Jeeves o el paradigma de los valets británicos de larga tradición en la literatura inglesa junto a los butlers: ¡ Ah, mi admirado Betteredge!
Después de
haber visto la película Wodehouse in Exile, de Tim Fywell, esta cumplió
uno de sus objetivos: incitar al espectador a abrir alguno de sus muchos
libros. Siempre, en las librerías de viejo, he visto centenares de obras suyas,
pero jamás había sentido la tentación de comprar ninguna, sobre todo porque
antes tenía que cubrir una miríada de lagunas de en lo que mi juventud entendía
que eran el no va más de la cultura. Poder leerlo en inglés, aunque con algunas
dificultades léxicas de las que luego hablaré, mejora mucho el contacto con
Wodehouse, porque se advierte enseguida la fina y educada ironía del humor
inglés.
La película, obviamente, me lanzó
enseguida al descubrimiento del «personaje», porque parecía imposible que
Wodehouse fuera capa de ser tan ingenuo en horas tan cruciales para Europa y el
mundo, dado lo que estaba en juego. Costaba creer que fuera, como se le
retrataba, un autor absorto en su creación hasta límites tan exagerados como
creer, en 1941, que Inglaterra no estaba en guerra con Alemania, sino
Usamérica, donde él había residido y creado unos siete años, antes de
instalarse en Francia, donde fue detenido por los alemanes y enviado a un campo
de concentración, del que salió al año, con el compromiso de escribir unas
narraciones dirigidas a sus compatriotas ingleses y transmitidas por el
servicio exterior de la radio nacional alemana. Aquello, ya lo entenderán,
supuso acusar al ingenuo novelista de colaboracionista, cuando su país estaba en
guerra. Se pidió de todo contra él, y no se incluyó la pena de muerte por puro
milagro… Wodehouse fue, es y será un escritor cuya valía ha sido reconocida por
muy diferentes plumas de renombre, pero en aquellos momentos trágicos de las
acusaciones contra él, solo dos escritores, muy distintos entre sí, se batieron el cobre por él públicamente: Evelyb
Waugh y George Orwell, cuyo In Defence of P.G. Wodehouse, publicado en julio
de 1945, merece una lectura lenta y atenta, porque no solo exculpa a Wodehouse,
sino que realiza una crítica soberbia de los principales rasgos de su obra, con
el fin de avalar su tesis de la singular ingenuidad de Wodehouse, a quien, si
de algo se le hubiera podido acusar, hubiera sido de ingenuidad y estupidez,
sin más. En palabras del
propio Orwell: The main charge was
that Wodehouse had agreed to do German propaganda as a way of buying himself
out of the internment camp. [Orwell.]: It is important to realise that
the events of 1941 do not convict Wodehouse of anything worse than stupidity.
[…] Wodehouse’s main idea in making them was to keep in touch with his
public and – the comedian’s ruling passion – to get a laugh. Obviously they are
not the utterances of a quisling of the type of Ezra Pound or John Amery, nor,
probably, of a person capable of understanding the nature of quislingism. La
feroz campaña contra el autor incluyó la retirada de sus libros de librerías y
bibliotecas, el vacío critico, es decir, la muerte civil para alguien que vivía
de sus lectores, los únicos en quienes pensaba, dado el volumen de trabajo
constante con que lidiaba.
No es este el
lugar para hacer una reivindicación —a estas alturas de la historia, ya
innecesaria— de Wodehouse o delinear los principales ejes de su biografía,
aunque recomiendo muy mucho a todos los intelectores que busquen información
sobre un autor capital en la historia del humor inglés e incluso universal.
Dada la atención mediática dispensada a la reina Isabel II, está claro que todo
lo inglés interesa sobremanera en cualquier lugar del mundo. El visionado de la
película no está de más, desde luego. Wodehouse estaba tan volcado en su obra
que ni siquiera concebía que su propia vida mereciera que él le dedicara alguna
atención, porque carecía, escribió en una ocasión, de las tres "ventajas" fundamentales
para una autobiografía: tener un padre excéntrico, una infancia miserable y un
pésimo recuerdo de la public school…
Carry on,
Jeeves es una recopilación de relatos con dicho personaje y su joven «amo»,
el muy incompetente, perezoso e impenitente bachelor Bertie Wooster. De
hecho, casi todas las historias que se recogen en este volumen aparecieron
antes en el volumen My Man Jeeves, si bien la primera, Jeeves take
charge fue escrita en 1916, la primera en la que Jeeves y Bertie
aparecen como the master and his valet. Ambos personajes aparecieron sin
esta fuerte conexión en la novela Extricating Young Gussie, de 1915. Hablamos,
pues, de una serie que se inicio muy pronto en la carrera de Wodehouse y cuya
redacción lo acompañó hasta 1965, lo cual prueba la gran estima que tenía por
esos personajes en especial. Las narraciones están contadas por Bertie Wooster,
pero, al modo como Simenon le dio voz a Maigret para que este escribiera de su
propia mano su autobiografía, uno de los mejores títulos de la serie, Wodehoue
reserva para Jeeves, una historia en la que él lleva la voz cantante, y donde
se puede permitir frases de este tenor: Mr Wooster is a young gentleman with
practically every desirable quality except one. I do not mean brains, for in an employer brains
are not desirable. The quality to chich I allude is hard to define, but perhaps
I might call it the gift of dealing with the Unusual Situation. Claro que no tarda en
resumir el auténtico fundamento de la relación que hay entre ambos: Employers
are like horses. They
require managing. Some gentlemen’s personal gentlemen have the knack of
managing them, some have not. I, I am happy to say, have no cause for complaint. Desde esa superioridad patente, Jeeves
se permite juicios sobre lo que le conviene o no a su joven amo, como cuando
interesado por las lecturas de una joven sopesa la idea de ler a Nietzsche: You
would not enjoy Nietzsche, sir. He is fundamentally unsound.
Estas apreciaciones, hijas de una inteligencia
y un sentido del humor extraordinarios, nos dan a entender en el acto no solo
con qué tipo de personalidad nos vamos a encontrar en esta serie de novelas,
sino, también, con el sentido del humor que va a presidir tantísimas
narraciones y que sintetizaría en una de esas insuperables comparaciones que a
uno le es dado leer muy de tanto en tanto en el arte de la narración: It was one of those still evenings you get
in the summer, when you can hear a snail clear its throat a mile away. A
poco que se sea aficionado al humor, en sus muy plurales manifestaciones, cualquiera
ha de reconocer la brillantez de una comparación como esta, y el profundo
sentido del humor desde el que ha sido elaborada. Sería larga la lista de
«ocurrencias» humorísticas que uno puede hallar en las breves narraciones, pero
conviene predicar la buena nueva del excelente arte narrativo con que han sido
escritas, al menos las que yo he leído en Carry on, Jeeves, pero que
imagino completamente extensible al resto de las narraciones de la serie: la creación
de una trama, urdida desde un brillante sentido de los usos sociales de la
ociosa clase británica aristocrática, que en ningún momento, aun a pesar de su
brevedad, rehúye los tres elementos claves: planteamiento, desarrollo y
desenlace, perfectamente articulados y, usualmente, interesantes, en la medida
en que unas novelas diseñadas para cumplir una exclusiva y suprema función, divertir
al lector, lo facultan. Está de más
señalar la gozosa visión satírica de las clases altas británicas y el retrato
despiadado de Bertie Wooster, lo cual da pie, sin embargo, para la exhibición
constante del Jeeves, his man…
Ahora es el
momento de aclarar lo que anticipé al comienzo, porque el habitual intermediate
level con el que pueden ser leídas, por quienes lo posean, aunque sea en usufructo,
las novelas Jeeves, se ve interferido aquí y allá por una irrefrenable
tendencia de Wodehouse al uso de arcaísmos, argot, eufemismos y léxico
perteneciente al mundo del teatro, con el que Wodehouse tuvo una estrecha
relación: no en vano fue letrista de no pocos autores de musicales. Ciertos
usos, pues, descolocan al lector y lo invitan a hacer excursiones googlescas con
la esperanza de hallar el significado exacto de lo que nuestro anfitrión
literario nos quiere decir. Pongamos por caso la expresión: from the O.P. to
the prompt side, que aparece en la descripción de un personaje, , Lady
Malvern, de la que nos dice que medía about six feet from the O.P. to the Prompt
Side,” una amable exageración para quien, con esas dimensiones, apenas podía
encajar en un sillón de la sala. ¿Adónde envía Wodehouse a sus lectores para
resolver el «enigma»? Pues al mundo del teatro de varietés, según oportuna
indagación de Evan Morris en su excelente página The Word Detective, que
recomiendo fervorosamente. Y ahí va su explicación pertinente, para que se
aprecie el grado de complejidad que narraciones tan sencillas esconden: Both
“prompt side” and the abbreviation “O.P.” come from the theatrical stage. Especially in amateur productions, even the best actors are apt to
forget a line occasionally, and the task of rescuing the moment by “prompting,”
giving visual or audible clues, falls to the “prompter” (or sometimes the stage
manager) standing offstage in the wings.
Traditionally, the prompting is done from the left side of the stage (as
one faces the audience), also known as “stage left.” The abbreviation “O.P.” stands for “opposite
prompt,” meaning the other side of the stage, i.e., “stage right.” Both terms date back at least to the 18th century. ¡No hablemos ya, si la
anterior ha parecido «rebuscada», de la explicación que Morris nos da, acabadas
sus pesquisas, de una expresión tan inusual para cualquier lector, español o
británico como ‘He and I have parted brass rags…’ , [To part brass rags means «to part
after a quarrel; to sever all connection with a former friend».] La indagación de Morris lo lleva
hasta Michael Quinion [World Wide Words (www.worldwidewords.org)], quien
ofrece la explicación más plausible: to part brass rags” originated in the
British Royal Navy in the 19th century. Enlisted men spent an inordinate amount
of their time afloat cleaning the ship itself, especially polishing the
numerous brass fittings, using a kit including polishing rags, emery paper and
the like, all kept in a bag. It was traditional for sailors to do such duty in
pairs, and along with a bag of cleaning tools and rags, you shared with your
mate a bond of friendship that often lasted years. ¡Ahí es nada, la
explicación! Perdónenme la extensión, pero mi objetivo es demostrar que incluso
leyendo lo que habitualmente se considera «lecturas-pasatiempo» pueden los
intelectores amantes de la lectura lenta y detallada adquirir ciertos
conocimientos que, si ien no indispensables, siempre son placenteros.
Después hemos
de considerer el uso de los eufemismos, como dashed, por damned,
por ejemplo, deuce por devil o su predilección por ciertos usos
coloquiales, bird, para «sujeto», o la omnipresencia de un adjetivo, rummy,
«extraño», «raro», que se convierte en algo así como una «marca de fábrica». El
lector a veces se encuentra con casos en los que la ausencia de traducción es
total, lo que le invita a buscar una soluciçon imaginativa. Es el caso de A
stiff b. -and s. firs of all, and then I’ve bit of news for you, en la que,
por mor de no extender la inclinación al alcohol, Wodehouse se refugia en
iniciales que aluden crípticamente al objeto: bourbon and soda, quiero creer
que significa ese juego de iniciales, aunque lo que le precede, stiff,
significa un güisqui sin otro añadido, soda o agua. Llegan esos usos
lingüísticos a tal extremo, que no es extraño tropezarnos con diálogos como
este:
‘What do
you mean by the expression “Bucks you up”?’
‘Well,
makes you full of beans you know. Makes you fizz’
‘I don’t
understand a word you say. You’re Englis, aren’t you?’
O este otro, que tanto llama, con ese verbo «cowboyesco…», la
atención de un lector no británico: I closed my eyes and marshalled the
facts…, es decir, los reordené para dotar de sentido la secuencia de los
mismos.
Por otro lado,
el registro habitual de Jeeves, cultísimo, suele incluso descolocar a su amo y
a sus amistades, como leemos en este pasaje, cuando Jeeves explica el negocio
de recibir y saludar a turistas que paguen por conocer a aristócratas ingleses
auténticos en Nueva York:
‘I do not allude, sir’, explained
Jeeves, ‘to the possibility of including His Grace to part with money. I am
taking the liberty of regarding His Grace in the light of an at present —if I
may say so— useless property, which is capable of being developed.’
Bicky
looked me in a hekpless kind of way. I’m bound to say I didn’t get it myself.
‘Couldn’t
you make it a bit easier, Jeeves.?’
Esa referencia neoyorquina requiere una explicación, y como incompetente
cicerone vuestro que soy en el mundo de Jeeves, de Wodehouse, os la voy a dar: Wodehouse vivió en Usamérica varios años, lo que no interfería en absoluto
para que la mayor parte de sus historias transcurrieran en Inglaterra, el
escenario habitual de sus ficciones, pero en este libro que he leído se
alternan ambos escenarios, Nueva York y diferentes lugares de Inglaterra, lo
cual, a mi parecer, enriquece notablemente el libro, pues la rivalidad habitual
entre una y otra idiosincrasia, la usamericana y la inglesa, siempre ha dado
mucho juego novelístico y, sobre todo, cinematográfico. Wodehouse le saca mucho
jugo a la presencia de los brittish en Nueva York, sobre todo si se
presenta en la ciudad algún veterano representante de las islas, como ocurre en
alguna narración. El esnobismo del joven Wooster se nos presenta como
ignorancia absoluta, para solaz de los lectores, cuando Jeeves, siempre tan
oportuno, despliega la amplia capa de sus infinitos saberes:
‘Emerson,’
I reminded him, ‘says a friend may well be reckoned the masterpiece of Nature,
sir.’
‘Well,
you can tell Emerson from me next time you see him that he’s an ass.’
‘Very good, sir.’
Las tramas son
variadas y suelen tener un punto de disparate que, sin embargo, es perfectamente
naturalizado por el autor a cuenta de esa idiosincrasia británica que acaso se
haya formado incluso en la lectura de obras como las suyas. La tradicional
extravagancia de los británicos es una suerte de motor inequívoco de muchas
situaciones, como cuando Wooster ha de suplantar la personalidad de un amigo
que no quiere ir a cantar a una celebración con unos familiares lejanos, o como
cuando ha de prestar su apartamento en Nueva York para que un amigo haga creer
a la vieja tía que lo visita lo bien que le va en la vida… En fin, los lectores
habituales de Wodehouse, yo no lo era, pero considero seriamente el hecho de unirme
a tan selecta sociedad, saben que los personajes de Wodehouse, a pesar del
riesgo de convertirse en estereotipos, nunca dejarán de sorprenderles, como cuando,
convertido en voz narradora, Jeeves sopesa la sugerencia de su amo de pasar de bachelor
a hombre casado: My experience is
that when the wife comes in at the front door the valet of bachelor days goes
out at the back. Obviamente, Jeeves sabe desenvolverse con perfecta
naturalidad para generar una estrategia que le haga olvidar a su amo semejante
infidelidad…
Del mismos modo
que Simenon crea adicción, lo mismo puede decirse de Wodehouse, aunque aún me
queda confirmarlo en sucesivas lecturas, que vendrán…
P.D. Tras la advertencia deWodehouse de que un comensal no puede distraerse cuando le presentan en el plato una porción de Boiled pudding, busqué en YouTube una receta del mismo, originaria del XVIII y me he conjurado para materializarla un día de estos...