¿Reunirá Dimas Mas los doscientos suscriptores que necesita para editar su diccionario? ¿Será suficiente saber que la edición es obra feliz y mayúscula del mejor editor de España, Emilio Pascual?
Venciendo no pocas resistencias, pero asumiendo que he de hacer cuanto esté en mis manos para que mi heterónimo Dimas Mas -si es que no soy yo el suyo o ambos de un tercero que se lava las manos de estos menesteres de la forja o la disolución de la identidad- consiga ver realizado su proyecto, realizado por el sin par editor Emilio Pascual, de ver editado su diccionario El tesoro escondido. Breve diccionario de la elocuencia minimalista. Quinientas palabras para quien quedar bien quiera, me avengo a colgar aquí el anuncio de la apertura del periodo de suscripciones a la obra en la plataforma de micromecenazgo VERKAMI, de cuya fecha informaré también oportunamente, aunque la más es el 1 de mayo.Se trata de una empresa lexicográfica y literaria que se extiende hasta las casi 800 páginas encuadernadas con pastas duras, en la que figurará un apéndice con la lista de todos los suscriptores que hayan hecho posible edición, a todos los cuales les será dedicado a mano y de forma personalizada su ejemplar. La mejor manera de saber cuál es el contenido de ese diccionario es acceder a una entrada de muestra. ¡Cuál mejor que *lercha, de historia tan alambicada! Hela:
*lercha. f. Junquillo con que se ensartan
aves o peces muertos, para llevarlos de una parte a otra.
Hace siglos, como se dice
coloquialmente, que los zagales han dejado de tener entre sus aficiones la
captura de las ranas o la pesca en los riachuelos y, por consiguiente, los
mismos que la palabra lercha ha
dejado de usarse, si es que alguna vez llegó a ser usada. Los lexicógrafos sólo
han descubierto una aparición en los siglos XVI y XVII, pero el hecho de que
ésta se dé en el Quijote la ennoblece tanto que, aunque sólo fuera por ello, ya
deberíamos intentar insuflarle hoy la vida que no sabemos si tuvo ayer.
Contribuye a esa percepción el origen incierto de la palabra, quizás una voz
celta, prerromana; y mayor enigma aún es cómo llegó Cervantes a conocerla, si
fue a través de algún pariente gallego o de otra forma que se les escapa a los
investigadores. En cualquier caso, su aparición en el Quijote demuestra el
finísimo oído de D.Miguel, su sensibilidad léxica y su voluntad de precisión.
Por extensión, bien podríamos usar lercha
para los junquillos con que ensartan los churreros su crujiente obra de arte, innovando
con oportunidad y propiedad. No son pocas las ocasiones, ya sea a través de las
representaciones artísticas, ya por su aparición en el cine, en que una lercha caiga dentro de nuestro radio de
observación, y en todas ellas hemos de procurar, por vía de ilustración
erudita, por vía de acertijo de sociedad, o por la que sea, traer a colación
esta palabra elegida por Cervantes, pero no, y ya es curioso, por ningún otro
de cuantos monstruos literarios vieron aquellos siglos para pasmo del mundo. En
el mundo de la caza, por supuesto, hallamos un ámbito idóneo para la extensión
de la palabra, por más que los morrales sustituyan su función. A diferencia del
morral, sin embargo, el uso de la lercha
permite una exhibición inmediata y transparente de los trofeos, ¡algo de
capital importancia para los practicantes de ese rito ecológico!
P.S. Con satisfacción y
agradecimiento infinito a Pollux Hernúñez y a Emilio Pascual, he tenido el
gusto filológico de poner el asterisco ante *lercha para que se haga a la idea
el lector de que es fábula lexicográfica cuanto acaba de leer acerca de dicha
voz , ahora ya neologismo…, que jamás ha existido sino en la mala lectura de la
«percha» que originalmente escribió Cervantes, tal y como lo demuestra Pollux
Hernúñez en un memorable artículo, a propósito del IV centenario del Quijote, titulado Sardinas
en leche y publicado en el cuarto número de los Pliegos de Yuste en 2006.
La benemérita indagación, esta sí que auténticamente lexicográfica, no como
este diletante divertimento mío, fue capaz de convencer al omnipotente dios de
la Filología, encarnado, ¡ay!, en perecedero ser mortal que responde al nombre de Francisco
Rico, quien aceptó modificar su edición cumbre del Quijote tras las pruebas
aducidas en ese artículo, si bien hízolo con la displicencia olímpica que lo
caracteriza. Remito a los morenos lectores a la lectura del artículo de
Hernúñez porque disfrutarán lo que está escrito, y más. En descargo de mi
entrada solo me cabe alegar que, aun no habiendo existido nunca en castellano
este vocablo, y teniendo en cuenta los atrevidos neologismos que a veces
propongo, la prolongada prosapia cervantina, bien que errática…, de «lercha»
merece, a pesar de las reticencias con que la recogía, que se instale entre
nosotros como los impresores de Cervantes nos la legaron, y que la usemos, como
sinónimo, con sabor barroco, del junco con que se ensartan los castizos
churros.
-¿Qué va a ser?
-Una lercha de churros y otra de porras, calentitas…, que
corre un gris que corta el cutis (¿o habremos de leer, more Arniches,
*cutís…?).
-¡Ensartándolos…!
Me he divertido de lo lindo con un fábula lexicográfica de *lercha y creo que de una manera u otra se ha incorporado como neologismo a mi acervo léxico solo por lo que me ha divertido.
ResponderEliminarTe deseo lo mejor con tu quijotesca empresa de conseguir doscientos suscriptores para tu diccionario lexicográfico que merece las mejores perspectivas. Ya tienes aquí a un suscriptor entusiasta de tu obra de creación literaria a cuenta del léxico.
El otro día asistí a una charla de Francisco Rico en el Caixaforum sobre la literatura fantástica y puedo concluir que estuvo tan inseguro como caótico, desordenado e impreciso. Fue una de las peores conferencias del ciclo. Creo que entre los doscientos asistentes hubo común consenso de no haber entendido nada por el caos absoluto del rey de la filología. Agradezco no haber sido alumno suyo.
Por esa lercha de churros -a mi me encantan los churros y las porras-.
¡Gracias, Jose! ¡No sabes lo que me llena que te haya gustado el botón de muestra! Tú y yo formamos un tándem autor-lector y viceversa con la suerte inmensa de que el afecto no nos nubla el espíritu crítico, lo cual vale, per se, un potosí. En esa obra me "derramé" con una pasión metódica: cada día, a las 6'50 iniciaba la redacción de una palabra, cuya duración a veces excedía la hora diaria que le dedicaba a su creación, pero no siempre. Durante algo más de un año, creo recordar, fue mi labor diaria irrenunciable e impostergable. Cuantos han recalado en alguna muestra del diccionario han tenido una reacción parecida a la tuya. ¡Ojalá sea capaz de alegrarle la vida lectora a cuantos lo adquieran a través de la campaña de Verkami!
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