sábado, 19 de enero de 2013


UNAMUNO ANTIFÁRRAGO




QUINTAUNAMUNO:  EL AFORISMO

COMO MÉTODO DE CONOCIMIENTO.



A Pedro González Pozuelo, en el buen sentido de la palabra, bueno, con amor y gratitud imperecederos.

A pesar de su capacidad de síntesis, de su laconismo enunciador, y de su grafomanía incurable, Unamuno jamás escribió un libro de aforismos propiamente dicho. Sembró todas sus obras de ellos, porque el aforismo  era para él un método de pensamiento y de escritura: diseminación y aforismación, podríamos decir que practicaba, al modo de lo que ocurre, salvando las distancias y el procedimiento, en los sonetos de Góngora, Lope o Quevedo, en los que se cambia la aforismación por la recolección. Es evidente, en consecuencia, que las obras de Unamuno están llenas de aforismos, propios y ajenos, y si no aparecen más de su autoría en las inacabables colecciones de aforismos que pueblan la red ello se debe a que es un autor al que se ha de leer, ejercicio para el que hay muchos menos candidatos que para leer colecciones de aforismos.
          El aforismo sobrevenido, que es el que nos encontramos en la lectura de una obra de otro género, es quizás más atractivo por el placer intenso del descubrimiento, y porque acaso, tras el feliz hallazgo, nos convertimos en poseedores únicos de un bien que no siempre compartimos con los demás o que, por lo común, reservamos para exhibirlo como un valiosísimo trofeo de caza en una reunión, usualmente de entendidos, gente de libros, o donde nos sirva para convertirnos, siempre momentáneamente…, en el centro de la atención, porque un aforismo no nos inviste del atractivo que solo se consigue con una sólida formación y una feliz facilidad de cita. No todos los géneros literarios contienen aforismos, ni tampoco los argumentativos, salvo que el aforismo sea el método de construcción del discurso, como ocurre en Wittgenstein, por ejemplo, o en Nietzsche,  más cerca éste del fragmento que del aforismo, no obstante. Hay obras que parecen prometer un caudal constante de ellos como el Timón chespiriano, y no pasan de tres los que se encuentran, mientras que otras obras, con temática “sin filósofos”…, son generosas hasta decir basta, como Romeo y Julieta, por ejemplo.
          Siempre he admirado en Unamuno el método filológico que ha fundamentado su discurso, porque tuvo la virtud de no quedarse en el mero juego de palabras, como sí les ocurre a sus imitadores, sino que supo trascenderlo para expresarnos un pensamiento individualista, lleno de sugerencias y de  provocaciones. Que Unamuno es un ser que vive con pasión el pensamiento se observa en cada uno de sus artículos y de sus libros. Para él el lenguaje no es un medio de expresión sino la finalidad de la expresión. Diríase que él, y nosotros, estamos hechos de la música de las voces, que emergemos como somos de las ondas musicales de los fonemas que creamos y que recibimos. En el fondo comparte el lema de Rubén Darío: Ama tu ritmo y ritma tus acciones, por más que poco haya en él de modernista, ¡y mucho menos de moderno! Contemplar la razón en acción, es decir, en  pasión, de Unamuno a través de sus ensayos y de sus obras literarias, pero principalmente de los primeros, es un espectáculo que recomiendo a cualquier lector en ansias de lecturas inflamado. Unamuno, por fortuna, es uno de los autores que crea adicción, y tenemos la suerte de que ha sido editado casi al completo en Austral, lo que lo vuelve asequible –aunque no siempre accesible, eso que quede claro…- para cualquier maltrecha economía de nuestra doliente crisis.
          Lo que ofrezco aquí es sólo una parte de la antología de aforismos que he hecho de su obra completa, bajo el titulo de esta entrega. Ingenuo de mí, pensé que acaso alguna editorial estaría interesada en encajar un esfuerzo intelectual como el presente, pero ya se sabe que si escribir en España es llorar, publicar es el haznosreír, a propios y extraños. No entran en esta selección todas las obras de Unamuno, pero sí las suficientes como para que, a partir de esta antología, cualquiera pueda salir de su lectura habiendo hecho una aproximación cabal a su pensamiento filosófico, tan enrevesado y paradójico como provocador y, sobre todo, actual, esto es, eterno, dada su condición de clásico, adquirida ya en vida. He intentado hacer una selección en la que quepa una porción representativa del vasto mundo de intereses intelectuales y vitales por los que se  apasionó el autor en vida. Estoy convencido de que esta antología es una estupenda lección de sabiduría que nos hará expedito el camino hacia los infiernos del yo. Es incontestable, además, que  estos aforismos nos proponen más ideas alentadoras de las que podamos hallar en nuestros afectados contemporáneos, porque son la expresión de una individualidad inalienable e insobornable, forjada en la sana costumbre intelectual de llevar la contraria, de nadar contra corriente y de no casarse ni con tirios ni con troyanos; cada uno de estos aforismos nos da no solo materia de reflexión, sino íntimo conocimiento biográfico de un verdadero combatiente de la verdad que jamás dudó de que era la encarnación de la duda, la inseguridad  y la perplejidad, y que nunca le temió al ridículo porque lo protegía la pasión con que vivió su aventura humana, intelectora y social. 

DISCURSOS Y ARTÍCULOS (1896-1935)


 El verdadero sentido histórico se ahoga bajo el historicismo de los eruditos; el verdadero sentido político y social bajo la manía amplificadora de los oradores.

  Sólo con el hoy aquí entenderéis rectamente el ayer allí, y no a la inversa.

Tengamos vida interior como apoyo de la exterior; quien no sepa vivir en sí, quien no lleve muchedumbre en su alma, mal sabrá meterse en la muchedumbre y vivir en los demás.

 Las ideas deben tenerse mientras sirven y sustituirse después con otras nuevas. Hago con ellas lo que con los zapatos: las uso mientras están útiles; luego las tiro; nunca falta quien las recoja.
  
No hay peor estallido que el de los pueblos mansos.
  
Nos molesta el que nos hace pensar, no el que da forma a lo que pensamos.
  
La imaginación es la verdadera facultad maestra del espíritu.

Ha decaído la imaginación, y tan decaída está, que se limita a producir lo más rudimentario, lo más tosco, lo más pobre del ingenio: el chiste.

                     Tan librea puede ser una blusa como una toga. No hace la librea el traje, sino el espíritu con que se lleva.

Cuando la obra vale más que el hombre que la lleva a cabo, es cuando éste es digno de aquélla.

Hay dos cosas a las que no puedo contestar: a un argumento de solidez y verdad evidentes y a una majadería, y aún desconcierta más lo segundo que lo primero, pues nada hay tan abrumador como una gran sandez.

Son pocos los que ven el vigor mental bajo una corteza de ignorancia y aun de torpeza mental y su vaciedad bajo una escombrera de conocimientos muertos.


Una de las más frecuentes y poderosas causas de la hipocresía estriba en la necesidad de aparecer consecuentes ante los demás.

 Para un francés, el discurrir sobre un tema cualquiera, es un simple pretexto para apurar unos cuantos ajenjos, y para nosotros una opinión es algo así como un gallo con espolones afilados que debe siempre pelear.

El hombre que habla como un libro es incapaz de hacer un libro que hable como un hombre.

El orgullo es de origen divino -o antidivino, que es lo mismo-; la vanidad es humana.

El humor en ámbitos morales como el nuestro, hoy es un gran derivativo. Le impide a uno cocerse en su propia sangre enfebrecida.

 El silencio no mantiene secreto alguno. Y como el secreto hay que mantenerlo, se acude a la mentira. Es la mentira el apoyo del secreto.


Las más terribles soledades se fraguan en la niñez del hombre.

El error fundamental está en creer que los sentimientos derivan de las ideas; las acciones, de las razones. Nuestra ética suele ser la manera con que tratamos de explicarnos nuestra conducta. Los hombres no se mueven por ideas o conceptos, sino que inventan las ideas para explicarse por qué se mueven.

 La ironía es la flor de la libertad de espíritu, es el arma más sutil y más eficaz contra el prestigio -prestigio quiere decir engaño- del principio de autoridad y contra la disciplina sin magisterio.

 Hay que hacer de la propia vida una obra de arte.


LA DIGNIDAD HUMANA

Toda la historia humana es la labor del hombre forjándose habitación humana, toda la civilización tiende a desasir al Hombre de la Tierra, a libertarle del terruño, a que sea él quien posea a ella y no ésta a él.

Cuenta el viejo Herodoto que vituperados unos soldados egipcios por haber pasado a servir a otro pueblo, e invocándoles el nombre de la patria, contestaron señalando sus partes genitales: donde va esto va la patria.

¡Cuántas veces no llamamos nuestras a cosas de que somos poseídos!

“¿Cuál fue antes, el huevo o la gallina?” Este antes es el sello de la ignorancia.

El derecho a la atención es lo que hay que conquistar.

Siempre me ha parecido eso que llaman urbanidad el disfraz de la indiferencia egoísta.


DEL SENTIMIENTO TRÁGICO DE LA VIDA

 La memoria es la base de la personalidad individual, así como la tradición lo es de la personalidad colectiva de un pueblo. Se vive en el recuerdo y por el recuerdo, y nuestra vida espiritual no es, en el fondo, sino el esfuerzo de nuestro recuerdo por perseverar, por hacerse esperanza, el esfuerzo de nuestro pasado por hacerse porvenir.

¡Queremos bulto y no sombra de inmortalidad!

El hombre suele entregar la vida por la bolsa; pero entrega la bolsa por la vanidad. Y la vanidad ¿qué es sino ansia de sobrevivirse?

La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual.

 Es una cosa terrible la inteligencia. Tiende a la muerte como a la estabilidad la memoria. Lo vivo, lo que es absolutamente inestable, lo absolutamente individual, es, en rigor, ininteligible.

Siempre resulta que el principio de la sabiduría es un temor.

El escepticismo vital viene del choque entre la razón y el deseo.

Los amantes no llegan a amarse con dejación de sí mismos, con verdadera fusión de sus almas, y no ya de sus cuerpos, sino luego que el mazo poderoso del dolor ha triturado sus corazones remejiéndolos en un mismo almirez de pena.

Y si doloroso es tener que dejar de ser un día, más doloroso sería acaso seguir siendo siempre uno mismo, y no más que uno mismo, sin poder ser a la vez otro, sin poder ser a la vez todo lo demás, sin poder serlo todo.

La cantera de las visiones de nuestro porvenir está en los soterraños de nuestra memoria; con recuerdos nos fragua la imaginación esperanzas.

El mundo intelectual se divide en dos clases: dilettantes de un lado y pedantes de otro.

Hay que saber ponerse en ridículo, y no sólo ante los demás, sino ante nosotros mismos.

El lenguaje es el que nos da la realidad y no como un mero vehículo de ella, sino como su verdadera carne, de que todo lo otro, la representación muda o inarticulada, no es sino esqueleto.
  
“¿Y qué ha dejado Don Quijote?”, diréis. Y os diré que se ha dejado a sí mismo y que un hombre, un hombre vivo y eterno, vale por todas las teorías y por todas las filosofías. Otros pueblos nos han dejado sobre todo instituciones, libros; nosotros hemos dejado almas. Santa Teresa vale por cualquier instituto, por cualquier Crítica de la razón pura.


VIEJOS Y JÓVENES

El proteccionismo lingüístico es a la larga tan empobrecedor como todo proteccionismo; tan empobrecedor y tan embrutecedor.

 “Cada uno de los hombres es único e insustituible”; he aquí uno de mis mejores aforismos.
                     
                        Este violento individualismo, acompañado de un escasísimo personalismo, de una gran pobreza de personalidad, es lo que acaso explica mucha parte de nuestra historia. 
 Alguna vez he dicho que donde menos se lee es donde más  hay que temer de las lecturas; y así puede decirse que donde hay menos ideas es donde más daño pueden hacer éstas.

Sólo los tontos son de veras soberbios.

No es instinto de conservación lo que nos mueve a obrar, sino instinto de invasión; no tiramos a mantenernos, sino a ser más, a serlo todo.

La carne de que se reviste el lenguaje es comunal y es externa; engurruñe al pensamiento, lo aprisiona y aun lo trastorna y contrahace.
  

VISIONES Y COMENTARIOS
  
Ni vive vida, verdadera vida humana -acaso más que humana-, quien no lleva en sí todo un pueblo en perpetua guerra civil.

Toda teología es una egología.


EL PORVENIR DE ESPAÑA Y LOS ESPAÑOLES
  
 El conocimiento íntimo de lo ajeno es el mejor medio de llegar a conocer lo propio. Quien sólo sabe su lengua -decía Goethe-, ni aun su lengua sabe.

¡La Historia! ¡Pocas memorias más engañadoras que ella!

 La riqueza sin arte es barbarie.

¿Qué la historia da vueltas? Sí, pero en derredor de un quicio. ¿Que cambia? Sí, pero sobre un fondo permanente. Todo se repite.               

Al español, en efecto, no le gusta mandar, sino ocupar el puesto de mando y vivir de él. Y lucirlo. Y vestirlo. De mandón tiene muy poco, dígase lo que se diga; mucho más de mandarín.

                                ALMAS DE JÓVENES

 Lo he dicho muchas veces, y lo repito, y no por última vez: en el español, la codicia ahoga la ambición.

La existencia no tiene razón de ser, porque está sobre todas las razones.

Es evidente: los placeres más exquisitos son los más baratos.

Se ha dicho y repetido muchas veces que el lenguaje se ha hecho para velar el pensamiento, para mentir; pero, entre nosotros por lo menos -y digo entre nosotros porque entre los otros no he vivido-, el lenguaje sirve para ahorrarse el pensamiento; se habla cuando no se quiere pensar.

Sólo odiamos, lo mismo que sólo amamos, lo que en algo, y de una u otra manera, se nos parece.

Desconfío del que no lucha, y veo siempre un mayor enemigo en el que se me somete que en el que me resiste.

Según Bageheot, un inglés de la clase media, con decir: “¡en mi vida he oído semejante cosa!”, cree haber refutado un argumento.

 El principio de la sabiduría es saber ignorar.
  
SOLEDAD

Lo primero que se necesita para escribir con eficacia es no tener respeto alguno al lector, que no lo merece.

Voy a leer el Quijote, pero en inglés, para ver en él cosas que en castellano me las enturbia y vela el lenguaje. Gana traducido.

El amor puede vivir de recuerdos y de esperanzas; el odio necesita realidades presentes.

Los hombres somos impenetrables.

Nadie tiene más acusada personalidad que aquel que atesora más generalidad en sí, el que lleva en su interior más de los otros.

Conviene ponerse en guardia, desde luego, contra la especie de que los militares sientan el patriotismo más vivamente que los demás ciudadanos, lo cual es tan falso como suponer que los sacerdotes sean más religiosos que los demás hombres, o que los profesores tengamos más amor a la cultura que los que no lo son.

Se acaba siempre por simpatizar con todo aquello que se estudia serenamente y sin prejuicios.

 Hay un aforismo terrible, y es aquel que dice: “Contra un padre no hay razón.” Sí; puede haber razón contra un padre. Contra lo que no hay razón es contra la verdad.

Vale más el error en que se cree, que no la realidad en que no se cree; que no es el error, sino la mentira, lo que mata el alma.


LA AGONÍA DEL CRISTIANISMO

Al azar, que es la raíz de la libertad.

Lo que más nos une a los hombres unos con otros son nuestras discordias.

La esencia del hombre es la pereza, y, con ella, el horror a la responsabilidad.

El cálculo de probabilidades no es más que la racionalización del azar, de lo irracional.

La idea es algo sólido, fijo; el pensamiento es algo fluido, cambiante, libre. Un pensamiento se hace otro, una idea choca con otra. Podría decirse acaso que un pensamiento es una idea en acción, o una acción en idea; una idea es un dogma. Los hombres de ideas, tenidos por ellas, rara vez piensan.

Todas las ortodoxias empezaron siendo herejías.
  
EN TORNO AL CASTICISMO

Escribe claro el que concibe e imagina claro.

Los que viven en la historia se hacen sordos al silencio.

La diferencia sólo se reconoce sobre un fondo de semejanza.


SOLILOQUIOS Y CONVERSACIONES
  
 Así como uno no es propiamente hijo de quien lo engendró -cosa muy fácil y sin mérito alguno-, sino de quien lo crió, formó y educó, poniéndole en el puesto que le corresponde, así una idea no es hija de aquel que primero la concibió, sino de quien la crió, formó y educó, es decir, de quien le dio su expresión más adecuada y la colocó entre las demás ideas, sus compañe­ras, en el complejo y contexto donde adquiere su valor todo.

                      La originalidad es eso. No acuñar moneda, sino saber usarla.

La unidad la da el tono, no el argumento. No son los escritores fragmentarios los que menos unidad íntima nos muestran.

 El arte literario no es más que el arte de cocinar ilusiones para que las traguemos mejor y se nos indigesten lo menos posible.

Superstición, superstitio, equivale, en el rigor del vocablo, a lo que queda, lo que resta, poso, escoria, escurridura o escurraja.

Dígase lo que se diga, no es la verdad, sino la ilusión del deseo, lo que nos hace vivir. Y lo primero es vivir.

La verdad antes que la paz. Tal es mi divisa. Y para mayor brillo la he puesto en latín: veritas primus pace.

Pensar es pensar para los demás; pensar es una función social.

 La ironía nace de un cerebro agudo, sutil y clarividente, regado por un corazón blando; es de almas en las que el sensualismo ahoga la pasión.

Apenas recuerdo haber dejado de leer a escritor alguno por las censuras que se le hayan dirigido. Y en cambio son legión los escritores a quienes no leo por culpa de sus admiradores.

Los más fecundos esfuerzos del espíritu humano son hijos de la pereza, de la haraganería. El hombre trabaja para evitarse trabajo, trabaja para no trabajar. Son increíbles los trabajos a que el hombre se somete por no trabajar.

Para que un pueblo se civilice y crezca en cultura, importa más que aprenda a consumir que no a producir.

A cada hombre puede juzgársele por sus lecturas favoritas.


INQUIETUDES Y MEDITACIONES
  
El dilettante es el monstruo más horrendo y el más dañino a la sacrosanta y excelsa obra de la cultura humanística.

La independencia del salvaje no es libertad alguna.

El sentido común es el sentido de la pereza, el que juzga con lugares comunes y frases hechas, mecánica y no orgánicamente.

Tampoco hay que olvidar que degradar las palabras es una cosa y darles elasticidad es otra muy diferente.

No es obligación del escritor ponerse al alcance del público, sino obligación del público ponerse al alcance del escritor.

Hay una cierta pedagogía que huye de las dificultades, huye del verdadero trabajo, huye de la austeridad. Parece que nos asusta enseñar a los niños todo lo duro, todo lo recio que es el trabajo. Y de ahí ha nacido lo de que aprendan jugando, que acaba siempre en que juegan a aprender. Y el maestro mismo que les enseña jugando, juega a enseñar. Y ni él, en rigor, enseña, ni ellos, en rigor, aprenden nada que lo valga.

Hay una cierta austeridad que debe aplicarse hasta en el juego. Hasta la broma debe ser, en cierto respecto, seria.

Magisterio dice a maestro, lo que disciplina a discípulo.

La torre de Babel, allí donde se dividieron los pueblos y se confundieron, al nacer, las lenguas, fue la primera verdadera patria, no el Paraíso.

La caza es, en efecto, un deporte para encubrir la poltronería; parece que se hace algo y no se hace nada.


ABEL SÁNCHEZ

El público no gusta que se le llegue con el escalpelo a hediondas simas del alma humana y que se haga saltar pus.

No es lo peor no ser querido, no poder ser querido; lo peor es no poder querer.

                    ¡Ser libre es creer serlo!
  
Toda proposición general y solemne enunciada aforísticamen­te es una sandez.

Todo hombre lleva fuera todo lo que tiene dentro.


NIEBLA

Yo no defiendo y predico un yo puro, como el de Fichte, el apóstol del germanismo, un yo que no sea más que yo, sino que defiendo y predico el yo impuro, el que es todos los demás a la vez que él mismo.

Lo más liberador del arte es que le hace a uno dudar de que exista.

Los hombres no sucumbimos a las grandes penas ni a las grandes alegrías, y es porque esas penas y esas alegrías vienen embozadas en una inmensa niebla de pequeños incidentes. Y la vida es esto, la niebla. La vida es una nebulosa.

Casarse es muy fácil; pero no es tan fácil ser casado.

El aburrimiento es el fondo de la vida, y el aburrimiento es el que ha inventado los juegos, las distracciones, las novelas y el amor. La niebla  de la vida rezuma un dulce aburrimiento, licor agridulce.

El sueño de uno solo es la ilusión, la apariencia; el sueño de dos es ya la verdad, la realidad. ¿Qué es el mundo real sino el sueño que soñamos todos, el sueño común?

¿No es acaso la liturgia toda de todas las religiones un modo de brezar el sueño de Dios y que no despierte y deje de soñarnos?

Las mayores groserías son las llamadas involuntarias, y la grosería de las groserías distraerse delante de personas.

La muchedumbre es como un bosque; le pone a uno en su lugar, le reencaja.

La risa por la risa misma me da grima, y hasta miedo. La risa no es sino la preparación para la tragedia.

La broma que no es corrosiva y confundente no sirve para  nada.

Cuando el hombre aúlla, grita o amenaza le entendemos muy bien los demás animales. ¡Como que entonces está distraído en otro mundo!... Pero ladra a su manera, habla, y eso le ha servido para inventar lo que no hay y no fijarse en lo que hay. En cuanto le ha puesto un nombre a algo, ya no ve este algo, no hace sino oír el nombre que le puso, o verle escrito. La lengua le sirve para mentir, inventar lo que no hay y confundirse.


EL OTRO

El camino para odiarse es verse fuera de sí, verse otro.

Se miente cuando se dice la verdad en que no se cree.

¡Cómo les pesa su honradez a los honrados! Tanto como su vicio a los viciosos.


EL HERMANO JUAN
  
 El hombre varón que se sienta de veras hombre, se siente a la vez padre e hijo y hermano, y se siente madre también. Los hombres verdaderamente padres se sienten madres; sienten la comezón y hasta el escozor de sus tetillas atrofiadas.

Vale más hacer sin saber nada que saber sin hacer cosa.

                    Acostumbraos los unos a los otros, que es más que amarse.
  

SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR
  
A lo hecho pecho, y a otra cosa, que no hay peor que remordimiento sin enmienda.

CÓMO SE HACE UNA NOVELA

La soledad es el meollo de nuestra esencia, y con eso de congregarnos, de arrebañarnos, no hacemos sino ahondarla.

¡Estar conformes! ¡bah!; hay animales herbívoros y hay plantas carnívoras. Cada uno se sostiene de sus contrarios.

Dentro de la carne está el hueso y dentro del hueso el tuétano; pero la novela humana no tiene tuétano, carece de argumento. Todo son las cajitas, los ensueños. Y lo verdaderamente novelesco es cómo se hace una novela.

Nada dura más que lo que se hace en el momento y para el momento.

La razón es aquello en que estamos todos de acuerdo, todos o por lo menos la mayoría. La verdad es otra cosa, la razón es social; la verdad, de ordinario, es completamente individual, personal e incomunicable. La razón nos une y las verdades nos separan.

Lo acabado, lo perfecto, es la muerte y la vida no puede morirse. El lector que busque novelas acabadas no merece ser mi lector; él está ya acabado antes de haberme leído.

Todo lector que sea hombre de dentro, humano, es, lector, autor de lo que lee y está leyendo.

¡Gran maestro de vida de pensamiento el tute! Porque el problema de la vida consiste en saber aprovecharse del azar, en darse maña para que no le canten a uno las cuarenta, si es que no tute de reyes o de caballos, o en cantarlos uno cuando el azar se los trae. ¡Qué bien dice Montesinos en el Quijote: “paciencia y barajar”! ¡Profundísima sentencia de sabiduría quijotesca! ¡Pacien­cia y barajar! Y mano y vista prontas al azar que pasa. 
Una novela, para ser viva, para ser vida, tiene que ser, como la vida misma, organismo y no mecanismo.

Juega uno con eso del libro del hombre y el hombre del libro, pero ¿hay hombres que no sean de libro? Hasta los que no saben ni leer ni escribir. Todo hombre, verdaderamente hombre, es hijo de una leyenda, escrita u oral. Y no hay más que leyenda, o sea novela.

En el arte supremo de aprovechar el azar, la superioridad del jugador consiste en resolverse a abandonar a tiempo la partida para poder empezar otra. Y lo mismo en la política y en la vida.


PRÓLOGO A SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR Y TRES HISTORIAS MÁS
  
Sí, malo será que una lengua sin manos ose hablar, pero es peor acaso que unas manos sin lengua se atrevan a obrar.

El corazón tiene también su luz -me lo dice el lector, ese desconocido-, que sube a las niñas de los ojos, y éstos miran para ver y no para no ver -invidere-, no para envidiar, no para des-ver, no para aojar o hacer mal de ojo. Y hay quien al mirar así ilumina lo que mira, y lo admira.


AMOR Y PEDAGOGÍA
  
Los pseudónimos y los motes son más verdaderos que los nombres legales, ya que apenas hay cosa legal que sea verdadera, y la que verdadera resulte será a pesar de su legalidad, jamás merced a ella.

Nadie puede ser maestro de sus hijos, nadie puede ser padre de sus discípulos.

Cuando oigas a alguien decir que es el sentido común el más raro de los sentidos, apártate de él; es un tonto de capirote.

No frecuentes mucho el trato con los sensatos, pues quien nunca suelte un desatino, puedes jurarlo, es tonto de remate.

Huye de los hechólogos, que la hechología es el sentido común echado a perder, echado a perder, fíjate bien, echado a perder, porque lo sacan de su terreno propio, de aquel en que da frutos comunes, pero útiles.

Que no te clasifiquen; haz como el zorro que con el jopo borra sus huellas.

¿De dónde ha nacido el Arte? De la sed de inmortalidad.

Lo verdaderamente grande se envuelve en lo ridículo; en lo grotesco, lo verdaderamente trágico.

El ergo, el fatídico ergo es el símbolo de la esclavitud del espíritu.

Tal es la miserable condición humana, que no queda otra salida que o reírse o dar que reír como no tome uno la de reírse y dar que reír a la vez, riéndose de lo que da que reír y dando que reír de lo que se ríe.


VIDA DE DON QUIJOTE Y SANCHO

Lo sobrehumano de la perfección toca en lo inhumano, y en ello se hunde.

Te debe importar poco lo que eres; lo cardinal para ti es lo que quieras ser.

Pocas cosas elevan más a Don Quijote que su desprecio de las riquezas del mundo.

Castigo que no va seguido de perdón, ni se endereza a otorgarlo al cabo, no es castigo, sino odioso ensañamiento.

A la perfección se llega imitando a hombres y no tratando de poner en práctica teorías.

Ésta es la verdad pura: el mundo es lo que a cada cual le parece, y la sabiduría estriba en hacérnoslo a nuestra voluntad, desatinados sin ocasión y henchidos de fe en lo absurdo.

Sin vida interior no la hay exterior.

Un hombre sucio será siempre algo más que un cerdo limpio.

Sólo el que ensayalo absurdo es capaz de conquistar lo imposible.

Estoy harto de oír llamar inoportunas a las cosas más oportunas, a todo lo que corta la digestión de los hartos y enfurece a los tontos.

Si la vida es sueño, ¿por qué hemos de obstinarnos en negar que los sueños sean vida?

Cuando la locura se acompaña de la seriedad, reálzase y se eleva mil codos sobre la cordura retozona y burladora.

Así como el valor es el padre de las visiones, así la cobardía es la madre de los embustes.

La vanagloria es, en el fondo, el terror a la nada, mil veces más terrible que el infierno mismo.

La esperanza es la flor del esfuerzo del pasado por hacerse porvenir, y ese esfuerzo constituye el ser mismo.

Lo absolutamente individual es lo absolutamente universal.

Dije que sólo el héroe puede decir “yo sé quién soy”, y ahora añado que todo el que puede decir “yo sé quién soy” es héroe, por humilde y oscura que su vida nos parezca.

El triste dejo del triunfo es el desencanto.

La verdad es lo que hace vivir, no lo que hace pensar.

No hay, en efecto, tonto bueno; el tonto, y más si es amigo de burlas, rumia el pasto amargo de la envidia.

                        EL CABALLERO DE LA TRISTE FIGURA
  
Repensar los más molidos lugares comunes es la más honda filosofía y el único modo de apagar su maleficio.

Es una ciencia divina la ciencia de la ignorancia; es más que ciencia, es sabiduría.

Vale más ser ola pasajera en el Océano que charco muerto en la hondonada.

Tu vida es ante tu propia conciencia la revelación continua, en el tiempo, de tu eternidad, el desarrollo de tu símbolo; vas descubriéndote conforme obras.

No te creas más, ni menos ni igual que otro cualquiera, que  no somos los hombres cantidades. Cada cual es único e insustituible; en serlo a conciencia, pon tu principal empeño.

Quien no conoció la inquietud jamás conocerá el descanso.

Sólo en la sociedad te encontrarás a ti mismo; si te aíslas de ella no darás más que con un fantasma de tu verdadero sujeto propio. Sólo en la sociedad adquieres tu sentido todo, pero despegado de ella.

El que calienta las ideas en el foco de su corazón es quien de veras se las hace propias.

 El modo como uno vive da verdad a sus ideas, y no éstas a su vida. ¡Desgraciado del que necesite ideas para fundamentar su vida!

Es la realidad quien hace las apariencias.

Escudriñad la lengua, porque la lengua lleva, a presión de atmósferas seculares, el sedimento de los siglos, el más rico aluvión del espíritu colectivo.


EL ESPEJO DELA MUERTE
  
¡Qué cosa tan terrible es el nombre! Es el pulpo de la inteligencia.

Nadie me ha hecho más daño que los que decían hacérmelo por mi bien.


DIARIO ÍNTIMO

Aturdirse en el trabajo; he aquí la última máxima del mundo.

¿Cabe en el sentimiento exceso? Donde el exceso es dañino es en la razón.

No es lo mismo obrar el bien que ser bueno.

El fin del hombre es hacerse feliz, verdaderamente feliz, no culto ni exquisito.
  
DE FUERTEVENTURA A PARÍS
  
El hombre avisado hasta improvisando dice cosas de sustancia.

 No hay nada más desatinado que un proceso militar. El juez militar suele ignorar hasta el valor de las palabras del Código. Y es que el colmo del absurdo es erigir en jueces a los verdugos, o querer discurrir con el puño.

A nadie se le escapa sino lo que lleva dentro.

Las mentiras se enredan como las deudas del tramposo.
  

LA NOVELA DE DON SANDALIO, JUGADOR DE AJE­DREZ
  
El hombre más tonto es el que se muere sin haber hecho ni dicho tontería alguna. 
  
ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA LITERATU­RA HISPANO-AMERICANA.

Diríase que el animal simbólico de España no es el león que figura en el escudo, sino el toro; el toro, entusiasmo de las muchedumbres; el toro que embiste ciegamente, lleno de bravura; pero al que engaña con un trapo un hombre mucho más débil que él, pero muchísimo más inteligente, aunque no lo sea mucho.

El sable se alía con el hisopo; con la vara de medir, jamás.

Cada nuevo amigo que ganamos en la carrera de la vida nos perfecciona y enriquece, más aún que por lo que de él mismo nos da, por lo que de nosotros mismos nos descubre.

Hay almas que tienen las raíces al aire: ¡desdichadas! Las hay que no tienen raíces: ¡más que desdichadas!

Ser consecuente suele significar las más de las veces ser hipócrita. Y esto llega a envenenar las fuentes mismas de la vida moral íntima.

La paradoja suele ser el modo más vivo y más eficaz de transmitir la verdad a los torpes y a los distraídos, y, sobre todo, al pueblo.

El pensamiento se hace según se piensa, y el espíritu sincera y sanamente enamorado de la verdad, no puede saber nunca de antemano adónde han de llevarle sus pesquisas.

La consecuencia en el pensar no cabe más que en el dogmático, en el que conserva la mente en equilibrio estable; es decir, petrifica­da.

No quiero más método que el de la pasión; y cuando el pecho se me hinche de disgusto, de repugnancia, de lástima o desprecio, dejo que del cogüelmo del corazón hable la boca y salgan las palabras como salieren.

La ciencia quita sabiduría a los hombres y les suele convertir en unos fantasmas cargados de conocimientos.

Nuestros defectos, los que llaman los demás nuestros defectos, suelen ser la raíz de nuestras preeminencias; los que se nos moteja como nuestros vicios el fundamento de nuestras virtudes.

Casi todos los grandes apasionados que conozco en la historia del pensamiento humano, contando al gran africano de que hablé antes, han sido conceptistas, han vertido sus ansias, sus anhelos, en antítesis, en paradojas, en frases que, a primera vista, parecen no más que ingeniosas.

La arbitrariedad, la afirmación cortante porque sí, porque lo quiero, porque lo necesito, la creación de nuestra verdad vital -verdad es lo que nos hace vivir-, es el método de la pasión.

Película es lo mismo que “pelleja”, y peliculear una obra literaria es despellejarla.

Uno de los fines del arte, acaso el principal, es levantarnos sobre la vulgaridad y libertarnos de ella.

Los políticos rara vez son de exportación y es cosa que se presta a comentarios el que cuanto dicen y escriben resulte solemne vulgaridad o tontería fuera de las fronteras de su patria o pasados pocos años de su muerte.

Los artistas y las gentes de letras no deben olvidar nunca aquella profundísima sentencia de Gounod: la posteridad es una superposición de minorías.

La más honda labor política suele ser precisar expresiones.
  
LA VIDA LITERARIA

El releer me quita el leer de nuevo. Y es quelas obras eternas son las más nuevas y lo más pasado lo de más porvenir.

Los libros más autobiográficos son las biografías que unos hombres escriben de otros.

 La objetividad es una mentira tan grande como la actualidad.

El orfeón es una de las invenciones más profundamente conservadoras y uno de los cimientos del orden.

Cuando quiero descansar el espíritu me dedico a alguna investigación erudita. Después de haber estado coleccionando las variantes del adverbio entonces en el Fuero Juzgo, pongo por caso, se duerme tan ricamente. Casi tan bien como después de haber visto un drama del teatro poético.

Cuando las ideas escasean y aun las escasas andan confusas, lo menos malo que se puede hacer es jugar con los vocablos. Que no es lo mismo que jugar del vocablo. El jugar con los vocablos a la pelota hasta reventarlos y que suelten sus tripas -tripas de idea-, es muy otra cosa que jugar del vocablo haciendo calambures  -passez-moi le mot- y camelos.

Cuentan de un vasco que disputando una vez con un noble M., como éste le dijera: “¡Nosotros los M. datamos del siglo IX!”, el vasco replicó: “¡Pues nosotros los vascos no datamos!” Ya que es sabido que somos los mayorazgos de Adán y venimos de él por línea derecha y sin torcedura.

Las cosas más profundas de lenguaje suelen decirlas los niños, pero es porque son los que más libremente lo crean. El lenguaje más vivo es el infantil. Y por eso hay tan poco escritores que sepan hacer hablar a los niños. Porque el niño habla, crea, y el escritor escribe, entierra lo creado.

El que ha sido de verdad niño lo será siempre y sus canas, cuando envejezca, tendrán blancura de niñez.

Los libros nos depuran las locuras.

Son las gentes de libro las que más se pronuncian contra los libros. Han sido los bíblicos quienes más bibliotecas han quemado. Los hombres de un solo libro -viri unius libri-, los monobiblistas, han solido ser los enemigos de los libros.

Para un hombre inteligente nada hay más difícil que hacer el tonto.

En rigor la genialidad no es más que la infantilidad, la niñez del espíritu. La cual, a su vez, no es más que la originalidad.

La ironía es lo que más temen los beocios de todas clases.