lunes, 6 de marzo de 2017

El gozo inenarrable del hallazgo feliz: “Un camí”, de Noel Clarasó.





El hombre sin atributos ni horizontes en el Raval de 1956 en busca de su camino vital: Un camí, la densa y existencialista novela ejemplar de un autor desconocido en catalán: Noel Clarasó.



Después de haber descubierto una novela tan insólita en el panorama de la narrativa española de su tiempo como El asesino de la luna, que ha recibido, en este Diario, una estupenda acogida por parte de los intelectores que tienen, ¡benditos!, tiempo que perder para perderse por estos lares manidos, volví a frecuentar al autor en dos novelas que, siendo hijas de su fértil ingenio, no llegaban a la cumbre que marcaba la primera. Ahora, en esta ocasión, vuelvo a encontrarme con otra obra cumbre, escrita además en catalán, Un camí,  que supone la segunda de un ramillete de novelas en la lengua vernácula del autor, que se inició con una obra del periodo republicano, 1938, que mereció el famoso y reconocido Premio Creixell, con el título Francis de Cer, y que, ¡azar de azares!, no llego a ser publicada y aún permanece inédita, ignoro en qué manos, aunque, por lo leído en Un camí, no descarto la posibilidad de que, habiendo ganado el Movimiento Nacional de los militares rebeldes la Guerra Civil, su contenido pudiera ser acaso “inconveniente” en los viejos tiempos oscuros en que iba a sumirse el país bajo la dictadura franquista, pero ya digo que se trata de una especulación sin otro fundamento que el nihilismo agnóstico del protagonista de Un camí. Lo importante ahora es dar cuenta de la fuerte impresión que me ha causado la lectura de esta obra en catalán de Clarasó, un autor menor para la crítica académica y para la crítica progre en español y un autor totalmente marginado en la Literatura catalana, del que apenas puede encontrarse, en dicho ámbito cultural, sino una breve sinopsis biográfica y una lista de los escasos libros que escribió en catalán, pero ningún estudio riguroso ni ninguna crítica solvente de su producción. Un poco aquejado de singularitis, tiendo a imaginar que, a punto de entrar en la primavera de 2017, soy el único lector vivo de esta obra en todo el ámbito catalanoparlante y que, por lo tanto, con toda propiedad puedo decir que escribo acerca de una rigurosa “novedad” perdida, como casi todos su otros libros, en las polvorientas estanterías de las librerías de ocasión, siendo pasto de los ácaros de la celulosa y, como a mí me ha ocurrido, de las manos temblorosas que lo han rescatado del olvido con un gozo que se ha manifestado total y trascendental tras la lectura crecientemente entusiasta de la obra. Clarasó es, básicamente, un aforista, pero también un novelista con singulares dotes de observación y muy amigo de crear personajes que tienen estrecha relación consigo mismo, o con lo que podríamos considerar una proyección infiel de sí mismo, porque el protagonista de Un camí, ¡y sobre todo el coprotagonista, Favià!, recogen rasgos propios del autor o, en otras palabras, el autor, sin caer en la autografía, se identifica plenamente con muchos de sus rasgos de personalidad y, sobre todo, de su manera de afrontar la realidad de la vida.  El personaje, un empleado de una agencia de publicidad, pudiera ser catalogado, en propiedad, como “un hombre sin atributos”, un ser apocado, nacido para empresas de poquísima monta, conformista, sin aspiraciones y tocado por un cierto nihilismo: Potser aquesta ha estat la meva única ambició en el joc de la vida: fer taules. Ni perdre ni guanyar.  Casi por arte de birlibirloque, y como segundo plato, acaba casado con Marta y, una vez instalada en su casa, acepta la llegada de la madre y, tras el nacimiento de su hija, se resigna a ser desposeído de su único bien: la casa heredada de sus padres: Jo vaig haver de tenir un fill per a saber que ser pare és menys que no ser res. No és una plenitud que s’afegeix a la vida; és un robatori que se li fa. Podríamos decir que la novela es un proceso de desalojo del hombre por parte de la madre y la suegra, después de haber vivido estas a su costa hasta que, asediado, se rebela y, tras buscar voluntariamente que lo echen del trabajo, inicia su propio proceso de degradación social hasta llegar a la mendicidad, todo ello a espaldas de su familia, y después de haber descubierto que su mujer mantiene, sin tapujos ni disimulos ningunos una relación al margen del matrimonio. La autodescripción del personaje deja entrever claramente el tipo de psicología al que me vengo refiriendo: Un home pregonament trist, preocupat per assolir l’art de fingir alegria. Això vaig ser jo durant alguns anys: un home pregonament incapacitat, preocupat per assolir l’art de fingir alguna gràcia. I un home profundament resignat, preocupat per assolir l’art de fingir dinamisme i ambició. (…) La meva disposició interior eran tan vacil·lant que no hi ha cap afirmació que pugui definir-la (...) Repeteixo que no era cap apassionat i, potser, les referències als meus sentiments són més inventades que reals. (…) M’agradaria de saber explicar l’autèntica naturalesa del meu fons obscur. Però vaig descobrint tants homes dintre meu!  Mai dels mais no he estat capaç de somniar ni de desitjar res que em sigui desconegut. Se trata, como decíamos al principio, no solo de un hombre sin atributos, sino también sin horizontes, un hombre atado a las calles de su barrio, un ecosistema suficiente para su ausencia de ambiciones; un hombre encerrado  en un microcosmos bien definido de la ciudad de Barcelona, el Raval, cuyas calles son también las calles de mi entorno actual: Valldonzella, La Lluna, El Tigre, etc. El Raval de 1956, el mismo que aparece en esa excelente caracterización de la vida de barrio que es la película La calle sin sol, de Rafael Gil o en los primeros films policiacos de la posguerra, como Apartado de Correos 1001, de Julio Salvador. A veces puede tener uno la sensación de que son demasiado estrechos los límites en los que sobrevive el protagonista, pero la novela, y en ella radica la mayor parte de su interés, es un intento de esclarecer no solo cuál sea, como pretenciosamente tituló Max Sheler, el lugar del hombre en el cosmos, si bien reduciéndolo a una realidad tan concreta como la del barrio del Raval en la ciudad de Barcelona, sino también qué sentido tiene la vida de un hombre en aquella fecha concreta y en todas en general, porque la dimensión filosófica de la novela va mucho, pero que mucho más allá de la anécdota argumental, una historia llena, sin embargo, de felices sorpresas que  no solo captan totalmente la atención del intelector, sino que constituyen una premonición de ciertas actitudes vitales muy propias de nuestros días. El protagonista se revela como un auténtico flâneur dentro de ese reducido horizone de un barrio degradado de la ciudad condal:  Qualsevol creuria que ha de ser ensopit i cansat passar-se onze hores diàries voltant pels carrers. No, no ho és gens. Mai no s’acaba de veure tot. Potser si entrés a preguntar a les botigues o es parlés amb els veïns es podrien saber més coses amb més rapidesa. Però jo no parlava amb ningú; em limitava a observar i a endevinar. I d’aquesta manera la feina avança molt lentament. (...) Va cridar-me l’atenció la gran quantitat de roba estesa sobre els carrers, enfora de finestres i bacons. Estava sempre allí, com banderes anunciadores d’alguna festa íntima. (...) ¡Quanta brutícia fa sempre l’home al voltant seu! La terra és neta i ho són l’herba i les flors. Però així que l’home tria un tros de terra i s’hi instal·la, tot queda envaït per la brutícia i el pudor. (...) Fins als carrers més pobres és possible de trobar, llançades per terra, coses que algú o altre encara pot aprofitar, que tenen preu i que es poden comprar i vendre. (...) Sense adonar-me’n vaig anar aprenent-hi la veritable geografia humana, l’autèntica distribució de l’home sobre la terra: els rics aïllats, sense cap contacte humà desagradable; i els pobres amuntegats, sotmesos a un impúdic i incessant contacte diari.   El marco se ajusta, con todo, como el clásico guante, a la sensación humilde de poquedad del protagonista, un auténtico don Nadie:   Tot em fa por: la gent, les coses llunyanes... Potser en realitat no és por: és com una impressió d’enorme petitesa que m’esbaleix. De la meva enorme petitesa. Quina pobra coseta és un home sol!  De ahí que saque una conclusión tan poco engrescadora como la siguiente: Viure és decebre’s.  Cada capítulo va precedido por un epígrafe que suele ser un aforismo del autor, aunque a veces se trata de pensamientos que emanan directamente de la propia trama novelística; siempre, en cualquier caso, podemos admirar en ellos la finura aforística del autor, de la cual ya hemos dejado también constancia en este Diario:  La bondat és l’únic luxe de la gent que és incapaç de ser d’altra manera. O Quina gran veritat ens sembla tot allò que ens interessa que no sigui mentida. El narrador, sin ninguna motivación específica, salvo dar cuenta de su peripecia vital, nos narra en primera persona su vida, desde su casamiento hasta el presente, tras haber sido desalojado por los abogados del propietario del inmueble donde había creado una fundación, La Fundació, para acoger enfermos terminales, pero me adelanto demasiado... Él mismo, sin embargo, se explica la mar de bien:  Jo no sóc escriptor i no pretenc crear cap bellesa. No és cosa meva això. Només intento explicar la meva vida sense apartar-me de la veritat. L’única cosa important, al meu parer, és descobrir aquesta veritat i dir-la d’una manera clara perquè els altres la puguin entendre. Descubrir “su” verdad, la nada integral de su existencia sin valor ni mérito, va a conformar una suerte de quest caballeresca en la que, en vez de defender la belleza incomparable de la amada, el caballero va a descubrirse a sí mismo desde el nivel más ínfimo de la sociedad: el de mendigo sin hogar. Metafóricamente, pues, la novela es un ejemplo clásico de descenso ad ínferos del que el protagonista vuelve a la realidad para descubrir el verdadero sentido de su vida. La suerte inmensa de los posibles intelectores que yo le deseo por centenares de miles a esta obra singularísima estriba en la descripción pormenorizada de ese descenso y del proyecto vital en el que, auspiciado por Favià, se embarca el protagonista. Favià, que responde a un personaje predilecto del autor, el mendigo, considerado desde la misma óptica entre naturalista y lírica de los mendigos de Mingote, de Chummy Chúmez o de Gila, merece un capítulo aparte en esta novela, porque va conformar con el protagonista una pareja en cierto modo quijotesca y en otro cierto dickensiana. No quisiera chafarle a los futuros intelectores de esta novela algunas sorpresas que constituyen vueltas de tuerca narrativas algo más que sorprendentes y que se narran, además, con una sobriedad realista que las priva de cualquier dimensión fantasiosa o inverosímil, pero no hago tal si explico que Favià es una especie de Diógenes que tiene un efecto perturbador en el protagonista, quien no acaba de tener una idea clara de quién y qué sea su interlocutor, tan desconcertante: Només puc conviure amb la immensa minoria dels homes, pero se trata de un hombre que, fiel a postulados ultramodernos de hoy, vive en el aquí y en el ahora con total comodidad, sin preocupación ni ambición, sin remordimientos ni deseos, consciente de sus limitaciones y sobreviviendo con total dignidad. Pide limosna siguiendo una impecable teoría que sería muy del agrado de los podemitas de nuestros atribulados días populistas: No us doneu tanta importància per tan poca cosa. [que el protagonista lo haya invitado al café] Els diners sempre són de tothom, encara que els encarregats de guardar-los no s’ho creguin. Però jo crec que, si algú paga per mi, no fa altra cosa que administrar el que em pertoca. Recordeu que la pobresa és estimada per Déu i que els darrers seran els primers.  Y ahí lo dejo, porque Favià es una fuente de sorpresas, la más importante de las cuales han de leerla los intelectores sin intermediarios tan enojosos como mi menda leyenda(sic). Me acojo a la constatación del desconcertado protagonista ante un ser tan poliédrico como Favià: La vida no s’explica mai amb exactitud.   Sí que no me privo, sin embargo, de exponerles a mis intelectores dilectos, una vez acabado el descenso al infierno de la sana e higiénica mendicidad, que el protagonista es internado por la mujer y la suegra en un sanatorio donde va a conocer la plenitud del amor con otra interna de diferente clase social, lo que no es obstáculo no solo para que se enamoren sino incluso para llegar a hacer planes de futuro que, finalmente, por la cobardía de ella, no se realizarán. He de hacer esta revelación argumental porque en ese tramo de la novela hay una carta de Elvira, así se llama ella, que merece los honores de la reproducción íntegra para que pueda juzgarse la fina sensibilidad del autor y la capacidad de penetración psicológica en los personajes. El personaje ni siquiera puede explicarse que haya tenido la fortuna de conocer el amor, pero esa realidad va a ser determinante en su evolución posterior, aunque el desengaño de la imposibilidad de ese amor contrasocial no es motivo dinámico de nada, excepto de la transición desengañada entre el fracaso sentimental y el reconocimiento de sus novísimas aptitudes en favor de los otros, con una mentalidad oenegesca que llamará la atención de los lectores actuales. Pensemos que estamos hablando de la España y la Barcelona de 1956… Pero atengámonos a lo primer, el choque amoroso: Aquell qui vulgui judicar encertadament els homes ha de tenir present l’amor, que no és sols una paraula, sinó un pes terrible que compta durant tota la vida. Qualsevol altra cosa que també pesi deixa un raconet o altre en llibertat des d’on es pot considerar la pròpia vida. L’amor, no: l’amor és com una incandescència total. ¿Com és possible que no sigui un mite l’amor entre els homes, si cadascú viu en un món propi, separat del dels altres per murs impenetrables, i ningú no ha estat capaç d’entendre la veritat de les paraules i les ànimes dels altres? ¿Y cómo describe el protagonista ese enamoramiento que tan hondamente penetra en él, transformándolo? Pues de la siguiente y lírica manera:  Ser l’amo del món! Una frase que mai no havia tingut sentit per mi. I aleshores començava a tenir-ne. Es pot posseir el món fins en estat de pobresa. Ser l’amo del mon vol dir tenir un clos propi, més o menys extens, fora d’un mateix. Jo el tenia i començava a bellugar-m’hi amb desimboltura. M’havia descobert la capacitat d’estimar. (...) Però com es pot explicar la felicitat? Jo no he comprès mai la dels altres. Sempre m’ha semblat pobra, ensopida i disfressada de mentides inventades per la vanitat. Si la meva felicitat us sembla d’aquesta mena és que no hi enteneu gens. (...) La meva excitació interior va arribar a tenir tanta intensitat que em sentia com una fruita madura atapeïda per dins de vespes famolenques. Ahora sí que estamos en disposición de entender cabalmente una carta de asunción de la culpa y de la cobardía por parte de Elvira, y me parece un ejemplo estilístico tan soberbio que debería aparecer en alguna antología de los mejores fragmentos de la novelística catalana, una de esas viejas crestomatías tan familiares antes y tan olvidadas en nuestros días. ¡Feliz lectura!
Perdona’m si he tardat tant a donar senyals de vida. Però vull que sàpigues que encara existeixo i que estic molt lluny de Barcelona i que des d’aquí et recordo i encara t’estimo. No et dic la meva adreça. No vull que m’escriguis. I creu que voldria saber tot el que has pensat de mi, i el que ha estat de tu, i el que fas ara, com vius i el que penses fer. És millor, però, que no m’escriguis. No en trauríem res, de tornar a començar. Som com uns ninots i la vida ens mana. I jo, ara, no podria fer res per oposar-me a la vida que ens va separar, que m’arrenca de tu. Em diràs covarda, i tindràs tota la raó. M’agradaria sentir-te la veu dient-m’ho a la cara. No em defensaria. Em deixaria maltractar i pegar per tu. Ploraria si em fessis mal, però reconeixeria que tens raó que et sobra. Vaig ésser covarda al darrer moment. Fou una covardia animal, física, però molt humana. M’esfereí perdre la meva vida còmoda i sense preocupacions. Tenia por d’enfonsar-me per sempre i de veure’m pobra i menystinguda. Es viu tan malament sense diners! Sé que, en llegir això, em menysprearàs, i també sé que ho mereixo. No vull ocultar-te la veritat. Sóc així i m’has de conèixer tal com sóc. Jo mateixa no ha sabia, que ho fos. Ho vaig saber aquell divendres, quan no vaig ésser capaç de fer el pas definitiu. Perdon’am mil i mil vegades. Per què no he donat senyals de vida fins ara? Ho has de comprendre: vaig deixar de creure en mi mateixa. Es va rompre la meva convicció más forta: que jo era capaç de sacrificar-ho tot als impulsos del meu cor. I si no ho sé fer, si ja no ho puc fer, ¡què en traurem, de continuar una cosa que només ens pot portar a un desastre en qualsevol sentit que es miri? Fins ara, F. no s’ha assabentat de res. Si ho hagués fet, hauria estat molt pitjor per a mi. Ell és l’home i el qui mana, i tinc la meva sort a les seves mans. No sé si això és just o no; però és així. Ell ho pot tot contra meu, i jo no puc res contra ell. I encara que pogués no ho faria. Altrament, d’un temps ençà, és més amable amb mi, em deixa passar tots els meus capricis i m’omple de presents. Els homes no s’acaben de comprendre mai. Jo no l’estimo ni el podré estimar; però sóc agraïda. Els qui em tracten amb bondat ho aconsegueixen tot de mi. I ara ell ho fa. Fa un mes qude som a Sevilla. Ell hi té negocis. Avui és a Cadis i aprofito de trobar-me sola a l’hotel per a escriure’t. Cada dia em quedo sola, un moment o altre. Però ell por tornar a la impensada. Avui sé que no ho farà fins molt tard; cap allà a les dotze de la nit. Si et recordes de mi, no em menyspreïs. Et vaig estimar, senzillament, quan no podia fer altra cosa. He estat feliç al teu costat i ho recordaré sempre amb un afecte immens. I aquell matí del divendres tampoc no vaig poder fer una altra cosa. No em menyspreïs. Ambdues vegades he obeït els impulsos de la meva naturalesa, que no sé si és bona o dolenta, o millor o pitjor que una altra. És així. Perdona’m. Vaig saber que em cercaves i que em telefonaves, i vaig callar. Pensa que sofreixo en pensar que t’he fet sofrir. Si et pogués veure, et demanaria que em consolessis d’aquest sofriment. No és absurd. Jo ho sento així. Et diria: “Consola’m de la tristesa que em fa haver-te produït aqueta pena”. Em pensi que em comprendries i que series capaç de consolar-me. No voldria que la vida ens posés una altra vegada dins el mateix camí. Em penso que tornaria a caure als teus braços, sense defensa. I després seria, com ha he estat, incapaç de vèncer la meva covardia. I un altre dolor naixeria en tu i en mi. Encara que junts seríem feliços, potser no hem nascut per gaudir d’aquesta felicitat. Aparentment la vida ens uní, però no trencà les amarres que ens tenien separats. Jo no intento ésser feliç lluny de tu. No vull enganyar-te dient-te que desitjo que ho siguis, perquè sé que no ho seràs. Sols et desitjo resignació i que siguis sempre bo amb els altres i amb tu mateix. Amb els altres, no impedint-los qualsevol forma de felicitat; i amb tu mateix, substituint la teva per l’absència de tots els impulsos dolents: rancor, menyspreu, odi. El millor tresor que tenim és el nostre cor. I odiar és malversar aquest tresor. Et recorda i sofreix. Elvira.
Después de un monumento narrativo semejante, analizar pormenorizadamente la fase oenegesca del relato empalidecería a su lado, aunque hallo ecos muy notables de La mujer pobre de Leon Bloy, por ejemplo, o de Nazarín, de Galdós, así como de la película El hombre que no quería ser santo, de Dmitryk, lo que le conceden el relieve que merece. En todo caso, y como concesión a la vertiente aforística del autor, sí que quiero acabar con una pequeña muestra del estilo sentencioso que campea en la novela sin entorpecer en ningún momento el desarrollo narrativo; antes al contrario, otorgándole una madurez y una perspectiva filosófica que se agradece enormemente, sobre todo desde el presente de nuestra literatura, ya en castellano, ya en catalán, ahí sí que no hay distingos, y me temo que en nuestra comunidad, donde se están formando analfabetos bilingües, el ocaso de la complejidad expresiva y narrativa será aún más doloroso:
 En els homes, tot, fins el gest més simple, fins la paraula més dolça, està revestit de mentida. Tots guarden la veritat en el fons d’un pou dins el qual ni intenten capbussar-se.

La bondat és l’únic luxe de la gent que és incapaç de ser d’altra manera.

El record es una figuració que desfigura.

Un home sempre pot arribar a fer una illa d’ell mateix.

Si de alguna cosa estic convençut, és de aquesta: que en la vida no hi ha res millor que haver de començar sempre.

Ajudar costa tant com empipar. Ajuda sempre, creu-me. Ajuda a tothom; a mentir, a somniar, a ser toixos, a estar tocats... Ajuda’ls sempre.

A vegades penso que ser feliç no és altra cosa que haver trobat la manera pròpia i estimada de ser desgraciat.

¡Què li costa, a l’home, de resignar-se i fins de trobar gust a no ser ningú! I cal començar per això. No hi ha altre remei.

Una ciutat... quin caliu d’ànimes! El cel hi és blau, el sol calent, però el clima que hi ha als dintres dels homes és ventós i fred. Són fantasmes vives de la imatge del plaer revestides de carn adolorida.

Bé està que es parli d’acord amb els principis, mentre s’actuï d’acord amb els sentiments.

En la vida tot es barreja: l’emoció i el tedi, la llum i l’ombra, la flor i l’espina. I la barreja constitueix aquests dies pesats, que després no s’acaben de recordar bé, com d’èpoques distintes, i que són una sola dimensió dins del temps.

Saber prendre en bé tot el mal que ens donin es tot el que ens cal saber.



8 comentarios:

  1. Fuíme después a la entrada sobre El asesino de la luna, y constato que Clarasó, del que sólo tenía lejana referencia, como esos diamantes que aparecen en el barro, es un consumado maestro. No permitiré que mi incuria lo soslaye por más tiempo. "A veces pienso que ser feliz no es otra cosa que encontrar la manera personal y amada de ser desgraciado." Gracias siempre por estas maravillosas revelaciones, Juan, que van, poco a poco, con la suma de otras, alumbrando mi ceguera.

    Un abrazo.

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    1. Parece, Manolo, que voy escribiendo, a imitación de Darío, mis propios "Raros", por más que lo sean por el olvido en que han caído, como José Suárez Carreño, por ejemplo. Mi fortuna es tropezarme con ellos y que la intuición me funcione aún al decidir, hojeando algunas páginas al azar, si merece la pena meterse en la aventura de leerlos. Tu respuesta es la mejor recompensa para este modesto "alumbrado público" que me guía. Un abrazo.

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  2. Bravo, me llega todo el entusiasmo tan bien y tan largamente descrito, que da la impresión de que te hubiera gustado copiar la novela entera. Las muestras citadas y en especial esa intensa carta (creo haberla captado, pese a mi no del todo cabal compresión del "polaco" hispano) dan fe de una singular fuerza narrativa. Los aforismos, no sé por qué (o sí, pero me da pereza explicarlo) me han recordado a Pessoa, o más exactamente al desasosegado Soares, ese otro hombre sin atributos, aunque tal vez por exceso de sentirlos simultáneamente todos y sus carencias.

    En todo caso, valoro el esfuerzo descriptivo, tan brillante como suele, revelador, preciso, estimulante, y con perlas como ese "menda leyenda", que ya mismo incorporo a mis tics verbales favoritos.

    Aprovecho para inquirir si ya has visto "Moonlight". Y si es así, qué opinas. En mi opinión, una película extraña, original, con partes premiosas, pero finalmente (y diría que tras un inciso cantor) valiente y digna de crédito como indagación en la soledad que no sabe su nombre y la incomunicación corporal extrema... Dicho sea todo con el nivel de abstracción necesario para evitar cualquier destripamiento o, incluso, marcaje de tendencia...

    Un saludo cordialísimo.

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    1. Para mí ha sido, en efecto, una sorpresa, dado que dos incursiones anteriores en el autor, aun teniendo un nivel aceptable, no llegaban a la calidad excelente de El asesino de la luna. En catalán, sin embargo, y desde una propuesta humilde, dada la particular anodinería del autor, Clarasó construye una de esas novelas en apariencia minúsculas pero llenas de fuerza, persuasivas a fuerza de constreñidas en sus límites perfectamente trazados. Gracias por la acogida.

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  3. Vaya, acabo de ver que "El Ojo" ya ha visto «Moonlight», de modo que debe darse por no escrito el último párrafo de mi comentario anterior.

    Valorando lo que allí se cuenta, no estoy muy de acuerdo con que se pueda considerar un déjà vu: tanto la técnica subjetivista del rodaje (sobre todo en los primeros minutos, a modo de inmersión incluso algo mareante), como la perspectiva, más que elíptica, personalista y fragmentaria, de la narración, si no inéditos (es muy difícil inventar nada tras más de 100 años de cine), si están planteados con originalidad.

    Y me parece que el tema de fondo no es tanto el asunto gay como la incapacidad para salir de uno mismo, la incomunicación corporal. Se me pasaron por la cabeza los dos títulos que mencionas, pero me parece que poco tiene que ver con ellos, salvo episódicamente. Desde el punto de vista formal (y actoral), se me venía más a la imaginación la factura e incluso el clima de la serie "The Wire". En algún momento pensé que buen podría considerarse está peli como una especie de historia personal de alguno de los personajes que controlaban «las esquinas», quizás de ninguno en concreto, pero sí de alguno que pasara por allí. Aunque los espacios geográficos sean diversos, el mundo del trapicheo parece imponer usos y estilos sociales semejantes.

    En fin, tendría que madurar un poco más todo esto. Y quizás volverla a ver. Me costó mucho trabajo entrar en la historia y creo que hay en la primera parte, algo demasiado morosa, aspectos que tal vez no capté bien.

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    1. También pensé en The Wire, pero también a mí me pareció episodica la relación, por el assunto del trapicheo de droga. A mí me parece que esa incomunicación tiene dos causas: la desestructuración familiar y la homosexualidad en un mundo tan macho como el del acoso escolar y el del negocio de la droga. La evolución del chiquillo va en la dirección de convertirse en hijo adoptado, y la envergadura corporal del protagonista en el último tercio de la película en todo equivale a la del padrastro. Sigo pensando, con todo, que hay algo de Boyhood y de Brokeback Mountain, porque en Moonlight me parece que esas dos líneas temáticas: la evolución, aunque limitada, del personaje, y la vivencia de su homosexualidad, se llevan las mejores secuencias de la pelóicula. Recuerda el final: Nadie más me ha tocado ni he tocado a nadie más desde su primer encuentro... ¿No ha de tener importancia la homosexualidad en su vida tras una declaración así? Y se lo confidencia a la persona de quien sigue enamorado y de quien sufrió el más terrible desengaño. En fin, da de sí, para el comentario, lo cual honra a la película, desde luego, porque, por conversaciones que capto tras la salida, las hay que no dan para más que un "bueno, pues bien, pero no sé", y la conversación gira hacia otras intimidades al segundo...

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  4. El sorprendente y revelador León Daudí, de la mano de los siempre esclarecedores ensayos de Juan Poz.

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  5. El más famoso seudónimo de los de Clarasó es León Daudí, un anagrama de su propio nombre y el segundo apellido de su padre, el escultor Enric Clarasó,

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