La
creativa traducción al catalán de una novela que refleja el espíritu de un
continente: Terra somnàmbula o cómo de la lengua emerge la realidad sin
romper el presente continuo de lo que ha sido, lo que es y lo que será…
¡No
hay como tener amistades entre cuyos mesteres esté el de la creación literaria,
sea cosecha propia, sea en la vertiente, no menos propia, de trujamán de la
obra de otros, como es el caso! Quienes se hayan acercado a la tarea de la
traducción saben, sobradamente, todo lo que de reto tiene verter en la propia lengua
una obra escrita en otra, por cercana que sea, como también es el caso, porque
Pere Comellas ha traducido del portugués, lengua románica más que próxima al
catalán y al castellano, una novela de Mia Couto que pasa por ser una de las
más importantes del autor mozambiqueño. Hace poco anduvo el autor por España y
leí un entrevista con él en El País. Mi amigo Pere me ha permitido, así pues,
salir de mi refugio clásico, donde suelo perderme en obras que ya solo leen los
filólogos y otros lectores curiosoanacrónicos, para “ponerme al día” con una
lectura “de las que se habla”. ¡Qué agradecido le estoy!
Terra
somnàmbula es una obra de sencilla apariencia pero de notabilísima
complejidad, porque su estructura contrapuntística va alternando el presente de
dos personajes, el joven Muidinga y el viejo Tuhair, que huyen de la guerra y
se refugian en un autobús calcinado, y el de otro personaje, Kindzu, cuyos
cuadernos descubren los primeros en una bolsa en el interior del autobús que
les sirve de refugio. La historia personal y familiar de Kindzu se la irá
leyendo el jovencísimo Muidinga al viejo Tuahair para entretener sus muchos
ocios y olvidar la terrible incertidumbre en la que viven, como si no tuvieran
un mañana y estuvieran a merced de esos señores de la guerra cuyas luchas tribales
marcan todo el continente de norte a sur: Tuahir: «Sort que saps llegir»,
comentà el vell. Si no fos per les lectures, estarien condemnats a la solitud.
Desde el
punto de vista del lector europeo, es evidente que la obra de Couto, aun a
pesar de sus raíces africanas, por la realidad que se describe en la novela,
pertenece por derecho propio a nuestra tradición, y ello se advierte, sobre
todo, en la facilidad con que el autor ha asimilado la técnica del realismo
mágico de García Márquez, por un lado, y, por otro, la aceptación de la
ausencia de fronteras entre el mundo de los vivos y el de los muertos que
recuerda, vagamente, a Juan Rulfo. Lo que está claro es que desde la
idiosincrasia mozambiqueña descrita en la novela, la existencia es un continuo
en el que no se trazan fronteras inamovibles entre los muertos y los vivos, lo
cual nos va a permitir sumergirnos en un ambiente entre onírico y fantástico
que multiplica exponencialmente el interés por la materia narrada a medida que
se avanza en la lectura. Al margen de las raíces universales de la obra de
Couto, lo más llamativo de ella -y ahí es donde el trabajo de Pere Comellas ha
sido determinante para la traducción idónea de la obra del portugués al catalán-
es el poderío estilístico que salpica constantemente la narración: el amor por
los juegos conceptuales, por los meros juegos de palabras, por las agudezas, por
los calambures, por los neologismos… atraviesa toda la narración de cabo a
rabo, para sorpresa y placer de los lectores, que asistimos, perplejos, ante
tal despliegue de inventiva constante que más de un quebradero de cabeza ha de
haberle deparado al Pere. Lo que está claro es que, cuando me la regaló, no se
equivocó: aquesta, tot sabent com tu escrius, segur que t’agradarà. Y no
se ha equivocado, en efecto. A otros lectores supongo que les dejará indiferentes
el juego con el lenguaje, pero un afirmación sobre Kindzu como esta: Al
capdavall estava com deia el cantador del poble: «En l’assossec, soc cec; en la
batussa, no m’hi veig», a mí me sorprende y maravilla, porque tiene el
lector, o sea, mi menda leyenda, la percepción de que de esos encuentros
mágicos entre las palabras surgen ráfagas de iluminación que nos permiten ver
la realidad de una manera distinta. No digo que mejor, sino distinta. Y ahí
entra ya, claro está, cómo actúan en la
imaginación de los lectores esos hallazgos verbales.
La novela tiene el
terrible trasfondo de una guerra civil, lo cual es el principal fracaso de una
sociedad; pero al hilo de las vidas y las muertes que aparecen en la historia
casi en igualdad de condiciones los lectores pueden advertir la profunda
desarticulación de sociedades con una visión de lo real bastante más compleja
de lo que nuestro férreo racionalismo nos permite. Está claro que no podemos
analizar dichas relaciones con los patrones europeos, y ese es, acaso, el
principal valor de la novela: su africanidad, la descripción de una realidad
que se nos escapa a los lectores ilustrados, porque las leyes que la rigen están
más cerca de la superstición, por un lado, y del holismo, por otro, que de
nuestros estándares dominados por el pensamiento científico. Tanto la relación
entre Muidinga y su «tío», título que este, Tuahir, rechaza vehementemente,
como la de Kindzu con su madre, su padre muerto y su hermano encantado,
convertido en un gallo de corral, desafían la capacidad de asentimiento de los
lectores, pero, una vez entrado en ese mundo mágico, y más extenso que el nuestro
occidental, son constantes las apelaciones al buen sentido, a la contundente
lección de la experiencia y a ciertas verdades de alcance universal: ─Fill meu, la feina dels bandolers és matar.
La feina dels soldats és no morir. Nosaltres som el terra dels uns i la catifa
dels altres. De este estilo, así pues, vamos a ir encontrando reflexiones
que, más allá de la circunstancia africana concreta, apelan a un fondo universal
de constataciones empíricas, de valores y de creencias que nos permiten disfrutar
aún más de la lectura.
Son constantes, como vengo diciendo, las innovaciones
estilísticas que aparecen en el relato con una naturalidad que el traductor ha
sabido recrear con ingenio y hasta facilidad, porque en modo alguno reparamos
en ellas con extrañeza, sino como lo que exige la narración -como aquellos
desnudos “que exigía el guion” en los primerísimos tiempos de la Transición-, y
así, nos divierte y aun hasta admira el
modo como Pere Comellas ha ido resolviendo ese modo natural de decir de Couto: Somnambulant; Estic prenyada, naltravegada; Segles
sencers moribundant a la sabana; en el pugibaixa de
l’aigua: Com més em nortejava més estranyes succedències
em passaven. I jo em geperutava a la canoa, ingeni, creduteista.
Era just, allò?; Les esmentades xicalamitats; El pit em bumbumbava, accelerat;
S’hi està una estona, quatregraper, somrient a la terra; En Romão sorgia cada cop més agafallifós,
fastiganxós com un gripau; Quan els seus ulls em van arribar vaig
recular en tanta bocobertura, abismeravellat.
Si a
esos usos innovadores añadimos la facilidad de Couto para la irrupción de
sentencias que bien pueden pasar por aforismos (y aun hasta por greguerías…): El
cansament es una vellesa sobtada, no nos quedará más remedio que reconocer
que estamos ante un verdadero maestro del lenguaje y de la narración. Son
constantes, por otro lado, las muestras del ingenio del autor para las descripciones
sucintas y poderosas, de esas que nos permiten visualizar o entender a un personaje
o una situación en tres o cuatro líneas:
Qui
fa una casa no es qui la construeix, sinó qui hi viu. I ara, sense residents,
les cases de ciment es podrien com la carcanada d’una bèstia.
Recordo
la lluna que s’exhibia com una medalla a l’escot de la nit.
Els
somnis són cartes que enviem a les nostres altres, restants vides.
Vaig
anar pujant per un caminet descalç, un corriol tan estret que no hi podien
festejar dues serps.
Les
seves miratginacions anaven sempre contra el règim de la realitat.
O la
que, a mi modesto entender, es de una sutileza e ingenio para la que todos los
elogios me parecen pocos:
Quintino
Massu, home nerviós, tan prim que una idea, si tenia pes, el faria suar…
A pesar
de este despliegue estilístico, la obra no pierde el norte de la revelación de ese
fracaso social del que hablábamos al principio. Una Administración corrupta, un
racismo contra los indios comerciantes,
una reverencia al poder por el hecho de serlo, un mentalidad machista y un temor reverencial a la
naturaleza y a la acción permanente de los muertos en la vida de los vivos
define las coordenadas básicas del tipo de relaciones humanas que vamos encontrar en Terra sonámbula en la que
hay escenas como la de la masturbación del joven Muidinga por parte de su «tío»,
como ayuda para que él, despreocupado de la «parte mecánica», se concentre en
los atractivos de las jóvenes que ha de evocar para llegar al orgasmo, que nos
dejan, como lectores europeos, al borde de la incredulidad o del estupor. No
creo que le sea aplicable el marbete de novela «étnica», que se suele usar
mucho para las películas de ciertas filmografías como la iraní y otras, por
ejemplo, porque al fin y al cabo, además de la lengua europea en que la novela
está escrita, hay un trasfondo antibelicista en la novela que reconocemos y al
que sentimos con europeo entusiasmo: Vaig recordar les paraules d’en
Surendra: hi havia d’haver guerra, hi havia d’haver mort. I tot per què? Per
autoritzar el robatori. Perquè avui cap riquesa no podia néixer del treball.
Només el saqueig donava accés a les propietats. Calia que hi hagués mort perquè
les lleis s’oblidessin. Ara que el desordre era total, tot estava autoritzat.
Els culpables sempre serien els altres.
El
resto, que cada cual lo descubra. ¡Menudo regalo que nos ha hecho Pere Comellas
a los lectores en catalán! Gràcies, Pere.
Espléndida reseña de una obra notable de la que te hablé con entusiasmo hace más de quince años cuando estaba inmerso totalmente en la literatura africana y leí casi un centenar de novelas y relatos de los distintos países de esa colectividad que son las Áfricas. Hubiera corregido tu interpretación del carácter mozambiqueño de la narración, pero tú mismo te refieres a la africanidad de la misma en su concepción espíritu-temporal. Cuando uno entra en la literatura africana ha de advertir que no está moviéndose en las mismas coordenadas que en la literatura occidental -tú mismo lo has notado claramente-. Las fronteras entre el mundo de lo espíritus y los hombres son muy fluidas. Y la concepción temporal es netamente diferente a la que caracteriza nuestra realidad.
ResponderEliminarLeer literatura africana es todo un reto en el que te has adentrado por la circunstancia de tu amigo, pero, como te dije hace lustros, hay un venero de enormes relatos producidos en este territorio y desconocido continente africano.
Querido Jose, m acuerdo perfectamente de aquella inmersión tuya en el continente africano, y de aquella época solo recuerdo haber leído, por tu recomendación una colección de cuentos breves que me interesó mucho, pero mis caminos lectores son de un total anarquía -ahora estoy, por ejemplo, con las "Andanzas e viajes", de Pero Tafur, un interesante Prototurista del XV-, y así, poco a poco, voy ampliando el enorme paisaje de mis carencias... Me alegro de que te haya parecido respetuoso mi crítica. Y sí, la novela merece una lectura. En este caso, por amistad, recomendaría esta versión catalana, para quien disfrute del catalán tanto como del castellano..
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