sábado, 20 de agosto de 2016

Verano: los libros llevados, la pereza triunfante, la duermevela constante...


Fabio Hurtado

Lecturas de verano, ¿literatura de playa, de montaña, de trópico, boreal, de sabana, exótica, de páramo, erótica, neurótica, votiva...?


El otro día nuestro hijo nos espetaba, a mi conjunta y a mí: "¿pero qué es exactamente para vosotros una persona lectora?", en el transcurso de una de esas conversaciones "de verano" típica de las sobremesas. Sin el unísono, pero al alimón, no dudamos en responderle que era aquella que "siempre" tenía una lectura entre manos, sin descanso, pero sin agobios, una manera tan natural de leer como el propio respirar. Torció el gesto, claro, a pesar de que poco a poco va acercándose a la definición, si bien, a diferencia de ella, él deja pasar días enteros sin pasearse por la lectura en marcha. Peca de cinéfilo, por otro lado, lo cual, si no lo disculpa, tampoco agrava su condición de lector semiempedernido. Más allá de esa anécdota, lo que a mí me dio que pensar fue la asociación casi natural entre el verano y la lectura y entre las "lecturas de verano" y unas condiciones para "implementarlas" (irritemos a los cursis...) que convierten dicha actividad en misión imposible y, en cualquier caso, insatisfactoria, si por medio anda una humedad que te empapa las páginas, unos mosquitos dispuestos a darte su zarpazo atigrado, un ruido ambiental ensordecedor y pertinaz o el intento de sumarte a unas conversaciones intrascendentes, perezosas y maledicentes, por norma general, que el verano casa lo suyo con la difamación y el vilipendio. ¿Cuál es, exactamente -sigamos las exigencias filiales- la "literatura de verano"?: ¿la novela policíaca?, ¿la novela histórica?, ¿el ensayo político?, ¿la novela rosa?, ¿los tebeos?, ¿los clásicos?, ¿la divulgación científica? Está tan arraigada en la industria editorial esa lectura de "temporada", que hasta los suplementos literarios o los de "Sociedad" de los raquíticos diarios de tirada nacional recogen con fruición noticias sobre "lo que leen los famosos" o "las lecturas recomendadas para este verano", de modo que en esas industrias aculturales empleados habrá que lean con ojos lectores veraniegos o navideños o dialibrescos, para intentar satisfacer demandas que, ¡vaya por Hermes...!, nunca acaban ajustándose a la oferta miserable que producen, llena de títulos cuya nómina sonroja al más lerdo de los lectores no estragados. Desde hace muchos, muchos años, tantos, acaso, como 30, decidí que el "descanso veraniego" -¡una ficción inenarrable, como bien saben, sobre todo, quienes tienen hijos en edad de ser "divertidos" y frente a los que es imposible pasar inadvertido para refugiarse en la lectura...!- era un tiempo de clásicos grecolatinos, y gracias a esa determinación, he de reconocer que he cubierto innúmeras lagunas propias de quienes han hecho del diletantismo casi una razón de ser y de leer. Sentado bajo la sombrilla, frente al Mar Menor -hoy, lamentablemente, en estado de suma degradación medioambiental...- mis ojos se abismaban en la lectura de Sófocles, de Esquilo, de Eurípides, de Menandro, de Homero, de Virgilio... con un agradecimiento infinito, porque, tan cerca, aun a escala, del Mediterráneo, me parecía que ese parvo oleaje de mar tan doméstico como el Menor, me ponía en comunicación directa con obras mayores de la literatura de hoy y de siempre. Sigo fiel a la costumbre y este año he optado por Ovidio, el pobre exiliado a quien mató el dolor de hallarse entre bárbaros sin poder oír la delicadeza de su lengua latina para poder mantener una conversación digna de tan hermoso nombre: conversar, que vale tanto como conservar la razón y la dignidad humanas. Muchas veces había consultado sus Metamorfosis, pero nunca había hecho una lectura "de corrido" -y algo tienen de narcocorridos esas ambrosiadas aventuras extremadas, y no pocas veces "de frontera", de los moradores del Olimpo- hasta que me he puesto a la tarea. Sí que leí la Filosofía Secreta, de Juan Pérez de Moya, durante la carrera de Filología, porque, antes que la obra de Ovidio, fue en ella en la que se fijaron los escritores del XVI y el XVII para desarrollar sus composiciones poéticas en las que aparecían los mitos grecolatinos, porque, además, había una lectura "a lo divino", anagógica, de dichos mitos. He de reconocer, sin necesidad de hacerlo en nota a pie de página, que cada verano sumo a mi biografía lectora una obra de Simenon, lectura que aún, por razones de dolorosa índole que no vienen al caso, no he hecho.  No estoy muy convencido de que el verano sea una estación que invite particularmente a la lectura, salvo que se sea lector asiduo, como antes he dicho, porque mi experiencia lectoplayera era, distraído brevemente de las tragedias griegas o las comedias de Plauto, la de ver dormitar como troncos talados en sillas o toallas a cuantos tenían ante sí un libraco abierto, usualmente de un grosor que parecía invitar más a utilizarlo como almohada que a leerlo, ideal, en cualquier caso, para usarlo como escabel desde el que llegar al estante superior del armario de la cocina donde habita la vajilla su sueño de domesticado cristal. No sé si tiene más de pose de quiero y no puedo o de pose de corrección política, pero es el caso que uno o dos libros en la maleta no pueden faltar, al parecer, en el equipaje de las vacaciones, tanto que me extraña mucho que aún no se haya publicado una breve antología de "los libros que Vd. siempre quiso leer en las vacaciones sin nunca conseguirlo", con su correspondiente resumen argumental, una crítica superficial pero suficiente para dar el pego correcto de haberlo al menos hojeado y algunas referencias a la obra total de los autores por aquello del contexto indispensable de un texto impensable. Cuesta creer que con temperaturas que rondan los 40º alguien se ensimisme en lo que merece el alto nombre de literatura; y nada comprobar el poco poso lector que deja el sopor que convierte en sopa de letras cualquier página de los bodrios que, como sus dueños, salen a tomar el sol que más calienta, casi casi el de Fahrenheit 451.

2 comentarios:

  1. Lector veraniego, libros para la playa...Cada vez que alguien coge un libro, sea buena o mala literatura, sea una vez al año o cada noche, algo bueno sucede, así que no me siento capaz de juzgar a nadie.
    Me ha gustado la concatenación de títulos
    Un saludo

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  2. No sé yo, no sé yo..., tanta devota confianza...; a mí me han arruinado la vida, sin ir más lejos... No dejo de pensar en el halagüeño futurible del imposible pasado: "mi vida sin la lectura"... A ver si llego algún día a alguna conclusión.

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