sábado, 5 de septiembre de 2015

La autobiografía como descubrimiento: una anécdota de viaje.


                             

        
       El potente impulso generador de una frase o el Artista Desencajado se autobreviografía…
                  

         En el camino de ida agosteño olvidé en un restaurante un pequeño bloc de notas. Diez días después, pasé por el mismo sitio, ya de vuelta, y entré a preguntar si lo habían visto y, sobre todo, guardado. Tras una negativa inicial demasiado contundente, y ante mi dolorido requerimiento, la camarera abrió un cajón y tras revolver unos segundos, me dijo: “¿No será esto?” No había desprecio en el neutro, sino incomprensión ante tanta preocupación acongojada por el destino de un bloc astroso,  y sorpresa por que la recuperación de “eso” pudiera generar una sonrisa y un brillo ocular como el que advirtió en mi cara. Desde que lo perdí no dejó de atormentarme el recuerdo de haber escrito en él la primera frase de lo que habría de ser un relato autobiográfico titulado Juventud en Poz. No es que sea desmemoriado, pero los blocs de notas tienen esa función: aligerar a la memoria aun de lo importante. Desde la desmemoria casi total del contenido del bloc, salvo, curiosamente, esa frase que me parecía una suerte de resumen de lo que habría de ser la totalidad del volumen autobiográfico, bien podía haberme despreocupado de su destino y no lamentar lo que pudieran ser pérdidas reparables, pero el recuerdo acezante de ese inicio me movió a buscar un milagro que sí sucedió, porque lo propio de los restaurantes es recoger el mantel de papel de manera que, salvo la vajilla, los restos de lo que fue un sabroso menú de carretera acaban en el cubo de la basura. Con el bloc en la mano, aparcado bajo un sol que cocía la sesera con sus escupidos 38º inmisericordes, me lancé en persecución de la frase y comprobé enseguida, en efecto, no solo que estaba, sino que, como intuía, no hubiera sido capaz de inventar una alternativa mejor para la apertura del relato autobiográfico. Tras hojear el bloc someramente, descubrí también algunos apuntes cuya pérdida ahora, una vez recobrados, me parecería desoladora, porque, y eso me sucede constantemente, mis blocs de notas siempre tienen el poder de sorprenderme, como si esos apuntes fueran de otro y se cumpliera el tópico del manuscrito hallado, en este caso no en Zaragoza, sino en Villena. No creo que haya ninguna edad indicada especialmente para escribir relatos autobiográficos, porque, a su manera, cualquier obra no solo es parte de la biografía de quien escribe, sino que, muy a menudo, también ésta nutre aquella, pero cuando un título se empecina en exigir el tomo que le da cuerpo y vida, ¿qué podemos hacer? No estoy seguro de que sea capaz de culminar ese proyecto, porque me impuse, cuando imaginé la obra, unir dos géneros en uno: la autobiografía y la aforística, y quizás me haya puesto condiciones imposibles de cumplir. En cualquier caso, aquella frase, contundente y sintética, me marcaba el tono, el estilo y la forma:
Cuando llegué, ignoraba quién no llegaría a ser.
         Y ahí estoy, ahora, detenido junto a ella, contemplando un flujo de vivencias que, según parece, han constituido lo más parecido a algún yo mío.
Son años anteriores a los de la fotografía que preside esta anécdota de la recuperación. Joven aún, pero ya no tanto, el artista, ya multiplicadamente desencajado entonces, pasa a limpio ignoro el qué, en el comedor de la casa compartida con su conjunta. Es una imagen, pero la máquina, la pipa, la lámpara y la concentración destilan esa necedad autosuficiente de quien se cree artista y arte cuanto escribe. Se trata de una superchería, y es, a su manera, vehemente verdad. Cualquier imagen es vida detenida, estancada, un pudridero cierto. Por eso las palabras memorabílicas que fluyen han de apartarse del retrato y centrarse en el relato, por estática que sea la vida de quien escribe, puesto que en ese movimiento interior se hallará lo más parecido a lo que, en algún momento, fue vida y mañana, en las futuras páginas, y con no poco esfuerzo, remedo torpe de ella. Escribir algo autobiográfico es lo más parecido a novelar la vida de un desconocido con quien, tiempo atrás, tuvimos intenso trato: una impertinencia, una osadía y sí, también un descubrimiento, otro, como el del bloc de notas.


10 comentarios:

  1. Me alegro que haya podido recuperar su bloc.

    Ya nos hacemos una idéa de su imagen física le pondremos un poquito de canas y ...Como ud apunta un poco desencajado pero querido Juan su mente es privilegiada me apunto a ser ta lúcida con sus años.

    Un saludo.

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  2. ...disculpe me quedé a medias(odio el teléfono)

    Queria preguntarle: si tiene pensamiento en publicar esa autobiografía?

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    1. Poquito no, más de treinta años de canas, no se quede corta... De todos modos, la cara del presente la tiene aquí:
      http://diariodeunartistadesencajado.blogspot.com.es/2014/09/el-esputo-de-leviatan.html
      De momento ya he escrito el título y la primera frase..., el resto ya se andará, ¡espero!
      Gracias por su presencia.

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  3. Creo que te conocí poco más o menos por esos años en que apareces con la máquina de escribir y antes de que te perdieras por los vericuetos del estilo. Acababas de publicar un libro que recibió algún premio y tu carrera se abría radiante delante de ti. El comienzo de tu autobiografía es asaz lúcido y punzante. Me gusta. Cuando llegué, ignoraba quien no llegaría a ser. Una autobiografía no deja de ser una obra de ficción en que ordenamos e intentamos dar sentido a lo que probablemente no lo tiene, como si fuera una novela. Una vida hecha a impulsos de la voluntad en que no ha habido adicciones sino al trabajo, al esfuerzo, a la permanencia en una esencia que contrasta con el mundo líquido en que vivimos. Bueno sí hay una adicción en tu dilatado deambular por las páginas en blanco: el barroquismo. Hiciste tu apuesta y estás dispuesto a llegar hasta el final. Una autobiografía al estilo de Gracián en que se combine la síntesis y el conceptismo. Curioso empeño. Asisto ilusionado al posible nacimiento de dicha catarsis personal en un escritor que evita lo íntimo, como Valle, que será capaz de urdir una historia irreconocible sino por la tensión del estilo y el concepto.

    Me alegro de que encontraras tu bloc de notas. Eso tiene un sentido que apunta a la potencial dinamita que puede ser tu (des)íntima historia contada por ti mismo.

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    1. De nuevo la memoria te juega una mala pasada, Joselu, pero es normal, lo trae la edad y el estrés... Lo único que gané un premio de poesía, en Vic, a un poema que al jurado les pareció muy inspirado por un autor al que, sin embargo, no había leído, lo cual, como cualquier crítico sabe, no es necesario que suceda para que exista la semejanza. Con todo, "Juventud en Poz" se remontaría a los años que van de 1972 a 1975, cuando llegué a Barcelona, entre los 19 y los 22, cuando era un amasijo de mediocridades y veleidades banales...

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  4. ¿Afortunado? Lo dudo, como todo, como siempre... Encontrar lo "perdido" es volver a vivir lo olvidado, recurrir a la memoria fallida que acaso no existió... Lo sabe este escribidor, que a fuerza de dejar atrás el pasado, se fue quedando sin futuro, hasta irse con lo mismo con que llegó: nada.

    Tu vida ya está llena, Juan. Tus recuerdos son solo tu alegoría, pero tú "eres", ¡viva la dicha! Mientras te escribes, ojalá disfrutes de la algarabía de un patio de colegio, para que los gritos alegres de los infantes sigan resonando en nuestras mentes.

    Un fuerte abrazo,

    Javier

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    1. Esa primera juventud, Javier, no incluye colegios pero sí algarabía, la de un adolescente adocenado, reprimido, desorientado e insultantemente ebrio de necedad, quimeras e ignorancia de sí. Permite que discrepe de ti y que ese "eres" lo convierta en mero "estar", que no excluye la dicha, pero es huéspeda a la que cada vez acojo menos, desgraciadamente...

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  5. Ahora, Juan, que puedo leerte tranquilamente en papel, sin las ondas electromagnéticas del monitor imbuyendo de ideas falsas mi párvulo cerebro, puedo decirte, con no fingida sinceridad, que sea lo que sea que salga de tus plumas de ave fénix, tendrá la condición de volar alto y claro.

    Un abrazo,

    Manuel

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    1. Pero, ¡ay!, muy chamuscado..., ni sé si, propiamente, incinerado... Pero te agradezco la sinceridad, sin duda, y más viniendo de un grafómano como yo mismo soy, o creo serlo, aunque nunca he sabido si para bien o para mal o para todo lo contrario.

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    2. En tu caso para muy bien. En el mío quizás sólo como una semilla de lo que pudo ser y no fue. Quién sabe lo que se traga la tierra.

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