viernes, 29 de agosto de 2014

La exquisitez aforística del hedonista devorado por la Revolución

                               
                                                 El lujo de la reflexión       
                               
Teoría de la ambición: La aforística delicadamente prescriptiva de Hérault de Séchelles, Le beau Séchelles

       El ingenio, la elocuencia, la aristocracia y la belleza no son ingredientes que le permitan a un  hombre navegar por el mar encrespado de la Revolución Francesa sin acabar perdiendo la cabeza, que es lo que, finalmente le ocurrió al bello Hérault, bisnieto del aristócrata que le dio nombre al archipiélago de las Seychelles. La perdió junto con Danton y Desmoulins, por celos del rousseauniano Robespierre, del mismo modo que bien hubiera podido ocurrir al revés. Hérault apenas tuvo tiempo –murió a los 35– para escribir una brevísima obra: Eloge de Suger (abad de Saint Denis), 40 páginas; La visite à Buffon, ou Voyage à Montbard (53 páginas) y la obra por la que, en el ámbito de los aforistas moralistas franceses, lo conocemos hoy y lo admiramos: Teoría de la ambición, de 1788, que no es propiamente título puesto por él, ya que la obra apareció en vida del autor, aunque de forma anónima –una convención de la época para dar mayor relieve al autor– con el poco atractivo título de  Codicille politique et pratique d’un jeune habitant d’Épone, es decir, en la tradición aleccionadora de los primeros tratados aforísticos, como el de Hesíodo. Se ignora quien decidió ponerle tan hermoso título a los consejos para llevar una vida reglada y satisfactoria que nos propone Hérault, pero se hizo respetar, porque con él ha seguido hasta nuestros días, y seguirá después. La titulación literaria o filosófica es un arte sobre el que ya me explayé a gusto en aquella entrada/proposición: El Artista Desencajado quiere hacer caja que sólo obtuvo una respuesta a la que, cortesía obliga, no cobré por mis servicios, algo que no ocurrirá ya con la segunda, aviso...
Hérault, a pesar de sus orígenes aristocráticos y de ser el protegido de la Duquesa de Polignac, amiga íntima y confidente de la reina María Antonieta, cuya influencia fue decisiva para que el joven Hérault escalase  puestos de responsabilidad en la administración del reino, pues a su apopstura sumaba su carrera de abogado, no lo dudó a la hora de unirse, con cierto ardor justiciero, a la Revolución y participar, incluso, en la toma de la Bastilla. Fue comisionado para restablecer el orden revolucionario en Saboya y Alsacia, y fue también Presidente de la Asamblea Nacional, sustituyendo a George Danton. Colaboró en la redacción de la constitución de 1793, la llamada de La Montaña, que nunca llegó a promulgarse ni aprobarse. Fruto de su visita a Saboya, aliada de la Revolución, fue el emparejamiento con Adèle de Bellegarde quien, a la sazón, era la mujer de un coronel que servía en el ejército del rey en Cerdeña. El amor apasionado de ambos jóvenes continuó en París, adonde Adèle y su hermana se trasladaron siguiendo al hedonista revolucionario. La historia de Adèle es bien curiosa, porque, caído Hérault en desgracia, sufrió la cárcel pero se libró de la guillotina. Acabada la época del Terror, fue excarcelada y triunfó en la alta sociedad parisina, llegando a ser la favorita de Talleyrand –el superviviente político por antonomasia, del que nuestro Duran i Lleida es una pálida y lasciva imitación–.  La fama de su belleza fue tal que el propio Jacques-Louis David, el pintor clasicista de la Revolución, la inmortalizó en su obra El rapto de las sabinas, retrato que, después, sirvió como modelo para el de la Marianne revolucionaria de los sellos de correos, como se advierte en las ilustraciones que siguen:

     De Adèle...                   a                Marianne.                              
                                      


      Son numerosos los tratados escritos en aforismos que, desde el siglo XVI, pretenden guiar al pretendiente en la corte, e incluso hay un juego de mesa, inventado por Alonso de Barros y descrito en su manual titulado Filosofía Cortesana que se juega sobre un tablero con 63 casillas, que corresponden a los años que pasa el pretendiente en la corte, un librito que merece de todo punto ser leído por sí mismo, pero también como venerable antecedente del manual del perfecto aspirante cortesano democrático…, podríamos decir, que es el librito de Hérault.
Hérault no está exento de responsabilidad en el uso generalizado de la violencia para instaurar la revolución, tal como lo señala acertadamente Jorge Gimeno en su precisa introducción biográfica en la  cuidada edición de Siruela, donde recoge el reproche que le envió su amigo Caspar Lavater: Vos queréis destruir el despotismo mediante el despotismo, e instaurar la libertad mediante la tiranía. Como ordenado manual que es,  la “teoría” de la ambición, que algunos autores han considerado algo así como el embrión de un ulterior desarrollo más extenso, sin  percatarse de la decidida voluntad de Hérault de inscribirse en la prestigiosa tradición de una corriente moralista con la que parece entablar un diálogo como una esgrima de ingenio, se divide en los siguientes capítulos: 1. Preceptos generales para ser persona de genio. 2. Selección de medios y circunstancias que exaltan las facultades intelectuales, ya se trate de todas en conjunto o de algunas a expensas de las demás. 3. Lectura. 4. Carácter. 5. Conocimiento de los hombres. 6. Plan de acción. 7. Conversación. 8. Forma de los libros. 9. Estilo de los libros y los discursos públicos. 10. Charlatanismo y 11. Lógica de los contractivos, a los que corresponden, con ese orden casi cartesiano e ilustrado las siguientes recomendaciones muy dignas de tener en cuenta:
 Cree en ti mismo, conócete, respétate. La práctica habitual de estas tres máximas es el secreto del hombre sano, ilustrado, bueno y dichoso.
                                 oOo
Tened una alta idea de vuestras facultades y trabajad: las triplicaréis.
                                 oOo
         Las ideas se van con quien las corteja galano; y huyen del torpe y del tocón.
                                          oOo
       No progresamos grandemente sino cuando nos volvemos melancólicos, cuando, decepcionados del mundo real, nos vemos obligados a inventarnos uno más soportable.
                                        oOo
       Una prueba de que es preciso demorarnos en un libro para tener derecho a decir “lo he leído”, es que de los dos o tres mil volúmenes que un erudito apresurado logra leer, no retiene mucho más que un marqués francés de los países por los que se desliza en silla de posta.
                                        oOo
       Venus Saepe excitata, raro peracta ingenium acuit.
 ["Venus, siempre cortejada, raramente poseída, agudiza el ingenio". Tradución de Jorge Gimeno.]
       Ver con anticipación y en poco tiempo lo que de otro modo veríamos después y con mayor lentitud; disfrutar en un día de la experiencia de las naciones y lo  s siglos; adquirir una premoción de lo que estamos llamados a conocer; recapitular sobre lo que ya conocemos; aprender a reflexionar un poco más rápido de lo que el mero paso del tiempo nos enseñaría; adquirir desde jóvenes prudencia y sabiduría; en fin, aumentar nuestra influencia sobre los demás hombres gracias a una dicción plena, bien ordenada, pura, correcta, florida, amable, flexible, fina, viril, noble, elevada, majestuosa, tales son las principales ventajas que se extraen de una larga familiaridad con los mejores escritores. [Este aforismo, peculiar por la longitud, más cerca, por el tono discursivo, de las notas de Canetti o de algunos de Lichtenberg.
[Este aforismo bien  podría figurar con todos los honores en el frontispicio de este Diario.]
                                        oOo
       Cháchara y constancia, dos cosas incompatibles.
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       Tenacidad y soledad: dos principios de originalidad.
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       La sociedad mitiga el orgullo; la soledad, la vanidad.
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       La clave de la voz en la escala musical se corresponde con  la clavedel carácter en la escala moral.
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       Haceos perdonar vuestro talento mediante la sencillez de maneras y alguna pequeña incapacidad.
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       El orden alivia loa memoria, destierra la irresolución , infunde audacia, robustece el paso de un escritor.
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       Cuando un hombre que triunfa de las circunstancias no dispone de un estilo acorde con su carácter, su tono, su gesto, su porte, es un escritor que copia, un animal de costumbres.
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       Estilo, hijo del eco gradual de la cabeza en el corazón.
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       Lo imprevisto es la base del estilo en todos los géneros.
                                        oOo
       Precisar lo vago y difuminar lo nítido.



       

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