miércoles, 14 de enero de 2015

Infección. Historia de los muertos, de F. Javier García de Castro.


                                                           



Infección. Historia de los muertos: el fruto sazonado del cruce entre La noche de los muertos vivientes y La peste: una mirada tibiamente esperanzada a la especie humana.
       
Acabo de adquirir aquí la primera novela publicada, que yo sepa, de F. Javier García de Castro, y, como prenda de amistad, no me he resistido, no solo a publicitarla, como se haría con la obra de un amigo, sino a elaborar el juicio crítico que la obra merece, porque, por fortuna, mi espíritu aristarco difícilmente se deja doblegar por obligaciones de otra índole y puedo enfrentarme a obras de personas próximas con la distancia que exige cualquier análisis crítico. Que acierte o no en el juicio es algo que sólo le compete establecer a los intelectores de este Diario, no a mí, una vez leída la novela.
He seguido muy de cerca, así pues, el desarrollo de esta novela en la que entré como tributo a la amistad, de la que no he podido salir en ningún momento y de la que espero una continuación que me permita continuar en compañía de una pareja de héroes sometida a difíciles pruebas, a decisiones traumáticas y a un cultivo de la lealtad y la solidaridad difíciles de hallar en la vida corriente.
        Cuando Javier me pidió que le leyera el original por si mi experiencia crítica intelectora le servía de algo –al final se vio que de nada, salvo algunos retoques que le propuse más por que no viera la desnudez de mi burda reputación, que por otra cosa– le anticipé que, a pesar de tener en un altar El día de los muertos vivientes, de George A. Romero, que tanto me impresionó a mis 15 cinéfilos años, el género de los walking dead no entraba dentro de mis lecturas habituales. Con todo, amigo de los amigos, que es el único título honroso a que alguien puede aspirar, me sumergí en las entregas periódicas que Javier fue publicando en su blog, La raza de Caín, incomprensiblemente desahuciado por su propio autor, y comencé a descubrir una narración que iba bastante más allá de lo que el motivo tópico inicial me hizo suponer que sería.
        La situación de partida puede parecer tópica, porque la existencia de los zombies en la literatura y el cine data de antiguo. En el caso de Infección. Historia de los muertos, la existencia de la pavorosa realidad de los deambulantes no deja de ser un pretexto para que el autor nos entregue una narración minuciosa y exigente de cómo el espíritu emprendedor del ser humano es capaz de luchar por la supervivencia en la más adversa de las situaciones. La pareja protagonista es parte fundamental de las bondades del relato, porque la relación dialéctica que se establece entre ellos, ¡tan distintos!, permite un juego narrativo en el que, a pesar de la dureza trágica de la situación a la que se enfrentan, aflora el humor, el excelente humor irónico y hasta pícaro que ha derrochado el autor a lo largo de la obra para hacernos más llevadera la angustia constante de la particular lucha por la vida de los protagonistas. La claridad expresiva, la precisión en los detalles, el magnífico ritmo narrativo, la conservación del suspense desde la primera hasta la última línea de la obra no son fáciles de conseguir, y Javier García de Castro lo consigue con creces. Los diálogos están llenos de agudeza, de humor, de compasión, y hasta de ternura, como las propias acciones en que vuelcan, para seguir vivos una hora más, un minuto más, los recursos no tanto propios, aunque también, sino los de la propia especie humana, amenazada de extinción y de la que ellos son, acaso, algunos de sus últimos representantes sobre la faz de la Tierra.
Hay en la obra una resignación fatalista ante el mal que no impide, como en La peste, de Camus, la obligación moral del esfuerzo por sobrevivir y ayudar a los semejantes. Es decir, no se trata, en el fondo, de una mera obra de aventuras, sino de una reflexión moral que interpela directamente el sentido de nuestra existencia en la Tierra, tan maltratada por nosotros, sus inquilinos y su virus mortífero. No hay una instancia divina que convierta la infección en una plaga, a pesar de los inequívocos tintes apocalípticos con que se presenta la temida infección, pero no es menos cierto que el propio planeta parece haberse rebelado contra la especie y la destruye con una muerte tan particular como paradójica, porque respeta, a toda costa, lo que siempre nos ha urgido: el apaciguamiento del hambre. Se trata de muertos hambrientos, no destructores o vengadores, aunque se lleven por delante a los vivos hambrientos con un simple mordisco con el que satisfacer su necesidad primaria.
        La novela apenas abarca unas pocas semanas, y la acción alcanza unas cotas de trepidante intensidad que no decae a lo largo de toda la obra. Si querer leer lo que sigue es uno de los requisitos imprescindibles para mantener a los lectores en la travesía del libro, Infección. Historia de los muertos, prácticamente es, todo él, un potentísimo imán que atrae la atención de los lectores con una sucesión de continuará… constantes tras cada capítulo, y aun a veces en el interior de los mismos. Cuando todo parece un callejón sin salida e imposible que puedan salir de tan espeluznantes atolladeros –y los pasajes del cuartel habrían de entrar de lleno en la antología de los textos de terror…–, la pareja protagonista nos reconcilia con esa virtud tan humana del ingenio, como si la obra, en otra vertiente, fuera deudora también de la estirpe del  Robinson Crusoe de Defoe, el libro de cabecera de uno de los grandes personajes de la ficción: Gabriel Betteredge, cuyo nombre arcangélico anuncia la buena nueva del nuevo dios del emprendedor ingenio humano… Imantar en la continuación de la lectura no ha de ser la única virtud de una narración, pero no es menos cierto que hay, en la literatura, muchas clases de imanes. En Infección, la auténtica necesidad de continuar leyendo no proviene, a pesar de que ello invite también, de esos atolladeros y peligros de los que hablaba, sino de la relación que se establece entre Toni y Bea, los protagonistas, cuyos sufrimientos acaban convirtiéndolos en entrañables para quienes siguen sus andanzas, al menos para quien esto escribe.
El viaje a ninguna parte, pero viaje al fin y al cabo, esa necesidad trashumante que define así mismo a la especie, es un potente motor de la narración, lo que la relaciona con los primeros motivos narrativos de la historia del género novelístico. Hablar de la odisea que viven los protagonistas es un lugar común; pero la necesidad natural del desplazamiento, del ir más allá constante, es un signo de identidad de la especie, y en Infección lo comprobamos en cada capítulo. No sabemos si habrá una Ítaca o si cuando lleguen a ella todo lo habrá desbaratado también la ambición humana, pero de lo que estamos convencidos es de que no queremos que el viaje se acabe, porque, mientras eso sucede, Toni y Bea, siguen vivos y ven, para nuestro alivio, un nuevo amanecer, que no es poco.

5 comentarios:

  1. Ya la he adquirido. Me ha sorprendido tu comentario como lector de La raza de Caín que era yo. No tengo la impresión de encontrar al narrador que allí me hallaba en sus textos bloqueos. A veces el pesimismo absoluto de sus relatos me llevaba a decir basta ya, no porque no me agrade la literatura pesimista, que sí, me gusta, sino porque había algo que no los hacía ágiles en su dimensión desesperanzada. Pero aquí en esta novela parece emerger algo diferente a tenor de lo que cuentas. Le echaré una ojeada. Tengo curiosidad por reencontrarme con Javier en otras galas más exigentes como es un relato largo de casi quinientas páginas. Le deseo fortuna literaria. En este mundo de Amazon ha habido sorpresas muy llamativas y libros que se han expandido por el boca boca viralmente. Hay una cierta mala fama de Amazon entre algunos sectores ilustrados pero yo soy un entusiasta de su sistema de funcionamiento y de su eficacia. Hay empresas que solo han podido ser creadas por la distribución que supone Amazon. Es una estrategia y el que sea espabilado sabe que ahí está buena parte de lo que es el presente y el futuro. Suerte para Javier.

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    1. Pues como sé que te va a enganchar, y que te encontrarás cómodo con el narrador, nada alambicado ni pretencioso, como pueden ser los míos..., te invito a que hagas en tu blog una crítica, para poder contrastar esta y la futura tuya. Aunque tenemos lecturas divergentes, tenemos también muchas convergentes, como es público y notorio, o sea que no estaría nada mal, para mí al menos, poder llevar a cabo ese contraste de pareceres críticos. Ya me dirás...

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  2. Hoy, más que nunca, han de resultar banales mis palabras. Aun así, que éstas sirvan para expresar mi más humilde agradecimiento por las tuyas, querido amigo Juan.

    Javier

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    1. Ser un aristarco te granjea buena reputación pero te impide la amistad; en este caso se da la feliz circunstancia de haberlo podido ser sin su principal efecto secundario. Enhorabuena por la novela, Javier.

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