domingo, 25 de junio de 2006

25 de noviembre de 2...

Monstruo barroco soy, como el viejo-niño. Pasada con creces la cincuentena, ¡qué adolescencia más granujienta que la de estas líneas henchidas de rencor y altivez! Ajadita ya la carcasa y averiadas las vísceras, qué estampa tan ridícula compone mi peregrina soberbia. Aficionada mi vanidad a las varas de medir, ¡con qué gruesa palmeta de brezo me ha castigado siempre el destino o, con mayor propiedad, los destinatarios de mis ficciones impúblicas! ¡Y con qué verde junco ha acariciado a otros!
No se me cae de ante los ojos lectores la parcialidad iletrada de Fortuna. Es cosa, lo sé, de capítulo o de epígrafe, de itálicas o bastardillas, ¡afortunadamente! ¡Suerte de la rueda que todo lo trueca! Ahora anda encumbrado MVM y, de aquí a bien poco, cuando el aire de la crítica se serene y se vista de la luz no usada de la ecuanimidad, además del rigor imprescindible, ¿en qué quedará el buen gacetillero fogonero? Si Blasco Ibáñez apenas merece tres renglones en cualquier historia de la literatura que se precie, cuántos le reserva el destino a MVM. Búsquesele en los anales periodísticos, donde algún nicho se le abrirá; pero nunca donde los literatos, y menos donde los cantantes..., aunque tal vez sí en los templos de las artes cisorias...
No es pose pubescente, sino auténtico poso reposado y contrastado con el inapelable dictamen de lo falsado: ¡no hay quien se lo trague, a ese redactor archiprotoplano y topicante, autoridad desatenta y fabulador de vía estrecha! ¡Cuántos funcionarios de la pluma se hinchan a cobrar trienios y pluses varios con la complacencia de los jefecillos de negociado atentos al roce del que, en vez de cultura les llueve la caspa sobre las solapas abiertas!
Es la edición impresa, sin duda, como imaginó Pedro de Espinosa (¿o no era él y cito para que me embista el toro del ridículo?) su obra: Jardín cerrado para muchos y abierto para pocos. Pero aún necesitaría otra vida para entender las sinrazones de quienes administran la gloriecilla efímera, ¡pero tan dulce, ay!, de la publicación.
Quien fui se ríe de mí como un jayán y se llora, aunque lo esconda, la sequedad inhóspita de su presente. Sigo sin dejarme, por si le interesa. Que no cuente conmigo. Yo a lo mío, al quejío, al desgarro, aunque desbarro en frío... Se me tiene que notar el temple desvaído del afiebrado, estoy seguro..., el vaivén del disparate al absurdo.

domingo, 4 de junio de 2006

13 de noviembre de 2...
¡Qué sobrecogedor el primer movimiento de la tercera sinfonía de Mahler! Tenebroso, lírico, sentimental, militar y nupcial, según avanza su polimórfica andadura. Wagner siempre alienta al fondo de la inspiración, me parece, aunque mis referencias musicales son tan pobres, inexactas y frágiles como mis posibilidades de llegar a ser editado. Aspiré a superar el analfabetismo musical y quedé ahorcado en el pentagrama por las axilas, hecho un guiñapo sordo y ciego.
No fue un accidente muy distinto de los que me acontecen cuando creo haber escrito una novela, un poemario o una obra de teatro dignas de las afónicas fanfarrias de la fama de la inmensa minoría, la sólida estimación de los discretos y la indiferencia de los innúmeros estólidos para quienes jamás salió una palabra de mi pluma. Mi cajón de desencajados se va llenando al tiempo que se vacía mi corazón de la confianza necesaria para que el aire sanador de su exhibición pública les arranque la mefítica pátina del fracaso.
De vez en cuando, al roer el hueso de mi preterición, me ha sucedido que alguna esquirla se me ha clavado en la garganta y ha estado a punto de ahogarme, ¡una digna muerte, a fe!, la de que se me atraviese esta doble novelería de eterno bachiller bachelor... Porque con la soledad del escritor fracasado, ¡ay!, quién es capaz de empatizar...
Nadie puede siquiera imaginar el sabor amargo de estos lametazos que me inflijo, como un paradójico dolor añadido, porque la saliva fría del rencor me abre las carnes aún más de lo que ya lo hace la indiferencia de los editores que, al menos para mí, se han comportado siempre con un gélido rigor deletéreo digno de mejores candidatos que andan por ahí exihibiendo su incompetencia y su cualitativo y levaduro dominio pastelero de la amigocracia.
Aquel que fui sigue a la caza y captura de quien soy para llevarme a un terreno pantanoso en el que quiere perderme para rencontrarse ¿con qué o con quién?, lo ignoro; ¡pero sigo resistiéndome a entrar en su juego viciado! Bastante tengo yo con mis miserias y mis erratas. ¡Qué se me da a mí de estériles ecos, inanes desdoblamientos y endemoniados reflejos! ¡Allá cada cual con el peso de sus acritudes y el grosor de la espuma de sus esputos!