sábado, 7 de junio de 2025

«Historia de los muertos. 5», De F. Javier García de Castro.

 

El magnífico pulso narrativo que culmina la aventura existencial de Bea, Sara y Toni, supervivientes en un mundo abocado al desastre de las mutaciones.

 

          Llegó por fin a mi Kindle la quinta entrega de una obra sobre la que albergaba dudas de si llegaría a convertirse en pentalogía o no. Confirmado que sí, esta nueva entrega de las aventuras de la heroica y singular Bea, una contumaz resistente cuya peculiar constitución biológica se convierte, en esta entrega, en el secreto alrededor del cual gira una trama en la que, de nuevo en una colonia que ha sabido resistir, a su manera, la invasión de los muertos vivientes y hambrientos, su ingenio habrá de permitirles sobrevivir frente a enemigos que ya no son los mismos de las entregas anteriores. 

              Se trata de un grupo numeroso, organizado jerárquicamente bajo la férrea dirección de una mujer cuya hija ha sido atacada por los muertos vivientes, y a la que se conserva en su muerte-vida mediante la alimentación que se le va proporcionando con una dosificación que convierte en auténtica despensa el reducto donde se conservan no pocos incautos muertos-vivientes que habrán de servir de dieta a la hija privilegiada. Todo ello hasta que, rescatada Sara en la playa de Santa Pola, pueda ser utilizada por la madre, dadas las propiedades incorruptibles del organismo de Bea, para que, devorada por la hija de la directora, pueda esta recuperar su condición humana y reintegrarse al seno de su familia y la comunidad que, instalada en el aeropuerto de Los Llanos, en Albacete, ha sabido resistir, en tiempos en que los muertos vivientes han mutado, misteriosamente, y se han convertido en auténticas fieras salvajes de dinámicos movimientos, capaces de acabar con cualquiera que se les enfrente.  No estamos hablando ya, así pues,  de aquellos viejos y primitivos resucitados cuya lentitud, torpeza y ausencia total de luces permitía luchar contra ellos con considerable ventaja desde la sanidad integral de una persona no contaminada por el virus que ha producido la mutación; sino de una situación nueva en la que esas fieras medio muertas o media vivas son capaces de atacar con un plan, una estrategia y, sobre todo, una rapidez de movimientos frente a los que es casi imposible defenderse.

          En esta entrega, que tiene todos los visos de convertirse en la última, porque en ella se resuelve el gran misterio de la amenaza a la supervivencia de la especie humana que se ha extendido por todo el planeta, volvemos a una situación básica que ya conocemos: la vida de una pequeña comunidad en la que no faltan los habituales resortes dinámicos de las más variadas psicologías enfrentadas. Bea, que encara la situación desde la desidia absoluta hacia el destino de la Humanidad y el suyo propio, y en quien se advierte la necesidad absoluta de ponerle fin a tan gran sinsentido como la lucha contra la mutación, va a convertirse en el objeto de una expedición usamericana enviada para rescatarla, a ella sola, con el fin de utilizarla como cobaya para conseguir un antídoto que permita luchar científicamente contra la mutación. La aparición, en consecuencia, de los soldados del imperio usamericano, como si del 7º de caballería se tratase, nos va a deparar una estupenda coronación de la entrega, después de habernos permitido «visitar» varias veces el Parador Nacional de Albacete, donde la madre desquiciada que quiere «usar» a Bea como carnaza regeneradora mantiene su despensa de muertos vivientes para ir alimentando a su hija hasta el momento en que pueda llevar a cabo su siniestro plan.

          A Javier García de Castro no le flaquea el pulso, desde luego, y su capacidad para la narración dinámica, llena de situaciones tan comprometidas y de tan difícil escapatoria hasta que el ingenio de Bea entra en juego, no se aparta un jeme de los hallazgos de las entregas anteriores. Sí es cierto que en este final de la serie, porque cada vez me convenzo más de que se ha llegado al final de la historia, predomina la vena llamémosla «ejecutiva» de Bea, porque las luchas internas que se producen en el grupo del aeródromo la obligan a imponerse desde su profunda experiencia de resistente capaz de hacer frente a casi cualquier peligro. No son tiempos que permitan intermedios reflexivos sobre la condición humana o sobre la amistad y la familia, sino situaciones llenas de una acción a resultas de la cual pueden acabar pereciendo todos. Y ello contando con la tensión que se instala en la base aérea cuando aterrizan los usamericanos con la intención poco menos que de secuestrarla, olvidándose de todos cuantos han tomado partido por ella y a quienes de ninguna manera va a dejar en la estacada, como bien se encargará de hacer.

          ¡Qué especial regusto de excelente obra le queda a un lector que ha llegado hasta esta quinta entrega («no hay quinto malo», nos recuerda el dicho popular) y comienza a recordar el largo camino seguido a través de casi toda España para acabar en esa provincia tan habitualmente preterida y cuyo Parador Nacional, si el libro se hace lo popular que deseo que se haga, multiplicará sus visitantes. Y en mí tendrá al primero, porque la descripción del Parador es tan ajustada a la realidad que, cuando me hospede, iré evocando las acciones que en su perímetro he leído en esta novela que sucedieron.

          Retrospectivamente, me parece que nuestros medios audiovisuales están desperdiciando un material que permitiría una serie decorosísima y llena de interés. Claro que el género de los muertos vivientes es un clásico recurrente, pero la aventura de Bea, de Sara y de Toni merece ese laurel de la versión cinematográfica, porque estamos hablando de una aventura que atraviesa España de punta a punta y permite una lectura jugosísima de nuestra actualidad y de nuestras variadas idiosincrasias. En fin, ojalá esta pentalogía diera ese gran salto del texto impreso a las pantallas, porque lo merece y porque sus lectores ávidos y fieles nos lo merecemos.

          Quedan invitados, de momento, a una lectura gozosa y seductora como pocas.