigue
por menos de 800 libras esterlinas, como he podido comprobar en la red.
A modo de resumen, porque Stein no era
amiga del laconismo, sino de la
amplificatio, me gustaría recoger un pensamiento suyo que refleja a la
perfección una concepción del ser lúcida y esperanzada, a pesar de los pesares:
It is hard living down the tempers we are
born with, lo cual en modo alguno presupone un determinismo fatalista, sino el reconocimiento franco de lo dura que se vuelve la existencia cuando uno ha de convivir con sus propias
inclinaciones profundas.
Y a modo de anecdotario quisiera
reflejar la extrañeza de mi amigo Jim Horth, quien, al verme con el libro en la
mano, me dijo que en su universidad, en Norteamérica, le llamaban hacerse un Alice
B. Toklas a fumarse un porro, sin que él supiera el origen de la asociación.
Tiene una explicación sencilla. En el libro de recetas que Alice publicó, tras
la muerte de Gertrude Stein, figuraba la de unos brownies a los que se les
espolvoreaba un poco de hachís, receta que le fue facilitada por un amigo,
según confesión de la autora. Brownies que aparecen en la película protagonizada por Peter Sellers, Te quiero Alice B. Toklas, rodada en plena época psicodelica, en 1968, nada menos que con guión de Paul Mazursky, a quien le dieron el Oscar por el guión de su película Bob,Carol,Ted and Alice, que describía el mundo de la contracultura en su vertiente de las terapias existenciales.
La versión original que he leído tiene
la virtud de ajustarse escrupulosamente a la voluntad coloquial que rigió la
obra de Gertrude Stein, quien quería reflejar el flujo vital, no pervertirlo
con unos modos de decir ajenos al uso oral de la lengua, del inglés que, para
ella, era su única lengua, pues ni siquiera leía periódicos franceses: I don’t hear a language, I hear tones of
voice and rhytms, but with my eyes I see words and sentences and there is for
me only one language and that is english . Ello quiere decir que no presenta ninguna dificultad de
lectura, lo cual supone una gratificación añadida al hecho de añadir una autora
poco conocida y menos leída, pero con una importancia en el devenir cultural de
la Europa de entreguerras muy notable.
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