jueves, 4 de febrero de 2016

Dos poemas de la juventud airada rescatados en la vejez indignada.



                                                         
George Grosz

Poemas indultados*


                         (*Porque el ejercicio de la gracia, aunque suspende la condena, no borra el delito.)
                                



                        Al César lo que fue el César.
                       

                        I
Los muñones del César,
fétidos y torpes;
el poco esperma que rezuma
aún tiene ese vigor antiguo
con que engendrara cinco hijos.
              ¡Pobre César, desnudo
de sentido su inquieto miembro anciano!

Los ojos pequeños del César
vestidos de crepúsculo,
su pequeña nariz chata
bajo las grandes cristaleras.

La inmunidad del César
frente a los tiempos, abolida;
barrida la fe y los dogmas incólumes,
tiemblan sus trajes impecables
y la devastadora sonrisa.
             ¡Pobre César, estampa
anacrónica su reivindicación moderna!

El cuerpo escaso del César
a merced de extrañas lenguas,
su presencia de vieja águila
en jaula de nieve fotografiada.

Toda la vida del César,
caída y presente, átono esfuerzo
por evitar la oscura muerte
trepando por las canas plateadas.
            ¡Pobre César, extraño,
un poco más cerca del último silencio,
de la primera noche sin impulso;
del tierno reposo que aniquila y confunde el odio!

          
                                II

Me odio, en ti                     Me tranquilizo, de ti
reflejado, César.                 alejado, César.
Muchos de tus gestos         Escapar a tu yugo          
implacables y tiránicos,     fue una falsa victoria.
César visceral,                    Desde lejos mejor aprecio
se forjan en la alquimia      tu nefasta herencia.
de mi sangre                       Te venzo por amor.
siempre en parte tuya.        Y si fuiste enemigo
                                            y si fuiste lo que más odié
Me desespero, en ti             y si fuiste un dictador enérgico,
engendrado, César.              hoy, soldado de tu ejército imaginario,
Me trajo esa lujuria              te rindo vasallaje de amor
deprimente e irreprimida,     en esa fría distancia
trágica, cómicamente;          de quien sufre que seas
liberada en el vientre            quien eres (quien a veces se alegra),
de tu más fiel esclava.           parte cierta de mis días,
                                              fiera bestia que halló la luz
Me asombro, de ti                 al quedarse ciega,
tan próximo, César.              al volver de golpe los años
Vertiste tu impotencia           y agonizar con mirada de niño
de cólera disfrazada               y torpes maneras de anciano.
sobre mis puños crispados
que abro al percatarme,
renegando de tu estampa:
sádico energúmeno acomplejado.

Me destroza, en ti,
tu tristeza, César.
Tu desconcierto frente a todo
es, de alguna manera,
el mío propio;
pero tú venciste las dudas
con esa fe estúpida y violenta.
Tus argumentos reales
tan equivocados como impuestos
No han sido nada, César,
           ¿comprendes?,
 no son más que nada.

6 comentarios:

  1. No puedo imaginar qué es exactamente para ti la figura de César ni por qué lo escogiste en tu juventud. Al parecer son poemas de juventud rescatados ahora. ¿No? ¿Qué proyectabas sobre César y que ahora retomas? No lo sé. Intuyo que es el declive del poder, de la autoridad, de los dogmas sin remisión, que han envejecido y que no han resistido el desgaste inexorable de la modernidad, de la televisión. A la vez sientes ternura hacia ese personaje enigmático cuya estúpida y violenta fue vencida y que ahora es nada. Ese César parece encarnar la figura paterna, sádico, energúmeno acomplejado frente a tus puños airados. Sin embargo, la victoria que obtuviste frente a él, al alejarte, ahora (¿entonces cuando lo escribiste?) es una falsa victoria. Representó todo lo que odiaste pero luego le rendiste vasallaje de amor. Porque te sientes reconocido en él, ser parte de él. Y asistir a su agonizar con mirada de niño y torpes maneras de anciano.

    Me asombra si es lo que he interpretado.

    En todo caso son hermosos poemas, tallados en formas clásicas, que me han evocado a Cavafis. La época clásica es un claro distanciamiento brechtiano para abordar algo profundamente personal y que restalla en sus versos emocionados y emocionantes, bajo una capa de supuesta frialdad y distancia. El poeta se abre y consigue hacer la emoción estética y sentimental acercando al lector su pequeño mundo y su relación con su padre, que para mí es algo totalmente nuevo. Y me sorprende, si es lo que he interpretado yo.

    Si he marrado el tiro, no importa, los poemas son muy buenos. Y los he gozado leyéndolos varias veces.

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    1. Se trata, en efecto, de un ajuste de cuentas con la figura del padre, como muy bien has visto, Joselu y yo creí haber sugerido en algunas estrofas. Son, como tú muy bien sabes por tu propia experiencia, muy complejas las relaciones con los progenitores, y dan de sí lo suyo, a la hora de abordarlas desde una perspectiva creativa. Lo que has de saber es que él no solo las leyó, sino que les pasó copia a sus hermanos para que conocieran en su justa dimensión la crueldad del hijo vengativo. En fin, un capítulo cerrado por la piedad, que es lo mejor que puede decirse del triste asunto.

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  2. Cuando el Cesar apenas puede dar gozo aún gozamos de su caída.

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    1. En mi caso, tratándose de un capítulo biográfico, puedo decir que gozo no hubo ninguno y tristeza un enorme serón.

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  3. Odiar lo que ensalzamos, quizás el único modo de encontrar el camino

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    1. Se trata de un odio familiar, que es una variante bastante sutil y llena de matices.En cualquier caso, el espíritu se aquieta, aun conmovido, después del exabrupto.

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